Wednesday, April 30, 2008

Se acabó esta farsa

En la cancha, Tévez no se anda con cuentos. Embiste con la fuerza de un miura, la habilidad de un felino, y la inescrutable tenacidad de una hiena. Los titulares de prensa son para Cristiano Ronaldo pero las ovaciones, por lo menos ayer, son para el Apache. ¡Arg-en-ti-no! ¡ar-gen-ti-no! ¡ar-gen-ti-no! , repicaba Old Trafford mientras el delantero de Fuerte Apache, un barrio villero de Buenos Aires, era sustituido. “Cuánto tiempo ha pasado desde que despidieron aquel Estudiantes campeón de la Copa Libertadores al grito de ¡animales!”, tiró Fernando Palomo, el narrador de ESPN. Cierto que los Ingleses encajaron mal la escuela de Zubeldía, Bilardo y la Bruja Verón, interpretando la picaresca latinoamericana únicamente desde la barrera de sus prejuicios sobre lo que consideran adecuado para el ‘beautiful game’. Pero el público inglés es generoso. Si le das, te devuelve. Y Tévez dio ayer hasta para botar. En Barcelona se había sacrificado malamente, en contra de lo que le pide su naturaleza, escorándose a la derecha, pendiente más de tapar a Gianluca Zambrotta que de salir él con algo. Aún así, hizo lo que Ferguson le pidió, sin más. En Old Trafford fue a otro precio. Manchester abandonó la especulación, porque nobleza obliga, y se lanzó a buscar al Barcelona. Carlitos no marcó el gol definitivo, el único de las semifinales, pero sí fue el mejor jugador. El que más hambre tenía de cuantos pasaron por el escenario del Teatro de los Sueños.

Ronaldo el malo, siguió en lo suyo. Aleteó como nunca y sumó otro partido importante en el que su condición de crack queda en entredicho. La prensa inglesa le ha dado palo al pelado portugués debido a su aparente incapacidad para deslumbrar en los partidos importantes. Incluso Frank Rijkaard se metió con él, insinuando en la previa que el penalti fallado en el Camp Nou podría resquebrajar la confianza del (por segundo año consecutivo) mejor jugador de la Premier. Anoche no apareció, tampoco hizo falta, porque su equipo se impuso con un golazo de Paul Scholes, el sí un crack veraz. La última cita con el gol del centrocampista inglés había sido en noviembre del 2007, y sin embargo no dudo en aprovechar el increíble regalo que le hizo Zambrotta cuando transcurría el minuto quince. El lateral italiano puso en sus pies una pelota que debió rechazar –como si todavía jugara en el Calcio–, y el veterano Scholes vacunó.

El gran ganador de las semifinales fue Álex Ferguson, el técnico que cumple su temporada 22 al frente del Manchester United. Recuerdo con nitidez que los comentaristas especializados, ante unos años en que su equipo se fue en blanco, pedían su retiro: está muy viejo, perdió competitividad. En 1999, Ferguson conquistó la segunda Copa Europea del ManU. Ayer volvió a clasificar a su equipo a la instancia definitoria del campeonato más apetecido del fútbol de clubes, a celebrarse a finales de mayo en Moscú. “La cualidad más estremecedora de Ferguson es su disposición a reinventarse a sí mismo y a su equipo, día tras día, temporada tras temporada”, apuntaba acertadamente James Lawton, quizá uno de los mejores cronistas deportivos británicos. No de otra forma podría el furibundo y despótico ‘boss’ haber sobrevivido durante dos décadas al máximo nivel de exigencia profesional, social y mediática.

“¿Saben cuál es el país más importante del mundo?”, dicen que suele preguntarle a los jugadores de su equipo. “Si, jefe: ¡Escocia!”, saben responden ellos, casi automáticamente. Nacido en Govan en 1941, ex jugador del Glasgow Rangers, en su dilatada carrera como técnico Ferguson ha ganado 9 ligas inglesas, 5 copas, 2 copas de liga, 7 Community Shields, 1 Copa Uefa, 1 Copa Intercontinental, 7 Supercopas y 1 Champions. Sin duda su mejor temporada fue la 1998-1999, en la que el Manchester United ganó su único triplete (liga, copa y Champions), y en el que la reina Isabel lo nombró caballero de la corte. Famoso por sus rabietas y por su rigor, sir Alex ha llegado al punto de multar a uno de sus jugadores porque lo rebasó en la carretera, lo que consideró una falta de respeto; o de abrirle la cabeza a Beckham con un guayo en el camerino, luego de un partido importante que no había salido bien.

Manchester United ganó su segunda Liga de Campeones en el Camp Nou de Barcelona, sobre la hora, frente al Bayern Munich, aupado sobre una generación fantástica de jugadores, criados por Ferguson ahí mismo en Carrington, la ciudad deportiva del club: Paul Scholes, Ryan Giggs, David Beckham. Beckham ya se fue, como en su momento se retiraron el mítico capitán Roy Keane o el goleador Rudd Van Nistelroy, sin que el equipo del técnico escocés notara la ausencia de los viejos bastiones. El año pasado, luego de la partida del delantero holandés, los Diablos Rojos se hicieron con la Liga Premier, marcando el mayor número de goles del campeonato. Durante las semifinales frente al Barcelona, Ferguson demostró respeto y admiración hacia su contrincante, así como una fiera determinación a que no se sacaran conclusiones precipitadas sobre su equipo, que parecía dudar en el momento cumbre de la temporada. “Estamos a dos partidos de ganar la Liga Premier, a dos partidos de ganar la Champions . . . un desastre”, tiró de la ironía el sexagenario técnico en la conferencia de prensa, ante una pregunta en esa dirección. El resultado de ayer le da la razón, una vez más, a esta leyenda viviente del fútbol inglés y mundial.

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Todos compartíamos la impresión, cuando menos la intuición, de que en Manchester se definía no sólo la suerte de la temporada, sino la de una era en el Barcelona FC. Alfredo Relaño, director del Diario AS, sugirió que Barcelona buscaba en el fondo de su alma. “Los últimos segundos de un equipo”, adelantó el escritor Juan Cruz, culé de mostrar. ¿De este equipo que cayó en las islas con sus botas, su espada, su sombrero de toda la vida, se recordarán las luces o las sombras? Han dicho que este año fueron dos distintos, uno en La Liga y otro en la Champions. Pero el Barcelona mostró contra el Manchester la misma incapacidad para convertir una abrumadora posesión en goles que ya había arruinado sus aspiraciones de alcanzar al errático Madrid. Sí se entrevió otra actitud, alguna vitalidad, que disimuló cuanto pudo el bajo tono físico de varios jugadores barcelonistas. Faltaría más; eran las semifinales de la Champions.

“El Barca se juega la temporada a un partido, signo inequívoco de su extravío”, sentenciaba Ramón Besa, de El País. Así es, el crédito se agotó ayer, pero este equipo anduvo en rojo un rato largo. “Final de ciclo”, tituló el portal del capitalino Marca al final del partido, mientras los jugadores del equipo catalán mostraban un ánimo contemporizador en la zona mixta. “No vamos a sacar conclusiones en caliente”, advirtió Charles Puyol, el capitán. Rijkaard aseguró que se quedaría, antes de matizar: “otra cosa es que te pidan que te vayas”. “Este equipo aún es joven y puede volver a ganar”, sugirió por su parte Deco, uno de los que aparece en todas las listas de candidatos a abandonar la disciplina azulgrana que circulan en los medios.

Pase lo que pase, queda lo bailado, lo que se lleva puesto adentro. ¿Alguien vio a un jugador como Ronaldinho en los últimos tiempos? ¿Habrá juego más estilizado que el del Barcelona? Frank Rijkaard llegó hace cuatro años, con la grandeza de sus tiempos de jugador, y poca experiencia en el banquillo. No era la primera opción del presidente Joan Laporta, pero fue con quien se pudo llegar a un acuerdo. Ronaldinho se puso la camiseta del Barsa ese mismo año. Ambos revolucionaron al club, lo volvieron una referencia mundial, un equipo casi irreductible. Pero hace dos años cambió el rumbo, y hoy el Barcelona es un gigante derrumbado. Aunque uno quería otra cosa, este desenlace amargo de una historia que se suponía feliz, es lo que mejor le sienta a la personalidad bipolar del club y su inefable ‘entorno’. El Barsa no es el de las hegemonías, ni los finales felices, sino el de las dudas, siempre las benditas dudas. Y el que vive y muere en su ley, la única que reconoce.

Thursday, April 10, 2008

Adivino la final

Liverpool aupó al Arsenal de la Champions con una goleada en casa, y un repaso táctico de Rafael Benítez. La muchachada de Arsene Wenger se estrelló una y otra vez contra el embudo del Liverpool, y Fernando Torres se doctoró con una joya para la corona de la vieja Copa de Europa. Recibió de espaldas, se deshizo de William Gallas como de un chivato y clavó un misil en el techo del arco de Almunia. El Niño ha destapado el tarro de las esencias en Inglaterra, marcando, con éste, 29 goles en su primera temporada en Londres. Arsenal empató brevemente, jugadón de Theo Walcott mediante, pero un penal dudoso ejecutado con sangre fría por Gerrard puso las cosas en su sitio. Apague y vámonos.

Benítez enfila baterías hacia su tercera final de Champions en cuatro años. Los números están ahí, su manera de ganar no tiene nada de casualidad y todo de acierto, de meticulosa obsesión en prescindir del azar. Los Reds han comprado con criterio, la plantilla estrecha que en su momento ganó la quinta Orejona se ha transformado en un mar de posibilidades: Dirk Kuyt, Ryan Babel, Lucas Leiva, Yossi Benayoun, Peter Crouch, Fabio Aurelio. La política de rotaciones que Benítez aplicó a rajatabla, aunque le costara críticas despiadadas por parte de la prensa, significa que su equipo llega a abril más o menos fresco, en todo caso sin ninguno de sus jugadores clave lesionado (uno: Daniel Agger, defensa central).

Carragher es el bastión atrás, el mejor guardaespaldas de Reina, que nunca desentona. Mascherano la rompe en lo suyo, se ensucia para quitar y se pone el traje para jugarla. El Jefecito fue una apuesta de Benítez, que lo rescató del West Ham United, pero sobre todo de las manos de Kia Joorabchian, y del grupo MSI, antiguos dueños de su pase. Hay un dato revelador respecto de Mascherano. Fue titular con la absoluta argentina primero que con la primera de River Plate. El Loco Bielsa le tenía toda la fe. El volante se fue del equipo de Núñez hacia el Corinthians, donde se juntó con Tévez. El grupo representado por Joorabchian estaba a cargo del club. Los jugadores no eran del Timao sino de MSI. El iraní tenía la intención de hacerse al West Ham, y se suponía que el traspaso de Mascherano y Tévez hace dos temporadas era el prólogo al arribo de un nuevo dueño. El delantero terminó jugando, marcó los goles clave en la batalla por la permanencia, pero el Jefecito no tuvo minutos, y pasó buena parte de la temporada por fuera de la convocatoria, ni siquiera en el banco. Cuando Benítez lo pidió prestado, Mascherano no existía para el fútbol inglés. Ahora es el capo del medio, no solo corazón sino también clase. Al punto que Benítez se animó a compararlo con Roy Keane, legendario capitán del Manchester.

Xabi Alonso es de los pocos jugadores que siguen siendo titulares luego de cuatro años. El vasco estuvo en la épica remontada de Estambul, la noche en que se fueron al descanso perdiendo tres a cero y terminaron el partido abrazados a la Orejona. Técnicamente, o en el criterio para elegir los recorridos de la pelota, Alonso no tiene nada que envidiarle a Mascherano. Para un técnico defensivo, Benítez pone en la primera línea del medio a dos jugadores más completos que el perro de presa, modelo para la posición.

Igual que su Valencia, este Liverpool es letal. Se sabe defender, hace relevos perfectos, ahoga al rival, y, adelante, ha aprendido a no perdonar. Con la llegada del Niño en el verano, Benítez puso a su capitán, Steven Gerrard, en una función ofensiva, partiendo del mediocampo. El ídolo de Anfield, héroe en Estambul, ha explotado con el reposicionamiento. Está más cerca que nunca del arco rival, y se encuentra con Torres en todo el frente de ataque. Entre los dos han marcado casi cincuenta goles en su primera temporada juntos.

El rival del Liverpool en semifinales será el Chelsea, cuyo técnico, Avram Grant, superó todas las expectativas manteniendo la competitividad del equipo después de llegar, de bruces, a principios de temporada. Chelsea es segundo en la caza por el título de la Premier, y se clasifica por cuarta vez consecutiva a las semifinales de la Liga de Campeones. Las dos últimas fue eliminado por el Liverpool, que metió dos goles y concedió uno en toda la serie. Y eso que el equipo era más peligroso con Mourinho. Rafa estará en Moscú.

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Barcelona llega al momento culminante de su temporada, da la impresión, a punto de desplomarse. Ronaldinho se ha despedido –no sé si volverá ©©– y Messi, su sucesor, sigue lesionado. En La Liga, el equipo de Rijkaard no ha podido controvertir el liderazgo del Madrid, aun cuando el conjunto merengue ha perdido seis partidos desde enero (Schuster ya superó el total de derrotas del equipo campeón de Capello). El domingo anterior, los culés se dejaron dos puntos más, en el Camp Nou, ante el Getafe de Laudrup, contendor en la Uefa, finalista de la Copa del Rey. La hinchada se hartó y despidió a su equipo con una frondosa ‘pañolada’, agitando sus pañuelos, papeles, los programas del partido, lo que fuera. La pañolada es una institución del fútbol español. Significa que se agotó la paciencia, que habló el respetable.

Ante el Geta, Barcelona estrelló tres balones en los palos, y se quedó sin marcar. Esta temporada, al equipo le cuesta un trabajo enorme hacer goles. Lesioando Messi, desaparecido Dinho, Henry los convierte a cuentagotas y Eto’o arrastra los dolores de su temporada febril. En medio del desconcierto, da la impresión de que el equipo se ha abandonado a Bojan Krkic, el muchacho de Linyola, hijo de padre serbio y madre española. Rijkaard trató de dosificarlo cuanto pudo, introduciéndolo con cuidado en el ‘entorno’ característico del barcelonismo. Sin embargo, la precocidad del chico, de 17 años, y su relación primeriza, intuitiva con el gol, han suscitado comparaciones con el marchito prodigio del madridismo, Raúl. La descripción de Deco es buenísima. “No tiene regate, pero regatea; no posee remate, pero remata, y no se marcha en velocidad, pero se marcha. No tiene nada, pero lo tiene todo. Es como Raúl”.

Bojan ha convertido nueve goles en lo que va de temporada. Ocho en La Liga, y uno en la Champions, hace ocho días. Emociona verle entre dos gigantes como Henry y Eto’o, repartiéndose el ancho del ataque culé. Unas veces se escora a la banda derecha, una función en la que Rijkaard ha admirado su disciplina táctica; otras emerge como nueve, marcando a pase de uno de los cracks, o de puro oportunista. Ayer, en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones, jugó quizás el mejor partido de su cortica carrera profesional. Llevó y trajo como quiso al marcador izquierdo del Schalke 04, cruzando con peligro hacia sus compañeros en el área. Sin embargo, Rijkaard lo sustituyó temprano, primero que todos. El Camp Nou no comulgó con la decisión, y se manifestó con una nueva pañolada, la segunda, en una semana, de los cuatro años y medio de administración de la Junta Directiva de Joan Laporta.

Los números de Bojan son impresionantes, pero no es cierto que el equipo dependa de él. El pelado tiene mucho más futuro que presente. El presente del FC Barcelona lo constituyen dos jugadores que, igual que el delantero, se educaron en La Masía, el complejo deportivo donde entrenan las diferentes divisiones del equipo de fútbol. Si el Barcelona no se ha despeñado, es por su culpa. El fútbol que le queda al equipo pasa por sus pies. Ambos llegan en forma a las semifinales, cualquiera vendería camisetas en Milán, Manchester, Madrid o Londres. Cesc, por el que dan tanta lora, se tuvo que ir porque los tenía por delante, y en la selección debe conformarse con cargarles los balones. Uno pasa de cuatrocientos partidos con el equipo, el otro hace igual de él mismo que de Ronaldinho. Xavi e Iniesta. Ellos son el presente.

Este Barcelona es el que ganó el título hace dos año, mejorado. Por las bandas, con Zambrotta y Abidal, por el medio, con Yaya Touré, y, por delante, con Henry. Al francés lo chiflaron ayer , aun cuando el partido estaba resuelto a favor de los locales. Yo sigo esperándolo. Trato de adivinarle algo, interpreto sus movimientos, sus reacciones. Tití tiene tres partidos para decir en la cancha lo que traiga guardado entre pecho y espalda. En el peor escenario, habrá sido edificante para Bojan y Messi convivir con un profesional intachable, un modelo de crack diferente a Ronaldinho. Hace dos años no estaba Messi, es probable que esta vez pueda jugar minutos en las semifinales. Me parece que vamos a ver, a finales de abril, despidiendo a la Champions en el Camp Nou, y luego en Moscú, a un Barcelona arrollador, a punto. Sus brujos encendidos, el hambre de sus leones enardecida. Un campeón reivindicado. Un lobo defendiendo a la manada por última vez.

¿Por qué no el Manchester? Aunque practica un fútbol continental, comparado con otros equipos ingleses, ha tenido problemas para trasladar su hegemonía local a la Liga de Campeones. En sus veinte años al frente del club, Alex Ferguson solo ganó una Orejona, en la única final que disputó. La temporada pasada, Milán los anuló en semifinales. De la misma forma, creo que el Barcelona será demasiado rival para los ingleses. Dicen que los Diablos Rojos llegan embalados, intratable Cristiano Ronaldo, golazos por todas partes, Tévez puntual en su cita con el gol. Le tengo más miedo al argentino que al portugués, que me parece medio cagón, aunque a lo mejor son impresiones mías.

Hace poco Zambrotta dijo en una entrevista que había jugado más balones en año y medio en Barcelona que en cuatro años en el Calcio. “Allí te enseñan que, si eres defensa, basta con recuperar la pelota para que no te metan gol. Aquí, no; ser defensa en el Barça exige mucho. Debes pensar en muchas cosas. Debes hacer un trabajo de calidad porque estás obligado a participar en el ataque y ser exigente en todas las decisiones. No es fácil ser lateral en el Barça. A mí me ha obligado a una reforma. La diferencia está en tener la pelota y jugarla.”

El primer gol de Bojan en la Champions, ante el Schalke en Alemania, cayó después de 21 pases consecutivos de su equipo. El fútbol de La Liga es, de lejos, el más elaborado de Europa. Aparte de la calidad de sus jugadores, evidente en el desempeño de sus exportaciones a la Premier, el fútbol español cultiva una tradición táctica, la escuela de Benítez, Juande Ramos o Quique Sánchez. El exigente medio obliga a los equipos que viven de la pelota a perfeccionar sus habilidades. De ahí sale el Barsa, de eso habla Zambrotta. Los ingleses hacen más plata, pero el mejor fútbol viene de España.

La final ante el Liverpool será (si es) a otro precio. Liverpool es el coco, cuenta con lo mejor de los dos mundos: el inglés y el español. Igual, me late, ganará el Barsa. Sobra advertir que me puedo equivocar. Tal vez debí haber comenzado por ahí.

Thursday, April 03, 2008

Vive

Al fútbol colombiano lo han tratado de matar más veces que a Fidel, y a lo mejor termina muriéndose como él, de puro viejo, pero por ahora, nuestro denostado y malhabido balompié sigue manifestando signos vitales. Ayer me tocó un latido en el Campín: Millonarios 3 –América 1. Partidazo. Algún hincha de la Mecha me echaría en cara el término festivo, porque fue una goleada en contra, pero es como el otro día, cuando el Atlético, liderado por el Kun Agüero, pisoteó al Barsa. La pelota promete amor eterno, aunque se deja querer por todos.

Ayer quiso a Millonarios, que ganó tres a uno, un poquito también al América. Como Umaña paga suspensión por el peligroso ridículo que hizo en el penúltimo clásico, Álex Escobar ofició de profe. Me alegró ver al Pibe del Barrio Obrero dando indicaciones desde la banda. Álex es un símbolo de la Mecha. Espero que retirado, la hinchada le muestre el respeto que le escatimó cuando jugaba.

El primer tiempo fue como un festín. Tres goles, dos expulsados, la remontada del local. Los hinchas de Millos gozaron de lo lindo. En el Campín había un gentío bravo. Aunque los azules eran mayoría, la fanaticada americana en Bogotá suele manifestarse en números más que respetables. Los de Sur con su bullaranga, ínsulas en Oriente y Occidente. Un marco de partido grande para dos equipos que (desde hace un rato) se disputan los sobrados de los primeros en la tabla. Tornado en fantasma el uno, símbolo de la vergüenza el otro, significan todavía algo más, si pueden congregar a la gente, haciéndose cargo de sus ilusiones para bien o para mal.

América jugó solo un tiempo, el primero. Un gol en la madrugada y, después, al menos tres chances claras. Millos luchó por lo suyo. Era un forcejeo sin dominador claro, podía pasar cualquier cosa. Llegado el momento, el arquerito local respondió, aunque he sabido que le maltratan en los mentideros. La expulsión mató al América, que se quedó romo sin su ariete.

Luego del descanso, el equipo fue otro. Manso, estático, nadie se desmarcaba, nadie se atrevía. El fútbol de la Mecha pasaba por los pies de Jhon Valencia, y así nos fue. La técnica del volante supera la del picapedrero común, pero pedirle que se le ocurra algo es pasarse varios pueblos. Lástima que no estaba Otálvaro, el diez natural. Reina fue titular. De él se esperaban maravillas, ahora nos conformaríamos con cierto tipo de normalidad.

Eventualmente, Millonarios metió el tercero, pero la goleada pudo ser peor. Hacia el final América se salvó un par de veces. No me alegro de perder, pero sí de encontrarme otra vez con la Mechita. Saber que anda bien, teniendo en cuenta las circunstancias.

Sunday, March 30, 2008

Esta canción, se suponía, fuera de alegría

Este fue el domingo en que los fantasmas se tomaron la casa. Todo aquello cuanto parecía irreal, leyenda de mentideros, calumnia, puede volverse cierto. El Barcelona ha bajado los brazos otra vez. Y se ha llevado un golpe a la mandíbula, ha besado la lona. Pasar de ganar dos cero a perder tiene esas cosas. Perder los partidos que hay que ganar tiene esas cosas. Llenarse de razones para no cambiar tiene esas cosas. Ronaldinho se parece cada vez más a Ronaldo, el Barcelona se galactizó. Los egos, la relajación, las peores mañas del grupo se terminaron devorando una oportunidad dorada, un resquicio hacia la historia, el ajuste definitivo de cuentas con el Madrid. Casi que sin disfrutar del todo los tres primeros años de Frank Rijkaard y Ronaldinho en el Barsa. Un equipo maravilloso que juntó todas las cosas buenas de la escuela culé. Cuesta creer que son ellos mismos, los de ahora, los que llenaron de gloria al equipo. Pero son ellos. Son ellos. Todavía no ha llegado la hora de la verdad, no del todo, así que mientras se pone ese último sol, el equipo se debe, nos debe, un arreón postrero, una patada de ahogado, la voluntad de imponerse a las circunstancias, de estar vivo. La derrota de Frank es la derrota de nuestros mejores ángeles, en una batalla épica que se llevó a cabo en los campos europeos, y que durante algunos instantes estuvo ganada. Como el sábado pasado.

Thursday, March 27, 2008

Heysel y ahora

Hace más de veinte años, el 19 de mayo de 1985, Liverpool y Juventus se encontraron en el estadio de Heysel, Bélgica, para definir la Copa de Europa. El partido se había promocionado como un espectáculo de fútbol ofensivo entre las escuadras más poderosas del continente. En el equipo italiano jugaba Michel Platini, el Balón de Oro reinante, mientras que el legendario Ian Rush comandaba el ataque de los Reds. Sin embargo, al día siguiente no eran las jugadas maestras de los cracks las que copaban los titulares de los periódicos, ni retumbaban en la memoria las emociones de la final más apetecida del viejo mundo. En su lugar, la violencia se adueñó del escenario y la noche de gala se trocó en carnicería. El recuerdo de la tragedia de Heysel se convirtió en el símbolo de la era más oscura del fútbol inglés: el ‘hooliganismo’.

En ese entonces, Inglaterra era sinónimo de liberalismo salvaje, recesión económica, huelgas interminables, y hordas de fanáticos buscando pleitos en los estadios. Las hazañas del Liverpool, que dominaba en el continente y en las islas, pasaban a un segundo plano ante la avalancha de relatos sobre sangrientas broncas durante los partidos, extremismos de todos los colores, muertos y malheridos. Las Firms, las barras bravas, llegaron a ser más conocidas que sus clubes. Chelsea no tenía un equipo competitivo pero el National Front, su Firm, estaba entre los más virulentos. Los partidos de la liga inglesa eran sucesos de orden público. El Beautiful Game se estaba quedando con lo peor de sus tiempos.

En Heysel murieron 39 personas, y resultaron heridas más de seiscientas. Todos los muertos eran italianos. La mayoría se fue de este mundo aplastada por una estampida humana. Un error en la organización permitió que en el Bloque Z, una malograda reja separara a un grupo de aficionados incidentales de la Juve, de la barra brava del Liverpool. En ese entonces las tribunas populares no tenían asientos, sino que eran gigantescas terrazas en las que los espectadores observaban los partidos de pie. Noventa minutos antes de que comenzara el partido, era evidente que una catástrofe estaba cociéndose. Los fanáticos del Liverpool habían comenzado lanzando rocas, latas de cerveza e incluso ladrillos hacia los italianos. Para sorpresa de los hooligans, la reja cedió ante sus primerar cargas de infantería. Los hinchas de la Juve huyeron despavoridos pero se entramparon en los cuellos de botella de las salidas. No había policías por ninguna parte. Cuando el partido comenzó, los cuerpos de los muertos estaban apilados en la pista atlética. La orden era jugar.

Los ingleses tendrán que cargar por siempre con el horror de Heysel, y otras matanzas similares producto del hooliganismo. Pero las imágenes dantescas de aquella noche de mayo provocaron una reacción que, después de dos décadas, ha conducido a la recuperación del fútbol inglés, hoy por hoy la liga más poderosa, más seguida, del planeta. Entre las medidas que se tomaron para enderezar el cauce, se han considerado de primera importancia la implementación de estadios con silletería numerada en todas sus tribunas y circuito cerrado de televisión, y, por parte de los que organizan el juego, el endurecimiento de la legislación penal asociada a la violencia en el fútbol, así como de las normas internas de los clubes: cero tolerancia, identificación y penas para los agresores, expulsión vitalicia de los estadios. Dice mucho de ese pueblo que veinte años después hayan encontrado las salidas a su encrucijada. Podría afirmarse con cierta certeza que los ingleses han extirpado el hooliganismo, por lo menos sus expresiones más radicales, de su fútbol.

Ahora es el momento de que la gente en Colombia se le mida a ese mismo desafío, sin necesidad de que lleguemos al extremo de tener que contar centenares de muertos en la mitad de un partido. Ya llegamos al extremo del clásico del otro día, en el que una pelea interna del Barón Rojo se saldó con ochenta heridos. Por lo que sé, Umaña atizó la crispación con su comportamiento temerario y sus salidas en falso. Desde el técnico del América hasta el Pibe, todos los que tienen que ver con la pelota criolla tienen la obligación de ponerle el pecho a la situación, estar a la altura y defender los valores deportivos del fútbol. Muy especialmente los señores de Coldeportes, que han cohonestado el desgobierno de la Federación y la Dimayor. No estoy seguro de si existe un fútbol más pirata en el océano de filibusteros que es la FIFA, pero estamos con los punteros. Desde la época de El Dorado hasta hoy hemos mantenido izada la calavera.

Que el castigo para el América por lo del clásico sea ejemplar, pero que las soluciones del problema de fondo no se queden enredadas por el camino. De otra manera, estamos condenados a seguir azotándonos contra las paredes cuando quiera que tratamos de huir de la realidad que carga en contra nuestra.

Thursday, March 13, 2008

Íker, el único

Del Madrid no me gusta nada. Ni su pasado franquista, ni su presunción de superioridad, ni la autocomplacencia de sus hinchas, ni su obsesión con las apariencias. Cuentan que Kaka' jugó un amistoso en el Bernabeu cuando era jugador del Sao Paulo, y se lo ofrecieron a Florentino Pérez, a la postre presidente merengue. El mandamás no lo quiso porque su nombre podía prestarse para confusiones. "Si en verdad es tan bueno, lo fichamos después por sesenta kilos", le aconsejaron al presidente. Comprar estrellas a golpe de talonario no tiene ninguna gracia, eso lo puede hacer el Chelsea. La gracia es forjarlas en tus propios hornos.

En la Casa Blanca dieron tanta lora con el tema de los Galácticos que terminaron ahogándose en el discurso. El despiste llegó al punto de que echaron como un perro al único técnico que los hacía ganar, Vicente del Bosque, dizque porque le faltaba clase: el Bigotón a duras penas hablaba español, y no usaba corbatas de diseñador. Su reemplazo, Queiroz, era fluido en varios idiomas pero ignoraba el único lenguaje importante: el de la pelota.

Se supone que en el Madrid jugar bien es fundamental y sin embargo llevan más de cinco años dando tumbos, aferrados a una idea que hace rato dejó de ser verdad. El club cambia de entrenador por lo menos una vez al año, y cada verano revienta el mercado comprando figuras. En Europa, el Real es un fantasma que solo asusta a los niños pequeños, se ha convertido en un equipo perdedor. Si ganó la última liga fue por gracia divina (dios todavía está de su lado), y con la invaluable colaboración del Barcelona.

Quizá lo más desconcertante de la decadencia merengue es la manera como se la han tomado al interior del club. En lugar de rectificar, disfrazarse de humildad y comer callados, siguen dele que dele con la cantinela habitual. En diciembre, a mitad de temporada, embalado por el triunfo de su equipo en Barcelona, el presidente Ramón Calderón ensilló sin traer las bestias, prometiendo prima extra por ganar el triplete (Liga, Copa del Rey y Champions). Tres meses después, el Madrid solo aspira al título de liga, mientras que Bernd Schuster, su técnico, califica de ridícula la aspiración al trébol. Pero el alemán también mete la pata. El otro día sugirió que el origen catalán del árbitro explicaba la derrota de su equipo. Varias fechas después, cuando los errores del central le dieron una victoria inmerecida, los periodistas le preguntaron dónde creía que había nacido el juez. Schuster encontró intolerable el atrevimiento, se levantó y se fue. Lo que se dice un patán.

La figura más prometedora del club, el heredero de las llaves de la Casa Blanca, es Sergio Ramos, un defensa que pega como el Chaka Palacios (17 tarjetas amarillas y 2 rojas en la temporada) pero que pretende ser el sucesor de Paolo Maldini. ¡Maldini! No se puede negar que Ramos tiene sus virtudes, pero si de verdad aspira a emular al gran Paolo, le recomendaría que comenzara por cambiar de actitud. Los tabloides de Madrid suelen hacerle fotos saliendo de las discos a la madrugada, meando en las paredes, botando a la calle los sobrados de las hamburguesas que se traga para pasar la peda. Maldini es un señor. Ramos se parece cada vez más a un niño malcriado.

¿Y dónde me dejan a Raúl? ¿Cuál es su raye, señalándose el número de la camiseta cada vez que marca? ¿Está tratando de demostrar algo? ¿Le da rabia el sueldazo que le pagan? ¿Lo bien que lo tratan? Aparte de sus números –impresionantes, qué duda cabe–, basta verlo jugar para saber que el delantero ya no tiene nivel. Es un sofá, el símbolo de lo mal que anda el Madrid. Hasta el seleccionador nacional le cerró la puerta. Los únicos que lo piden son los hinchas merengues, atrapados como están en una realidad paralela.

Del Madrid no me gusta nada, o casi. Se salva Casillas. Es uno de los mejores arqueros del mundo, pero no necesita restregárselo a nadie en la cara. Íker es una persona cabal, un tipo sensato, con los pies en el piso. Nunca le van a oír declaraciones para la galería, cegado por su propia vanidad, o atizando los fuegos de las guerra tribales que dividen al fútbol ibérico. Y eso que lleva toda la vida en el Madrid. Esa es su mayor virtud: ha crecido en un medio malsano, donde todos andan de pipí cogido, excusándose en los demás, tan contentos siendo ellos y, contra todo pronóstico, ha salido normal. Ayer, por ejemplo, dijo, ante el estupor de la prensa oficialista, que cambiaría su situación por la del Barcelona. Cierren la boca señores, ¿cuál es la sorpresa? A estas alturas, los culés están vivos en todas las competiciones, mientras que al Madrid solo le queda La Liga. Solo un idiota preferiría fracasar a aspirar a la gloria.

Thursday, March 06, 2008

Los inventores reclaman el trono

Uno de los debates interminables entre los aficionados al fútbol consiste en establecer cuál de las ligas europeas es la mejor. Los criterios son variopintos ¿A dónde se van las estrellas? ¿Qué clubes ejecutan el fútbol más vistoso? ¿Cuáles son los equipos más ricos? ¿Dónde juegan los balones de oro? ¿Los Fifa World Player? ¿Qué ligas registran los mejores promedios de asistencia a los estadios?

Casi siempre hay argumentos para sustentar diferentes posiciones, pero en mi opinión hay un sistema de medición infalible: la Liga de Campeones. La vieja Copa de Europa es, sin duda, el escenario donde se practica el mejor fútbol del mundo. Por tradición, por los recursos en disputa, por nivel, no existe ninguna competición equiparable. Basta con repasar las nacionalidades de los clubes que se clasifican a las fases finales de la Champions para saber qué lugar ocupan sus respectivas ligas en el escalafón.

Hace poco, la hegemonía era para la liga española. En la temporada 1999-2000, Madrid disputó la final ante el Valencia. Aquel año, tres de los semifinalistas fueron clubes españoles. En cada una las tres temporadas siguientes, La Liga contó con tres representantes entre los ocho mejores. Hace dos años, Villarreal y Barcelona se clasificaron a las semifinales. De los últimos diez ganadores, cuatro han sido españoles (tres veces el Madrid, solo una el Barsa), dos italianos (siempre el Milán), dos ingleses (Liverpool y Manchester), un alemán (Bayern Munich) y un portugués (Porto).

Sin embargo, el dominio ibérico se ha ido marchitando progresivamente. La vocación capitalista de la Premier League, y una organización mucho más eficiente, le han permitido exprimir recursos cuantiosos para sus integrantes, en particular gracias a los derechos televisivos, por cuya exclusividad Sky paga sumas exorbitantes. Clubes como el Manchester han sido pioneros en la aplicación de la parafernalia mercadotécnica para aumentar sus ingresos. Mientras en España, Francia o Italia, los equipos son sociedades sin ánimo de lucro, en Inglaterra son sociedades anónimas manejadas con criterios empresariales. Las escuadras de la Premier League pagan mejores contratos porque cuentan con mayores recursos, y eso indefectiblemente se traduce en mejores jugadores.

La verdad es que, hasta 1985, Inglaterra dominaba cómodamente las competencias del fútbol europeo. Pero la tragedia de Heysel, ocurrida durante la final de la Liga de Campeones entre Liverpool y Juventus, y en la que fallecieron 39 personas, condujo a una sanción de la Uefa contra los equipos ingleses. La violencia del ‘hooliganismo’ había llegado a su punto máximo, y durante cinco años Inglaterra fue excluida de los torneos europeos. El ostracismo terminó incidiendo en la calidad de las escuadras de las islas, aisladas de la evolución táctica y técnica del fútbol continental.

A finales del siglo pasado, una vez finalizado el ‘embargo’, la Premier League se concentró en recuperar el terreno perdido. No solamente se benefició de la competencia con los mejores clubes europeos, sino que empezó a importar estilos de juego del continente, y a enriquecerse con aproximaciones diferentes a su fútbol físico e ingenuidad táctica. Equipos como el Manchester, el Liverpool, o más recientemente el Liverpool o el Chelsea, ya no dependen de los pases largos, de los centros a la olla, ni del ímpetu y despliegue de sus jugadores.

Los resultados no se hicieron esperar. En 1999, nueve años después de finalizada la sanción de la Uefa, Manchester se hacía con la Liga de Campeones. En 2005, el turno fue para el Liverpool. Dos años después, los Reds volvían a ser finalistas. En la presente temporada, el repunte de los equipos ingleses se ha convertido en dominio absoluto. Por lo menos tres clubes de la Premier se han clasificado para los cuartos de final de la Champions. El jovencísimo Ársenal de Arsene Wenger ha eliminado al AC Milán, campeón reinante, mientras que el Chelsea y el Manchester se han impuesto sin problemas a sus respectivos rivales. Luego de vencer al Ínter de Milán por dos goles de diferencia en Anfield, y a la espera del desenlace del partido de vuelta el 11 de marzo, lo más probable es que el Liverpool se les sume. En ese caso, la mitad de los equipos en las instancias definitivas de la Champions serán ingleses, mientras que cada uno de los otros cuatro serán representantes de ligas diferentes (Portugal, Turquía, Italia y España).

Incluso si el Barcelona termina coronándose campeón, como todos esperamos, nada podrá disimular el hecho de que los ingleses han reclamado de nuevo el trono de su Beautiful Game.

Friday, February 22, 2008

¿Rafa? No me jodas

Dicen en Inglaterra que el técnico del Liverpool, Rafael Benítez, tiene los días contados. Que si su equipo no gana algún título esta temporada, los multimillonarios gringos que acaban de comprar el club le van a mostrar el camino de regreso a España. El rumor no es reciente, desde hace meses la prensa deportiva de las islas viene dándole vueltas y vueltas al asunto. Incluso se supone que los nuevos dueños ya han comenzado a entrevistar posibles candidatos a la sucesión.

La campaña del Liverpool, sobra decirlo, no es para tirar cohetes. El fin de semana sufrió una humillante eliminación de la Copa FA ante un equipo de la segunda división, y en la Liga Premier los Reds van quintos, a 19 puntos del líder, inalcanzable. Los fracasos en estos frentes han generado una presión adicional para que Benítez triunfe en la Liga de Campeones. Mientras se acercaba el partido de hoy ante el Ínter de Milán, por los octavos de final de la competición, algunos reportes indicaban que el resultado definiría la suerte del técnico español. En la conferencia de prensa previa al encuentro, los periodistas le plantearon la posibilidad. “Sorprendente”, comentó el madrileño. Sorprendente, también pienso yo.

Ni soy hincha del Liverpool, ni tampoco me entusiasma el fútbol práctico, oficinesco, que caracteriza a los equipos dirigidos por Benítez, pero nada de eso me impide reconocer una verdad tan grande como una casa, y es que Rafa –como se le conoce en el argot futbolero– es uno de los mejores técnicos que hay. Pierde mucho más el Liverpool sin él que Rafa sin el Liverpool.

El madrileño llegó al puerto industrial inglés, en el verano de 2004, luego de ganar la Liga y la Copa de la Uefa con el Valencia. Para entonces, los Reds zozobraban en la marejada de su propia leyenda, igual que tantos equipos con mucha historia y ningún presente (pienso en Millos). El club más laureado de las islas británicas llevaba quince años sin ganar el campeonato local y ventiuno sin hacerse con la Copa de Europa. Bastó una temporada para que Rafa revirtiera la tendencia. En mayo de 2005, en una final memorable disputada en Estambul, Liverpool conquistó su quinta Liga de Campeones ante el AC Milán. Menos de tres años después, el equipo de Benítez ha añadido una FA Cup, una Supercopa Europea y un Community Shield a su abultado palmarés. El año pasado su Liverpool disputó la segunda final de Champions en tres temporadas.

Aunque los trofeos hablan por sí solos, la dimensión de la obra de Rafa Benítez en el Liverpool debe ser sopesada desde otra perspectiva. Además de la animadversión histórica que españoles e ingleses se profesan, Benítez tuvo que sobrellevar la presunción de superioridad de los últimos en lo que respecta al Beautiful Game, que nació en sus islas hace siglo y medio. Un comportamiento intachable, una ética de trabajo a toda prueba, y los resultados paplables de su obsesiva meticulosidad, le han convertido en la avanzada de una tendencia sin antecedentes en la historia del fútbol británico. Gracias al influjo de este pionero, jugadores como José Manuel Reina, Xabi Alonso, o técnicos como Juande Ramos (del Tottenham), entre otros, han desembarcado en la Premier.

Desde un principio, Rafa demostró conocimiento y respeto hacia la cultura futbolera británica. A diferencia de otros colegas, como José Mourinho, Benítez ha tenido un comportamiento ejemplar, alejándose en lo posible de las polémicas, y procurando concentrarse exclusivamente en su club y sus jugadores. La exigente hinchada de Anfield lo tiene entre sus ídolos y, más allá de rivalidades o diferencias, el técnico cuenta con el reconocimiento del medio futbolístico.

A pesar de su trayectoria, Benítez no cuenta con el respaldo de sus nuevos jefes. Él pide tiempo, asegura que si lo aguantan terminará cayendo también el anhelado título de liga para los Reds. Yo le creo, pero los millonarios gringos no. Más que nunca, el fútbol de hoy vive del presente y de los resultados. Poco importa que Rafa haya sido finalista de la Champions hace menos de un año, o que su equipo haya conseguido la gloria en una noche no tan lejana de Estambul. En realidad, es imposible garantizar un título como la Champions cada año. Ganarla una vez es, de por sí, algo extraordinario, en particular con un plantel como el del Liverpool, que nombre por nombre no se puede equiparar con el del Milán, el Barcelona, o incluso el Manchester o el Chelsea. Pero ya no hay reservas de paciencia para el hombre que grabó su nombre en la historia de Anfield. Una temporada que pinta mal, que ni siquiera ha terminado, basta para que su puesto corra peligro. El fútbol actual no responde a ninguna lógica, ni a reflexiones sopesadas, mucho menos a planes en el mediano plazo. Solo valen los últimos resultados y, como siempre gana solo uno, todos los demás se sienten perdedores.

Saturday, February 02, 2008

¿Se acaba la leche del Madrid?

El Real Madrid ha caído (2 por 0) en su visita al recién ascendido Almería, séptimo clasificado en la tabla. El equipo dirigido por Bernd Schuster llegaba al estadio Mediterráneo ostentando un invicto liguero de tres meses, una racha de ocho partidos consecutivos ganados, y la más amplia diferencia, nueve puntos, entre los líderes de las grandes ligas europeas (Inglaterra, Italia, Alemania, Francia).

Son humanos”, tituló el diario deportivo Marca, al tiempo que el técnico merengue también prefirió una lectura optimista: “La derrota nos viene bien”. Los que sí estamos felices, seguro, somos los hinchas culés. Queremos adivinar un cambio de tendencia en este pinchazo del Madrid. Llevábamos semanas y meses esperando, hasta ahora en vano, que el campeón vigente aflojara el paso.

Y es que, contra todos los pronósticos —por lo menos contra los míos y los de Cruyff— el alemán Schuster ha estirado la dinámica ganadora, el gran legado de Fabio Capello. Ni la salida del italiano, ni la incorporación de varios refuerzos han incidido en el desempeño del Madrid. De hecho, el equipo sigue jugando igual, sigue siendo el mismo conjunto resultadista que salió campeón sin enamorar a su afición. Se suponía que Schuster apostaría por un fútbol ofensivo, lírico, que se compadeciera con el refinado paladar del hincha merengue, y sin embargo depende, ahora más que nunca, de los dos pilares de la temporada anterior: Casillas y Van Nistelrooy.

En efecto, el Madrid es el equipo de la liga que más remates recibe, por encima del colero Levante; solo las providenciales intervenciones de Íker Casillas han impedido que esas llegadas se traduzcan en goles. El arquero castellano tiene la segunda valla menos vencida, aunque lidera las estadísticas de atajadas entre sus colegas (179 en 20 partidos, frente a 104 del arquero del Barsa, Víctor Valdés). En el otro frente, por cuenta de la tremenda efectividad de Ruud Van Nistelrooy (pichichi de la liga anterior, 12 goles en lo que va de ésta), el Madrid es el conjunto que menos veces tiene que llegar a puerta contraria para marcar, y el más goleador del campeonato.

Para el partido de hoy, Van Nistelrooy fue duda hasta último momento, y terminó abandonando por lesión en el entretiempo, dejando al Madrid huérfano de gol. Casillas tuvo una noche normal, y no pudo resolver los problemas que habitualmente le achanta su pésima defensa. La suerte, la otra protagonista de la buena racha madridista, tampoco acudió a la cita. Los merengues nos habían acostumbrado a ganar jugando mal: cuando no los salvaba Casillas o Ruud, los salvaba el palo, o una contra demoledora. Esta noche no. ¿Se acabó la leche del campeón?

Monday, December 10, 2007

Milagroso Umaña

Quedan noventa minutos para definir el segundo finalista del Finalización (el otro es La Equidad), pero no hace falta esperar el desenlace de la historia en el Grupo A para calificar la campaña del América. Diego Édison Umaña ha obrado un verdadero milagro: además de ganar los puntos que tienen a su equipo peleando por la clasificación a un torneo internacional, el técnico consiguió que los Diablos Rojos tuvieran una consistencia envidiable, recuperando por el camino a los mejores valores del plantel.

Me alegra especialmente la explosión de Hárrison Otálvaro. El joven creador americano se había abandonado a la irregularidad, entrando y saliendo de las listas de convocados, casi nunca jugando de acuerdo a los estándares que dejó como juvenil en las selecciones nacionales. Durante el Finalización tampoco fue titular indiscutido pero, una vez en el cuadrangular, Hárrison fue fundamental para el América. Le vi implicado a fondo, aún más en las últimas dos fechas, cuando el venezolano Rojas no pudo contribuir a plenitud debido a molestias físicas. Está más rápido, tiene el punto de ambición que le faltaba, se entrega hasta el final, y por lo general sus excepcionales condiciones técnicas, su visión del juego privilegiada, marcan las diferencias en el ataque. Ojalá esta progresión no se detenga y Otálvaro pueda llegar tan lejos como apuntan sus buenas formas.

Pablito Armero, Paulo César Arango, Andrés González y Carlos Preciado también se fajaron en las finales. El lateral izquierdo, que también hizo parte del proceso con los juveniles de la selección Colombia, tiene una mejor lectura de los partidos, se dosifica en sus arreones por la banda, no se despista tanto en la marca, y cada vez hace mas daño con sus internadas hacia el centro. Arango volvió al nivel mostrado hace dos años con Ricardo Gareca, ahora con la experiencia necesaria para tener continuidad. El gol que metió el sábado fue una joya: sobre el tiempo, con la responsabilidad enorme de desempatar, con el futuro del equipo en juego, Arango hizo una finta, midió al rival, y metió un puntazo certero que sorprendió al arquero. El gol tuvo un cierto aire a otro que le hiciera Ronaldinho al Chelsea por la Copa de Europa. Andrés González y Carlos Preciado se han convertido en una dupla de garantías atrás, sobre todo cuando el equipo se vuelca al ataque tratando de remontar un marcador desfavorable. La seguridad que no brinda Diego Gómez la dan estos dos defensores.

A propósito del arquero, al que le han caído toda clase de críticas por sus deslices, el sábado tuvo una intervención providencial en tiempo de reposición. Un jugador de Once Caldas le cabeceó a un costado, al piso, y Gómez alcanzó a reaccionar para impedir el empate visitante. Mientras se levantaba del piso, Jorge Banguero lo animaba con palabras de capitán. El Pelícano es otro que ha estado inmenso, pero su fiabilidad ya no sorprende. Quizás un poco sí el excelente estado físico en el que se encuentra, aun cuando le lleva varios años de ventaja a la mayoría de sus compañeros.

El último partido del cuadrangular será ante el Cúcuta Deportivo en la capital fronteriza. El equipo motilón es un hueso duro de roer, por muy eliminado que se encuentre. El sábado en Medellín, Nacional, favorito de los árbitros, tuvo que sudar sangre para empatarle luego de ir perdiendo por dos a cero. Al América solo le vale ganar en el General Santander, pero donde lo tiene más difícil es en Manizales, donde necesita que Once Caldas evite una victoria de los paisas. Si dependiera solo del equipo blanco la vaina no sería tan peliaguda, pero con los árbitros inmiscuyéndose en los resultados, siempre a favor del equipo de Postobón y RCN, no me animaría con esperanzas infundadas.

Por fortuna, los hinchas americanos no dependemos de conjeturas forzosas ni ayudas arbitrales para medir a nuestro equipo. América ya dio la talla, Umaña ya hizo el milagro. Al final solo gana uno, pero no siempre es el mejor.

Monday, December 03, 2007

(Pascual) Guerrero

Cada día que pasa, América pinta mejor. No juega bonito, porque propone un fútbol directo, aguerrido, a quemarropa, desprovisto de virtuosismos y sutilezas. Le van más los partidos hoscos, como entre dos bravos: toma y dame, gana el que quede en pie. Se ha vuelto el equipo batallador de antaño. El sábado, ante Nacional, los jugadores escarlatas repartieron pata que daba gusto. Me imagino que trataban de llevar el partido a un terreno en donde se sintieran más cómodos. Los paisas se regodean en la posesión, en la elaboración infinita, y cuentan con figuras que pueden ganar sus duelos particulares, como Aldo Leao, Galván Rey, Camilo Zúñiga o el chileno Martel. Como están las cosas, no se les podía vencer en sus propios términos. América solo sabe luchar. Sin trámites, sin especulaciones, sin burocracia, sin adornos. Acaso algún ardid para perder tiempo, como demorar el saque o tirar pelotas a la cancha.

Para triunfar, un guerrero necesita tener fe, y al equipo de Umaña le sobra. Cuenta con reservas anímicas como para sobreponerse a circunstancias adversas, incluida la derrota. Se ha medido ante lo mejorcito que da la tierra en una instancia definitiva y ha salido muy bien librado. Eso sí, en los tres encuentros que ha disputado tuvo que apretar hasta el final. Cuando ganó, lo hizo con lo justo. El desgaste físico y mental, producto del esfuerzo, se va acumulando, pero por ahora la actitud del grupo ha sido inmejorable. Incluso tras la pifia de Diego Gómez en Manizales, o ante el autogol de Carlos Preciado el sábado, nada de reproches inoportunos, muecas, o manoteos. A remontar.

La solidaridad del América es manifiesta hasta en la fase de ataque, donde habitualmente prevalecen los egoísmos y las individualidades. El equipo no depende de una figura para ganar. Todos cumplen con su parte. En los primeros dos partidos del cuadrangular, el venezolano Rojas y Paulo César Arango habían sido las claves ofensivas. Ante Nacional, apareció Otálvaro: golazo y asistencia. De hecho, el equipo tiene dos fortalezas en ataque, la pelota quieta y la larga distancia de John Valencia, que todavía no ha explotado en estas finales.

Qué lindo ver a la Mechita peleando por los títulos, batiendo a sus rivales cuerpo a cuerpo, llevando hasta el límite sus estrechas posibilidades. Uno quisiera pensar que el próximo miércoles, ante Nacional en Medellin, se define todo, pero no hay tal. Visto lo visto, sólo habrá seguridades al final. Recordemos que aunque la vaina pinta, y pinta bien, apenas hemos recorrido la mitad del camino.

Wednesday, November 28, 2007

El último, dice el borracho

América es el borracho. Está escapándose de si mismo, la tragedia implícita en el ejercicio se manifiesta permanentemente. Por cuenta del campañón del último semestre, el equipo ha regresado al primer plano del fútbol profesional, y ahora cuenta hasta con patrocinador, la Industria de Licores del Valle —para el hechizo de la Secta Clinton, aguardiente Blanco. Arrancó los cuadrangulares semifinales con una victoria ante el Cúcuta, ha tenido recaudaciones inéditas en años. Los periodistas deportivos lo incluyen entre sus favoritos para clasificarse a la gran final, los medios televisan cada vez más partidos de la Mechita. En un momento así, en la víspera del segundo partido del cuadrangular, ante Once Caldas en Manizales, el plantel retrasó su salida de Cali como mecanismo de presión para saldar deudas pendientes. En ‘El pulso del fútbol’ —de lejos el mejor programa de fútbol de la radio— Iván Mejía y Hernán Peláez dieron a entender que las directivas se habían puesto al día con unos jugadores, no todos, ante lo cual el equipo decidió plantarse. Umaña está alinderado con ellos. “Por eso no firmo otro contrato”, declaró el técnico.

Tengo asumido que la situación institucional rebosa tanto a Umaña como a los directivos. Hace rato que el club se mueve en la sombra. Está en las manos de los Rodríguez desde los setenta, y se presume que sigue siendo de su propiedad aun ahora, cuando los capos del clan se pudren en cárceles gringas. Lleva una década en la lista negra del Departamento de Estado, lo que implica una muerte financiera y civil, incluso en confines del imperio como este. Tiene deudas enormes y carece de bienes a su nombre. Cascajal, el lugar donde entrenan sus diferentes categorías, pertenece a una sociedad sobre la que existen procesos de expropiación.

De esta forma se acaba una era que fue dorada para América. Todos los títulos que ha obtenido fueron durante el reino del capo. Antes de este período de agonía, hubo dicha en abundancia, estrellas en el horizonte, gloria, figuras, noches inolvidables. El embale. Gozamos sin consideración, al fin y al cabo somos hijos de Cali. Pasada la bacanal, el efecto sedante de una felicidad artificial, en la penumbra se entrevé la basura acumulada, el desperdicio. Se percibe un cierto malestar, aparece la culpa. Un momento de inevitable reflexión en los que se deciden cosas. Darle la vuelta, gambetear al destino, o seguir huyendo hacia adelante, apurando las copas de una juerga infinita.

El milagro de Umaña es un poco eso, una manera de prolongar la borrachera que no se acaba. Porque mientras la noche dure, mientras las estrellas sigan cayendo, se puede ignorar lo demás, se le puede hacer el quite a lo esencial. Hasta el próximo guayabo, hasta la mañana siguiente. Por constitución, porque la tierra jala, América sabe moverse en ese medio como pez en el agua. Tanto así, que estoy empezando a creer que le cabe un título más a la dinastía trucha de Miguel. El último antes de que salga el sol.

Monday, November 26, 2007

Catorce

“Nos tienen miedo”, apuntaba Tévez en Olé. “Ellos quieren agrandar el triunfo porque saben qué es Argentina”. Tal vez suena tan desagradable porque es cierto. Cuando lo echaron, en el primer tiempo, todos en el estadio celebramos como si se tratara de un gol. Carlos Tévez había sido el jugador más incisivo de un equipo que se gustaba. Tocador. Dominador. Incluso con uno menos, el equipo del Coco fue superior a Colombia, que jugaba como dándole la razón a Tévez.

Con uno menos llegó el gol argentino, de la zurda de Lionel Messi. Riquelme se avivó en una falta, y Messi apiló rival tras rival hasta que fulminó a Julio. Silencio total, como si de repente nos hubiéramos dado cuenta de que la leyenda era cierta. De todos los reemplazos de Maradona que han salido de Argentina, Lionel Messi apunta como el único verosímil. Lleva un tiempo largo asombrándonos con su fútbol vertiginoso. Antes de que se acabara el primer tiempo, la albiceleste ya se había acercado un par de veces más a la cabaña de Julio. Nos quedó la sensación en el cuerpo de que con ese gol bastaría para perder. Aparte del cagómetro disparado, el equipo de Pinto no había dado señales de nada.

El entretiempo, Totono Grisales y Macnelly Torres le cambiaron la cara al cotejo. Por su condición nacionalista, el Totono no es precisamente santo de mi devoción, pero hay que admirar la manera como se ha tomado su papel en el equipo de Pinto, que lo tiene de revulsivo. A pesar de sus galones, Grisales juega el tiempo que lo pongan sin rechistar. Me da la impresión de que al Totono le han sentado las temporadas en Argentina y, más en general, el paso de los años. Lo de Macnelly fue superlativo. Desde que entró, hizo la suya, tomó buenas decisiones, dejó pinceladas. El aporte de los dos volantes desatascó el fútbol de la selección.

El marcador lo desatascó un especialista, Rubén Darío Bustos. “A este le enseñó Jerson”, me recordaba un amigo, también hincha del América, refiriéndose a Jerson González, flojito para cubrir a los delanteros rivales, pero con una pegada letal. Igual que Bustos. El gol argentino se concibió y ejecutó bajo la guardia del lateral derecho, pero sus anotaciones de pelota parada han sido fundamentales en estos primeros partidos de la eliminatoria.

A partir del empate, delirio. Colombia tocaba de primera, encontraba espacios, desbordaba. Los visitantes acusaron, finalmente, el esfuerzo tan cerca de las estrellas. Nosotros recuperamos la fe. El segundo gol fue una jugada colectiva de manual, en la que Macnelly dejó cara a cara a Dairo Moreno con un pase entrelíneas que el delantero del Once Caldas llevó hasta la red, Wason Rentería mediante. Hace catorce años, tres eliminatorias, no le ganábamos a Argentina. La última vez fue el 5 de septiembre de 1993 en el Monumental, el inefable 'cinco a cero'. Los colombianos lo celebramos como tal. Del equipo de Pinto al que tuteó a los argentinos aquella vez hay un abismo lleno de miedo. Sin embargo, la Tricolor nos acaba de regalar una nueva referencia. Agradezcámoselo cada vez que nos acordemos del martes pasado, durante los próximos catorce años.

Monday, November 19, 2007

Yo flipo

Leí en El Periódico que hoy se cumplen dos años del día en que Ronaldinho puso el Santiago Bernabeu a sus pies. Barcelona iba camino de su segunda liga consecutiva y de la segunda Copa de Europa en su historia, y pasó por la capital a reclamar honores. El equipo de Rijkaard venció al Real Madrid tres por cero. La exhibición de Ronaldinho, en particular la jugada que culminó con el último gol, conminó a los hinchas merengues a la ovación. “Yo flipo”, masculló Íker Casillas mientras se levantaba del suelo.

Messi todavía era una promesa. Los hinchas culés alucinábamos pensando lo que pasaría cuando se juntaran las mejores versiones del argentino, Dinho y Eto’o. Dos años después, entre las lesiones y los momentos individuales dispares de los tres astros, esa es una pregunta sin respuesta. Existe, incluso, la posibilidad de que nunca sepamos. Al Ronaldinho exuberante, veloz y letal de aquella tarde magnífica en el Bernabéu, al genio que transformó con su fútbol al Barcelona, le ha sucedido un rey autocomplaciente, aletargado, crecientemente burocrático. La explosión definitiva de Messi, la llegada de Henry, lo hacen ver incluso dispensable. El público que le adoraba ahora lo chifla. Los directivos todavía lo apoyan, su entrenador es su cómplice, pero los medios especializados a diario alimentan los rumores: Dinho se va, el rey tiene fecha de caducidad.

Este desenlace de la historia, ese lapso del amor al odio, de la devoción a la repulsión, por sorprendente que resulte, es el curso natural de los ciclos en las entrañas del Barsa. Si el elemento definitorio del madridismo fuera la autocomplacencia, el del culé sería la inseguridad. A veces nos sentimos mejores, pero generalmente tenemos nuestras dudas. Ronaldinho no sería el primer ídolo caído en el prontuario de Can Barsa. Ronaldo, Figo, Maradona, ya se han ido antes de mala manera.

Me resisto a pensar que el Crack Feliz (incidentalmente oriundo de Porto Alegre) terminará así. Verdad que ya no es el de antes, pero me parece que el Barsa está obligado, porque nobleza obliga, a recuperar a su figura. Los directivos y el técnico pensarán igual, de lo contrario lo habrían vendido en el verano. Harían mal en cambiar de idea con la temporada apenas en su primera mitad. Si está jugando mal, siéntenlo, no lo vendan.

El crédito de Dinho no se puede haber agotado por culpa de un bajón, por largo y preocupante que sea. El año pasado fue un desastre, y sin embargo se las arregló para marcar 21 goles, su mejor registro en cuatro años de azulgrana. Este año anda peor, pero de todas maneras suma 5 anotaciones (Raúl y Van Nistelroy, que la rompen, llevan 6). Que se hable de crisis en un jugador que rinde tantos goles indica la naturaleza extraordinaria de su fútbol. Es cierto que el problema es grave, porque su modorra o lo que sea que le pasa podría arrastrar al equipo, pero debe tener una solución. Salir del jugador es una decisión fácil, simplista, casi evasiva. Encontrarle la vuelta a su estado de ánimo, devolverlo al primer nivel, puede ser enormemente complejo, pero es la única alternativa legítima para un club que presume de su paladar exquisito. Ronaldinho nos ha hecho soñar despiertos, el impacto de su juego no se compara con el de ningún jugador de este tiempo. Recuperar esa magia es una recompensa que debería justificar cualquier riesgo.

Sunday, November 18, 2007

La horrible noche que se acaba

Pollo, ¿cuáles son las sensaciones?
Dos cero

Ayer sentí profundas las historias épicas de nuestro himno. Aquella horrible noche que se acaba. Aquella libertad sublime. Venezuela es el enemigo entrañable, el hermano al que tenemos que ningunear para reafirmar nuestra esencia. Venezuela es el rival más peligroso porque no existen transigencias para ganar. Venezuela es capitanía general, nosotros virreinato. Las sensaciones son siempre las mismas. A Venezuela es obligatorio ganarle.

Pulga me advierte que me aleje de los pronósticos, pero para mi los resultados en el largo aliento se asientan sobre pequeños triunfos, como el de ayer. Sobre triunfos apretados. Inevitablemente, a lo largo de tres años, la cosa se pondrá fea. Lo que vale es ganar feo. Ahí está la diferencia. Uno no se clasifica ganándole a Argentina en el Monumental. Uno se clasifica ganándole a Venezuela en el Campín. La horrible noche que se acaba.

Wednesday, November 14, 2007

Gózalo

Dos años después, América vuelve a participar de un cuadrangular semifinal. Un dato a tener en cuenta a la hora de los veredictos. Alegra ver al equipo en estas, sabe mejor ahora que cuando era común. El sorteo emparejó a La Mecha con Nacional, Cúcuta y Once Caldas. De todos, el único equipo que no ha tenido experiencia alguna en competencias internacionales recientes es el que dirige Diego Édison Umaña. Solo los más veteranos del plantel escarlata, Jorge Banguero y Diego Gómez, saben lo que es ganar un título enfundados de americanos.

“América–Nacional es el clásico de Colombia”, declaró el representante del club en el sorteo, celebrado ayer. No conozco al personaje, pero estoy de acuerdo. Hubiera sido preferible encontrárselos en la final, colándose en el más accesible grupo B (Chicó, Tolima, Equidad, Pasto). Ojalá el peaje físico para llegar hasta acá no castigue demasiado al equipo, y se puedan recuperar sus jugadores a tiempo. El plantel no es tan largo como el de Nacional, ni siquiera como el del Cúcuta. Un milagro pasaría porque cada uno de sus jugadores clave: Valdés, González (que vuelve), Armero, el venezonlano Rojas, Ramos, Arango, el propio Banguero, esté intratable. Lo normal sería que América quedara último de su grupo, aunque esto es fútbol y cualquier cosa es posible. Los americanos deberíamos disfrutar este corto verano con intensidad. Lo normal sería que no durara.

Sunday, November 11, 2007

Me gusta Pinto (condicional)

Me gusta Pinto, no me imaginé nunca en éstas, pero así vamos. Me gustó su equipo contra Brasil en Bogotá y contra Bolivia en La Paz (que nunca se vayan los Andes de una eliminatoria). Me gustó su selección de titulares. El defensa Moreno. El volante Sánchez. Qué bueno ese Sánchez. En mi vida le había oído nombrar. Me desayuné en el partido mismo de su fútbol. Tremendo. Bravo. Al principio se tropezó con un brasilero y por sus muecas de dolor parecía que se iba. Pero siguió. Estrenándose ante todo un Brasil. Ante Kaká, ante Dinho, ante cinco Copas del Mundo. El colombiano promedio, como yo, arruga. Se borra. Se esconde. Sánchez no. Moreno no. El equipo de Pinto tampoco. Tal vez un poquito el Ringo. El Ringo arrugó un poquito. Hasta Agustín Julio pareció un buen arquero.

El milagro se lo adjudico a Pinto. Bien por haberle mostrado la salida a Yépez, a Córdoba. Visto lo visto, mejor afuera. Grandes jugadores, excelentes jugadores. A lo mejor, demasiado jugadores para Colombia. Es que quedamos mal acostumbrados con el Pibe, con Rincón, con el Palomo, con el Tren, con el Tino. Unos cracks. Unos fenómenos. Ahora ya no hay más de esos. Está Sánchez, que juega en un equipo francés normal. Hay jugadores que militan en México, está todo dicho. Hay hasta jugadores de la Mechita (grande Pelícano). Que la normalización de las aguas nos permita reconocer que los jubilados de más arriba no se ven todos los días. Ayer en Pescadito, no vi jugar al nuevo Pibe. Un monstro de esos es raro, extraordinario. Nosotros nos acostumbramos rápido, eso también se nos da natural. Incluso nos quejamos. Que lento, que viejo, que regañón. Nada. Un crack. ¿Rincón? Otro crack. Lo sabrán los hinchas de Santa Fe que todavía quedan, que lo vieron empezar a mostrarse. Ahora que bajaron las aguas, un respeto para esa generación de jubilados. Un respeto. Y un aplauzo para Pinto.

Saturday, September 22, 2007

Voy detrás de la Mecha

La última vez que vi a Pulga fue antes de que se fuera de Bogotá, en su despedida. Me preguntó por el América, como cada vez, y nos acordamos de que esa misma noche había clásico. Así que dejó solos unos instantes a sus amigos cachacos, espantó a su tío que veía una película, y nos sentamos a ver el cotejo.

Terminó empatado, y se configuró una racha de más de dos años en la que la Mecha no le gana un clásico al Cali. ¿Me importa? Mucho menos que otros aspectos de la crisis escarlata. Hace rato que le digo a mis amigos americanos, entre ellos a Pulga, que se acostumbren, que vamos para rato. Que vamos, incluso, para la B. Si llega el día (toco madera, bendito), creo que estoy preparado.

Ha pasado mucha agua por debajo del puente para ser capaz de enfrentar un escenario semejante con naturalidad. Me tocó crecer con una historia totalmente distinta, a la que también me fui acostumbrando. Me tocó ganarle siempre al Cali. Siempre. Por una razón o por otra, cada vez que había que salir de los azucareros (en las finales nacionales, en los pareos coperos, enfín), se salía de ellos. Mis compadres de enfrente se lo adjudicaban, cómo no, a sobornos e interminables teorías de conspiración (según ellas, por ejemplo, el Gato Fernández, arquero verdiblanco, se vendió por lo menos en una ocasión a los dólares de Miguel). El caso es que ganábamos siempre, y para mi fue devaluándose la enconada rivalidad implícita en el clásico (el “aquí no se puede empatar” del maestro Varela). Llegué a ningunear al rival, la envergadura del enfrentamiento, y adopté a Nacional como némesis sustituto. Como los paisas tenían su propio traqueto a bordo, el emparejamiento era más equilibrado.

Ahora Pablo Escobar está muerto y Nacional ha hecho la transición del capo al patrón de Carlos Antonio Vélez (el ‘cacao’ Ardila Lulle) sin mayores turbulencias, mientras Miguel Rodríguez se pudre en una cárcel de Estados Unidos, cuya precaria justicia sustituye a la nuestra, inexistente, y el América es otra vez la Mechita. La caía del cartel significó el fin de la hegemonía escarlata; nuestra época de gloria terminó, igual que la leyenda de Cali, la sucursal del cielo.

Esto que vivimos ahora, este tímido despertar del equipo bajo la égida de Diego Édison Umaña, es un espejismo, una inevitable reminiscencia de lo que se fue para no volver, la patada de un ahogado. Disfrutémosla, pero no la confundamos; seguimos atados a la suerte de los Rodríguez. Hasta que no se corte el cordón umbilical que nos une, no podremos volver a nacer, seguir adelante. Incluso entonces, lo más probable es que el equipo caiga bien en las manos de oportunistas incompetentes y se convierta en un remedo de equipo grande (Millonarios), bien en las de capos de segunda generación, reencauchados en paramilitares (Cúcuta, Medellín) .

Porque la suerte del América está atada, primero que con la suerte de Miguel, con la suerte de Cali. No la ciudad señorial y cívica en la que habitan los prósperos terratenientes de siempre (esa es para los hinchas del Deportivo), que igual dejó de existir hace tiempo (si es que alguna lo hizo allende sus añoranzas bucólicas), sino la gigantesca capital que se debate entre la corrupción generalizada, la indignidad de su miseria, la guerra callejera de la coca, y la infinita autocomplacencia de aquellos capaces de hacer la diferencia pero que se conforman con mantener las diferencias. Esa relación primigenia entre el club y la ciudad que lo parió constituye su principal activo, es la cuota inicial de su grandeza.

Tuvo que arder el rancho, tuvo que venirse abajo el imperio del Cartel, para que yo pudiera entrever esa terrible verdad que me liberó. Ya no voy tras los títulos, sino tras la Mecha, la pasión que hace vibrar al pueblo. ¿América ya no gana los clásicos? Me conformo con que el Deportivo Cali tampoco se quede con los títulos. Por fortuna, y como de costumbre, los azucareros casi nunca me defraudan.

Saturday, September 08, 2007

El Madrid retoma donde terminó

A pesar de que el año pasado el Real Madrid protagonizó un remate de liga espectacular y le arrebató sobre el final el título al Fútbol Club Barcelona —poniendo en entredicho la reciente hegemonía de los azulgrana—, el presidente Ramón Calderón tuvo a bien cesar a Fabio Capello, autor del milagro. Aparentemente, luego de recurrir al Sargento para que los sacara del dique seco (la sequía oficial fue de tres años), en el Madrid están listos para volver a jugar bonito.

Así pues, cuando todavía estaba viva la euforia liguera en la capital peninsular, el alemán Bernd Schuster fue designado nuevo director técnico merengue. Schuster fue un crack en su tiempo, un centrocampista exquisito que militó en el Barca, el Madrid y el Atlético (con todos ganó títulos). Como director técnico de equipos de bajo perfil, ha tenido una carrera más que aceptable. Schuster dirigió en España al Levante y al Getafe, al que condujo a la final de la última Copa del Rey. Se estrena en un club del nivel del Madrid, en el que no basta con ganar, sino que además hay que hacerlo con florituras, y en el que la repercusión de cada detalle se multiplica por mil. Veremos qué tal le va.

Por ahora, todo bien
. El domingo anterior el último modelo del Madrid mostró su mejor cara, arrollando 5 por 0 al Villarreal en su propia casa. Ante el club castellonense vimos a un equipo rápido, rejuvenecido, ambicioso, preciso y letal, en el que Wesley Sneijder, de 23 años, confirmó las buenas formas que mostró durante la pretemporada. El holandés, proveniente del Ajax de Amsterdam, tiene técnica, visión, pase profundo, larga distancia, definición, dos perfiles, y ya se anuncia como la siguiente figura merengue. Luego de ser el goleador de la pretemporada, ha marcado tres goles en sus primeros dos partidos de liga. Tiene tan encandilada a la prensa como a la afición merengue, y ya lo están comparando con Zidane. A su nuevo técnico, en cambio, le recuerda a un “alemán rubio que solía jugar en su posición en los ochentas”, refiriéndose, por su puesto, a sí mismo.

Durante un verano extremadamente agitado, el equipo blanco se deshizo de trece jugadores, mientras que gastó más de 110 millones de euros para traer otros once, rompiendo de nuevo los techos del mercado veraniego. Robben (37 millones), extremo zurdo del Chelsea, Pepe (30 millones), un central portugués, y Sneijder (27 millones), encabezaron la tabla de los fichajes más costosos de la temporada (el cuarto fue Henry, que le costó 24 millones al Barsa). A pesar del frenesí adquisitivo, al Madrid aun le hace falta un marcador derecho, en donde experimenta con Sergio Ramos, y un delantero para cubrir a su goleador Van Nistelrooy (el reincorporado Soldado no ofrece garantías).

Sobre todo, necesitará tiempo para asimilar la revolución interior. No es fácil cambiar de técnico y de jugadores sin que se resienta el desempeño del equipo. A juzgar por los resultados (dos victorias ante equipos de la envergadura del Atlético y Villareal), los movimiento del verano no han interferido en la dinámica en la que terminó el Madrid la liga anterior. ¿Mantendrá Schuster el tipo hasta cuando se decanten los candidatos y comience la puja definitiva por el título?

Wednesday, August 29, 2007

Barsa, el mejor

“Uno no se muere dos veces de la misma enfermedad”, es una muletilla a la que me fascina recurrir. La temporada anterior perdí una pequeña fortuna, y el poco crédito moral que todavía conservada entre mi gallada: aposté con mis amigos madridistas que el Barcelona se coronaría campeón de liga. Di lora durante todo el año sobre la superioridad y el lirismo del Barsa, bajé el himno culé de internet y lo puse en altoparlantes mientras empezaban los partidos de Champions, le restregué a todo el que se dejó la superioridad infinita de los azulgrana. Incluso mientras se acercaba el final, y ya el Madrid había superado al Barcelona en la tabla, en una remontada que recordaremos para siempre, me animé a condimentar los duelos entablados con desafíos, exceso de confianza y celebraciones anticipadas. En el entretiempo de la última fecha, con unos resultados parciales a favor, le timbré a cuanto madridista conocía en los confines nacionales. “Ahora sí llegó la hora de la verdad. Las cosas están en su puesto”, recuerdo haberle dicho a uno de ellos. Todo el mundo sabe cómo terminó la vaina. ¿Yo? Apenas atiné a apagar el televisor, el celular, y enterrarme en vida por un par de meses. Hasta que bajara la marea. Uno no se muere dos veces de la misma enfermedad y sin embargo me voy a volver a mandar.

Más de una vez me han echado en cara mi afición por el Barcelona, siendo yo nada más que un caleño del América. Empecé a enfundarme los colores azulgrana en los videojuegos, en torneos apasionantes y eternos que disputaba con mis amigos. Nunca antes le había parado demasiadas bolas al fútbol europeo, ni me había encariñado con ninguna escuadra de aquel continente. Fue a través del FIFA que conocí a fondo mis primeras alineaciones del Barsa. Aunque después aprendí que había siempre un par o más de jugadores por equipo que en realidad no se correspondían con sus clones electrónicos. Anderson, un delantero brasilero que al final de cuentas no hizo mella en la historia culé, rompía todas las redes en los partidos del play o del computador.

Ahora ya no juego más esas vainas, pero en cambio tengo una cita con la historia cada vez que rueda un balón en la liga, o en la vieja Copa de Europa. Alenté al Barsa cuando Rivaldo era la estrella y parecía que el club no se podía desembarazar de una reputación de perdedor compulsivo y talante esquizofrénico. Celebré, por allá a comienzos de este siglo, la primorosa chilena del crack brasilero ante el Valencia como si valiera un campeonato, cuando apenas aseguraba un cuarto puesto. Me quedé esperando que reventara un gran jugador como Kluivert, a quien tuve la dicha de ver jugar, y de quien fui hincha rotundo (¡!). Presencié la irrupción soberbia de Ronaldo en el panorama mundial, con esas arrancadas y ese instinto para definir que hacen parte ya del imaginario del fútbol moderno. Viví la partida de Figo, el capitán, como una traición, e incluso llegué a hermanarme con la escenita que le armaron en el Camp Nou, el día de su regreso vestido de blanco. Participé en discusiones pasadas por alcohol en infinidad de lugares, en varios idiomas, muchos de los cuales no sabía hablar, sobre la supremacía de uno, los defectos del otro, las trampas de aquel, la leche de este, el penal que no fue, el suplente que nunca metieron. Al cabo del tiempo, incluso, terminé por encontrar más de una similitud entre las cortezas constitutivas del espíritu culé y del espíritu escarlata, de la mecha.

Así que viví intensamente, lo más de cerca que pude, la transformación reciente del club catalán. Hace cuatro años llegaron, en orden cronológico, Laporta, Rijkaard y Ronaldinho. El presidente, técnico y figura del cambio. Metamorfosis. Una conjunción extraordinaria de condiciones se confabularon para que el equipo se tornara en una referencia inequívoca. Combinaba y equilibraba las dosis necesarias para hacer de su fútbol el más exquisito del planeta, y también el más ganador.

Más que eso, el FC Barcelona se convirtió en el mejor equipo de Europa. Lo ha venido siendo desde hace cuatro años. Suficientemente bueno como para revertir una tendencia histórica, instalarse en lo más alto de las competencias y emplazar los fundamentos de una nueva hegemonía europea, ignota desde los tiempos del Milán de Capelo, Gullit y Van Basten.

Me voy a volver a mandar, conforme, esta vez, con la posibilidad latente de perder. Puede llover, tronar, pueden caer sapos del cielo, pero nadie le quitará al Barsa lo que se ha ganado paseando sus formas y su calidad por los estadios de Europa. En el último año el acomodo, la suficiencia y algunas falencias en ciertas posiciones específicas, hicieron mella en el desempeño del equipo. Las deficiencias se han cubierto bien con los que han llegado. Toure para apuntalar el medio campo con un hombre grande, trabajador y criterioso (Edmislon y Motta fallaron en el intento); Abidal para darle más peso a la banda izquierda, en donde Silvinho no daba para más; Milito para mejorar el nivel de la defensa. Tres jugadores de primer nivel que llenan vacíos puntuales en el plantel, más un crack con doble filo. La llegada de Henry, un viejo sueño del presidente y la afición, podría servir para que ninguno considerara su posición en el equipo titular como fija, o, por el contrario, para terminar de desbarajustar un ambiente que se percibe similar al del galacticidio madridista. El tiempo, como siempre, dictaminará. Yo me inclino por lo primero. Difícilmente se puede conseguir en el mercado un mejor delantero que Henry, no lo hay más elegante y efectivo. Siempre se portó como un profesional y un cabecilla de grupos excepcionales. Si algún contendor tuvo el Barcelona en la calidad de su juego, ese fue el Arsenal liderado por Henry. El equipo de Londres, literalmente, le quedó pequeño a la enorme ambición cultivada con disciplina y obcecación por su padre, mientras le enseñaba los principios del juego en las duras calles de los suburbios de París. El hambre de Henry es quizás su máxima virtud.

El desafío es para el técnico, Rijkaard. Él, igual que yo, perdió crédito la temporada pasada entre los suyos. Las encuestas lo señalan mayoritariamente como responsable de la debacle barcelonista del año anterior. Se dice que no sabe cómo gestionar los enormes egos que habitan el planeta Barsa. Él no se ha inmutado, como de costumbre, y de hecho se las ha arreglado para que no se cumplan –por ahora, al menos– los numerosos rumores que aseguraban que habría un éxodo de figuras. Antes del final de la temporada pasada se daba por hecho que o bien Dinho o bien Eto’o serían transferidos a otros equipos. “No pueden compartir un mismo vestuario”, se suponía. Sin embargo, ambos harán parte del plantel y, después de un verano salpicado de señales falsas, apenas existe una leve incertidumbre alrededor de la presencia de Deco. Es una buena señal, porque significa que el Barsa ha encajado el fracaso deportivo con sentido crítico, pero sin ponerse nerviosos.

Este año me voy a volver a mandar; mi equipo es el favorito. En alguna parte leí que comenzaba una temporada histórica para el Barsa. La temporada que pondrá a prueba los galones de general, ganados en campañas memorables, del mejor equipo de Europa. El mejor no siempre gana, pero siempre se sabe cual es. El mejor es el Barsa.


Palomo