Tuesday, May 15, 2007

Satanás

Veo al diablo en el nuevo escudo”, declaró en su momento Monseñor Óscar Uribe, obispo de Cúcuta. Hace casi un año los flamantes dueños del Cúcuta Deportivo llevaron hasta las últimas consecuencias el proceso de renovación total que les ha conseguido ya un título profesional de fútbol, al escoger una firma de publicidad bogotana para que rediseñara el uniforme y el escudo del equipo, con más de setenta años de existencia.

El resultado produjo una reacción vehemente de la hinchada motilona, que se manifestó contrariada en los espacios virtuales, reservada en las opiniones del técnico Jorge Luis Pinto y fatídica en la confesión del obispo. Yo pienso que el prelado tiene buen ojo, pero está confundido. El diablo no está en el escudo, sino detrás de los intereses que rigen el club desde el 2006.

El gestor de la monumental transformación del Cúcuta se llama Ramiro Suárez, alcalde de la ciudad fronteriza, cuyas virtudes ensalza hasta el asco la revista Semana en su última edición. Según la publicación, Suárez se hizo a las riendas del club cuando todavía militaba en segunda, mediante una transacción de 1.200 millones de pesos. “Con el apoyo de todos los cucuteños”, el mandatario consiguió no solo el título de la B, sino coronarse campeón de la categoría máxima y consolidar su equipo como uno de los más regulares del pobretón rentado nacional.

Está claro que nadie quiere saber de polémicas, porque esta sarta de éxitos ha sido recibida con alborozo no sólo por la fanaticada del club, sino por los medios de comunicación nacionales, que ejercen desde Bogotá. Llama la atención que entre tanto Catón que tiene nuestra patria, tanto moralista presto a reducir su vestimenta a andrajos ante el menor movimiento en falso de los demás, no haya habido uno que reaccione con sana sospecha ante la irrupción del Cúcuta entre los grandes.

Más aun cuando es de público conocimiento que el señor Suárez fue asegurado en junio de 2004, en uno de los primeros casos registrados del escándalo de la parapolítica en Colombia. El edil municipal fue acusado de amancebamiento con los paramilitares, como en efecto parecían indicar las grabaciones de sus conversaciones telefónicas con Carlos Enrique Rojas Mora, ‘El Gato’, comandante del Bloque Fronteras de las AUC, y el testimonio de su jefe de escoltas.

Para sorpresa de muchos, Suárez fue absuelto tras ocho meses de detención. Sin embargo, no fue el único caso en relación con las AUC que no prosperó en la seccional de la Fiscalía en el Norte de Santander. Su directora, Ana María Flórez, eventualmente se daría a la fuga, acusada de nexos con paras. En Marzo pasado fue condenada a 147 meses de prisión por la Corte Suprema de Justicia. El fallo mencionaba la existencia de un “convenio criminal con las AUC”.

En abril surgió otro testimonio en contra del burgomaestre. Jhon Mario Salazar, miembro del Bloque Catatumbo que se acogió a la ley de Justicia y Paz y ha confesado más de medio centenar de homicidios, declaró haber asesinado a un funcionario departamental por “un favor pendiente” entre ‘El Gato’ y Suárez.

A este último, sin embargo, se lo nota distendido, satisfecho. Al fin y al cabo el Cúcuta, al que piensa dedicarse de lleno después de finalizar su administración, está entre los mejores ocho del continente, y él se sabe arquitecto de la obra y absuelto por la justicia. Cabría objetarle que lo suyo no es verdaderamente original. Suárez no es el primero que se sirve del fútbol para alcanzar la gloria y apuntalar en el camino la legitimación social de una fortuna mal habida y una vida dedicada al crimen.

Sunday, May 06, 2007

Bajamar

Ahora es así. Todos los fines de semana, lo mismo. Vas a Barranquilla, donde la cerveza águila se vende, pero en vaso de plástico, para prevenir incidentes. Unas a dios y otras al diablo. Vas a Barranquilla: te meten tres, te vas. Pasan los meses, estás en Bogotá, Santa Fe te pasa por encima. Toca clásico en Cali, más de lo mismo. Apague y vámonos. Te querés morir todo el tiempo, ahora es así.

Me parece que seguirá siendo. Que detrás de los piques y las gambetas tristes de este América se esconde un futuro sinuoso, una decadencia aun más menuda, más persistente. Mi club inmolándose por la memoria del cartel. Aquí hablan del civismo de los setenta. Quítate la mascara. Cali fue capital coquera desde antes de que yo naciera. Desde antes de que Miguel Rodríguez pusiera el ojo en los diablos rojos. Mientras se agrandan nuestras dudas, recordémoslo. Aquí yace la huella de Miguel. La bajamar de una noche de centellas. La ruinosa realidad que nos ha quedado.