Wednesday, February 16, 2011

Adiós, Fenómeno

Para Ronaldo Luís Nazário de Lima, el Fenómeno, no existían cosas imposibles. Su talento y su potencia física sólo eran comparables a su voluntad inquebrantable, mejor dicho su fe, de esas que mueven montañas o resucitan a los muertos. Por eso lo vimos caer tantas veces, morder el pasto, roto su cuerpo, colapsado ante las exigencias brutales de su fútbol sideral, para volver a levantarse después, y seguir metiendo goles, inclinando la balanza una y otra vez, batalla tras batalla, como si fuera un héroe griego y, la victoria, el único final posible. Pero la vida, a diferencia del fútbol, es una tragedia. Incluso para el Fenómeno. Al final siempre se pierde, y ayer le tocó al carioca. “Es muy duro abandonar algo que me hizo tan feliz”, confesó entre sollozos en su despedida oficial; “podría seguir porque mentalmente estoy preparado, pero tengo que asumir una derrota. He perdido por mi cuerpo”.

Ni siquiera en aquel momento de capitulación definitiva dejó de centellear el espíritu indomable del guerrero. Quería dejar claro que si fuera por él, seguía. Pero, a los 34 años, el cuerpo lo había abandonado definitivamente, sin lugar a dudas, de una vez por todas. “En los dos últimos años mis lesiones se reproducen de una pierna a otra, no soporto los dolores”, dijo el delantero centro del Corinthians. Las palabras casi no le podían salir de la boca. Sólo había lugar para la tristeza. “Siento que muero por primera vez”, sentenció.

Ronaldo nació en Bento Riveiro, un suburbio miserable de Río de Janeiro. Como muchos de sus compatriotas, aprendió a jugar fútbol en las calles de su barrio. La leyenda cuenta que su amor por el juego era tal que dormía abrazado a su pelota. Y que el fútbol también lo quería a él. Apenas tenía 14 años cuando empezó a jugar para el Sao Cristovao, un club de segunda división entrenado por Jairzinho, integrante del legendario seleccionado de Brasil, campeón mundial en México 70. Su fama se propagó tan rápido como entraban sus goles, y dos años después, el Cruzeiro de Belo Horizonte le ofrecía su primer contrato profesional. Ronaldó jugó una temporada con el equipo brasilero, suficiente para demostrar que su voracidad frente al arco contrario era material de exportación. Marcó 54 goles en 54 partidos, un promedio endemoniado que habría de ser el sello distintivo en sus estadísticas.

En 1994, Ronaldo se convertía en el integrante más joven de una selección brasilera, después de Pelé. El delantero de 17 años pasó el verano sentado en la banca de suplentes mientras la ‘Seleçao’ conseguía su cuarto título mundial en Estados Unidos. Al finalizar el torneo, el chico cruzaba el océano rumbo a Holanda, para integrarse al PSV Eindhoven. 50 partidos y 45 goles después, el Barcelona pagaría una suma inédita en la época, 20 millones de dólares, para hacerse con los servicios de la joven promesa. Al finalizar 1996, con 20 años, había sido goleador de las ligas brasilera y holandesa, tenía una copa holandesa y una copa de Brasil bajo el brazo, había sido nombrado FIFA World Player, y era la estrella del Barcelona español.

Aunque sólo jugó una temporada en el equipo catalán, existe la percepción de que aquel fue el cenit futbolístico del Fenómeno. Más allá de los 47 goles que convirtió (en 49 partidos), la mención de ese año fulgurante en la carrera de Ronaldo de inmediato trae a la mente el recuerdo de su gol ante el Compostela, en octubre de 1996: una embestida desde la mitad del campo, arrollando rivales (uno, dos, tres, cuatro, cinco) y finalmente embocándola en el arco contrario, once segundos que contienen la improbable combinación de técnica, potencia y precisión, el aire de inevitabilidad, que caracterizó el juego del astro brasilero.

En palabras del tótem del periodismo deportivo español, Santiago Segurola: “Que se sepa, Ronaldo ha sido el único delantero centro capaz de generar una tangible sensación de peligro allá donde tuviera el balón. En el área, en sus proximidades, en las bandas, de espaldas a la portería, en su propio campo, existía la posibilidad de la proeza. Es decir, del gol. Goles tremendos que requerían de esfuerzos intensísimos, de unas piernas de velocista capaces de esquivar patadas, de ganar un metro, de girar violentamente, de dirigirle a la portería frente a cualquier obstáculo. Goles que exigían rodillas de acero.”

Mientras su cuerpo fue capaz de soportarlo, el derroche futbolístico del delantero carioca encandiló al mundo. En el verano de 1998, sin embargo, llegaría la primera señal de alarma. En el hotel de la concentración de la selección brasilera, a pocas horas de la final de la Copa del Mundo ante el anfitrión, Francia, el crack de 21 años sufría una convulsión inexplicable. En uno de los episodios más confusos en la historia de los mundiales, Ronaldo fue llevado a un hospital para que se le hicieran revisiones médicas y luego participó en el partido que Brasil terminaría perdiendo por 3 a 0. Se supone que la presión combinada de la multinacional Nike, que ya lo tenía en la nómina, y de la Confederación Brasilera de Fútbol, que se jugaba nada menos que un título orbital, fue determinante en la presencia del goleador en el césped del Stade de France.

Para entonces, Ronaldo ya militaba en las filas del Inter de Milán, que lo había comprado al Barcelona por una cifra estratosférica, cercana a los 40 millones de dólares. Aunque fue en este club donde estuvo el mayor número de temporadas, cinco en total (de 1997 a 2002), su paso por Italia quedó signado por las gravísimas lesiones que sufrió en las rodillas. El 21 de noviembre de 1999, ante el Lecce, se destrozaría la rodilla izquierda, y 17 meses después, recién recuperado de aquella lesión, se rompería el tendón de su rodilla derecha. En total, el delantero pasó cerca de dos años fuera de las canchas. Se llegó a pensar, incluso, que su carrera como futbolista había terminado.

Pero ahí donde la realidad ponía límites, el carioca se empeñaba en superarlos, haciendo gala de una tozudez a prueba de todo. Aunque sus mejores años habían quedado atrás, el Fenómeno consiguió recuperarse y liderar a Brasil a la consecución de su quinto título mundial en el campeonato de Corea y Japón celebrado en 2002. En aquel verano pasaría del Inter al Real Madrid, donde hizo parte de un equipo inolvidable, junto con Zinedine Zidane, Luis Figo y Raúl, entre otros. Jugó cuatro temporadas de blanco, ganando dos ligas y convirtiendo 104 goles en 177 partidos. También se hizo merecedor de su segundo Balón de Oro y su tercer Fifa World Player.

A medida que su rendimiento fue sufriendo las consecuencias del paso de los años, y las limitaciones de sus averiadas rodillas se hacían más evidentes, la vida personal de Ronaldo empezó a cobrar un protagonismo desmedido. Sus aventuras amorosas, sus salidas nocturnas, su evidente sobrepeso. En 2006, luego de participar en su último mundial, Alemania 2006, y habiéndose convertido en el máximo artillero en la historia esta competición (15 anotaciones), Ronaldo regresó a Italia, esta vez para unirse al AC Milán. Vestido de ‘rossonero’ sólo disputó 20 partidos, marcando 9 goles. El 13 de febrero de 2008, su rodilla izquierda le volvía a decir no más.

Ronaldo luchó para regresar a las canchas, y lo consiguió a finales de ese año, integrándose a las filas del Corinthians de Sao Paulo. Aspiraba a conseguir uno de los dos títulos que le hacían falta a su palmarés, la Copa Libertadores de América (el otro es la Champions League europea), pero el torneo más antiguo del mundo se le siguió resistiendo.

Finalmente, ayer, el Fenómeno se daba por vencido. Habiendo resucitado cuatro veces, volvía a sentirse morir. Otro astro legendario de la ‘Seleçao’, Zico, resumía de la siguiente manera su desafío: “Tiene que ser consciente de que ya ha conseguido todo. Ahora tendrá que pensar en algo con lo que ocupar el tiempo”. Para el mejor centro delantero de la historia, queda atrás una época intensa, de plenitud absoluta. 423 goles en 624 partidos (vía @2010misterchip). Le espera el resto de la vida.



Palmarés (fuente: El País)

Clubes
Con el Cruzeiro: 1 Campeonato Mineiro (1993) y 1 Copa de Brasil (1993)
Con el PSV: 1 Copa de los Países Bajos (1996)
Con el Barcelona: 1Supercopa de España (1996), 1 Copa del Rey (1997) y 1 Recopa (1997)
Con el Inter: 1 Copa de la UEFA (1998)
Con el Madrid: 2 Ligas (2003 y 2007), 1 Supercopa de España (2003), 1 Supercopa de Europa (2002) y 1 Copa Intercontinental (2002)
Con el Milan: 1 Supercopa de Europa (2007) y 1 Mundialito de Clubes (2007)
Con el Corinthians: 1 Campeonato Paulista (2009) y 1 Copa de Brasil (2009)

Selección
2 Copas del Mundo (1994 y 2002)
2 Copas de América (1997 y 1999)

Trofeos individuales
2 Balones de Oro (1997 y 2002)
3 FIFA World Player (1996, 1997 y 2002)
1 Bota de Oro (1997)


(* Una versión editada de este texto fue publicada originalmente en KyenyKe)