Monday, November 19, 2007

Yo flipo

Leí en El Periódico que hoy se cumplen dos años del día en que Ronaldinho puso el Santiago Bernabeu a sus pies. Barcelona iba camino de su segunda liga consecutiva y de la segunda Copa de Europa en su historia, y pasó por la capital a reclamar honores. El equipo de Rijkaard venció al Real Madrid tres por cero. La exhibición de Ronaldinho, en particular la jugada que culminó con el último gol, conminó a los hinchas merengues a la ovación. “Yo flipo”, masculló Íker Casillas mientras se levantaba del suelo.

Messi todavía era una promesa. Los hinchas culés alucinábamos pensando lo que pasaría cuando se juntaran las mejores versiones del argentino, Dinho y Eto’o. Dos años después, entre las lesiones y los momentos individuales dispares de los tres astros, esa es una pregunta sin respuesta. Existe, incluso, la posibilidad de que nunca sepamos. Al Ronaldinho exuberante, veloz y letal de aquella tarde magnífica en el Bernabéu, al genio que transformó con su fútbol al Barcelona, le ha sucedido un rey autocomplaciente, aletargado, crecientemente burocrático. La explosión definitiva de Messi, la llegada de Henry, lo hacen ver incluso dispensable. El público que le adoraba ahora lo chifla. Los directivos todavía lo apoyan, su entrenador es su cómplice, pero los medios especializados a diario alimentan los rumores: Dinho se va, el rey tiene fecha de caducidad.

Este desenlace de la historia, ese lapso del amor al odio, de la devoción a la repulsión, por sorprendente que resulte, es el curso natural de los ciclos en las entrañas del Barsa. Si el elemento definitorio del madridismo fuera la autocomplacencia, el del culé sería la inseguridad. A veces nos sentimos mejores, pero generalmente tenemos nuestras dudas. Ronaldinho no sería el primer ídolo caído en el prontuario de Can Barsa. Ronaldo, Figo, Maradona, ya se han ido antes de mala manera.

Me resisto a pensar que el Crack Feliz (incidentalmente oriundo de Porto Alegre) terminará así. Verdad que ya no es el de antes, pero me parece que el Barsa está obligado, porque nobleza obliga, a recuperar a su figura. Los directivos y el técnico pensarán igual, de lo contrario lo habrían vendido en el verano. Harían mal en cambiar de idea con la temporada apenas en su primera mitad. Si está jugando mal, siéntenlo, no lo vendan.

El crédito de Dinho no se puede haber agotado por culpa de un bajón, por largo y preocupante que sea. El año pasado fue un desastre, y sin embargo se las arregló para marcar 21 goles, su mejor registro en cuatro años de azulgrana. Este año anda peor, pero de todas maneras suma 5 anotaciones (Raúl y Van Nistelroy, que la rompen, llevan 6). Que se hable de crisis en un jugador que rinde tantos goles indica la naturaleza extraordinaria de su fútbol. Es cierto que el problema es grave, porque su modorra o lo que sea que le pasa podría arrastrar al equipo, pero debe tener una solución. Salir del jugador es una decisión fácil, simplista, casi evasiva. Encontrarle la vuelta a su estado de ánimo, devolverlo al primer nivel, puede ser enormemente complejo, pero es la única alternativa legítima para un club que presume de su paladar exquisito. Ronaldinho nos ha hecho soñar despiertos, el impacto de su juego no se compara con el de ningún jugador de este tiempo. Recuperar esa magia es una recompensa que debería justificar cualquier riesgo.