Sunday, March 30, 2008

Esta canción, se suponía, fuera de alegría

Este fue el domingo en que los fantasmas se tomaron la casa. Todo aquello cuanto parecía irreal, leyenda de mentideros, calumnia, puede volverse cierto. El Barcelona ha bajado los brazos otra vez. Y se ha llevado un golpe a la mandíbula, ha besado la lona. Pasar de ganar dos cero a perder tiene esas cosas. Perder los partidos que hay que ganar tiene esas cosas. Llenarse de razones para no cambiar tiene esas cosas. Ronaldinho se parece cada vez más a Ronaldo, el Barcelona se galactizó. Los egos, la relajación, las peores mañas del grupo se terminaron devorando una oportunidad dorada, un resquicio hacia la historia, el ajuste definitivo de cuentas con el Madrid. Casi que sin disfrutar del todo los tres primeros años de Frank Rijkaard y Ronaldinho en el Barsa. Un equipo maravilloso que juntó todas las cosas buenas de la escuela culé. Cuesta creer que son ellos mismos, los de ahora, los que llenaron de gloria al equipo. Pero son ellos. Son ellos. Todavía no ha llegado la hora de la verdad, no del todo, así que mientras se pone ese último sol, el equipo se debe, nos debe, un arreón postrero, una patada de ahogado, la voluntad de imponerse a las circunstancias, de estar vivo. La derrota de Frank es la derrota de nuestros mejores ángeles, en una batalla épica que se llevó a cabo en los campos europeos, y que durante algunos instantes estuvo ganada. Como el sábado pasado.