Friday, February 22, 2008

¿Rafa? No me jodas

Dicen en Inglaterra que el técnico del Liverpool, Rafael Benítez, tiene los días contados. Que si su equipo no gana algún título esta temporada, los multimillonarios gringos que acaban de comprar el club le van a mostrar el camino de regreso a España. El rumor no es reciente, desde hace meses la prensa deportiva de las islas viene dándole vueltas y vueltas al asunto. Incluso se supone que los nuevos dueños ya han comenzado a entrevistar posibles candidatos a la sucesión.

La campaña del Liverpool, sobra decirlo, no es para tirar cohetes. El fin de semana sufrió una humillante eliminación de la Copa FA ante un equipo de la segunda división, y en la Liga Premier los Reds van quintos, a 19 puntos del líder, inalcanzable. Los fracasos en estos frentes han generado una presión adicional para que Benítez triunfe en la Liga de Campeones. Mientras se acercaba el partido de hoy ante el Ínter de Milán, por los octavos de final de la competición, algunos reportes indicaban que el resultado definiría la suerte del técnico español. En la conferencia de prensa previa al encuentro, los periodistas le plantearon la posibilidad. “Sorprendente”, comentó el madrileño. Sorprendente, también pienso yo.

Ni soy hincha del Liverpool, ni tampoco me entusiasma el fútbol práctico, oficinesco, que caracteriza a los equipos dirigidos por Benítez, pero nada de eso me impide reconocer una verdad tan grande como una casa, y es que Rafa –como se le conoce en el argot futbolero– es uno de los mejores técnicos que hay. Pierde mucho más el Liverpool sin él que Rafa sin el Liverpool.

El madrileño llegó al puerto industrial inglés, en el verano de 2004, luego de ganar la Liga y la Copa de la Uefa con el Valencia. Para entonces, los Reds zozobraban en la marejada de su propia leyenda, igual que tantos equipos con mucha historia y ningún presente (pienso en Millos). El club más laureado de las islas británicas llevaba quince años sin ganar el campeonato local y ventiuno sin hacerse con la Copa de Europa. Bastó una temporada para que Rafa revirtiera la tendencia. En mayo de 2005, en una final memorable disputada en Estambul, Liverpool conquistó su quinta Liga de Campeones ante el AC Milán. Menos de tres años después, el equipo de Benítez ha añadido una FA Cup, una Supercopa Europea y un Community Shield a su abultado palmarés. El año pasado su Liverpool disputó la segunda final de Champions en tres temporadas.

Aunque los trofeos hablan por sí solos, la dimensión de la obra de Rafa Benítez en el Liverpool debe ser sopesada desde otra perspectiva. Además de la animadversión histórica que españoles e ingleses se profesan, Benítez tuvo que sobrellevar la presunción de superioridad de los últimos en lo que respecta al Beautiful Game, que nació en sus islas hace siglo y medio. Un comportamiento intachable, una ética de trabajo a toda prueba, y los resultados paplables de su obsesiva meticulosidad, le han convertido en la avanzada de una tendencia sin antecedentes en la historia del fútbol británico. Gracias al influjo de este pionero, jugadores como José Manuel Reina, Xabi Alonso, o técnicos como Juande Ramos (del Tottenham), entre otros, han desembarcado en la Premier.

Desde un principio, Rafa demostró conocimiento y respeto hacia la cultura futbolera británica. A diferencia de otros colegas, como José Mourinho, Benítez ha tenido un comportamiento ejemplar, alejándose en lo posible de las polémicas, y procurando concentrarse exclusivamente en su club y sus jugadores. La exigente hinchada de Anfield lo tiene entre sus ídolos y, más allá de rivalidades o diferencias, el técnico cuenta con el reconocimiento del medio futbolístico.

A pesar de su trayectoria, Benítez no cuenta con el respaldo de sus nuevos jefes. Él pide tiempo, asegura que si lo aguantan terminará cayendo también el anhelado título de liga para los Reds. Yo le creo, pero los millonarios gringos no. Más que nunca, el fútbol de hoy vive del presente y de los resultados. Poco importa que Rafa haya sido finalista de la Champions hace menos de un año, o que su equipo haya conseguido la gloria en una noche no tan lejana de Estambul. En realidad, es imposible garantizar un título como la Champions cada año. Ganarla una vez es, de por sí, algo extraordinario, en particular con un plantel como el del Liverpool, que nombre por nombre no se puede equiparar con el del Milán, el Barcelona, o incluso el Manchester o el Chelsea. Pero ya no hay reservas de paciencia para el hombre que grabó su nombre en la historia de Anfield. Una temporada que pinta mal, que ni siquiera ha terminado, basta para que su puesto corra peligro. El fútbol actual no responde a ninguna lógica, ni a reflexiones sopesadas, mucho menos a planes en el mediano plazo. Solo valen los últimos resultados y, como siempre gana solo uno, todos los demás se sienten perdedores.