Wednesday, April 30, 2008

Se acabó esta farsa

En la cancha, Tévez no se anda con cuentos. Embiste con la fuerza de un miura, la habilidad de un felino, y la inescrutable tenacidad de una hiena. Los titulares de prensa son para Cristiano Ronaldo pero las ovaciones, por lo menos ayer, son para el Apache. ¡Arg-en-ti-no! ¡ar-gen-ti-no! ¡ar-gen-ti-no! , repicaba Old Trafford mientras el delantero de Fuerte Apache, un barrio villero de Buenos Aires, era sustituido. “Cuánto tiempo ha pasado desde que despidieron aquel Estudiantes campeón de la Copa Libertadores al grito de ¡animales!”, tiró Fernando Palomo, el narrador de ESPN. Cierto que los Ingleses encajaron mal la escuela de Zubeldía, Bilardo y la Bruja Verón, interpretando la picaresca latinoamericana únicamente desde la barrera de sus prejuicios sobre lo que consideran adecuado para el ‘beautiful game’. Pero el público inglés es generoso. Si le das, te devuelve. Y Tévez dio ayer hasta para botar. En Barcelona se había sacrificado malamente, en contra de lo que le pide su naturaleza, escorándose a la derecha, pendiente más de tapar a Gianluca Zambrotta que de salir él con algo. Aún así, hizo lo que Ferguson le pidió, sin más. En Old Trafford fue a otro precio. Manchester abandonó la especulación, porque nobleza obliga, y se lanzó a buscar al Barcelona. Carlitos no marcó el gol definitivo, el único de las semifinales, pero sí fue el mejor jugador. El que más hambre tenía de cuantos pasaron por el escenario del Teatro de los Sueños.

Ronaldo el malo, siguió en lo suyo. Aleteó como nunca y sumó otro partido importante en el que su condición de crack queda en entredicho. La prensa inglesa le ha dado palo al pelado portugués debido a su aparente incapacidad para deslumbrar en los partidos importantes. Incluso Frank Rijkaard se metió con él, insinuando en la previa que el penalti fallado en el Camp Nou podría resquebrajar la confianza del (por segundo año consecutivo) mejor jugador de la Premier. Anoche no apareció, tampoco hizo falta, porque su equipo se impuso con un golazo de Paul Scholes, el sí un crack veraz. La última cita con el gol del centrocampista inglés había sido en noviembre del 2007, y sin embargo no dudo en aprovechar el increíble regalo que le hizo Zambrotta cuando transcurría el minuto quince. El lateral italiano puso en sus pies una pelota que debió rechazar –como si todavía jugara en el Calcio–, y el veterano Scholes vacunó.

El gran ganador de las semifinales fue Álex Ferguson, el técnico que cumple su temporada 22 al frente del Manchester United. Recuerdo con nitidez que los comentaristas especializados, ante unos años en que su equipo se fue en blanco, pedían su retiro: está muy viejo, perdió competitividad. En 1999, Ferguson conquistó la segunda Copa Europea del ManU. Ayer volvió a clasificar a su equipo a la instancia definitoria del campeonato más apetecido del fútbol de clubes, a celebrarse a finales de mayo en Moscú. “La cualidad más estremecedora de Ferguson es su disposición a reinventarse a sí mismo y a su equipo, día tras día, temporada tras temporada”, apuntaba acertadamente James Lawton, quizá uno de los mejores cronistas deportivos británicos. No de otra forma podría el furibundo y despótico ‘boss’ haber sobrevivido durante dos décadas al máximo nivel de exigencia profesional, social y mediática.

“¿Saben cuál es el país más importante del mundo?”, dicen que suele preguntarle a los jugadores de su equipo. “Si, jefe: ¡Escocia!”, saben responden ellos, casi automáticamente. Nacido en Govan en 1941, ex jugador del Glasgow Rangers, en su dilatada carrera como técnico Ferguson ha ganado 9 ligas inglesas, 5 copas, 2 copas de liga, 7 Community Shields, 1 Copa Uefa, 1 Copa Intercontinental, 7 Supercopas y 1 Champions. Sin duda su mejor temporada fue la 1998-1999, en la que el Manchester United ganó su único triplete (liga, copa y Champions), y en el que la reina Isabel lo nombró caballero de la corte. Famoso por sus rabietas y por su rigor, sir Alex ha llegado al punto de multar a uno de sus jugadores porque lo rebasó en la carretera, lo que consideró una falta de respeto; o de abrirle la cabeza a Beckham con un guayo en el camerino, luego de un partido importante que no había salido bien.

Manchester United ganó su segunda Liga de Campeones en el Camp Nou de Barcelona, sobre la hora, frente al Bayern Munich, aupado sobre una generación fantástica de jugadores, criados por Ferguson ahí mismo en Carrington, la ciudad deportiva del club: Paul Scholes, Ryan Giggs, David Beckham. Beckham ya se fue, como en su momento se retiraron el mítico capitán Roy Keane o el goleador Rudd Van Nistelroy, sin que el equipo del técnico escocés notara la ausencia de los viejos bastiones. El año pasado, luego de la partida del delantero holandés, los Diablos Rojos se hicieron con la Liga Premier, marcando el mayor número de goles del campeonato. Durante las semifinales frente al Barcelona, Ferguson demostró respeto y admiración hacia su contrincante, así como una fiera determinación a que no se sacaran conclusiones precipitadas sobre su equipo, que parecía dudar en el momento cumbre de la temporada. “Estamos a dos partidos de ganar la Liga Premier, a dos partidos de ganar la Champions . . . un desastre”, tiró de la ironía el sexagenario técnico en la conferencia de prensa, ante una pregunta en esa dirección. El resultado de ayer le da la razón, una vez más, a esta leyenda viviente del fútbol inglés y mundial.

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Todos compartíamos la impresión, cuando menos la intuición, de que en Manchester se definía no sólo la suerte de la temporada, sino la de una era en el Barcelona FC. Alfredo Relaño, director del Diario AS, sugirió que Barcelona buscaba en el fondo de su alma. “Los últimos segundos de un equipo”, adelantó el escritor Juan Cruz, culé de mostrar. ¿De este equipo que cayó en las islas con sus botas, su espada, su sombrero de toda la vida, se recordarán las luces o las sombras? Han dicho que este año fueron dos distintos, uno en La Liga y otro en la Champions. Pero el Barcelona mostró contra el Manchester la misma incapacidad para convertir una abrumadora posesión en goles que ya había arruinado sus aspiraciones de alcanzar al errático Madrid. Sí se entrevió otra actitud, alguna vitalidad, que disimuló cuanto pudo el bajo tono físico de varios jugadores barcelonistas. Faltaría más; eran las semifinales de la Champions.

“El Barca se juega la temporada a un partido, signo inequívoco de su extravío”, sentenciaba Ramón Besa, de El País. Así es, el crédito se agotó ayer, pero este equipo anduvo en rojo un rato largo. “Final de ciclo”, tituló el portal del capitalino Marca al final del partido, mientras los jugadores del equipo catalán mostraban un ánimo contemporizador en la zona mixta. “No vamos a sacar conclusiones en caliente”, advirtió Charles Puyol, el capitán. Rijkaard aseguró que se quedaría, antes de matizar: “otra cosa es que te pidan que te vayas”. “Este equipo aún es joven y puede volver a ganar”, sugirió por su parte Deco, uno de los que aparece en todas las listas de candidatos a abandonar la disciplina azulgrana que circulan en los medios.

Pase lo que pase, queda lo bailado, lo que se lleva puesto adentro. ¿Alguien vio a un jugador como Ronaldinho en los últimos tiempos? ¿Habrá juego más estilizado que el del Barcelona? Frank Rijkaard llegó hace cuatro años, con la grandeza de sus tiempos de jugador, y poca experiencia en el banquillo. No era la primera opción del presidente Joan Laporta, pero fue con quien se pudo llegar a un acuerdo. Ronaldinho se puso la camiseta del Barsa ese mismo año. Ambos revolucionaron al club, lo volvieron una referencia mundial, un equipo casi irreductible. Pero hace dos años cambió el rumbo, y hoy el Barcelona es un gigante derrumbado. Aunque uno quería otra cosa, este desenlace amargo de una historia que se suponía feliz, es lo que mejor le sienta a la personalidad bipolar del club y su inefable ‘entorno’. El Barsa no es el de las hegemonías, ni los finales felices, sino el de las dudas, siempre las benditas dudas. Y el que vive y muere en su ley, la única que reconoce.

Thursday, April 10, 2008

Adivino la final

Liverpool aupó al Arsenal de la Champions con una goleada en casa, y un repaso táctico de Rafael Benítez. La muchachada de Arsene Wenger se estrelló una y otra vez contra el embudo del Liverpool, y Fernando Torres se doctoró con una joya para la corona de la vieja Copa de Europa. Recibió de espaldas, se deshizo de William Gallas como de un chivato y clavó un misil en el techo del arco de Almunia. El Niño ha destapado el tarro de las esencias en Inglaterra, marcando, con éste, 29 goles en su primera temporada en Londres. Arsenal empató brevemente, jugadón de Theo Walcott mediante, pero un penal dudoso ejecutado con sangre fría por Gerrard puso las cosas en su sitio. Apague y vámonos.

Benítez enfila baterías hacia su tercera final de Champions en cuatro años. Los números están ahí, su manera de ganar no tiene nada de casualidad y todo de acierto, de meticulosa obsesión en prescindir del azar. Los Reds han comprado con criterio, la plantilla estrecha que en su momento ganó la quinta Orejona se ha transformado en un mar de posibilidades: Dirk Kuyt, Ryan Babel, Lucas Leiva, Yossi Benayoun, Peter Crouch, Fabio Aurelio. La política de rotaciones que Benítez aplicó a rajatabla, aunque le costara críticas despiadadas por parte de la prensa, significa que su equipo llega a abril más o menos fresco, en todo caso sin ninguno de sus jugadores clave lesionado (uno: Daniel Agger, defensa central).

Carragher es el bastión atrás, el mejor guardaespaldas de Reina, que nunca desentona. Mascherano la rompe en lo suyo, se ensucia para quitar y se pone el traje para jugarla. El Jefecito fue una apuesta de Benítez, que lo rescató del West Ham United, pero sobre todo de las manos de Kia Joorabchian, y del grupo MSI, antiguos dueños de su pase. Hay un dato revelador respecto de Mascherano. Fue titular con la absoluta argentina primero que con la primera de River Plate. El Loco Bielsa le tenía toda la fe. El volante se fue del equipo de Núñez hacia el Corinthians, donde se juntó con Tévez. El grupo representado por Joorabchian estaba a cargo del club. Los jugadores no eran del Timao sino de MSI. El iraní tenía la intención de hacerse al West Ham, y se suponía que el traspaso de Mascherano y Tévez hace dos temporadas era el prólogo al arribo de un nuevo dueño. El delantero terminó jugando, marcó los goles clave en la batalla por la permanencia, pero el Jefecito no tuvo minutos, y pasó buena parte de la temporada por fuera de la convocatoria, ni siquiera en el banco. Cuando Benítez lo pidió prestado, Mascherano no existía para el fútbol inglés. Ahora es el capo del medio, no solo corazón sino también clase. Al punto que Benítez se animó a compararlo con Roy Keane, legendario capitán del Manchester.

Xabi Alonso es de los pocos jugadores que siguen siendo titulares luego de cuatro años. El vasco estuvo en la épica remontada de Estambul, la noche en que se fueron al descanso perdiendo tres a cero y terminaron el partido abrazados a la Orejona. Técnicamente, o en el criterio para elegir los recorridos de la pelota, Alonso no tiene nada que envidiarle a Mascherano. Para un técnico defensivo, Benítez pone en la primera línea del medio a dos jugadores más completos que el perro de presa, modelo para la posición.

Igual que su Valencia, este Liverpool es letal. Se sabe defender, hace relevos perfectos, ahoga al rival, y, adelante, ha aprendido a no perdonar. Con la llegada del Niño en el verano, Benítez puso a su capitán, Steven Gerrard, en una función ofensiva, partiendo del mediocampo. El ídolo de Anfield, héroe en Estambul, ha explotado con el reposicionamiento. Está más cerca que nunca del arco rival, y se encuentra con Torres en todo el frente de ataque. Entre los dos han marcado casi cincuenta goles en su primera temporada juntos.

El rival del Liverpool en semifinales será el Chelsea, cuyo técnico, Avram Grant, superó todas las expectativas manteniendo la competitividad del equipo después de llegar, de bruces, a principios de temporada. Chelsea es segundo en la caza por el título de la Premier, y se clasifica por cuarta vez consecutiva a las semifinales de la Liga de Campeones. Las dos últimas fue eliminado por el Liverpool, que metió dos goles y concedió uno en toda la serie. Y eso que el equipo era más peligroso con Mourinho. Rafa estará en Moscú.

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Barcelona llega al momento culminante de su temporada, da la impresión, a punto de desplomarse. Ronaldinho se ha despedido –no sé si volverá ©©– y Messi, su sucesor, sigue lesionado. En La Liga, el equipo de Rijkaard no ha podido controvertir el liderazgo del Madrid, aun cuando el conjunto merengue ha perdido seis partidos desde enero (Schuster ya superó el total de derrotas del equipo campeón de Capello). El domingo anterior, los culés se dejaron dos puntos más, en el Camp Nou, ante el Getafe de Laudrup, contendor en la Uefa, finalista de la Copa del Rey. La hinchada se hartó y despidió a su equipo con una frondosa ‘pañolada’, agitando sus pañuelos, papeles, los programas del partido, lo que fuera. La pañolada es una institución del fútbol español. Significa que se agotó la paciencia, que habló el respetable.

Ante el Geta, Barcelona estrelló tres balones en los palos, y se quedó sin marcar. Esta temporada, al equipo le cuesta un trabajo enorme hacer goles. Lesioando Messi, desaparecido Dinho, Henry los convierte a cuentagotas y Eto’o arrastra los dolores de su temporada febril. En medio del desconcierto, da la impresión de que el equipo se ha abandonado a Bojan Krkic, el muchacho de Linyola, hijo de padre serbio y madre española. Rijkaard trató de dosificarlo cuanto pudo, introduciéndolo con cuidado en el ‘entorno’ característico del barcelonismo. Sin embargo, la precocidad del chico, de 17 años, y su relación primeriza, intuitiva con el gol, han suscitado comparaciones con el marchito prodigio del madridismo, Raúl. La descripción de Deco es buenísima. “No tiene regate, pero regatea; no posee remate, pero remata, y no se marcha en velocidad, pero se marcha. No tiene nada, pero lo tiene todo. Es como Raúl”.

Bojan ha convertido nueve goles en lo que va de temporada. Ocho en La Liga, y uno en la Champions, hace ocho días. Emociona verle entre dos gigantes como Henry y Eto’o, repartiéndose el ancho del ataque culé. Unas veces se escora a la banda derecha, una función en la que Rijkaard ha admirado su disciplina táctica; otras emerge como nueve, marcando a pase de uno de los cracks, o de puro oportunista. Ayer, en el partido de vuelta de los cuartos de final de la Liga de Campeones, jugó quizás el mejor partido de su cortica carrera profesional. Llevó y trajo como quiso al marcador izquierdo del Schalke 04, cruzando con peligro hacia sus compañeros en el área. Sin embargo, Rijkaard lo sustituyó temprano, primero que todos. El Camp Nou no comulgó con la decisión, y se manifestó con una nueva pañolada, la segunda, en una semana, de los cuatro años y medio de administración de la Junta Directiva de Joan Laporta.

Los números de Bojan son impresionantes, pero no es cierto que el equipo dependa de él. El pelado tiene mucho más futuro que presente. El presente del FC Barcelona lo constituyen dos jugadores que, igual que el delantero, se educaron en La Masía, el complejo deportivo donde entrenan las diferentes divisiones del equipo de fútbol. Si el Barcelona no se ha despeñado, es por su culpa. El fútbol que le queda al equipo pasa por sus pies. Ambos llegan en forma a las semifinales, cualquiera vendería camisetas en Milán, Manchester, Madrid o Londres. Cesc, por el que dan tanta lora, se tuvo que ir porque los tenía por delante, y en la selección debe conformarse con cargarles los balones. Uno pasa de cuatrocientos partidos con el equipo, el otro hace igual de él mismo que de Ronaldinho. Xavi e Iniesta. Ellos son el presente.

Este Barcelona es el que ganó el título hace dos año, mejorado. Por las bandas, con Zambrotta y Abidal, por el medio, con Yaya Touré, y, por delante, con Henry. Al francés lo chiflaron ayer , aun cuando el partido estaba resuelto a favor de los locales. Yo sigo esperándolo. Trato de adivinarle algo, interpreto sus movimientos, sus reacciones. Tití tiene tres partidos para decir en la cancha lo que traiga guardado entre pecho y espalda. En el peor escenario, habrá sido edificante para Bojan y Messi convivir con un profesional intachable, un modelo de crack diferente a Ronaldinho. Hace dos años no estaba Messi, es probable que esta vez pueda jugar minutos en las semifinales. Me parece que vamos a ver, a finales de abril, despidiendo a la Champions en el Camp Nou, y luego en Moscú, a un Barcelona arrollador, a punto. Sus brujos encendidos, el hambre de sus leones enardecida. Un campeón reivindicado. Un lobo defendiendo a la manada por última vez.

¿Por qué no el Manchester? Aunque practica un fútbol continental, comparado con otros equipos ingleses, ha tenido problemas para trasladar su hegemonía local a la Liga de Campeones. En sus veinte años al frente del club, Alex Ferguson solo ganó una Orejona, en la única final que disputó. La temporada pasada, Milán los anuló en semifinales. De la misma forma, creo que el Barcelona será demasiado rival para los ingleses. Dicen que los Diablos Rojos llegan embalados, intratable Cristiano Ronaldo, golazos por todas partes, Tévez puntual en su cita con el gol. Le tengo más miedo al argentino que al portugués, que me parece medio cagón, aunque a lo mejor son impresiones mías.

Hace poco Zambrotta dijo en una entrevista que había jugado más balones en año y medio en Barcelona que en cuatro años en el Calcio. “Allí te enseñan que, si eres defensa, basta con recuperar la pelota para que no te metan gol. Aquí, no; ser defensa en el Barça exige mucho. Debes pensar en muchas cosas. Debes hacer un trabajo de calidad porque estás obligado a participar en el ataque y ser exigente en todas las decisiones. No es fácil ser lateral en el Barça. A mí me ha obligado a una reforma. La diferencia está en tener la pelota y jugarla.”

El primer gol de Bojan en la Champions, ante el Schalke en Alemania, cayó después de 21 pases consecutivos de su equipo. El fútbol de La Liga es, de lejos, el más elaborado de Europa. Aparte de la calidad de sus jugadores, evidente en el desempeño de sus exportaciones a la Premier, el fútbol español cultiva una tradición táctica, la escuela de Benítez, Juande Ramos o Quique Sánchez. El exigente medio obliga a los equipos que viven de la pelota a perfeccionar sus habilidades. De ahí sale el Barsa, de eso habla Zambrotta. Los ingleses hacen más plata, pero el mejor fútbol viene de España.

La final ante el Liverpool será (si es) a otro precio. Liverpool es el coco, cuenta con lo mejor de los dos mundos: el inglés y el español. Igual, me late, ganará el Barsa. Sobra advertir que me puedo equivocar. Tal vez debí haber comenzado por ahí.

Thursday, April 03, 2008

Vive

Al fútbol colombiano lo han tratado de matar más veces que a Fidel, y a lo mejor termina muriéndose como él, de puro viejo, pero por ahora, nuestro denostado y malhabido balompié sigue manifestando signos vitales. Ayer me tocó un latido en el Campín: Millonarios 3 –América 1. Partidazo. Algún hincha de la Mecha me echaría en cara el término festivo, porque fue una goleada en contra, pero es como el otro día, cuando el Atlético, liderado por el Kun Agüero, pisoteó al Barsa. La pelota promete amor eterno, aunque se deja querer por todos.

Ayer quiso a Millonarios, que ganó tres a uno, un poquito también al América. Como Umaña paga suspensión por el peligroso ridículo que hizo en el penúltimo clásico, Álex Escobar ofició de profe. Me alegró ver al Pibe del Barrio Obrero dando indicaciones desde la banda. Álex es un símbolo de la Mecha. Espero que retirado, la hinchada le muestre el respeto que le escatimó cuando jugaba.

El primer tiempo fue como un festín. Tres goles, dos expulsados, la remontada del local. Los hinchas de Millos gozaron de lo lindo. En el Campín había un gentío bravo. Aunque los azules eran mayoría, la fanaticada americana en Bogotá suele manifestarse en números más que respetables. Los de Sur con su bullaranga, ínsulas en Oriente y Occidente. Un marco de partido grande para dos equipos que (desde hace un rato) se disputan los sobrados de los primeros en la tabla. Tornado en fantasma el uno, símbolo de la vergüenza el otro, significan todavía algo más, si pueden congregar a la gente, haciéndose cargo de sus ilusiones para bien o para mal.

América jugó solo un tiempo, el primero. Un gol en la madrugada y, después, al menos tres chances claras. Millos luchó por lo suyo. Era un forcejeo sin dominador claro, podía pasar cualquier cosa. Llegado el momento, el arquerito local respondió, aunque he sabido que le maltratan en los mentideros. La expulsión mató al América, que se quedó romo sin su ariete.

Luego del descanso, el equipo fue otro. Manso, estático, nadie se desmarcaba, nadie se atrevía. El fútbol de la Mecha pasaba por los pies de Jhon Valencia, y así nos fue. La técnica del volante supera la del picapedrero común, pero pedirle que se le ocurra algo es pasarse varios pueblos. Lástima que no estaba Otálvaro, el diez natural. Reina fue titular. De él se esperaban maravillas, ahora nos conformaríamos con cierto tipo de normalidad.

Eventualmente, Millonarios metió el tercero, pero la goleada pudo ser peor. Hacia el final América se salvó un par de veces. No me alegro de perder, pero sí de encontrarme otra vez con la Mechita. Saber que anda bien, teniendo en cuenta las circunstancias.