Monday, August 28, 2006

Cruyff sobre el Chelsea

L.V. Ha tocado el Chelsea. Es un equipo que se ha reforzado y del que dicen que Abramovich, su presidente, exige que juegue como el Barça. Es muy difícil que el Chelsea juegue como el Barça.

J.C. Es una petición muy típica de un directivo. Primero hay que tener un técnico que tenga la mentalidad para jugar así, después hay que tener los jugadores para jugar así, y esto no es fácil. Como lo hace el Barça parece fácil, pero es como cuando ves a Tiger Woods jugar y crees que tú puedes hacer lo mismo, y no. El Chelsea tiene grandísimos jugadores, pero la debilidad que le veo es que juega mucho tiempo sin el balón, quiero decir que no marca el ritmo, y es un equipo que en su liga tiene muchos partidos y necesita del físico. Cuando ves al Barça da la sensación que se desgasta poco, pero esa es una calidad muy difícil en el fútbol: tener el balón y correr poco.

(Johan Cruyff en entrevista
con Jordi Juan y Dagoberto Escorcia
de La Vanguardia)

Friday, August 25, 2006

Todos contra el ruso

El Chelsea es el América inglés, con algunas diferencias. Roman Abramovich no escogió un equipo popular sino al burgués de Londres para meter su mal habido billete. El taicún ruso, de trentinueve años, es el segundo hombre más rico del Reino Unido, y su fortuna, estimada en cerca de 18.000 millones de dólares, es la onceava más escandalosas del planeta, según el famoso conteo de la revista Forbes correspondiente al año en curso.

De origen judío, Abramovich quedó huérfano muy temprano y fue criado entre necesidades por sus abuelos maternos en la estepa rusa. Pasó por el instituto industrial de la ciudad de Ukhta y por las fuerzas armadas antes de interesarse en el petróleo, comerciando derivados desde la mayor refinería rusa, ubicada en Omsk, al extremo occidental de Siberia, hacia el resto del país.

El pequeño tiburón demostró desde muy temprano sus habilidades. En 1992 se convirtió en el protegido del magnate industrial Boris Berezovsky, quien lo incluyó dentro de la rosca del entonces presidente Boris Yeltsin. Eran los primeros años después de la irrupción del capitalismo y sus salvajadas en Rusia.

Los viejos monopolios estatales de la era del comunismo soviético fueron subastados al mejor postor, con las precarias garantías que podían ofrecer los gobiernos de turno, y la atenta supervisión de los chicos listos de la escuela de Chicago. Se suponía que la propiedad de las empresas se repartiría entre sus trabajadores y los ciudadanos rusos, con porcentajes controlados para los grandes capitales, aunque eventualmente las riquezas del país terminaron concentradas en los bolsillos de los allegados al régimen. Se calcula que el 60% de la economía es propiedad de los 23 empresarios mejor posicionados durante la repartición del pastel.

Las instituciones del estado fueron incapaces de garantizar la observancia de las reglas del juego y, en cambio, fueron utilizadas frecuentemente como herramientas de persecución política o económica. En 2001, Putin se hizo con la presidencia, y una de sus primeras iniciativas fue revisar al detalle las operaciones financieras de las grandes empresas del país, y liderar una arremetida judicial contra sus propietarios a nombre de la evasión, el fraude y demás delitos fiscales.

Berezovsky, a la postre el industrial más poderoso de Rusia, cayó en desgracia por cuenta de la cruzada moral de Putin, y huyó hacia Inglaterra dejando atrás varios cargos criminales pendientes. Abramovich, con 35 años, reconoció una oportunidad de oro, y consolidó su enorme fortuna en los despojos de la de su mentor. En su portafolio se destacaban el 80% de la petrolera rusa Sibneft, la quinta más grande del país; la mitad de Rusal, el monopolio de los aluminios y la segunda empresa del sector en el mundo; y un cuarto de Aeroflot, la aerolínea nacional.

Desde hace unos cuantos años el multimillonario ha trasladado su residencia, y al pequeño ejército que lo protege, a Londres. A él también lo acechan investigaciones y sospechas por los ardides de los que se valió para amasar su riqueza. Se rumora que Roman se ha alejado poco a poco de sus negocios, vendiendo grandes partes de sus paquetes accionarios, para enfocarse en una de sus últimas obsesiones: el fútbol.

En 2003, el ruso pagó algo más de 250 millones de dólares para mandar en el Chelsea, y desde entonces se ha gastado cerca del doble en contratos y transferencias. Las pérdidas del club en los últimos dos ejercicios (2004 y 2005) superan los 410 millones de dólares, el costo que hubo que pagar para que el equipo consiguiera el segundo título de liga de su historia, e inmediatamente después el tercero.

La irrupción de Abramovich en el fútbol inglés ha generado malestares de diversa índole. Desde los trabajadores que se parten el lomo en las heladas refinerías siberianas de Sibneft hace décadas, que de alguna forma sienten como suya la fortuna que Abramovich despilfarra en las islas británicas, hasta los hinchas de los demás equipos de la Premiership, que lo aborrecen por la manera arrogante y ostentosa en la que se ha hecho dueño de los máximos honores, pasando por los clubes grandes pero ‘responsables’ de Europa, indignados por la competencia desequilibrada que supone competir en los escenarios del continente contra un equipo para el cual no aplican las restricciones presupuestales de los demás.

Aunque Abramovich tiene intereses en otro equipos de fútbol, como el CSKA de Moscú o el Corinthians brasilero, con el que se lo asocia frecuentemente, su juguete favorito es el Chelsea. Sólo el club del barrio pupi de la capital inglesa lo puede conducir hasta las instancias finales de la histórica Copa de Europa, que desde hace más de una década se conoce como Liga de Campeones.

Los títulos de la Premier están bien, sobre todo teniendo en cuenta que Chelsea llevaba cincuenta años sin celebrar, pero la verdadera gloria se juega en los estadios de las capitales europeas. Roman quiere ganar una Orejona a como dé lugar. Este verano se involucró personalmente en la transferencia del delantero milanista Andriy Shevchenko, reuniéndose varias veces con el Balón de Oro a bordo de su espléndido yate. Michael Ballack, la estrella del Bayern de Munich, y Salomon Kalou, el joven delantero de Costa de Marfil, también se han sumado al plantel durante un agitado parate.

El bicampeón se perfila como candidato en las cuentas de los especialistas, pero al técnico José Mourinho no le bastará un eventual (e histórico) tercer título en seguidilla para asegurarse su propio paseo veraniego por el Mediterráneo con el magnate y su esposa al finalizar el curso. Abramovich ha puesto un par de cracks mediáticos en el plantel, apostando por que su calidad haga del Chelsea un equipo imbatible.

El círculo personal del ruso ha filtrado a los medios que Abramovich no se toma nada bien que Mourinho recurra a la fórmula, que Gabriel Ochoa Uribe aplicó en la final de la Libertadores de 1987, de poner a un back centro en el área rival y mandar bombazos a la olla para buscar el gol salvador. Se suponía que los fichajes de Ballack y Sheva iban a proporcionarle al portugués los recursos ofensivos como para no tener que recurrir a semejante ramplonería, pero el técnico volvió a intentarlo en el partido por la Charity Shield, el domingo 13 de agosto.

Aquel día ganó Liverpool, tiñendo por un instante el horizonte de su rival. Mourinho enfrenta un año en el que deberá superar sus estándares, desplegando en la cancha un fútbol eficiente y además gustador, y manejar un camerino en el que se conglomeran los grandes jugadores (y sus egos ídem), todo mientras su jefe le respira en la nuca.

The Special One, como ha dado en apodarlo la prensa británica, estrenó la temporada con un nuevo corte de pelo, que él definió como “de ir a la guerra”. Esta semana los cronistas recordaban que el entrenador, campeón de la Copa de Europa con el Porto, nunca ha estado más de cuatro años en un cargo, insinuando que la creciente intervención de su patrón podría conducir a un desenlace abrupto.

La derrota ante el Middlesbrough y el sorteo de la Champions han de tener alborotado el genio del técnico mejor pago de Inglaterra. Chelsea comparte el Grupo A con Barcelona, Werder Bremen y el Leksky Sofía de Bulgaria, y bastarían un par de distracciones para quedarse por fuera. Barsa irá a Stamford Bridge por tercera vez consecutiva, en lo que ya es un clásico de la Champions. En la última edición fueron los de Rijkaard quienes bajaron del bus al campeón inglés, apenas en octavos de final. Werder Bremen no está pintado en la pared –como si lo está el Leksky–, y es de esperarse que el club haya salido fortalecido con el espléndido Mundial del goleador Miroslav Klose y las nada despreciables rentas de su compañero en club y selección, Tim Borowski.

Mourinho tiene el equipo, el conocimiento y la habilidad como para sellar su cuarto año en Londres con una temporada con la que justifique un apodo todavía más rimbombante. Cuenta, además, con los recursos ilimitados de Roman Abramovich, el patrón del fútbol inglés. Si Roman aguanta, Chelsea, qué duda cabe, consolidará su naciente dinastía en la Liga Premier. Pero haría bien el ruso en echarle una ojeadita a la historia de una hegemonía como la suya. La del América en Colombia. Esta temporada sabremos qué moraleja tiene el fútbol para la fábula del Ruso y el Chelsea.



Palomo

Monday, August 14, 2006

Lo que sienten los chicos

Fue un domingo frío, de rosados y naranjas sobre los cerros, y nubes alrededor del Campín. Un domingo de fútbol, hasta diría que de clásico. La entrañable Mechita traía a Bogotá su lamento, su triste saga, su tragedia, para enfrentarse con Millonarios, no menos aquejado por fantasmas de su propia cosecha. Dos tiranos seniles, muecas de los días en los que sus nombres inspiraban el temor de súbditos y rivales.

Estas son horas aciagas, aguas bajas para embajadores y americanos, pero cada vez que se encuentran en Bogotá, la fiesta es memorable. Las laterales no cesaron en su aliento, las demás tribunas casi llenas, los jugadores respondieron con la única moneda de cambio, su sudor. América es local en la capital. Varios miles de hinchas escarlatas pasamos a ver al peor equipo del Finalización, y nos encontramos con una Mechita batalladora, ambiciosa incluso. Una Mechita brava.

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Pachequito se movía por la izquierda, por el centro, por la derecha. La línea de tres en el medio, Valencia, Galdámez y Canchila, lo dejaba solo en la creación y el pequeño volante barranquillero lució bien. Se encontró durante algunos pasajes con Pepe, con Preciado o con Valencia, y remató al arco más que cualquier otro compañero. Francamente esperaba poco del veterano Pachequito, y me llevé una sorpresa.

Me gustó la ‘apuesta’ de Redín, llevando a Pablo Armero hasta la línea de volantes. Armero es encarador, veloz, desequilibrante, un talento que no se puede desperdiciar. Cuando jugaba en el lateral izquierdo, sus errores en la defensa se pagaban con goles en contra, pero esta vez el técnico lo puso unos metros delante del juvenil Brian Angulo, pegado a la banda, como carrilero. La cosa no salió bien, Armero fue el primer sustituído (minuto 57), pero valdría la pena volverlo a intentar.

Los otros tres del medio, los picapedreros, fueron lo mejor del equipo. Canchila retomó en donde había dejado el torneo anterior: derroche físico, bravura, sacrificio. Trabajó por la zona izquierda, cerca de Armero y Angulo. El chileno Galdámez aportó lo suyo, compensando con su buen posicionamiento y su sapiencia lo que los años y el físico le quitan. Pasó el balón con criterio, no arriesgó nunca, y se llevó aplausos cuando Redín lo sustituyó por Mauricio Romero (minuto 70). Edwin Valencia cumplió, tiene calidad, aunque estuvo tímido en el ataque, sobre todo en el 1t. El dominio escarlata en largos tramos del partido se gestó en la media, donde los volantes rojos consiguieron imponerse ante sus rivales azules.

Pepe Moreno luchó en la punta, estirando para presionar o para buscar los saques largos de Viáfara, demasiado solo y quizá mareado por tanta ida y regreso, tanto plan truncado que lo termina dejando, siempre, bajo los números dorados del uniforme americano. El nueve es un jugador honesto, batallador, aunque está lejos de su forma ideal.

En la defensa no esperaba encontrarme al inefable Juan Carlos Quiñónez, haciendo de cacique frente al pleado Carlos Valdés, el otro defensa central. Quiñónez cuajó un partido regular, casi bueno. Valdés pinta bien, tiene buena estatura y es fuerte, esperemos que se acostumbre rápido a llevar el peso que todavía tiene la casaca de los Diablos Rojos. El pelado Angulo jugó bien, resolvió buena parte de sus duelos por la banda izquierda, y se combinó con Armero y Canchila para darle salida al equipo. No se le notan los 17 años. Bustos tuvo un 2t mucho más presentable que el primero. Pero sus centros nunca encontraron receptor.

Una suma de errores individuales en la defensa dejaron a Orlando Ballesteros, fantasma cesante, cara a cara frente a Viáfara. El goleador azul definió de primera y la mandó guardar (minuto 35). El gol de Millos cayó luego de que América protagonizara varias llegadas sobre el arco del nervioso José Vicente Cuadrado. En el mejor momento escarlata, que dicen.

Viáfara se levantó del suelo, recogió la pelota dentro de su cabaña y se volvió para azuzar a sus compañeros. Aplaudió, gesticuló, gritó, trató como pudo de espantar los malos presagios, el presentimiento de iban a perder otra vez. El capitán, que apareció en la convocatoria de Reynaldo Rueda para el amistoso de la selección Colombia ante Chile (el 12 de agosto), demostró que se encuentra en uno de sus mejores momentos. Su influencia en el América es cada vez mayor, y sus saques de primera, con la mano o con el pie, recuerdan al Abbondanzieri de Boca Júniors.

En el 2t, Redín fue sumando hombres en el ataque con sus cambios, y el riesgo que implicaba. Preciado entró con el partido en contra, porque el equipo necesitaba un delantero más que un volante, y luego Romerito sustituyó a un cansado Galdámez, dizque para abrir el partido. Decepcionante lo que mostró el caleño, tal vez el único que desentonó dentro de un equipo, suplentes y titulares, que dio la impresión de tirar hacia un mismo lugar.

Luego, Millos perdonó. Gastón Sangoy perdió una clarísima ante un Viáfara muy atento, por culpa de los espacios que América dejaba atrás en sus arremetidas contra el área de Millos. El dominio del equipo de Redín no se antojaba peligroso, aunque esporádicamente un delantero alcanzaba la raya y metía un pase hacia atrás, o un volante remataba desde veinte metros, o un banderazo anulaba una buena combinación por la mitad.

Carlos Preciado protagonizó las escaramuzas finales, con sus enganches, un par de remates desviados, y una rabona fuera de concurso para habilitar en carrera a un compañero que se proyectaba por la izquierda. Hasta el último momento estuvimos esperando un gol que no habría de llegar.

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América vendió cara su cuarta derrota consecutiva. ¿Conforme con la derrota? Perder siempre es una posibilidad. Una entre tres, como diría el Viejo Willy. Le pregunté a mi pana si le había dolido. “Estaba preparado para perder”, me contestó. “Ya sé lo que sienten los hinchas de los equipos chicos”.

(Repaso de medios: Eltiempo, Enlajugada, Futbolred)

Palomo

Sunday, August 13, 2006

millonarios

esta borrachera de muerte es el américa. mis cuentas me dicen que son tres derrotas, pero la verdad es otra. venimos perdiendo desde hace rato. hay algo de orgullo que no te permite reconocer esa verdad de a puño. algo que te hace resistir, persistir en una imagen caduca, superada incluso, en la que las ilusiones más audaces encontraban su cauce por medio de los dolaretes de los traquetos.

ya no son aquellos tiempos, buenos tiempos. yo me convertí al rojo de mi sangre el mismo día que el viejo Willy se vistió de diablo. Miguel era uno de los reyes magos, y las irresponsables fantasías de mi niñez se sucedieron al ritmo endemoniado de su creación. un paseo por las cornisas de la grandeza que nunca olvidaré, que me dejó marcado para siempre, y sobre el que me vuelvo ahora, en el momento final.

las corbatas pretenden disfrazar al fútbol con la camisa de fuerza de los locos sometidos, como lo han hecho con todo lo demás, pero la pelota no se mancha. siempre encuentra el camino hacia la verdad, siempre se revindica con desenlaces sorprendentes. todavía mandábamos, el sueño arrebatado del barrio obrero convertido en realidad. una estrella tras otra, se fue construyendo la leyenda de mi club, de los colores a los que me convertí. nadie nos quitará las piezas bailadas.

tuve una final con niche, la orquesta sonando los temas de nuestra gloria por derecha. la gloria del cartel y la gloria de cali. américa juega para ser campeón. la suerte estaba echada. antes de que los dados se detuvieran, intuíamos el desenlace favorable de la historia. nuestro poder no conocía límites.

todo tiene su final. el campeón mordió el polvo y fue devorado por el inclemente pasado. por las culpas. por debajo. redín no tiene nada que ver. redín es una pieza, un peón. el último que llegó, el que tiene que limpiar el baño y el culpable de que el hedor se ocupe de todo. estamos pagando por las culpas de miguel y por las nuestras. por todos los pecadores que en nombre de las coimas se dieron el lujo de pasar. de seguir. de doblar la esquina de alguna ley.

por una sociedad que se relamió en las mieles del crimen y luego se aterró con el resultado. los paganinis, papá. están los muertos, lo vivos, y los sospechosos de siempre. los de la película. en la línea, con la barba de meses de mala vida, contra la pared, encorvado sobre sus preocupaciones, está el diablo rojo del américa. esta borrachera de muerte es el américa. esta sed. los buenazos se pueden dedicar al golf y al cali, como si nada. como si esos prados impecables y esos árboles fueran el universo. caer en la estúpida trampa de comprar un tiquete hacia la inocencia.

américa es esta borrachera de muerte. lo que queda cuando el día está seco, cuando se ponen las sombras sobre los edificios, sobre los cañaduzales.

Palomo