Wednesday, November 28, 2007

El último, dice el borracho

América es el borracho. Está escapándose de si mismo, la tragedia implícita en el ejercicio se manifiesta permanentemente. Por cuenta del campañón del último semestre, el equipo ha regresado al primer plano del fútbol profesional, y ahora cuenta hasta con patrocinador, la Industria de Licores del Valle —para el hechizo de la Secta Clinton, aguardiente Blanco. Arrancó los cuadrangulares semifinales con una victoria ante el Cúcuta, ha tenido recaudaciones inéditas en años. Los periodistas deportivos lo incluyen entre sus favoritos para clasificarse a la gran final, los medios televisan cada vez más partidos de la Mechita. En un momento así, en la víspera del segundo partido del cuadrangular, ante Once Caldas en Manizales, el plantel retrasó su salida de Cali como mecanismo de presión para saldar deudas pendientes. En ‘El pulso del fútbol’ —de lejos el mejor programa de fútbol de la radio— Iván Mejía y Hernán Peláez dieron a entender que las directivas se habían puesto al día con unos jugadores, no todos, ante lo cual el equipo decidió plantarse. Umaña está alinderado con ellos. “Por eso no firmo otro contrato”, declaró el técnico.

Tengo asumido que la situación institucional rebosa tanto a Umaña como a los directivos. Hace rato que el club se mueve en la sombra. Está en las manos de los Rodríguez desde los setenta, y se presume que sigue siendo de su propiedad aun ahora, cuando los capos del clan se pudren en cárceles gringas. Lleva una década en la lista negra del Departamento de Estado, lo que implica una muerte financiera y civil, incluso en confines del imperio como este. Tiene deudas enormes y carece de bienes a su nombre. Cascajal, el lugar donde entrenan sus diferentes categorías, pertenece a una sociedad sobre la que existen procesos de expropiación.

De esta forma se acaba una era que fue dorada para América. Todos los títulos que ha obtenido fueron durante el reino del capo. Antes de este período de agonía, hubo dicha en abundancia, estrellas en el horizonte, gloria, figuras, noches inolvidables. El embale. Gozamos sin consideración, al fin y al cabo somos hijos de Cali. Pasada la bacanal, el efecto sedante de una felicidad artificial, en la penumbra se entrevé la basura acumulada, el desperdicio. Se percibe un cierto malestar, aparece la culpa. Un momento de inevitable reflexión en los que se deciden cosas. Darle la vuelta, gambetear al destino, o seguir huyendo hacia adelante, apurando las copas de una juerga infinita.

El milagro de Umaña es un poco eso, una manera de prolongar la borrachera que no se acaba. Porque mientras la noche dure, mientras las estrellas sigan cayendo, se puede ignorar lo demás, se le puede hacer el quite a lo esencial. Hasta el próximo guayabo, hasta la mañana siguiente. Por constitución, porque la tierra jala, América sabe moverse en ese medio como pez en el agua. Tanto así, que estoy empezando a creer que le cabe un título más a la dinastía trucha de Miguel. El último antes de que salga el sol.

Monday, November 26, 2007

Catorce

“Nos tienen miedo”, apuntaba Tévez en Olé. “Ellos quieren agrandar el triunfo porque saben qué es Argentina”. Tal vez suena tan desagradable porque es cierto. Cuando lo echaron, en el primer tiempo, todos en el estadio celebramos como si se tratara de un gol. Carlos Tévez había sido el jugador más incisivo de un equipo que se gustaba. Tocador. Dominador. Incluso con uno menos, el equipo del Coco fue superior a Colombia, que jugaba como dándole la razón a Tévez.

Con uno menos llegó el gol argentino, de la zurda de Lionel Messi. Riquelme se avivó en una falta, y Messi apiló rival tras rival hasta que fulminó a Julio. Silencio total, como si de repente nos hubiéramos dado cuenta de que la leyenda era cierta. De todos los reemplazos de Maradona que han salido de Argentina, Lionel Messi apunta como el único verosímil. Lleva un tiempo largo asombrándonos con su fútbol vertiginoso. Antes de que se acabara el primer tiempo, la albiceleste ya se había acercado un par de veces más a la cabaña de Julio. Nos quedó la sensación en el cuerpo de que con ese gol bastaría para perder. Aparte del cagómetro disparado, el equipo de Pinto no había dado señales de nada.

El entretiempo, Totono Grisales y Macnelly Torres le cambiaron la cara al cotejo. Por su condición nacionalista, el Totono no es precisamente santo de mi devoción, pero hay que admirar la manera como se ha tomado su papel en el equipo de Pinto, que lo tiene de revulsivo. A pesar de sus galones, Grisales juega el tiempo que lo pongan sin rechistar. Me da la impresión de que al Totono le han sentado las temporadas en Argentina y, más en general, el paso de los años. Lo de Macnelly fue superlativo. Desde que entró, hizo la suya, tomó buenas decisiones, dejó pinceladas. El aporte de los dos volantes desatascó el fútbol de la selección.

El marcador lo desatascó un especialista, Rubén Darío Bustos. “A este le enseñó Jerson”, me recordaba un amigo, también hincha del América, refiriéndose a Jerson González, flojito para cubrir a los delanteros rivales, pero con una pegada letal. Igual que Bustos. El gol argentino se concibió y ejecutó bajo la guardia del lateral derecho, pero sus anotaciones de pelota parada han sido fundamentales en estos primeros partidos de la eliminatoria.

A partir del empate, delirio. Colombia tocaba de primera, encontraba espacios, desbordaba. Los visitantes acusaron, finalmente, el esfuerzo tan cerca de las estrellas. Nosotros recuperamos la fe. El segundo gol fue una jugada colectiva de manual, en la que Macnelly dejó cara a cara a Dairo Moreno con un pase entrelíneas que el delantero del Once Caldas llevó hasta la red, Wason Rentería mediante. Hace catorce años, tres eliminatorias, no le ganábamos a Argentina. La última vez fue el 5 de septiembre de 1993 en el Monumental, el inefable 'cinco a cero'. Los colombianos lo celebramos como tal. Del equipo de Pinto al que tuteó a los argentinos aquella vez hay un abismo lleno de miedo. Sin embargo, la Tricolor nos acaba de regalar una nueva referencia. Agradezcámoselo cada vez que nos acordemos del martes pasado, durante los próximos catorce años.

Monday, November 19, 2007

Yo flipo

Leí en El Periódico que hoy se cumplen dos años del día en que Ronaldinho puso el Santiago Bernabeu a sus pies. Barcelona iba camino de su segunda liga consecutiva y de la segunda Copa de Europa en su historia, y pasó por la capital a reclamar honores. El equipo de Rijkaard venció al Real Madrid tres por cero. La exhibición de Ronaldinho, en particular la jugada que culminó con el último gol, conminó a los hinchas merengues a la ovación. “Yo flipo”, masculló Íker Casillas mientras se levantaba del suelo.

Messi todavía era una promesa. Los hinchas culés alucinábamos pensando lo que pasaría cuando se juntaran las mejores versiones del argentino, Dinho y Eto’o. Dos años después, entre las lesiones y los momentos individuales dispares de los tres astros, esa es una pregunta sin respuesta. Existe, incluso, la posibilidad de que nunca sepamos. Al Ronaldinho exuberante, veloz y letal de aquella tarde magnífica en el Bernabéu, al genio que transformó con su fútbol al Barcelona, le ha sucedido un rey autocomplaciente, aletargado, crecientemente burocrático. La explosión definitiva de Messi, la llegada de Henry, lo hacen ver incluso dispensable. El público que le adoraba ahora lo chifla. Los directivos todavía lo apoyan, su entrenador es su cómplice, pero los medios especializados a diario alimentan los rumores: Dinho se va, el rey tiene fecha de caducidad.

Este desenlace de la historia, ese lapso del amor al odio, de la devoción a la repulsión, por sorprendente que resulte, es el curso natural de los ciclos en las entrañas del Barsa. Si el elemento definitorio del madridismo fuera la autocomplacencia, el del culé sería la inseguridad. A veces nos sentimos mejores, pero generalmente tenemos nuestras dudas. Ronaldinho no sería el primer ídolo caído en el prontuario de Can Barsa. Ronaldo, Figo, Maradona, ya se han ido antes de mala manera.

Me resisto a pensar que el Crack Feliz (incidentalmente oriundo de Porto Alegre) terminará así. Verdad que ya no es el de antes, pero me parece que el Barsa está obligado, porque nobleza obliga, a recuperar a su figura. Los directivos y el técnico pensarán igual, de lo contrario lo habrían vendido en el verano. Harían mal en cambiar de idea con la temporada apenas en su primera mitad. Si está jugando mal, siéntenlo, no lo vendan.

El crédito de Dinho no se puede haber agotado por culpa de un bajón, por largo y preocupante que sea. El año pasado fue un desastre, y sin embargo se las arregló para marcar 21 goles, su mejor registro en cuatro años de azulgrana. Este año anda peor, pero de todas maneras suma 5 anotaciones (Raúl y Van Nistelroy, que la rompen, llevan 6). Que se hable de crisis en un jugador que rinde tantos goles indica la naturaleza extraordinaria de su fútbol. Es cierto que el problema es grave, porque su modorra o lo que sea que le pasa podría arrastrar al equipo, pero debe tener una solución. Salir del jugador es una decisión fácil, simplista, casi evasiva. Encontrarle la vuelta a su estado de ánimo, devolverlo al primer nivel, puede ser enormemente complejo, pero es la única alternativa legítima para un club que presume de su paladar exquisito. Ronaldinho nos ha hecho soñar despiertos, el impacto de su juego no se compara con el de ningún jugador de este tiempo. Recuperar esa magia es una recompensa que debería justificar cualquier riesgo.

Sunday, November 18, 2007

La horrible noche que se acaba

Pollo, ¿cuáles son las sensaciones?
Dos cero

Ayer sentí profundas las historias épicas de nuestro himno. Aquella horrible noche que se acaba. Aquella libertad sublime. Venezuela es el enemigo entrañable, el hermano al que tenemos que ningunear para reafirmar nuestra esencia. Venezuela es el rival más peligroso porque no existen transigencias para ganar. Venezuela es capitanía general, nosotros virreinato. Las sensaciones son siempre las mismas. A Venezuela es obligatorio ganarle.

Pulga me advierte que me aleje de los pronósticos, pero para mi los resultados en el largo aliento se asientan sobre pequeños triunfos, como el de ayer. Sobre triunfos apretados. Inevitablemente, a lo largo de tres años, la cosa se pondrá fea. Lo que vale es ganar feo. Ahí está la diferencia. Uno no se clasifica ganándole a Argentina en el Monumental. Uno se clasifica ganándole a Venezuela en el Campín. La horrible noche que se acaba.

Wednesday, November 14, 2007

Gózalo

Dos años después, América vuelve a participar de un cuadrangular semifinal. Un dato a tener en cuenta a la hora de los veredictos. Alegra ver al equipo en estas, sabe mejor ahora que cuando era común. El sorteo emparejó a La Mecha con Nacional, Cúcuta y Once Caldas. De todos, el único equipo que no ha tenido experiencia alguna en competencias internacionales recientes es el que dirige Diego Édison Umaña. Solo los más veteranos del plantel escarlata, Jorge Banguero y Diego Gómez, saben lo que es ganar un título enfundados de americanos.

“América–Nacional es el clásico de Colombia”, declaró el representante del club en el sorteo, celebrado ayer. No conozco al personaje, pero estoy de acuerdo. Hubiera sido preferible encontrárselos en la final, colándose en el más accesible grupo B (Chicó, Tolima, Equidad, Pasto). Ojalá el peaje físico para llegar hasta acá no castigue demasiado al equipo, y se puedan recuperar sus jugadores a tiempo. El plantel no es tan largo como el de Nacional, ni siquiera como el del Cúcuta. Un milagro pasaría porque cada uno de sus jugadores clave: Valdés, González (que vuelve), Armero, el venezonlano Rojas, Ramos, Arango, el propio Banguero, esté intratable. Lo normal sería que América quedara último de su grupo, aunque esto es fútbol y cualquier cosa es posible. Los americanos deberíamos disfrutar este corto verano con intensidad. Lo normal sería que no durara.

Sunday, November 11, 2007

Me gusta Pinto (condicional)

Me gusta Pinto, no me imaginé nunca en éstas, pero así vamos. Me gustó su equipo contra Brasil en Bogotá y contra Bolivia en La Paz (que nunca se vayan los Andes de una eliminatoria). Me gustó su selección de titulares. El defensa Moreno. El volante Sánchez. Qué bueno ese Sánchez. En mi vida le había oído nombrar. Me desayuné en el partido mismo de su fútbol. Tremendo. Bravo. Al principio se tropezó con un brasilero y por sus muecas de dolor parecía que se iba. Pero siguió. Estrenándose ante todo un Brasil. Ante Kaká, ante Dinho, ante cinco Copas del Mundo. El colombiano promedio, como yo, arruga. Se borra. Se esconde. Sánchez no. Moreno no. El equipo de Pinto tampoco. Tal vez un poquito el Ringo. El Ringo arrugó un poquito. Hasta Agustín Julio pareció un buen arquero.

El milagro se lo adjudico a Pinto. Bien por haberle mostrado la salida a Yépez, a Córdoba. Visto lo visto, mejor afuera. Grandes jugadores, excelentes jugadores. A lo mejor, demasiado jugadores para Colombia. Es que quedamos mal acostumbrados con el Pibe, con Rincón, con el Palomo, con el Tren, con el Tino. Unos cracks. Unos fenómenos. Ahora ya no hay más de esos. Está Sánchez, que juega en un equipo francés normal. Hay jugadores que militan en México, está todo dicho. Hay hasta jugadores de la Mechita (grande Pelícano). Que la normalización de las aguas nos permita reconocer que los jubilados de más arriba no se ven todos los días. Ayer en Pescadito, no vi jugar al nuevo Pibe. Un monstro de esos es raro, extraordinario. Nosotros nos acostumbramos rápido, eso también se nos da natural. Incluso nos quejamos. Que lento, que viejo, que regañón. Nada. Un crack. ¿Rincón? Otro crack. Lo sabrán los hinchas de Santa Fe que todavía quedan, que lo vieron empezar a mostrarse. Ahora que bajaron las aguas, un respeto para esa generación de jubilados. Un respeto. Y un aplauzo para Pinto.