Saturday, October 22, 2005

“Miguel le dio la gloria, y ahora lo está matando”

Lo que no cupo en la primera entrega. Perfil del ‘genio’, como afectuosamente lo han llamado aquí. La lista Clinton. La solución al entuerto. Conversación con Héctor Fabio Báez, 2T.


Está amañado en Bogotá, le gusta el desafío que tiene enfrente. Confía en que Santa Fe estará entre los ocho, pero no tiene problema en reconocer que es americano. “Mi hijo también, hincha furibundo”, recalca, mientras me muestra una foto enmarcada del pequeño, con las tribunas de El Campín de fondo, enfundado en una camiseta de Santa Fe. “Estuvo hace poco visitándome (el niño y la madre aún viven en Cali). Le dije que podía venir conmigo al banco, pero que tenía que ponerse la camiseta del Santa Fe. Eso sí, apenas le tomaron la foto, se la quitó diciendo: listo papá, ya cumplí”.

No sabía que los gerentes deportivos fueran al banco de sus equipos. Héctor Fabio Báez ha recorrido medio continente y todo el país acompañando a los equipos para los que ha trabajado. Cuando estuvo en el América, alternó durante un año con el mismo cargo, pero en la Selección Colombia. Durante un año, hizo parte del ciclo de Reinaldo Rueda. A estas alturas, uno no sabe si eso da cachete o boletea. Pero una cosa es segura: ha pasado mucha agua por debajo del puente en la vida de este vallecaucano.

“Nací en Cartago, en un taxi, para más señas. Sietemesino.” Le duele la distancia con su tierra, adonde se quedó su familia, pero Báez salió a cambiar de aires, luego de un ciclo que considera cumplido en el América. No se fue de la mejor manera, ni por mutuo acuerdo. Más bien se quedó sin salidas. La institución vivió una transición. Tampoco siguió Amparo Rodríguez, la eterna administradora y hermana del capo, cuya impronta será difícil de borrar. “La gente de ahora no sabe de fútbol, es ajena al medio. El financiero no tiene ni idea del tema. Los jugadores no lo pueden ni ver”. Dejemos ahí, para no ser incendiarios.

Báez llegó al fútbol en 1991, de la mano de Juan José Bellini, cuando éste presidía la Federación Colombiana de Fútbol. “Al principio, cuidaba el edificio. En poco tiempo me convertí en el mensajero y en el noventa y tres me nombraron asistente del director administrativo de la Federación”. Desde la portería al último piso del edificio, Báez vivió las entrañas del órgano rector del fútbol nacional. No le pregunté por los ‘runrunes’ habituales sobre lo que se cuece ahí, porque no era el tema.

Un chisme sobre el que sí le pedí confirmación es uno recurrente, que yo atribuyo al saboteo histórico de los hinchas azucareros (igual pasa con Freddy Rincón, pero ahí sí les creo). Eso de que Miguel Rodríguez en realidad es hincha del Deporcali. “El que es hincha del Cali es Gilberto, pero Miguel es americano.” Saltamos al asunto ineludible. La Lista Clinton. La letra escarlata, colgada en el cuello del América. Apretando. Apretando. ¿Qué hacer?

“La propiedad del América debe democratizarse. Como están las cosas, el equipo va a desaparecer. Es imposible subsistir en estas circunstancias.” Hace poco, Carlos Puente (el presidente) declaró en una entrevista que mantener la Corporación Deportiva andando costaba cinco mil millones de pesos al año (las taquillas anuales merodean los doscientos millones). ¿Cómo hacer circular esa plata por fuera del sistema financiero? Es una invitación al lavado de activos, por una parte, y a la informalidad, por lo menos. Los mitos relatan que más de una vez hubo que ‘ponerse al día’ con fajos de billetes directamente salidos de bolsas de basura.

“El sacrificio de Puente es para quitarse el sombrero. Es un muerto civil”. Por esos caprichos del imperio, el señalamiento alcanza al presidente de la institución, pero no va más allá. Ni a la junta directiva, ni a los funcionarios de la Corporación, ni mucho menos a sus jugadores. La caprichosa letra menuda del diktat yanqui.

Báez pone el ejemplo de Drogas La Rebaja. En cuanto el Estado embargó la propiedad, la empresa salió de la Lista Clinton. Mientras su situación jurídica no se aclare, vivirá en zozobra por la mortal exclusión. Pero yo no ‘veo’ al Estado haciendo lo mismo en este caso. Digamos que el entramado legal lo supera. Estamos en manos del patrón.

La hinchada debe exigir que le devuelvan el club. Que los dueños le hagan una entrega simbólica de la propiedad.” Lejano, digo yo. Ni siquiera metemos cinco mil en el estadio, mucho menos vamos a ser capaces de organizar esa campaña. Además, conociéndonos, un enfrentamiento de ese tipo terminaría en calamidad. “Miguel le dio la gloria al América, pero ahora lo está matando”.

Le pregunto una obvia: las mejores divisiones inferiores de Colombia.“América y Cali”. ¿Todavía? “Todavía” ¿Santa Fe? Mira por la ventana, en un segundo piso de una casa en la calle 64 con carrera 38. Está lloviendo en el páramo. “Tenemos unas canchas aquí al lado, otras en el norte, otras más lejos. La infraestructura de Cascajal (el campo de entrenamiento escarlata): seis canchas para jugar al fútbol en un mismo espacio, no la tienen muchos equipos en Colombia. Estas limitaciones se notan porque, al final, no existe intercambio entre las diferentes divisiones, ni tampoco con el primer equipo. Algo fundamental para el proceso de desarrollo de los jóvenes: poder estar en contacto con los referentes del club.”

¿Los mejores prospectos de este América? “González, Otálvaro, ‘Pepe’, y Paulo César Arango. Paulo César marcó 20 goles en la C, pero jugando adelante. No sé por que les ha dado por meterlo en la mitad. Curiosamente, ni González ni Otálvaro son titulares. De cierta manera, América permite que sus promesas se devalúen. En el pasado vivimos también de las transferencias. ”

Salí de la oficina con el humor sombrío. La lluvia, el frío, el golpe de realidad que significa haberme encontrado con Héctor Fabio Báez. Una cosa más, a riesgo de redundar. Este plantel tiene una oportunidad, una ventana a la historia. Mientras amanece, y se acaba esta parranda escandalosa de veintiséis años, una descarga final de sabor de nuestros pelados, una descarga triunfal que acabe con la mentira embajadora de los trece títulos. Sería el pasado tendiéndole una mano al futuro, para que no venga tan brava. Para prolongar por un semestre la agonía, no sea que por ahí se cuele una luz y haya mañana en lugar de vacío, el peor de los guayabos.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo.com)

“Quedan dos generaciones en las menores”

Aprovechando que ahora vive en Bogotá —hace dos meses trabaja en Santa Fe—, hablé con Héctor Fabio Báez, un hombre vinculado al América durante casi una década. Ni mencionamos a los cardenales. Primera entrega.

Llegó en junio de 1996, después de que la ‘Mecha’ perdiera su cuarta final de Copa. Miguel Rodríguez llevaba casi un año tras las rejas. Se fue en mayo de este año, después de la eliminación a manos del Libertad paraguayo en el mismo torneo internacional. Para entonces, Miguel Rodríguez cumplía su tercer mes en una cárcel de Miami, donde compartía celda con su hermano mayor.

Héctor Fabio Báez ha pasado una buena parte de su vida (casi la tercera: tiene 34 años) en la gerencia deportiva del América. Cuatro títulos nacionales, uno internacional, y mil historias de victorias y derrotas, humillaciones y gloria, en un período que la historia registrará (a pesar del sonoro palmarés) como el epílogo de la primera, y única, hegemonía futbolística de los ‘Diablos Rojos’.

Con respecto a los mejores años (ochentas, comienzos de los noventa), a él le tocó un período de gastos más moderados y, sobre todo, con diferente intención. Si en el pasado los fichajes se concentraron en jugadores internacionales contrastados, el final del milenio pilló al América comprando prospectos juveniles colombianos, provenientes de muy diversos rincones del territorio nacional.

Precisamente esa fue su primera labor, cuando Álvaro Guerrero Yanci, el gerente general, lo trajo a la casa del diablo, como gerente deportivo de las divisiones inferiores. “Todos los fines de semana iba a fútbol, a los partidos de la liga departamental, a los campeonatos juveniles zonales o nacionales. Teníamos contactos en otras regiones, nos mandaban jugadores o los pedíamos, de Cartago, de Buenaventura, de Barranquilla, para que se probaran con nosotros.”

Uno (o tal vez sólo yo) tiende a pensar que los equipos fichan únicamente jugadores profesionales, cuando en realidad aquellos que tienen un buen sistema de divisiones inferiores (América cuenta con 10 categorías menores, algunas de ellas con varios equipos), deben estar atentos al mercado local para tratar de reunir la mayor cantidad de talento joven posible en cada posición. “Por Otálvaro pagamos doscientos mil pesos. Tenía nueve años”.

Así, Héctor Hurtado, Fabián Vargas, Frankye Oviedo, Arley Dinas, Leonardo Fabio Moreno pasaron algún período de su formación en las divisiones inferiores americanas, pero uno a uno fueron adquiridos a otros equipos, o directamente a sus padres, gracias a las gestiones de la gerencia deportiva. Ya fuera por recomendación de alguno de los técnicos (por ahí pasaron Alberto Suárez, Otoniel Quintana, un tal Jaime de la Pava), ya por iniciativa propia, América consiguió hacerse con un activo invaluable: pelados de calidad.

Pero mantener vigente esa ambición y esa presencia en el mercado local cuesta mucho dinero. En 1997 América ingresó a la Lista Clinton y empezó a escasear más que nunca la plata. “Las inferiores salvan a los equipos, pero los equipos no hacen nada por las inferiores”. Báez piensa que América ha cedido el protagonismo que alguna vez tuvo como acaparador de diamantes sin pulir al Deportivo Cali, simplemente porque los recursos ya no están. “No tienen guayos para entrenar, a los entrenadores no se les paga, hace falta lo más básico”, en su afán por salvar los muebles, el club se ve obligado a sacrificar su futuro.

Para mí la pregunta es esa, ¿por que América no perdió vigencia con la crisis económica? Y para Báez la respuesta es lógica: nos salvó la plata que invertimos en jóvenes. “Se fue Álex y llegó Frankie. Se fue Frankie y apareció Hurtado. Vendimos a Hurtado y vino Ferreira”. Pero la lista termina. Los cracks no se dan en los potreros de Pance. Hay que reunir los pelados, ponerles técnicos que sepan de la vaina, que sepan enseñar, balancearles la dieta, mirar cómo es que van en el colegio. Una cocción a fuego lento, que requiere de paciencia y de una infraestructura enorme. Los gastos operacionales de las divisiones inferiores del América rondan los ochocientos millones de pesos (al año), eso sin contar con la plata que se va en las transferencias. Mucho billete. Y el chorro, seco.

“Quedan dos generaciones”, sentencia en algún momento Báez. Los resquicios de la gloria. Se llaman Armero, González, Riascos, Saa, Chávez, están ahí, a la vuelta de la esquina, o llegando. Campeones en la C, campeones juveniles. Los más calidosos del parche, americanos de formación, los últimos representantes de una manera de jugar, de un sentimiento, de una camiseta con un diablo en el escudo, de una hegemonía que se apaga.

Dejo las demás notas sobre la conversación con Héctor Fabio Báez para otro momento. Como pudieron notar, su percepción de la actualidad escarlata deja muchas preocupaciones suspendidas. Mejor dicho, confirma los peores miedos de los hinchas. Les quedo debiendo el resto.

Palomo

(casi como salió en el blog de Eltiempo.com)

Friday, October 14, 2005

La hora de los pantalones

Más triste que la huelga es la ‘arrugada’,—precoz en los equipos antioqueños y el Tolima, tardía para el Quindío— de varios planteles. Con el cuento de que a ellos los tratan bien, debilitan la posición negociadora de los jugadores, y justifican la actitud de los dirigentes, que siguen dilatando las reformas a la espera de que la mayoría de planteles se sume (suenan Chicó y Huila) al vergonzoso reversazo.


Estoy con los jugadores. Ciento por ciento. Ellos son los protagonistas del juego y se merecen un trato profesional, justo y digno. Nada de raro tiene que los directivos de los clubes profesionales, de la Dimayor, hayan dilatado todo lo posible las conversaciones para después salir con un chorro de babas. Lo que se está discutiendo es algo elemental, que ya rige en otras ligas del continente, y todas las europeas. Pero estos señores están pegados.

El fútbol colombiano es un microcosmos, donde valen reglas diferentes y cualquier intento de reforma o actualización es inadmisible. A pesar de las manifiestas pruebas de su ineptitud y calidad moral, la dirigencia perdura, favorecida por un interminable carrusel de puertas giratorias. Van de un lado al otro, pero siempre están ahí, viviendo de nuestro fútbol, al que han atado de todas partes y terminarán por devorar entero. La historia de la gallina de los huevos de oro. Lo más probable es que le tuerzan el pescuezo. Un postrero y suculento sancocho.

No es conmigo
. Peregrino el argumento de los fariseos (nuevos o viejos): Tolima, Envigado, Nacional, Medellín, Quindío (y contando: Chicó + Huila +). Le dieron ínfulas a la Dimayor, que ni corta ni perezosa ha declarado la huelga ilegal. Muy tiesos y muy manos, los equipos que no participan en la huelga ya están pensando en sus próximos rivales, sobre los que se especula presentarían a sus reservas. Incluso sus bloggers se animan a jugar con los resultados y hacer cuentas alegres en la tabla. Cada uno tirando para su lado, como nos gusta en Colombia.

“A nosotros en el club no nos falta nada”, declaró a El Tiempo, Óscar Ortiz. El Deportivo Cali es un ejemplo en lo institucional, hace rato que la dirigencia se puso al día en las formas y cumple con sus jugadores. Pero eso no le impide a sus jugadores abrir un poco los ojos, ver más allá de sus narices. “En el fútbol uno da muchas vueltas y puede estar sin las mínimas garantías”, remató el volante azucarero. Así de simple. Es una lucha por el gremio. Si me dan a escoger entre jugármela por Banguero o hacerlo por Puente, me quedó siempre con el ‘Pelícano’.

Hay que apoyar a los jugadores. Como están las cosas, no debería haber fútbol el fin de semana. Más allá de que el anuncio se haya hecho en los estertores de nuestra vergonzosa eliminación, despertando muchas suspicacias (los áulicos las han hecho públicas), lo más importante no es la próxima fecha sino que se resuelva el entuerto en las negociaciones. Que se regrese a la vía del diálogo y que los dirigentes se tomen el serio el pliego de peticiones de Acolfutpro.

El Ministerio del Protección Social tiene la palabra. Hoy mismo debe pronunciarse sobre la legalidad de la huelga. Los entrenamientos siguen con normalidad, pero los profesionales de 13 equipos se han comprometido a no jugar este fin de semana. Veremos.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo.com)

Thursday, September 29, 2005

El equipo de Miguel

Un día quedó grabado en mi memoria porque asumí y entendí el papel que ha jugado Miguel Rodríguez en el América ( se dice que el equipo es de “los Rodríguez”, cuando en realidad —hasta donde sé, y no es mucho— el de los intereses en el fútbol era Miguel, no su hermano). Fue justo antes del partido de vuelta de la final de 1997, en diciembre, en el Pascual. América enfrentaba a Bucaramanga con un resultado amplio en la ida (0 por 2, o me corrigen) que prácticamente aseguraba el título. Fui con mi parche a oriental, una tarde de sol bravo y de mucha gente en el estadio. Así somos los americanos, apenas nos traman las finales.

Antes de que empezara el cotejo, un minuto de silencio. La madre de los capos recién había fallecido por esos días, si no estoy mal. Los jugadores llevaban una cinta fúnebre en sus brazos, el sistema de altavoces del estadio (el mismo, imagino, que fue utilizado durante los Panamericanos) emitía el célebre toque de diana o trompeta que significa la muerte. Y desde sur, el homenaje se encadenó con un coro, primero tímido, y rápidamente general. “Oeoeoeoeoeoe, Miguel, Miguel”.

(bis por mil)

Es fácil imaginar por qué esa imagen me acompaña (me atormenta) desde entonces. La verdad es que los intereses de Miguel Rodríguez han estado presentes en el América desde finales de los setenta, un par de años antes de que los ‘Diablos Rojos’ consiguieran el primer título de su historia. Pero hasta hace relativamente poco, nadie, ni en Cali, ni en el Valle, ni en Colombia, ni mucho menos en Argentina (de dónde vinieron un montón), parecía incómodo con la situación.

Connivencia absoluta. Pero absoluta. Todavía escucho o leo a los periodistas deportivos, nostálgicos de los “años de gloria”. Ellos, primeros en la línea, celebraron el arribo del mecenas. Políticos, cantantes, hinchas, rivales, cada uno a su turno bajó la cabeza o se llenó la boca de flores. Basta con ver las fotos de las celebraciones, consecutivas, inagotables. Abrazados, bebiendo del güiski costoso del patrón, cuesta trabajo encontrarles un lugar ahora, en la mala hora, cuando el viejo capo no es más que un recluso vendido a un país extranjero. Y, sin embargo, ahí están, entre aquellos que acaban de reunir el bagaje moral para juzgar al América.

El Departamento de Estado del imperio tiene a bien publicar una lista de las personas o instituciones que, según su prejuicio, clasifican como ‘narcos’. La famosa Lista Clinton. Desde finales de los noventa, la ‘Mecha’ está en el inventario. “No tengo cuentas de ahorros, no puedo pedir un préstamo. Soy un paria financiero”, le dice al que se lo quiera oír Carlos Puente, presidente de la Corporación Deportiva América de Cali. Él también cayó, porque la amenaza se extiende a cualquiera relacionado con la institución.

(cualquiera no, de hecho. los futbolistas americanos siguen emigrando hacia otros equipos y países, hasta Quatar. no me quiero ni imaginar la triangulación financiera requerida para poder traer esa plata acá. decenas de intermediarios, ‘lavaperros’ locales e internacionales, se llevan buena parte del botín, eso es seguro. y los equipos que compran o prestan, tranquilos. el fútbol es refugio de más de un rufián, están acostumbrados y untados. la corrupción hace parte del ambiente, aquí o allá.)

Cabe preguntarse por qué diablos el Estado colombiano no ha reaccionado. Ocurrió con Millos, estupefacientes embargó la porción del club que pertenecía al ‘Mejicano’. Algo de poder le queda a Miguel Rodríguez, que no se animan a hacer lo mismo con el América. Quizá el entramado legal inventado por el capo hace imposible tomar una medida jurídica. Pero basta el estigma de la Lista Clinton para poner al equipo contra la pared.

¿Una solución? Difícil. No depende del hincha, no depende de la ciudad, ni siquiera del país. Me temo que hay cosas más preocupantes en la cabeza de los responsables (la cárcel, el juicio) como para pedirles que se ocupen del asunto. ¿Los gringos? Más reversa tiene un avión. ¿El Estado? (que dejés el mensaje: está en campaña).

Y yo, como fanático, como seguidor, ¿qué? ¿Me rasgo las vestidura, me sumo a los fariseos? ¿Dejo que me lapiden, según su precaria ley? No, parce. Que se abran. El fenómeno ‘narco’ nos transformó a todos en Cali. Nos tocó a todos. De una forma terrible, macabra, si quieren, hemos sido afectados por sus influjos. Pero de una manera increíble, además. Y obscena. Se nota, se ve. Si ellos son el enemigo, el enemigo está adentro. No hay nada que hacer.

El lado amable de estar en la lista, es que nos cierra a los americanos la alternativa fácil y común de la doble moral. Somos lo que somos. Para bien y para mal. Personalmente, pienso que la historia (reciente y pasada) del América nos engrandece como hinchas. No somos pacatos, ni mucho menos del montón. La irresistible irrupción de la vieja ‘mechita’ en la rosca de campeones colombianos (12 títulos y contando) también fue la primera y única victoria posible para un pueblo desposeído y hambriento, para la gran parte de la sociedad caleña que no pasaba por el ojal de una aristocracia conservadora, racista, clasista, avariciosa y rancia. Obvio que están ofendidos. Obvio que les duele.

Homenaje

Tal vez eso es lo irresistible del América. Tradicionalmente, el equipo pobre de una ciudad no es el que más gana. Bien lo sabía el finado Pedro Sellarés (†), presidente de la institución durante ocho años (1956-1964), quizás el período más crítico de la sinuosa historia americana. “Jugamos como nunca y perdimos como siempre”, era el dicho que identificaba a la afición en la época.

En el campeonato de 1958 América terminó en el fondo de la tabla y raspando los restos de sus estados financieros. El tesón y carácter del presidente fueron claves para sobrellevar aquel momento difícil. De hecho, se sospechaba que el equipo no se presentaría para el torneo del año siguiente.

Todo lo contrario. Sellarés, ‘picado’ por la reaparición del Deportivo Cali (ausente durante los campeonatos de 1956 a 1958) consiguió hacer una alianza con el directivo del Boca Juniors caleño, Aníbal Aguirre, para traer al ‘maestro’ Adolfo Pedernera (incluso se jugó sus picados finales) al banquillo de los ‘Diablos Rojos’. El equipo salió segundo, por primera vez en su historia.

En 1979, cuando ganó su primer título, en el palmarés del América había dos subcampeonatos. Y para los fanáticos, un invicto de 22 fechas. Pero, sobre todo, algo que le reconocían en cualquier parte: la capacidad de despertar en su afición un sentimiento tan grande que lo llamaron ‘la pasión de un pueblo’.

Deportivo Cali ya tenía cinco títulos, dos menos que hoy, y era el único equipo de la ciudad que sabía conjugar el verbo ganar. Desde siempre tuvieron mejores jugadores, más plata, la capacidad de hacer la diferencia. La irresistible ascensión del América fue también un ajuste histórico de cuentas entre los siempre sedientos y los que se quedaron pegados al grifo.

Ahora, ¿la sola presencia de Miguel Rodríguez deslegitima las conquistas del América en lo deportivo? ¿Es Chelsea menos Chelsea porque un advenedizo de las estepas, absurdamente rico, se apoderó de él? Eso es tema para otro blog, pero les dejo la inquietud.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo.com)

Thursday, September 08, 2005

Liga pirata (con dedicación)

Para los que se rajan las vestiduras recordando a los Rodríguez, y para los que hinchan pecho por lo que ganaron durante ElDorado, un ‘recorderis’ sobre aquella ‘gloriosa’ época de nuestro fútbol: no hay tal. Era una liga pirata.

Como la historia oficial la escriben en los despachos, nadie se preocupó de aclararnos algunos puntos importantes de lo que nos contaron como ElDorado del fútbol nacional. El ajuste de cuentas es pertinente, ya que sirve para entender mejor el conflicto que tiene a los futbolistas colombianos al borde de la huelga.

En Colombia, el primer campeonato profesional arrancó en 1948. Participaban 10 equipos, entre ellos (obviamente) el América. Hasta entonces, el fútbol se había practicado de manera aficionada, con un gran éxito entre el público, que se enamoró perdidamente del espectáculo. El paso del ‘amateurismo’ al profesionalismo, en realidad, fue traumático, al punto que ‘Garabato’, uno de los referentes del plantel aficionado de los ‘Diablos Rojos’, se atrevió a maldecir a su equipo del alma. “Que lo vuelvan profesional, que hagan con el equipo lo que quieran que, por mi Dios, América nunca será campeón”. Y así nos fue.

Adolfo ‘el maestro’ Pedernera aterrizó en Bogotá en junio de 1948 y con él comenzó ElDorado. Un ejecutivo del fútbol nacional lo convenció, con una autorización de la Cancillería debajo del brazo, de que se viniera para Colombia, cuando era una estrella declinante del River Plate que deslumbraba a todos en Argentina.

Allá, hace más de cincuenta años, estaban en las que estamos nosotros ahora. La recién creada agremiación de futbolistas argentinos había entrado en huelga por asuntos laborales. Los equipos no se dejaron presionar, y comenzaron el campeonato con alineaciones integradas por juveniles. Dieron papaya, porque había colombianos (con el prohombre Alfonso Senior a la cabeza) queriendo pescar en ese río revuelto.

Sin pagar derechos por las cesiones, violando las normativas de la Fifa de manera abierta y descarada, los equipos colombianos empezaron a importar a las más grandes figuras del fútbol continental. Por eso Millos pudo disfrutar de la ‘Saeta Rubia’, del ‘Pipo’ Rossi, de Pedernera, de Cozzi. Se los birló todos a River, en donde se cansaron de ganar y pasaron a la gloria como ‘La Máquina’.

La gracia les duró a los colombianos hasta 1954, cuando la FIFA endureció su postura. Amenazó con excluir a Colombia de las eliminatorias para el siguiente mundial, y cada uno de los equipos del torneo devolvió a sus estrellas ‘pirateadas’.

Desde allá hasta acá no ha pasado tanta agua debajo del puente, parece. En muchos aspectos, la colombiana sigue siendo una liga pirata. Sobran ejemplos de cacos (de cartel o de frac) que aprovecharon (aprovechan) la permisividad y vocación corsaria de nuestro fútbol para hacer y deshacer. Hoy, aquí, Acolfutpro se reúne con los directivos nacionales, a ver si éstos se dignan de una buena vez a reconocer al futbolista como un trabajador profesional. Los avatares de un campeonato, a 57 años de su creación.

¿El Estado? Bien gracias, pasó de agache durante medio siglo, quién sabe cuántos funcionarios permisivos y culpables.¿El Gobierno? Esperemos la respuesta del presidente Uribe a la carta que le dirigieron ayer los jugadores afiliados a la asociación. La fecha límite para la huelga es el martes 13 de septiembre. Entretanto, habrá fútbol, porque el circo no puede parar. Aunque los dueños traten igual leones y payasos.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo)