Thursday, April 03, 2008

Vive

Al fútbol colombiano lo han tratado de matar más veces que a Fidel, y a lo mejor termina muriéndose como él, de puro viejo, pero por ahora, nuestro denostado y malhabido balompié sigue manifestando signos vitales. Ayer me tocó un latido en el Campín: Millonarios 3 –América 1. Partidazo. Algún hincha de la Mecha me echaría en cara el término festivo, porque fue una goleada en contra, pero es como el otro día, cuando el Atlético, liderado por el Kun Agüero, pisoteó al Barsa. La pelota promete amor eterno, aunque se deja querer por todos.

Ayer quiso a Millonarios, que ganó tres a uno, un poquito también al América. Como Umaña paga suspensión por el peligroso ridículo que hizo en el penúltimo clásico, Álex Escobar ofició de profe. Me alegró ver al Pibe del Barrio Obrero dando indicaciones desde la banda. Álex es un símbolo de la Mecha. Espero que retirado, la hinchada le muestre el respeto que le escatimó cuando jugaba.

El primer tiempo fue como un festín. Tres goles, dos expulsados, la remontada del local. Los hinchas de Millos gozaron de lo lindo. En el Campín había un gentío bravo. Aunque los azules eran mayoría, la fanaticada americana en Bogotá suele manifestarse en números más que respetables. Los de Sur con su bullaranga, ínsulas en Oriente y Occidente. Un marco de partido grande para dos equipos que (desde hace un rato) se disputan los sobrados de los primeros en la tabla. Tornado en fantasma el uno, símbolo de la vergüenza el otro, significan todavía algo más, si pueden congregar a la gente, haciéndose cargo de sus ilusiones para bien o para mal.

América jugó solo un tiempo, el primero. Un gol en la madrugada y, después, al menos tres chances claras. Millos luchó por lo suyo. Era un forcejeo sin dominador claro, podía pasar cualquier cosa. Llegado el momento, el arquerito local respondió, aunque he sabido que le maltratan en los mentideros. La expulsión mató al América, que se quedó romo sin su ariete.

Luego del descanso, el equipo fue otro. Manso, estático, nadie se desmarcaba, nadie se atrevía. El fútbol de la Mecha pasaba por los pies de Jhon Valencia, y así nos fue. La técnica del volante supera la del picapedrero común, pero pedirle que se le ocurra algo es pasarse varios pueblos. Lástima que no estaba Otálvaro, el diez natural. Reina fue titular. De él se esperaban maravillas, ahora nos conformaríamos con cierto tipo de normalidad.

Eventualmente, Millonarios metió el tercero, pero la goleada pudo ser peor. Hacia el final América se salvó un par de veces. No me alegro de perder, pero sí de encontrarme otra vez con la Mechita. Saber que anda bien, teniendo en cuenta las circunstancias.