Wednesday, September 16, 2009

América, o la letra escarlata

En diciembre se cumplirán 30 años de ‘Aquel 19’, la noche en la que la historia del América se partió en dos. Hasta ese momento había sido ‘La Mechita’, un club agobiado por las afugias económicas, que se limitaba a conmemorar las ocasiones (dos: 1960, 1969) en las que había alcanzado un subcampeonato, pero que tenía una fanaticada numerosa que lo seguía con fervor. “La pasión huracanada de un pueblo”, lo bautizó Alfonso Bonilla Aragón, uno de sus más connotados seguidores. Acostumbrado a vivir a la sombra del Deportivo Cali, plagado de ‘cracks’, próspero y ganador, el América terminaba 1979 en un papel desconocido: campeón del rentado nacional.

Eran los años dorados de la Sultana, aquellos de las añoranzas bucólicas de los caleños cando se ponen a pensar en los Juegos Panamericanos del 77 [corrección: fueron en el 71] . La gente hacía filas para montarse al bus, explican. La ciudad era ordenada, ejemplar en su apego a los valores y el civismo. Los Panamericanos, con sus obras civiles y mejoras de infraestructura, se quedaron para siempre en la memoria colectiva como el hito que representaba la transformación de Cali en una capital moderna y ambiciosa, plena de expectativas por los años venideros.

Claro que eran, también, los primeros años de bonanza sistemática de la familia Rodríguez Orejuela, Gilberto y Miguel. Los años en que Cali se enamoró de la cocaína. No se ha hecho una averiguación periodística propiamente dicha de la sucesión de los acontecimientos, pero fue en esa época cuando Miguel Rodríguez comenzó a ejercer de patrón en el América. A falta de hechos ciertos, abundan los rumores y las historias. Que Miguel era hincha del Cali, pero que la gente del club, que es divinamente, la más rancia aristocracia local, no le había recibido sus dólares. Que en el América hacían falta, y que el club escarlata, hay que reconocerlo, nunca tuvo la solidez institucional del ‘Superdépor’.

De repente, llegaban a Cali jugadores de cartel, como Aurelio José Pascuttini u Óscar ‘Pinino’ Más, y no para vestirse de verde. Para comienzos de 1979, Miguel Rodríguez consigue persuadir al médico Gabriel Ocha Uribe, el técnico que más títulos había ganado en Colombia, de que regresara al fútbol, y se hiciera cargo del América. Su equipo, comandado por jugadores como el goleador Ramón ‘La Fiera’ Cáceres y el arquero Carlos Alfredo Gay, peleó la punta durante todo el año y se impuso al cabo de un cuadrangular final contra Júnior, Magdalena y Santa Fe.

Según el libro publicado en conmemoración del septuagésimo aniversario (1997) de la institución, el domingo 17 de diciembre, al finalizar el penúltimo partido del cuadrangular, contra Santa Fe en el Campín, Ochoa Uribe sentenció: “ Seremos campeones”. El héroe de la final, ante el Unión en el Pascual, fue Alfonso Cañón, la apuesta personal del técnico. El ‘Maestro’, ídolo santafereño, pasaba de los treinta y ya había colgado los guayos, pero regresó a las canchas a pedido expreso de Ochoa, y demostró que conservaba su clase intacta.

Luego del pitazo final, dicen, una marea roja se adueñó de las calles caleñas. En los barrios populares, como El Obrero o Siloé, la celebración fue hasta el amanecer.

Durante buena parte de los treinta años siguientes, América ejercería un dominio casi absoluto sobre el fútbol profesional colombiano. La estrella que consiguió el equipo dirigido por Diego Édison Umaña en diciembre pasado fue la número trece, sumándose así a Millonarios como los clubes más ganadores del país. Se podría afirmar que los primeros cuarenta años del fútbol profesional (que comenzó en 1948) fueron de ‘Millos’, y los treinta siguientes del equipo de Miguel.

Como hincha, me he cuestionado insistentemente este asunto de que América fue de Miguel Rodríguez (por cierto, ahora es de ‘Comba’ o ‘Combatiente’). Es nuestra letra escarlata. También me ha tocado aguantarme las teorías de conspiración sobre sobornos a los árbitro y los jugadores del equipo contrario (la más popular apunta al ‘Gato’ Fernández, arquero y figura del Cali, como culpable de una derrota mortal a finales de los ochenta). Alguna verdad habrá escondida entre tanto rumor, pero este es otro asunto del que nuestro periodismo se ha desentendido por completo.

Y no es que no sea relevante o pertinente, porque todavía Cali sigue bajo el yugo del narco. Han pasado capos de todos los pelambres, seguidos de cerca por sus herederos. Desde Miguel Rodríguez, preso en Estados Unidos junto a su hermano y su hijo mayor, hasta el tal ‘Comba’, sindicado de haber asesinado a su patrón Wílber Varela, alias ‘Jabón’. Cambian los reyezuelos, pero el imperio permanece en pie.

Sin embargo, aunque considero que no se puede negar el influjo de Miguel Rodríguez en mi equipo del alma, y soy el primero en reclamarle a la ciudad donde nací que se mire al espejo, tampoco dejo de emocionarme con los recuerdos ‘pixelados’ de Willington Ortíz, el gol de Freddy Rincón al Cali en el clásico de la final del 92, la regia severidad de Ochoa Uribe, ganador de siete títulos con América y seis con Millonarios, y, cómo no, las cuatro finales de la Copa Libertadores que se perdieron (1985, 1986, 1987, 1996).

Tampoco me cuesta conmoverme, por ejemplo, con el reciente regreso de Ánthony de Ávila a las canchas. Con 174 goles en 485 partidos , el ‘Pitufo’ tiene un crédito ilimitado. Incluso para su explícito agradecimiento con Miguel Rodríguez por su apoyo durante una encrucijada personal.



La historia de Cali de los últimos treinta años es, de cierta manera, la historia del América. Ninguna otra institución simboliza tan claramente los pecados capitales de la sociedad vallecaucana, que permitió que los mafiosos se apoderaran de la ciudad y del departamento. De esa misma manera, para mi, los hinchas del Cali, representan la hipocresía del ‘establecimiento’ departamental, que está presta a rasgarse las vestiduras ante cualquier asomo de ‘inmoralidad’, mientras hace parte de ese concubinato que formó con los narcotraficantes a finales de los setenta y que hoy está más vigente que nunca.


(para Semana, edición del 20 al 26 de septiembre, 2009)