Sunday, February 22, 2009

El socialismo según Xavi

Como ha ocurrido con casi todas las actividades humanas de trascendencia, hace rato que el mercadeo se ha apoderado del fútbol. Ya no basta con jugar bien, esforzarse, ser solidario, cumplir en los entrenamientos y en la cancha, ganar. Ahora es fundamental meterle glamour a la vaina, o resignarse a no valer. Puede decirse, incluso, que si uno viene bien empaquetado, si tiene cómo vender, no es tan importante tener calidad. El paradigma del nuevo modelo, por supuesto, sería David Beckham, cuyos atributos ‘marketineros’ están fuera de toda discusión (es el único ser humano que puede llenar un estadio de fútbol en Estados Unidos), pero cuya valía futbolística no genera unanimidad, por decir lo menos.

Tal es el mundo en el que Xavi Hernández (Terraza, 1980) ha venido a nacer. Ni la demagogia, ni el mercadeo, ni la vanidad del estrellato son cosas que vayan con él. “Es cierto que no vendo y que, a lo mejor, no he calado como otros, pero tampoco es lo que quiero”, declaró hace poco el jugador del Barcelona. “Nunca me he sentido cómodo con todo eso. Huyo de ello. En la gala del FIFA World Player estaba como un flan”.

Y es que, aunque el reconocimiento no sea algo por lo que se desviva, Xavi se ha convertido en una referencia obligada del ‘beautiful game’. A sus 29 años, es el segundo jugador que más partidos ha disputado en su club (453), y cuenta con un palmarés que incluye tres títulos de liga y una Copa de Europa, aunque quizás su consagración definitiva le llegó el verano pasado, cuando lideró a la selección española en la consecución de la Eurocopa, torneo en el cual fue considerado el jugador más valioso.

El pequeño jugador catalán es una de las joyas forjadas en La Massia, la escuela de formación del FC Barcelona, a donde llegó con escasos once años. Durante mucho tiempo se lo comparó con Josep ‘Pep’ Guardiola, quien todavía operaba la sala de máquinas del equipo cuando Xavi debutó en primera, el 18 de agosto de 1998. En su momento, el de Terraza apuró la jubilación de Pep, fue su relevo natural (“hay uno en las inferiores que nos va a retirar a los dos”, cuenta la leyenda que le advirtió Pep a Xavi, refiriéndose a Andrés Iniesta). Y es que ambos venían de la misma cantera, por lo que su interpretación del juego acusaba características similares, denominación de origen: posesión del balón, criterio para repartirlo, combinación exquisita de visión y técnica, aguzado sentido de la oportunidad.

Diez años después de su debut, Xavi es el estandarte futbolístico del Barcelona, uno de los capitanes del equipo, y Pep su director técnico. “Tengo pasión por él”, confiesa el crack, “ha sido mi referencia en todo. Siempre dice: ‘Si piensas en el club no te vas a equivocar’, y tiene toda la razón”. Juntos han obrado un milagro en el equipo, desahuciado tras caer en una versión ‘Culé’ de la galactización que dio al traste con el Madrid de Zidane y Ronaldo y Figo (y Beckham). Lo han liberado de la complacencia, han apagado la hoguera de las vanidades, han restituido el orden que antecede al arte.

Una vieja verdad que ha terminado sepultada bajo la parafernalia modernizante de nuestros tiempos. A estas alturas, quizás sea el secreto mejor guardado del fútbol. Independientemente de qué tan bueno seas, solo serás efectivo en la medida en que tus cualidades estén en función del colectivo. Huidizo equilibrio que solo han alcanzado pocos maestros, porque por lo general son los talentoso las primeras víctimas de sus propios encantos. Xavi no. “Soy una víctima del colectivo”, dice; “socio de todos”. Sin pretensiones, sin peinaditos o aretes, comiendo callado en la derrota y en la victoria, a puro fútbol, Xavi Hernández está en pie de lucha contra una modernidad apabullante. Si algo hemos aprendido de la historia, lo más probable es que termine sucumbiendo, pero eso sí, convertido en un héroe.

(para la revista Slided)