Dicen en Inglaterra que el técnico del Liverpool, Rafael Benítez, tiene los días contados. Que si su equipo no gana algún título esta temporada, los multimillonarios gringos que acaban de comprar el club le van a mostrar el camino de regreso a España. El rumor no es reciente, desde hace meses la prensa deportiva de las islas viene dándole vueltas y vueltas al asunto. Incluso se supone que los nuevos dueños ya han comenzado a entrevistar posibles candidatos a la sucesión.
La campaña del Liverpool, sobra decirlo, no es para tirar cohetes. El fin de semana sufrió una humillante eliminación de la Copa FA ante un equipo de la segunda división, y en la Liga Premier los Reds van quintos, a 19 puntos del líder, inalcanzable. Los fracasos en estos frentes han generado una presión adicional para que Benítez triunfe en la Liga de Campeones. Mientras se acercaba el partido de hoy ante el Ínter de Milán, por los octavos de final de la competición, algunos reportes indicaban que el resultado definiría la suerte del técnico español. En la conferencia de prensa previa al encuentro, los periodistas le plantearon la posibilidad. “Sorprendente”, comentó el madrileño. Sorprendente, también pienso yo.
Ni soy hincha del Liverpool, ni tampoco me entusiasma el fútbol práctico, oficinesco, que caracteriza a los equipos dirigidos por Benítez, pero nada de eso me impide reconocer una verdad tan grande como una casa, y es que Rafa –como se le conoce en el argot futbolero– es uno de los mejores técnicos que hay. Pierde mucho más el Liverpool sin él que Rafa sin el Liverpool.
El madrileño llegó al puerto industrial inglés, en el verano de 2004, luego de ganar la Liga y la Copa de la Uefa con el Valencia. Para entonces, los Reds zozobraban en la marejada de su propia leyenda, igual que tantos equipos con mucha historia y ningún presente (pienso en Millos). El club más laureado de las islas británicas llevaba quince años sin ganar el campeonato local y ventiuno sin hacerse con la Copa de Europa. Bastó una temporada para que Rafa revirtiera la tendencia. En mayo de 2005, en una final memorable disputada en Estambul, Liverpool conquistó su quinta Liga de Campeones ante el AC Milán. Menos de tres años después, el equipo de Benítez ha añadido una FA Cup, una Supercopa Europea y un Community Shield a su abultado palmarés. El año pasado su Liverpool disputó la segunda final de Champions en tres temporadas.
Aunque los trofeos hablan por sí solos, la dimensión de la obra de Rafa Benítez en el Liverpool debe ser sopesada desde otra perspectiva. Además de la animadversión histórica que españoles e ingleses se profesan, Benítez tuvo que sobrellevar la presunción de superioridad de los últimos en lo que respecta al Beautiful Game, que nació en sus islas hace siglo y medio. Un comportamiento intachable, una ética de trabajo a toda prueba, y los resultados paplables de su obsesiva meticulosidad, le han convertido en la avanzada de una tendencia sin antecedentes en la historia del fútbol británico. Gracias al influjo de este pionero, jugadores como José Manuel Reina, Xabi Alonso, o técnicos como Juande Ramos (del Tottenham), entre otros, han desembarcado en la Premier.
Desde un principio, Rafa demostró conocimiento y respeto hacia la cultura futbolera británica. A diferencia de otros colegas, como José Mourinho, Benítez ha tenido un comportamiento ejemplar, alejándose en lo posible de las polémicas, y procurando concentrarse exclusivamente en su club y sus jugadores. La exigente hinchada de Anfield lo tiene entre sus ídolos y, más allá de rivalidades o diferencias, el técnico cuenta con el reconocimiento del medio futbolístico.
A pesar de su trayectoria, Benítez no cuenta con el respaldo de sus nuevos jefes. Él pide tiempo, asegura que si lo aguantan terminará cayendo también el anhelado título de liga para los Reds. Yo le creo, pero los millonarios gringos no. Más que nunca, el fútbol de hoy vive del presente y de los resultados. Poco importa que Rafa haya sido finalista de la Champions hace menos de un año, o que su equipo haya conseguido la gloria en una noche no tan lejana de Estambul. En realidad, es imposible garantizar un título como la Champions cada año. Ganarla una vez es, de por sí, algo extraordinario, en particular con un plantel como el del Liverpool, que nombre por nombre no se puede equiparar con el del Milán, el Barcelona, o incluso el Manchester o el Chelsea. Pero ya no hay reservas de paciencia para el hombre que grabó su nombre en la historia de Anfield. Una temporada que pinta mal, que ni siquiera ha terminado, basta para que su puesto corra peligro. El fútbol actual no responde a ninguna lógica, ni a reflexiones sopesadas, mucho menos a planes en el mediano plazo. Solo valen los últimos resultados y, como siempre gana solo uno, todos los demás se sienten perdedores.
Friday, February 22, 2008
Saturday, February 02, 2008
¿Se acaba la leche del Madrid?
El Real Madrid ha caído (2 por 0) en su visita al recién ascendido Almería, séptimo clasificado en la tabla. El equipo dirigido por Bernd Schuster llegaba al estadio Mediterráneo ostentando un invicto liguero de tres meses, una racha de ocho partidos consecutivos ganados, y la más amplia diferencia, nueve puntos, entre los líderes de las grandes ligas europeas (Inglaterra, Italia, Alemania, Francia).
“Son humanos”, tituló el diario deportivo Marca, al tiempo que el técnico merengue también prefirió una lectura optimista: “La derrota nos viene bien”. Los que sí estamos felices, seguro, somos los hinchas culés. Queremos adivinar un cambio de tendencia en este pinchazo del Madrid. Llevábamos semanas y meses esperando, hasta ahora en vano, que el campeón vigente aflojara el paso.
Y es que, contra todos los pronósticos —por lo menos contra los míos y los de Cruyff— el alemán Schuster ha estirado la dinámica ganadora, el gran legado de Fabio Capello. Ni la salida del italiano, ni la incorporación de varios refuerzos han incidido en el desempeño del Madrid. De hecho, el equipo sigue jugando igual, sigue siendo el mismo conjunto resultadista que salió campeón sin enamorar a su afición. Se suponía que Schuster apostaría por un fútbol ofensivo, lírico, que se compadeciera con el refinado paladar del hincha merengue, y sin embargo depende, ahora más que nunca, de los dos pilares de la temporada anterior: Casillas y Van Nistelrooy.
En efecto, el Madrid es el equipo de la liga que más remates recibe, por encima del colero Levante; solo las providenciales intervenciones de Íker Casillas han impedido que esas llegadas se traduzcan en goles. El arquero castellano tiene la segunda valla menos vencida, aunque lidera las estadísticas de atajadas entre sus colegas (179 en 20 partidos, frente a 104 del arquero del Barsa, Víctor Valdés). En el otro frente, por cuenta de la tremenda efectividad de Ruud Van Nistelrooy (pichichi de la liga anterior, 12 goles en lo que va de ésta), el Madrid es el conjunto que menos veces tiene que llegar a puerta contraria para marcar, y el más goleador del campeonato.
Para el partido de hoy, Van Nistelrooy fue duda hasta último momento, y terminó abandonando por lesión en el entretiempo, dejando al Madrid huérfano de gol. Casillas tuvo una noche normal, y no pudo resolver los problemas que habitualmente le achanta su pésima defensa. La suerte, la otra protagonista de la buena racha madridista, tampoco acudió a la cita. Los merengues nos habían acostumbrado a ganar jugando mal: cuando no los salvaba Casillas o Ruud, los salvaba el palo, o una contra demoledora. Esta noche no. ¿Se acabó la leche del campeón?
“Son humanos”, tituló el diario deportivo Marca, al tiempo que el técnico merengue también prefirió una lectura optimista: “La derrota nos viene bien”. Los que sí estamos felices, seguro, somos los hinchas culés. Queremos adivinar un cambio de tendencia en este pinchazo del Madrid. Llevábamos semanas y meses esperando, hasta ahora en vano, que el campeón vigente aflojara el paso.
Y es que, contra todos los pronósticos —por lo menos contra los míos y los de Cruyff— el alemán Schuster ha estirado la dinámica ganadora, el gran legado de Fabio Capello. Ni la salida del italiano, ni la incorporación de varios refuerzos han incidido en el desempeño del Madrid. De hecho, el equipo sigue jugando igual, sigue siendo el mismo conjunto resultadista que salió campeón sin enamorar a su afición. Se suponía que Schuster apostaría por un fútbol ofensivo, lírico, que se compadeciera con el refinado paladar del hincha merengue, y sin embargo depende, ahora más que nunca, de los dos pilares de la temporada anterior: Casillas y Van Nistelrooy.
En efecto, el Madrid es el equipo de la liga que más remates recibe, por encima del colero Levante; solo las providenciales intervenciones de Íker Casillas han impedido que esas llegadas se traduzcan en goles. El arquero castellano tiene la segunda valla menos vencida, aunque lidera las estadísticas de atajadas entre sus colegas (179 en 20 partidos, frente a 104 del arquero del Barsa, Víctor Valdés). En el otro frente, por cuenta de la tremenda efectividad de Ruud Van Nistelrooy (pichichi de la liga anterior, 12 goles en lo que va de ésta), el Madrid es el conjunto que menos veces tiene que llegar a puerta contraria para marcar, y el más goleador del campeonato.
Para el partido de hoy, Van Nistelrooy fue duda hasta último momento, y terminó abandonando por lesión en el entretiempo, dejando al Madrid huérfano de gol. Casillas tuvo una noche normal, y no pudo resolver los problemas que habitualmente le achanta su pésima defensa. La suerte, la otra protagonista de la buena racha madridista, tampoco acudió a la cita. Los merengues nos habían acostumbrado a ganar jugando mal: cuando no los salvaba Casillas o Ruud, los salvaba el palo, o una contra demoledora. Esta noche no. ¿Se acabó la leche del campeón?
Monday, December 10, 2007
Milagroso Umaña
Quedan noventa minutos para definir el segundo finalista del Finalización (el otro es La Equidad), pero no hace falta esperar el desenlace de la historia en el Grupo A para calificar la campaña del América. Diego Édison Umaña ha obrado un verdadero milagro: además de ganar los puntos que tienen a su equipo peleando por la clasificación a un torneo internacional, el técnico consiguió que los Diablos Rojos tuvieran una consistencia envidiable, recuperando por el camino a los mejores valores del plantel.
Me alegra especialmente la explosión de Hárrison Otálvaro. El joven creador americano se había abandonado a la irregularidad, entrando y saliendo de las listas de convocados, casi nunca jugando de acuerdo a los estándares que dejó como juvenil en las selecciones nacionales. Durante el Finalización tampoco fue titular indiscutido pero, una vez en el cuadrangular, Hárrison fue fundamental para el América. Le vi implicado a fondo, aún más en las últimas dos fechas, cuando el venezolano Rojas no pudo contribuir a plenitud debido a molestias físicas. Está más rápido, tiene el punto de ambición que le faltaba, se entrega hasta el final, y por lo general sus excepcionales condiciones técnicas, su visión del juego privilegiada, marcan las diferencias en el ataque. Ojalá esta progresión no se detenga y Otálvaro pueda llegar tan lejos como apuntan sus buenas formas.
Pablito Armero, Paulo César Arango, Andrés González y Carlos Preciado también se fajaron en las finales. El lateral izquierdo, que también hizo parte del proceso con los juveniles de la selección Colombia, tiene una mejor lectura de los partidos, se dosifica en sus arreones por la banda, no se despista tanto en la marca, y cada vez hace mas daño con sus internadas hacia el centro. Arango volvió al nivel mostrado hace dos años con Ricardo Gareca, ahora con la experiencia necesaria para tener continuidad. El gol que metió el sábado fue una joya: sobre el tiempo, con la responsabilidad enorme de desempatar, con el futuro del equipo en juego, Arango hizo una finta, midió al rival, y metió un puntazo certero que sorprendió al arquero. El gol tuvo un cierto aire a otro que le hiciera Ronaldinho al Chelsea por la Copa de Europa. Andrés González y Carlos Preciado se han convertido en una dupla de garantías atrás, sobre todo cuando el equipo se vuelca al ataque tratando de remontar un marcador desfavorable. La seguridad que no brinda Diego Gómez la dan estos dos defensores.
A propósito del arquero, al que le han caído toda clase de críticas por sus deslices, el sábado tuvo una intervención providencial en tiempo de reposición. Un jugador de Once Caldas le cabeceó a un costado, al piso, y Gómez alcanzó a reaccionar para impedir el empate visitante. Mientras se levantaba del piso, Jorge Banguero lo animaba con palabras de capitán. El Pelícano es otro que ha estado inmenso, pero su fiabilidad ya no sorprende. Quizás un poco sí el excelente estado físico en el que se encuentra, aun cuando le lleva varios años de ventaja a la mayoría de sus compañeros.
El último partido del cuadrangular será ante el Cúcuta Deportivo en la capital fronteriza. El equipo motilón es un hueso duro de roer, por muy eliminado que se encuentre. El sábado en Medellín, Nacional, favorito de los árbitros, tuvo que sudar sangre para empatarle luego de ir perdiendo por dos a cero. Al América solo le vale ganar en el General Santander, pero donde lo tiene más difícil es en Manizales, donde necesita que Once Caldas evite una victoria de los paisas. Si dependiera solo del equipo blanco la vaina no sería tan peliaguda, pero con los árbitros inmiscuyéndose en los resultados, siempre a favor del equipo de Postobón y RCN, no me animaría con esperanzas infundadas.
Por fortuna, los hinchas americanos no dependemos de conjeturas forzosas ni ayudas arbitrales para medir a nuestro equipo. América ya dio la talla, Umaña ya hizo el milagro. Al final solo gana uno, pero no siempre es el mejor.
Me alegra especialmente la explosión de Hárrison Otálvaro. El joven creador americano se había abandonado a la irregularidad, entrando y saliendo de las listas de convocados, casi nunca jugando de acuerdo a los estándares que dejó como juvenil en las selecciones nacionales. Durante el Finalización tampoco fue titular indiscutido pero, una vez en el cuadrangular, Hárrison fue fundamental para el América. Le vi implicado a fondo, aún más en las últimas dos fechas, cuando el venezolano Rojas no pudo contribuir a plenitud debido a molestias físicas. Está más rápido, tiene el punto de ambición que le faltaba, se entrega hasta el final, y por lo general sus excepcionales condiciones técnicas, su visión del juego privilegiada, marcan las diferencias en el ataque. Ojalá esta progresión no se detenga y Otálvaro pueda llegar tan lejos como apuntan sus buenas formas.
Pablito Armero, Paulo César Arango, Andrés González y Carlos Preciado también se fajaron en las finales. El lateral izquierdo, que también hizo parte del proceso con los juveniles de la selección Colombia, tiene una mejor lectura de los partidos, se dosifica en sus arreones por la banda, no se despista tanto en la marca, y cada vez hace mas daño con sus internadas hacia el centro. Arango volvió al nivel mostrado hace dos años con Ricardo Gareca, ahora con la experiencia necesaria para tener continuidad. El gol que metió el sábado fue una joya: sobre el tiempo, con la responsabilidad enorme de desempatar, con el futuro del equipo en juego, Arango hizo una finta, midió al rival, y metió un puntazo certero que sorprendió al arquero. El gol tuvo un cierto aire a otro que le hiciera Ronaldinho al Chelsea por la Copa de Europa. Andrés González y Carlos Preciado se han convertido en una dupla de garantías atrás, sobre todo cuando el equipo se vuelca al ataque tratando de remontar un marcador desfavorable. La seguridad que no brinda Diego Gómez la dan estos dos defensores.
A propósito del arquero, al que le han caído toda clase de críticas por sus deslices, el sábado tuvo una intervención providencial en tiempo de reposición. Un jugador de Once Caldas le cabeceó a un costado, al piso, y Gómez alcanzó a reaccionar para impedir el empate visitante. Mientras se levantaba del piso, Jorge Banguero lo animaba con palabras de capitán. El Pelícano es otro que ha estado inmenso, pero su fiabilidad ya no sorprende. Quizás un poco sí el excelente estado físico en el que se encuentra, aun cuando le lleva varios años de ventaja a la mayoría de sus compañeros.
El último partido del cuadrangular será ante el Cúcuta Deportivo en la capital fronteriza. El equipo motilón es un hueso duro de roer, por muy eliminado que se encuentre. El sábado en Medellín, Nacional, favorito de los árbitros, tuvo que sudar sangre para empatarle luego de ir perdiendo por dos a cero. Al América solo le vale ganar en el General Santander, pero donde lo tiene más difícil es en Manizales, donde necesita que Once Caldas evite una victoria de los paisas. Si dependiera solo del equipo blanco la vaina no sería tan peliaguda, pero con los árbitros inmiscuyéndose en los resultados, siempre a favor del equipo de Postobón y RCN, no me animaría con esperanzas infundadas.
Por fortuna, los hinchas americanos no dependemos de conjeturas forzosas ni ayudas arbitrales para medir a nuestro equipo. América ya dio la talla, Umaña ya hizo el milagro. Al final solo gana uno, pero no siempre es el mejor.
Monday, December 03, 2007
(Pascual) Guerrero
Cada día que pasa, América pinta mejor. No juega bonito, porque propone un fútbol directo, aguerrido, a quemarropa, desprovisto de virtuosismos y sutilezas. Le van más los partidos hoscos, como entre dos bravos: toma y dame, gana el que quede en pie. Se ha vuelto el equipo batallador de antaño. El sábado, ante Nacional, los jugadores escarlatas repartieron pata que daba gusto. Me imagino que trataban de llevar el partido a un terreno en donde se sintieran más cómodos. Los paisas se regodean en la posesión, en la elaboración infinita, y cuentan con figuras que pueden ganar sus duelos particulares, como Aldo Leao, Galván Rey, Camilo Zúñiga o el chileno Martel. Como están las cosas, no se les podía vencer en sus propios términos. América solo sabe luchar. Sin trámites, sin especulaciones, sin burocracia, sin adornos. Acaso algún ardid para perder tiempo, como demorar el saque o tirar pelotas a la cancha.
Para triunfar, un guerrero necesita tener fe, y al equipo de Umaña le sobra. Cuenta con reservas anímicas como para sobreponerse a circunstancias adversas, incluida la derrota. Se ha medido ante lo mejorcito que da la tierra en una instancia definitiva y ha salido muy bien librado. Eso sí, en los tres encuentros que ha disputado tuvo que apretar hasta el final. Cuando ganó, lo hizo con lo justo. El desgaste físico y mental, producto del esfuerzo, se va acumulando, pero por ahora la actitud del grupo ha sido inmejorable. Incluso tras la pifia de Diego Gómez en Manizales, o ante el autogol de Carlos Preciado el sábado, nada de reproches inoportunos, muecas, o manoteos. A remontar.
La solidaridad del América es manifiesta hasta en la fase de ataque, donde habitualmente prevalecen los egoísmos y las individualidades. El equipo no depende de una figura para ganar. Todos cumplen con su parte. En los primeros dos partidos del cuadrangular, el venezolano Rojas y Paulo César Arango habían sido las claves ofensivas. Ante Nacional, apareció Otálvaro: golazo y asistencia. De hecho, el equipo tiene dos fortalezas en ataque, la pelota quieta y la larga distancia de John Valencia, que todavía no ha explotado en estas finales.
Qué lindo ver a la Mechita peleando por los títulos, batiendo a sus rivales cuerpo a cuerpo, llevando hasta el límite sus estrechas posibilidades. Uno quisiera pensar que el próximo miércoles, ante Nacional en Medellin, se define todo, pero no hay tal. Visto lo visto, sólo habrá seguridades al final. Recordemos que aunque la vaina pinta, y pinta bien, apenas hemos recorrido la mitad del camino.
Para triunfar, un guerrero necesita tener fe, y al equipo de Umaña le sobra. Cuenta con reservas anímicas como para sobreponerse a circunstancias adversas, incluida la derrota. Se ha medido ante lo mejorcito que da la tierra en una instancia definitiva y ha salido muy bien librado. Eso sí, en los tres encuentros que ha disputado tuvo que apretar hasta el final. Cuando ganó, lo hizo con lo justo. El desgaste físico y mental, producto del esfuerzo, se va acumulando, pero por ahora la actitud del grupo ha sido inmejorable. Incluso tras la pifia de Diego Gómez en Manizales, o ante el autogol de Carlos Preciado el sábado, nada de reproches inoportunos, muecas, o manoteos. A remontar.
La solidaridad del América es manifiesta hasta en la fase de ataque, donde habitualmente prevalecen los egoísmos y las individualidades. El equipo no depende de una figura para ganar. Todos cumplen con su parte. En los primeros dos partidos del cuadrangular, el venezolano Rojas y Paulo César Arango habían sido las claves ofensivas. Ante Nacional, apareció Otálvaro: golazo y asistencia. De hecho, el equipo tiene dos fortalezas en ataque, la pelota quieta y la larga distancia de John Valencia, que todavía no ha explotado en estas finales.
Qué lindo ver a la Mechita peleando por los títulos, batiendo a sus rivales cuerpo a cuerpo, llevando hasta el límite sus estrechas posibilidades. Uno quisiera pensar que el próximo miércoles, ante Nacional en Medellin, se define todo, pero no hay tal. Visto lo visto, sólo habrá seguridades al final. Recordemos que aunque la vaina pinta, y pinta bien, apenas hemos recorrido la mitad del camino.
Wednesday, November 28, 2007
El último, dice el borracho
América es el borracho. Está escapándose de si mismo, la tragedia implícita en el ejercicio se manifiesta permanentemente. Por cuenta del campañón del último semestre, el equipo ha regresado al primer plano del fútbol profesional, y ahora cuenta hasta con patrocinador, la Industria de Licores del Valle —para el hechizo de la Secta Clinton, aguardiente Blanco. Arrancó los cuadrangulares semifinales con una victoria ante el Cúcuta, ha tenido recaudaciones inéditas en años. Los periodistas deportivos lo incluyen entre sus favoritos para clasificarse a la gran final, los medios televisan cada vez más partidos de la Mechita. En un momento así, en la víspera del segundo partido del cuadrangular, ante Once Caldas en Manizales, el plantel retrasó su salida de Cali como mecanismo de presión para saldar deudas pendientes. En ‘El pulso del fútbol’ —de lejos el mejor programa de fútbol de la radio— Iván Mejía y Hernán Peláez dieron a entender que las directivas se habían puesto al día con unos jugadores, no todos, ante lo cual el equipo decidió plantarse. Umaña está alinderado con ellos. “Por eso no firmo otro contrato”, declaró el técnico.
Tengo asumido que la situación institucional rebosa tanto a Umaña como a los directivos. Hace rato que el club se mueve en la sombra. Está en las manos de los Rodríguez desde los setenta, y se presume que sigue siendo de su propiedad aun ahora, cuando los capos del clan se pudren en cárceles gringas. Lleva una década en la lista negra del Departamento de Estado, lo que implica una muerte financiera y civil, incluso en confines del imperio como este. Tiene deudas enormes y carece de bienes a su nombre. Cascajal, el lugar donde entrenan sus diferentes categorías, pertenece a una sociedad sobre la que existen procesos de expropiación.
De esta forma se acaba una era que fue dorada para América. Todos los títulos que ha obtenido fueron durante el reino del capo. Antes de este período de agonía, hubo dicha en abundancia, estrellas en el horizonte, gloria, figuras, noches inolvidables. El embale. Gozamos sin consideración, al fin y al cabo somos hijos de Cali. Pasada la bacanal, el efecto sedante de una felicidad artificial, en la penumbra se entrevé la basura acumulada, el desperdicio. Se percibe un cierto malestar, aparece la culpa. Un momento de inevitable reflexión en los que se deciden cosas. Darle la vuelta, gambetear al destino, o seguir huyendo hacia adelante, apurando las copas de una juerga infinita.
El milagro de Umaña es un poco eso, una manera de prolongar la borrachera que no se acaba. Porque mientras la noche dure, mientras las estrellas sigan cayendo, se puede ignorar lo demás, se le puede hacer el quite a lo esencial. Hasta el próximo guayabo, hasta la mañana siguiente. Por constitución, porque la tierra jala, América sabe moverse en ese medio como pez en el agua. Tanto así, que estoy empezando a creer que le cabe un título más a la dinastía trucha de Miguel. El último antes de que salga el sol.
Tengo asumido que la situación institucional rebosa tanto a Umaña como a los directivos. Hace rato que el club se mueve en la sombra. Está en las manos de los Rodríguez desde los setenta, y se presume que sigue siendo de su propiedad aun ahora, cuando los capos del clan se pudren en cárceles gringas. Lleva una década en la lista negra del Departamento de Estado, lo que implica una muerte financiera y civil, incluso en confines del imperio como este. Tiene deudas enormes y carece de bienes a su nombre. Cascajal, el lugar donde entrenan sus diferentes categorías, pertenece a una sociedad sobre la que existen procesos de expropiación.
De esta forma se acaba una era que fue dorada para América. Todos los títulos que ha obtenido fueron durante el reino del capo. Antes de este período de agonía, hubo dicha en abundancia, estrellas en el horizonte, gloria, figuras, noches inolvidables. El embale. Gozamos sin consideración, al fin y al cabo somos hijos de Cali. Pasada la bacanal, el efecto sedante de una felicidad artificial, en la penumbra se entrevé la basura acumulada, el desperdicio. Se percibe un cierto malestar, aparece la culpa. Un momento de inevitable reflexión en los que se deciden cosas. Darle la vuelta, gambetear al destino, o seguir huyendo hacia adelante, apurando las copas de una juerga infinita.
El milagro de Umaña es un poco eso, una manera de prolongar la borrachera que no se acaba. Porque mientras la noche dure, mientras las estrellas sigan cayendo, se puede ignorar lo demás, se le puede hacer el quite a lo esencial. Hasta el próximo guayabo, hasta la mañana siguiente. Por constitución, porque la tierra jala, América sabe moverse en ese medio como pez en el agua. Tanto así, que estoy empezando a creer que le cabe un título más a la dinastía trucha de Miguel. El último antes de que salga el sol.
Monday, November 26, 2007
Catorce
“Nos tienen miedo”, apuntaba Tévez en Olé. “Ellos quieren agrandar el triunfo porque saben qué es Argentina”. Tal vez suena tan desagradable porque es cierto. Cuando lo echaron, en el primer tiempo, todos en el estadio celebramos como si se tratara de un gol. Carlos Tévez había sido el jugador más incisivo de un equipo que se gustaba. Tocador. Dominador. Incluso con uno menos, el equipo del Coco fue superior a Colombia, que jugaba como dándole la razón a Tévez.
Con uno menos llegó el gol argentino, de la zurda de Lionel Messi. Riquelme se avivó en una falta, y Messi apiló rival tras rival hasta que fulminó a Julio. Silencio total, como si de repente nos hubiéramos dado cuenta de que la leyenda era cierta. De todos los reemplazos de Maradona que han salido de Argentina, Lionel Messi apunta como el único verosímil. Lleva un tiempo largo asombrándonos con su fútbol vertiginoso. Antes de que se acabara el primer tiempo, la albiceleste ya se había acercado un par de veces más a la cabaña de Julio. Nos quedó la sensación en el cuerpo de que con ese gol bastaría para perder. Aparte del cagómetro disparado, el equipo de Pinto no había dado señales de nada.
El entretiempo, Totono Grisales y Macnelly Torres le cambiaron la cara al cotejo. Por su condición nacionalista, el Totono no es precisamente santo de mi devoción, pero hay que admirar la manera como se ha tomado su papel en el equipo de Pinto, que lo tiene de revulsivo. A pesar de sus galones, Grisales juega el tiempo que lo pongan sin rechistar. Me da la impresión de que al Totono le han sentado las temporadas en Argentina y, más en general, el paso de los años. Lo de Macnelly fue superlativo. Desde que entró, hizo la suya, tomó buenas decisiones, dejó pinceladas. El aporte de los dos volantes desatascó el fútbol de la selección.
El marcador lo desatascó un especialista, Rubén Darío Bustos. “A este le enseñó Jerson”, me recordaba un amigo, también hincha del América, refiriéndose a Jerson González, flojito para cubrir a los delanteros rivales, pero con una pegada letal. Igual que Bustos. El gol argentino se concibió y ejecutó bajo la guardia del lateral derecho, pero sus anotaciones de pelota parada han sido fundamentales en estos primeros partidos de la eliminatoria.
A partir del empate, delirio. Colombia tocaba de primera, encontraba espacios, desbordaba. Los visitantes acusaron, finalmente, el esfuerzo tan cerca de las estrellas. Nosotros recuperamos la fe. El segundo gol fue una jugada colectiva de manual, en la que Macnelly dejó cara a cara a Dairo Moreno con un pase entrelíneas que el delantero del Once Caldas llevó hasta la red, Wason Rentería mediante. Hace catorce años, tres eliminatorias, no le ganábamos a Argentina. La última vez fue el 5 de septiembre de 1993 en el Monumental, el inefable 'cinco a cero'. Los colombianos lo celebramos como tal. Del equipo de Pinto al que tuteó a los argentinos aquella vez hay un abismo lleno de miedo. Sin embargo, la Tricolor nos acaba de regalar una nueva referencia. Agradezcámoselo cada vez que nos acordemos del martes pasado, durante los próximos catorce años.
Con uno menos llegó el gol argentino, de la zurda de Lionel Messi. Riquelme se avivó en una falta, y Messi apiló rival tras rival hasta que fulminó a Julio. Silencio total, como si de repente nos hubiéramos dado cuenta de que la leyenda era cierta. De todos los reemplazos de Maradona que han salido de Argentina, Lionel Messi apunta como el único verosímil. Lleva un tiempo largo asombrándonos con su fútbol vertiginoso. Antes de que se acabara el primer tiempo, la albiceleste ya se había acercado un par de veces más a la cabaña de Julio. Nos quedó la sensación en el cuerpo de que con ese gol bastaría para perder. Aparte del cagómetro disparado, el equipo de Pinto no había dado señales de nada.
El entretiempo, Totono Grisales y Macnelly Torres le cambiaron la cara al cotejo. Por su condición nacionalista, el Totono no es precisamente santo de mi devoción, pero hay que admirar la manera como se ha tomado su papel en el equipo de Pinto, que lo tiene de revulsivo. A pesar de sus galones, Grisales juega el tiempo que lo pongan sin rechistar. Me da la impresión de que al Totono le han sentado las temporadas en Argentina y, más en general, el paso de los años. Lo de Macnelly fue superlativo. Desde que entró, hizo la suya, tomó buenas decisiones, dejó pinceladas. El aporte de los dos volantes desatascó el fútbol de la selección.
El marcador lo desatascó un especialista, Rubén Darío Bustos. “A este le enseñó Jerson”, me recordaba un amigo, también hincha del América, refiriéndose a Jerson González, flojito para cubrir a los delanteros rivales, pero con una pegada letal. Igual que Bustos. El gol argentino se concibió y ejecutó bajo la guardia del lateral derecho, pero sus anotaciones de pelota parada han sido fundamentales en estos primeros partidos de la eliminatoria.
A partir del empate, delirio. Colombia tocaba de primera, encontraba espacios, desbordaba. Los visitantes acusaron, finalmente, el esfuerzo tan cerca de las estrellas. Nosotros recuperamos la fe. El segundo gol fue una jugada colectiva de manual, en la que Macnelly dejó cara a cara a Dairo Moreno con un pase entrelíneas que el delantero del Once Caldas llevó hasta la red, Wason Rentería mediante. Hace catorce años, tres eliminatorias, no le ganábamos a Argentina. La última vez fue el 5 de septiembre de 1993 en el Monumental, el inefable 'cinco a cero'. Los colombianos lo celebramos como tal. Del equipo de Pinto al que tuteó a los argentinos aquella vez hay un abismo lleno de miedo. Sin embargo, la Tricolor nos acaba de regalar una nueva referencia. Agradezcámoselo cada vez que nos acordemos del martes pasado, durante los próximos catorce años.
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Argentina,
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Monday, November 19, 2007
Yo flipo
Leí en El Periódico que hoy se cumplen dos años del día en que Ronaldinho puso el Santiago Bernabeu a sus pies. Barcelona iba camino de su segunda liga consecutiva y de la segunda Copa de Europa en su historia, y pasó por la capital a reclamar honores. El equipo de Rijkaard venció al Real Madrid tres por cero. La exhibición de Ronaldinho, en particular la jugada que culminó con el último gol, conminó a los hinchas merengues a la ovación. “Yo flipo”, masculló Íker Casillas mientras se levantaba del suelo.
Messi todavía era una promesa. Los hinchas culés alucinábamos pensando lo que pasaría cuando se juntaran las mejores versiones del argentino, Dinho y Eto’o. Dos años después, entre las lesiones y los momentos individuales dispares de los tres astros, esa es una pregunta sin respuesta. Existe, incluso, la posibilidad de que nunca sepamos. Al Ronaldinho exuberante, veloz y letal de aquella tarde magnífica en el Bernabéu, al genio que transformó con su fútbol al Barcelona, le ha sucedido un rey autocomplaciente, aletargado, crecientemente burocrático. La explosión definitiva de Messi, la llegada de Henry, lo hacen ver incluso dispensable. El público que le adoraba ahora lo chifla. Los directivos todavía lo apoyan, su entrenador es su cómplice, pero los medios especializados a diario alimentan los rumores: Dinho se va, el rey tiene fecha de caducidad.
Este desenlace de la historia, ese lapso del amor al odio, de la devoción a la repulsión, por sorprendente que resulte, es el curso natural de los ciclos en las entrañas del Barsa. Si el elemento definitorio del madridismo fuera la autocomplacencia, el del culé sería la inseguridad. A veces nos sentimos mejores, pero generalmente tenemos nuestras dudas. Ronaldinho no sería el primer ídolo caído en el prontuario de Can Barsa. Ronaldo, Figo, Maradona, ya se han ido antes de mala manera.
Me resisto a pensar que el Crack Feliz (incidentalmente oriundo de Porto Alegre) terminará así. Verdad que ya no es el de antes, pero me parece que el Barsa está obligado, porque nobleza obliga, a recuperar a su figura. Los directivos y el técnico pensarán igual, de lo contrario lo habrían vendido en el verano. Harían mal en cambiar de idea con la temporada apenas en su primera mitad. Si está jugando mal, siéntenlo, no lo vendan.
El crédito de Dinho no se puede haber agotado por culpa de un bajón, por largo y preocupante que sea. El año pasado fue un desastre, y sin embargo se las arregló para marcar 21 goles, su mejor registro en cuatro años de azulgrana. Este año anda peor, pero de todas maneras suma 5 anotaciones (Raúl y Van Nistelroy, que la rompen, llevan 6). Que se hable de crisis en un jugador que rinde tantos goles indica la naturaleza extraordinaria de su fútbol. Es cierto que el problema es grave, porque su modorra o lo que sea que le pasa podría arrastrar al equipo, pero debe tener una solución. Salir del jugador es una decisión fácil, simplista, casi evasiva. Encontrarle la vuelta a su estado de ánimo, devolverlo al primer nivel, puede ser enormemente complejo, pero es la única alternativa legítima para un club que presume de su paladar exquisito. Ronaldinho nos ha hecho soñar despiertos, el impacto de su juego no se compara con el de ningún jugador de este tiempo. Recuperar esa magia es una recompensa que debería justificar cualquier riesgo.
Messi todavía era una promesa. Los hinchas culés alucinábamos pensando lo que pasaría cuando se juntaran las mejores versiones del argentino, Dinho y Eto’o. Dos años después, entre las lesiones y los momentos individuales dispares de los tres astros, esa es una pregunta sin respuesta. Existe, incluso, la posibilidad de que nunca sepamos. Al Ronaldinho exuberante, veloz y letal de aquella tarde magnífica en el Bernabéu, al genio que transformó con su fútbol al Barcelona, le ha sucedido un rey autocomplaciente, aletargado, crecientemente burocrático. La explosión definitiva de Messi, la llegada de Henry, lo hacen ver incluso dispensable. El público que le adoraba ahora lo chifla. Los directivos todavía lo apoyan, su entrenador es su cómplice, pero los medios especializados a diario alimentan los rumores: Dinho se va, el rey tiene fecha de caducidad.
Este desenlace de la historia, ese lapso del amor al odio, de la devoción a la repulsión, por sorprendente que resulte, es el curso natural de los ciclos en las entrañas del Barsa. Si el elemento definitorio del madridismo fuera la autocomplacencia, el del culé sería la inseguridad. A veces nos sentimos mejores, pero generalmente tenemos nuestras dudas. Ronaldinho no sería el primer ídolo caído en el prontuario de Can Barsa. Ronaldo, Figo, Maradona, ya se han ido antes de mala manera.
Me resisto a pensar que el Crack Feliz (incidentalmente oriundo de Porto Alegre) terminará así. Verdad que ya no es el de antes, pero me parece que el Barsa está obligado, porque nobleza obliga, a recuperar a su figura. Los directivos y el técnico pensarán igual, de lo contrario lo habrían vendido en el verano. Harían mal en cambiar de idea con la temporada apenas en su primera mitad. Si está jugando mal, siéntenlo, no lo vendan.
El crédito de Dinho no se puede haber agotado por culpa de un bajón, por largo y preocupante que sea. El año pasado fue un desastre, y sin embargo se las arregló para marcar 21 goles, su mejor registro en cuatro años de azulgrana. Este año anda peor, pero de todas maneras suma 5 anotaciones (Raúl y Van Nistelroy, que la rompen, llevan 6). Que se hable de crisis en un jugador que rinde tantos goles indica la naturaleza extraordinaria de su fútbol. Es cierto que el problema es grave, porque su modorra o lo que sea que le pasa podría arrastrar al equipo, pero debe tener una solución. Salir del jugador es una decisión fácil, simplista, casi evasiva. Encontrarle la vuelta a su estado de ánimo, devolverlo al primer nivel, puede ser enormemente complejo, pero es la única alternativa legítima para un club que presume de su paladar exquisito. Ronaldinho nos ha hecho soñar despiertos, el impacto de su juego no se compara con el de ningún jugador de este tiempo. Recuperar esa magia es una recompensa que debería justificar cualquier riesgo.
Sunday, November 18, 2007
La horrible noche que se acaba
Pollo, ¿cuáles son las sensaciones?
Dos cero
Ayer sentí profundas las historias épicas de nuestro himno. Aquella horrible noche que se acaba. Aquella libertad sublime. Venezuela es el enemigo entrañable, el hermano al que tenemos que ningunear para reafirmar nuestra esencia. Venezuela es el rival más peligroso porque no existen transigencias para ganar. Venezuela es capitanía general, nosotros virreinato. Las sensaciones son siempre las mismas. A Venezuela es obligatorio ganarle.
Pulga me advierte que me aleje de los pronósticos, pero para mi los resultados en el largo aliento se asientan sobre pequeños triunfos, como el de ayer. Sobre triunfos apretados. Inevitablemente, a lo largo de tres años, la cosa se pondrá fea. Lo que vale es ganar feo. Ahí está la diferencia. Uno no se clasifica ganándole a Argentina en el Monumental. Uno se clasifica ganándole a Venezuela en el Campín. La horrible noche que se acaba.
Dos cero
Ayer sentí profundas las historias épicas de nuestro himno. Aquella horrible noche que se acaba. Aquella libertad sublime. Venezuela es el enemigo entrañable, el hermano al que tenemos que ningunear para reafirmar nuestra esencia. Venezuela es el rival más peligroso porque no existen transigencias para ganar. Venezuela es capitanía general, nosotros virreinato. Las sensaciones son siempre las mismas. A Venezuela es obligatorio ganarle.
Pulga me advierte que me aleje de los pronósticos, pero para mi los resultados en el largo aliento se asientan sobre pequeños triunfos, como el de ayer. Sobre triunfos apretados. Inevitablemente, a lo largo de tres años, la cosa se pondrá fea. Lo que vale es ganar feo. Ahí está la diferencia. Uno no se clasifica ganándole a Argentina en el Monumental. Uno se clasifica ganándole a Venezuela en el Campín. La horrible noche que se acaba.
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Wednesday, November 14, 2007
Gózalo
Dos años después, América vuelve a participar de un cuadrangular semifinal. Un dato a tener en cuenta a la hora de los veredictos. Alegra ver al equipo en estas, sabe mejor ahora que cuando era común. El sorteo emparejó a La Mecha con Nacional, Cúcuta y Once Caldas. De todos, el único equipo que no ha tenido experiencia alguna en competencias internacionales recientes es el que dirige Diego Édison Umaña. Solo los más veteranos del plantel escarlata, Jorge Banguero y Diego Gómez, saben lo que es ganar un título enfundados de americanos.
“América–Nacional es el clásico de Colombia”, declaró el representante del club en el sorteo, celebrado ayer. No conozco al personaje, pero estoy de acuerdo. Hubiera sido preferible encontrárselos en la final, colándose en el más accesible grupo B (Chicó, Tolima, Equidad, Pasto). Ojalá el peaje físico para llegar hasta acá no castigue demasiado al equipo, y se puedan recuperar sus jugadores a tiempo. El plantel no es tan largo como el de Nacional, ni siquiera como el del Cúcuta. Un milagro pasaría porque cada uno de sus jugadores clave: Valdés, González (que vuelve), Armero, el venezonlano Rojas, Ramos, Arango, el propio Banguero, esté intratable. Lo normal sería que América quedara último de su grupo, aunque esto es fútbol y cualquier cosa es posible. Los americanos deberíamos disfrutar este corto verano con intensidad. Lo normal sería que no durara.
“América–Nacional es el clásico de Colombia”, declaró el representante del club en el sorteo, celebrado ayer. No conozco al personaje, pero estoy de acuerdo. Hubiera sido preferible encontrárselos en la final, colándose en el más accesible grupo B (Chicó, Tolima, Equidad, Pasto). Ojalá el peaje físico para llegar hasta acá no castigue demasiado al equipo, y se puedan recuperar sus jugadores a tiempo. El plantel no es tan largo como el de Nacional, ni siquiera como el del Cúcuta. Un milagro pasaría porque cada uno de sus jugadores clave: Valdés, González (que vuelve), Armero, el venezonlano Rojas, Ramos, Arango, el propio Banguero, esté intratable. Lo normal sería que América quedara último de su grupo, aunque esto es fútbol y cualquier cosa es posible. Los americanos deberíamos disfrutar este corto verano con intensidad. Lo normal sería que no durara.
Sunday, November 11, 2007
Me gusta Pinto (condicional)
Me gusta Pinto, no me imaginé nunca en éstas, pero así vamos. Me gustó su equipo contra Brasil en Bogotá y contra Bolivia en La Paz (que nunca se vayan los Andes de una eliminatoria). Me gustó su selección de titulares. El defensa Moreno. El volante Sánchez. Qué bueno ese Sánchez. En mi vida le había oído nombrar. Me desayuné en el partido mismo de su fútbol. Tremendo. Bravo. Al principio se tropezó con un brasilero y por sus muecas de dolor parecía que se iba. Pero siguió. Estrenándose ante todo un Brasil. Ante Kaká, ante Dinho, ante cinco Copas del Mundo. El colombiano promedio, como yo, arruga. Se borra. Se esconde. Sánchez no. Moreno no. El equipo de Pinto tampoco. Tal vez un poquito el Ringo. El Ringo arrugó un poquito. Hasta Agustín Julio pareció un buen arquero.
El milagro se lo adjudico a Pinto. Bien por haberle mostrado la salida a Yépez, a Córdoba. Visto lo visto, mejor afuera. Grandes jugadores, excelentes jugadores. A lo mejor, demasiado jugadores para Colombia. Es que quedamos mal acostumbrados con el Pibe, con Rincón, con el Palomo, con el Tren, con el Tino. Unos cracks. Unos fenómenos. Ahora ya no hay más de esos. Está Sánchez, que juega en un equipo francés normal. Hay jugadores que militan en México, está todo dicho. Hay hasta jugadores de la Mechita (grande Pelícano). Que la normalización de las aguas nos permita reconocer que los jubilados de más arriba no se ven todos los días. Ayer en Pescadito, no vi jugar al nuevo Pibe. Un monstro de esos es raro, extraordinario. Nosotros nos acostumbramos rápido, eso también se nos da natural. Incluso nos quejamos. Que lento, que viejo, que regañón. Nada. Un crack. ¿Rincón? Otro crack. Lo sabrán los hinchas de Santa Fe que todavía quedan, que lo vieron empezar a mostrarse. Ahora que bajaron las aguas, un respeto para esa generación de jubilados. Un respeto. Y un aplauzo para Pinto.
El milagro se lo adjudico a Pinto. Bien por haberle mostrado la salida a Yépez, a Córdoba. Visto lo visto, mejor afuera. Grandes jugadores, excelentes jugadores. A lo mejor, demasiado jugadores para Colombia. Es que quedamos mal acostumbrados con el Pibe, con Rincón, con el Palomo, con el Tren, con el Tino. Unos cracks. Unos fenómenos. Ahora ya no hay más de esos. Está Sánchez, que juega en un equipo francés normal. Hay jugadores que militan en México, está todo dicho. Hay hasta jugadores de la Mechita (grande Pelícano). Que la normalización de las aguas nos permita reconocer que los jubilados de más arriba no se ven todos los días. Ayer en Pescadito, no vi jugar al nuevo Pibe. Un monstro de esos es raro, extraordinario. Nosotros nos acostumbramos rápido, eso también se nos da natural. Incluso nos quejamos. Que lento, que viejo, que regañón. Nada. Un crack. ¿Rincón? Otro crack. Lo sabrán los hinchas de Santa Fe que todavía quedan, que lo vieron empezar a mostrarse. Ahora que bajaron las aguas, un respeto para esa generación de jubilados. Un respeto. Y un aplauzo para Pinto.
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Saturday, September 22, 2007
Voy detrás de la Mecha
La última vez que vi a Pulga fue antes de que se fuera de Bogotá, en su despedida. Me preguntó por el América, como cada vez, y nos acordamos de que esa misma noche había clásico. Así que dejó solos unos instantes a sus amigos cachacos, espantó a su tío que veía una película, y nos sentamos a ver el cotejo.
Terminó empatado, y se configuró una racha de más de dos años en la que la Mecha no le gana un clásico al Cali. ¿Me importa? Mucho menos que otros aspectos de la crisis escarlata. Hace rato que le digo a mis amigos americanos, entre ellos a Pulga, que se acostumbren, que vamos para rato. Que vamos, incluso, para la B. Si llega el día (toco madera, bendito), creo que estoy preparado.
Ha pasado mucha agua por debajo del puente para ser capaz de enfrentar un escenario semejante con naturalidad. Me tocó crecer con una historia totalmente distinta, a la que también me fui acostumbrando. Me tocó ganarle siempre al Cali. Siempre. Por una razón o por otra, cada vez que había que salir de los azucareros (en las finales nacionales, en los pareos coperos, enfín), se salía de ellos. Mis compadres de enfrente se lo adjudicaban, cómo no, a sobornos e interminables teorías de conspiración (según ellas, por ejemplo, el Gato Fernández, arquero verdiblanco, se vendió por lo menos en una ocasión a los dólares de Miguel). El caso es que ganábamos siempre, y para mi fue devaluándose la enconada rivalidad implícita en el clásico (el “aquí no se puede empatar” del maestro Varela). Llegué a ningunear al rival, la envergadura del enfrentamiento, y adopté a Nacional como némesis sustituto. Como los paisas tenían su propio traqueto a bordo, el emparejamiento era más equilibrado.
Ahora Pablo Escobar está muerto y Nacional ha hecho la transición del capo al patrón de Carlos Antonio Vélez (el ‘cacao’ Ardila Lulle) sin mayores turbulencias, mientras Miguel Rodríguez se pudre en una cárcel de Estados Unidos, cuya precaria justicia sustituye a la nuestra, inexistente, y el América es otra vez la Mechita. La caía del cartel significó el fin de la hegemonía escarlata; nuestra época de gloria terminó, igual que la leyenda de Cali, la sucursal del cielo.
Esto que vivimos ahora, este tímido despertar del equipo bajo la égida de Diego Édison Umaña, es un espejismo, una inevitable reminiscencia de lo que se fue para no volver, la patada de un ahogado. Disfrutémosla, pero no la confundamos; seguimos atados a la suerte de los Rodríguez. Hasta que no se corte el cordón umbilical que nos une, no podremos volver a nacer, seguir adelante. Incluso entonces, lo más probable es que el equipo caiga bien en las manos de oportunistas incompetentes y se convierta en un remedo de equipo grande (Millonarios), bien en las de capos de segunda generación, reencauchados en paramilitares (Cúcuta, Medellín) .
Porque la suerte del América está atada, primero que con la suerte de Miguel, con la suerte de Cali. No la ciudad señorial y cívica en la que habitan los prósperos terratenientes de siempre (esa es para los hinchas del Deportivo), que igual dejó de existir hace tiempo (si es que alguna lo hizo allende sus añoranzas bucólicas), sino la gigantesca capital que se debate entre la corrupción generalizada, la indignidad de su miseria, la guerra callejera de la coca, y la infinita autocomplacencia de aquellos capaces de hacer la diferencia pero que se conforman con mantener las diferencias. Esa relación primigenia entre el club y la ciudad que lo parió constituye su principal activo, es la cuota inicial de su grandeza.
Tuvo que arder el rancho, tuvo que venirse abajo el imperio del Cartel, para que yo pudiera entrever esa terrible verdad que me liberó. Ya no voy tras los títulos, sino tras la Mecha, la pasión que hace vibrar al pueblo. ¿América ya no gana los clásicos? Me conformo con que el Deportivo Cali tampoco se quede con los títulos. Por fortuna, y como de costumbre, los azucareros casi nunca me defraudan.
Terminó empatado, y se configuró una racha de más de dos años en la que la Mecha no le gana un clásico al Cali. ¿Me importa? Mucho menos que otros aspectos de la crisis escarlata. Hace rato que le digo a mis amigos americanos, entre ellos a Pulga, que se acostumbren, que vamos para rato. Que vamos, incluso, para la B. Si llega el día (toco madera, bendito), creo que estoy preparado.
Ha pasado mucha agua por debajo del puente para ser capaz de enfrentar un escenario semejante con naturalidad. Me tocó crecer con una historia totalmente distinta, a la que también me fui acostumbrando. Me tocó ganarle siempre al Cali. Siempre. Por una razón o por otra, cada vez que había que salir de los azucareros (en las finales nacionales, en los pareos coperos, enfín), se salía de ellos. Mis compadres de enfrente se lo adjudicaban, cómo no, a sobornos e interminables teorías de conspiración (según ellas, por ejemplo, el Gato Fernández, arquero verdiblanco, se vendió por lo menos en una ocasión a los dólares de Miguel). El caso es que ganábamos siempre, y para mi fue devaluándose la enconada rivalidad implícita en el clásico (el “aquí no se puede empatar” del maestro Varela). Llegué a ningunear al rival, la envergadura del enfrentamiento, y adopté a Nacional como némesis sustituto. Como los paisas tenían su propio traqueto a bordo, el emparejamiento era más equilibrado.
Ahora Pablo Escobar está muerto y Nacional ha hecho la transición del capo al patrón de Carlos Antonio Vélez (el ‘cacao’ Ardila Lulle) sin mayores turbulencias, mientras Miguel Rodríguez se pudre en una cárcel de Estados Unidos, cuya precaria justicia sustituye a la nuestra, inexistente, y el América es otra vez la Mechita. La caía del cartel significó el fin de la hegemonía escarlata; nuestra época de gloria terminó, igual que la leyenda de Cali, la sucursal del cielo.
Esto que vivimos ahora, este tímido despertar del equipo bajo la égida de Diego Édison Umaña, es un espejismo, una inevitable reminiscencia de lo que se fue para no volver, la patada de un ahogado. Disfrutémosla, pero no la confundamos; seguimos atados a la suerte de los Rodríguez. Hasta que no se corte el cordón umbilical que nos une, no podremos volver a nacer, seguir adelante. Incluso entonces, lo más probable es que el equipo caiga bien en las manos de oportunistas incompetentes y se convierta en un remedo de equipo grande (Millonarios), bien en las de capos de segunda generación, reencauchados en paramilitares (Cúcuta, Medellín) .
Porque la suerte del América está atada, primero que con la suerte de Miguel, con la suerte de Cali. No la ciudad señorial y cívica en la que habitan los prósperos terratenientes de siempre (esa es para los hinchas del Deportivo), que igual dejó de existir hace tiempo (si es que alguna lo hizo allende sus añoranzas bucólicas), sino la gigantesca capital que se debate entre la corrupción generalizada, la indignidad de su miseria, la guerra callejera de la coca, y la infinita autocomplacencia de aquellos capaces de hacer la diferencia pero que se conforman con mantener las diferencias. Esa relación primigenia entre el club y la ciudad que lo parió constituye su principal activo, es la cuota inicial de su grandeza.
Tuvo que arder el rancho, tuvo que venirse abajo el imperio del Cartel, para que yo pudiera entrever esa terrible verdad que me liberó. Ya no voy tras los títulos, sino tras la Mecha, la pasión que hace vibrar al pueblo. ¿América ya no gana los clásicos? Me conformo con que el Deportivo Cali tampoco se quede con los títulos. Por fortuna, y como de costumbre, los azucareros casi nunca me defraudan.
Saturday, September 08, 2007
El Madrid retoma donde terminó
A pesar de que el año pasado el Real Madrid protagonizó un remate de liga espectacular y le arrebató sobre el final el título al Fútbol Club Barcelona —poniendo en entredicho la reciente hegemonía de los azulgrana—, el presidente Ramón Calderón tuvo a bien cesar a Fabio Capello, autor del milagro. Aparentemente, luego de recurrir al Sargento para que los sacara del dique seco (la sequía oficial fue de tres años), en el Madrid están listos para volver a jugar bonito.
Así pues, cuando todavía estaba viva la euforia liguera en la capital peninsular, el alemán Bernd Schuster fue designado nuevo director técnico merengue. Schuster fue un crack en su tiempo, un centrocampista exquisito que militó en el Barca, el Madrid y el Atlético (con todos ganó títulos). Como director técnico de equipos de bajo perfil, ha tenido una carrera más que aceptable. Schuster dirigió en España al Levante y al Getafe, al que condujo a la final de la última Copa del Rey. Se estrena en un club del nivel del Madrid, en el que no basta con ganar, sino que además hay que hacerlo con florituras, y en el que la repercusión de cada detalle se multiplica por mil. Veremos qué tal le va.
Por ahora, todo bien. El domingo anterior el último modelo del Madrid mostró su mejor cara, arrollando 5 por 0 al Villarreal en su propia casa. Ante el club castellonense vimos a un equipo rápido, rejuvenecido, ambicioso, preciso y letal, en el que Wesley Sneijder, de 23 años, confirmó las buenas formas que mostró durante la pretemporada. El holandés, proveniente del Ajax de Amsterdam, tiene técnica, visión, pase profundo, larga distancia, definición, dos perfiles, y ya se anuncia como la siguiente figura merengue. Luego de ser el goleador de la pretemporada, ha marcado tres goles en sus primeros dos partidos de liga. Tiene tan encandilada a la prensa como a la afición merengue, y ya lo están comparando con Zidane. A su nuevo técnico, en cambio, le recuerda a un “alemán rubio que solía jugar en su posición en los ochentas”, refiriéndose, por su puesto, a sí mismo.
Durante un verano extremadamente agitado, el equipo blanco se deshizo de trece jugadores, mientras que gastó más de 110 millones de euros para traer otros once, rompiendo de nuevo los techos del mercado veraniego. Robben (37 millones), extremo zurdo del Chelsea, Pepe (30 millones), un central portugués, y Sneijder (27 millones), encabezaron la tabla de los fichajes más costosos de la temporada (el cuarto fue Henry, que le costó 24 millones al Barsa). A pesar del frenesí adquisitivo, al Madrid aun le hace falta un marcador derecho, en donde experimenta con Sergio Ramos, y un delantero para cubrir a su goleador Van Nistelrooy (el reincorporado Soldado no ofrece garantías).
Sobre todo, necesitará tiempo para asimilar la revolución interior. No es fácil cambiar de técnico y de jugadores sin que se resienta el desempeño del equipo. A juzgar por los resultados (dos victorias ante equipos de la envergadura del Atlético y Villareal), los movimiento del verano no han interferido en la dinámica en la que terminó el Madrid la liga anterior. ¿Mantendrá Schuster el tipo hasta cuando se decanten los candidatos y comience la puja definitiva por el título?
Así pues, cuando todavía estaba viva la euforia liguera en la capital peninsular, el alemán Bernd Schuster fue designado nuevo director técnico merengue. Schuster fue un crack en su tiempo, un centrocampista exquisito que militó en el Barca, el Madrid y el Atlético (con todos ganó títulos). Como director técnico de equipos de bajo perfil, ha tenido una carrera más que aceptable. Schuster dirigió en España al Levante y al Getafe, al que condujo a la final de la última Copa del Rey. Se estrena en un club del nivel del Madrid, en el que no basta con ganar, sino que además hay que hacerlo con florituras, y en el que la repercusión de cada detalle se multiplica por mil. Veremos qué tal le va.
Por ahora, todo bien. El domingo anterior el último modelo del Madrid mostró su mejor cara, arrollando 5 por 0 al Villarreal en su propia casa. Ante el club castellonense vimos a un equipo rápido, rejuvenecido, ambicioso, preciso y letal, en el que Wesley Sneijder, de 23 años, confirmó las buenas formas que mostró durante la pretemporada. El holandés, proveniente del Ajax de Amsterdam, tiene técnica, visión, pase profundo, larga distancia, definición, dos perfiles, y ya se anuncia como la siguiente figura merengue. Luego de ser el goleador de la pretemporada, ha marcado tres goles en sus primeros dos partidos de liga. Tiene tan encandilada a la prensa como a la afición merengue, y ya lo están comparando con Zidane. A su nuevo técnico, en cambio, le recuerda a un “alemán rubio que solía jugar en su posición en los ochentas”, refiriéndose, por su puesto, a sí mismo.
Durante un verano extremadamente agitado, el equipo blanco se deshizo de trece jugadores, mientras que gastó más de 110 millones de euros para traer otros once, rompiendo de nuevo los techos del mercado veraniego. Robben (37 millones), extremo zurdo del Chelsea, Pepe (30 millones), un central portugués, y Sneijder (27 millones), encabezaron la tabla de los fichajes más costosos de la temporada (el cuarto fue Henry, que le costó 24 millones al Barsa). A pesar del frenesí adquisitivo, al Madrid aun le hace falta un marcador derecho, en donde experimenta con Sergio Ramos, y un delantero para cubrir a su goleador Van Nistelrooy (el reincorporado Soldado no ofrece garantías).
Sobre todo, necesitará tiempo para asimilar la revolución interior. No es fácil cambiar de técnico y de jugadores sin que se resienta el desempeño del equipo. A juzgar por los resultados (dos victorias ante equipos de la envergadura del Atlético y Villareal), los movimiento del verano no han interferido en la dinámica en la que terminó el Madrid la liga anterior. ¿Mantendrá Schuster el tipo hasta cuando se decanten los candidatos y comience la puja definitiva por el título?
Wednesday, August 29, 2007
Barsa, el mejor
“Uno no se muere dos veces de la misma enfermedad”, es una muletilla a la que me fascina recurrir. La temporada anterior perdí una pequeña fortuna, y el poco crédito moral que todavía conservada entre mi gallada: aposté con mis amigos madridistas que el Barcelona se coronaría campeón de liga. Di lora durante todo el año sobre la superioridad y el lirismo del Barsa, bajé el himno culé de internet y lo puse en altoparlantes mientras empezaban los partidos de Champions, le restregué a todo el que se dejó la superioridad infinita de los azulgrana. Incluso mientras se acercaba el final, y ya el Madrid había superado al Barcelona en la tabla, en una remontada que recordaremos para siempre, me animé a condimentar los duelos entablados con desafíos, exceso de confianza y celebraciones anticipadas. En el entretiempo de la última fecha, con unos resultados parciales a favor, le timbré a cuanto madridista conocía en los confines nacionales. “Ahora sí llegó la hora de la verdad. Las cosas están en su puesto”, recuerdo haberle dicho a uno de ellos. Todo el mundo sabe cómo terminó la vaina. ¿Yo? Apenas atiné a apagar el televisor, el celular, y enterrarme en vida por un par de meses. Hasta que bajara la marea. Uno no se muere dos veces de la misma enfermedad y sin embargo me voy a volver a mandar.
Más de una vez me han echado en cara mi afición por el Barcelona, siendo yo nada más que un caleño del América. Empecé a enfundarme los colores azulgrana en los videojuegos, en torneos apasionantes y eternos que disputaba con mis amigos. Nunca antes le había parado demasiadas bolas al fútbol europeo, ni me había encariñado con ninguna escuadra de aquel continente. Fue a través del FIFA que conocí a fondo mis primeras alineaciones del Barsa. Aunque después aprendí que había siempre un par o más de jugadores por equipo que en realidad no se correspondían con sus clones electrónicos. Anderson, un delantero brasilero que al final de cuentas no hizo mella en la historia culé, rompía todas las redes en los partidos del play o del computador.
Ahora ya no juego más esas vainas, pero en cambio tengo una cita con la historia cada vez que rueda un balón en la liga, o en la vieja Copa de Europa. Alenté al Barsa cuando Rivaldo era la estrella y parecía que el club no se podía desembarazar de una reputación de perdedor compulsivo y talante esquizofrénico. Celebré, por allá a comienzos de este siglo, la primorosa chilena del crack brasilero ante el Valencia como si valiera un campeonato, cuando apenas aseguraba un cuarto puesto. Me quedé esperando que reventara un gran jugador como Kluivert, a quien tuve la dicha de ver jugar, y de quien fui hincha rotundo (¡!). Presencié la irrupción soberbia de Ronaldo en el panorama mundial, con esas arrancadas y ese instinto para definir que hacen parte ya del imaginario del fútbol moderno. Viví la partida de Figo, el capitán, como una traición, e incluso llegué a hermanarme con la escenita que le armaron en el Camp Nou, el día de su regreso vestido de blanco. Participé en discusiones pasadas por alcohol en infinidad de lugares, en varios idiomas, muchos de los cuales no sabía hablar, sobre la supremacía de uno, los defectos del otro, las trampas de aquel, la leche de este, el penal que no fue, el suplente que nunca metieron. Al cabo del tiempo, incluso, terminé por encontrar más de una similitud entre las cortezas constitutivas del espíritu culé y del espíritu escarlata, de la mecha.
Así que viví intensamente, lo más de cerca que pude, la transformación reciente del club catalán. Hace cuatro años llegaron, en orden cronológico, Laporta, Rijkaard y Ronaldinho. El presidente, técnico y figura del cambio. Metamorfosis. Una conjunción extraordinaria de condiciones se confabularon para que el equipo se tornara en una referencia inequívoca. Combinaba y equilibraba las dosis necesarias para hacer de su fútbol el más exquisito del planeta, y también el más ganador.
Más que eso, el FC Barcelona se convirtió en el mejor equipo de Europa. Lo ha venido siendo desde hace cuatro años. Suficientemente bueno como para revertir una tendencia histórica, instalarse en lo más alto de las competencias y emplazar los fundamentos de una nueva hegemonía europea, ignota desde los tiempos del Milán de Capelo, Gullit y Van Basten.
Me voy a volver a mandar, conforme, esta vez, con la posibilidad latente de perder. Puede llover, tronar, pueden caer sapos del cielo, pero nadie le quitará al Barsa lo que se ha ganado paseando sus formas y su calidad por los estadios de Europa. En el último año el acomodo, la suficiencia y algunas falencias en ciertas posiciones específicas, hicieron mella en el desempeño del equipo. Las deficiencias se han cubierto bien con los que han llegado. Toure para apuntalar el medio campo con un hombre grande, trabajador y criterioso (Edmislon y Motta fallaron en el intento); Abidal para darle más peso a la banda izquierda, en donde Silvinho no daba para más; Milito para mejorar el nivel de la defensa. Tres jugadores de primer nivel que llenan vacíos puntuales en el plantel, más un crack con doble filo. La llegada de Henry, un viejo sueño del presidente y la afición, podría servir para que ninguno considerara su posición en el equipo titular como fija, o, por el contrario, para terminar de desbarajustar un ambiente que se percibe similar al del galacticidio madridista. El tiempo, como siempre, dictaminará. Yo me inclino por lo primero. Difícilmente se puede conseguir en el mercado un mejor delantero que Henry, no lo hay más elegante y efectivo. Siempre se portó como un profesional y un cabecilla de grupos excepcionales. Si algún contendor tuvo el Barcelona en la calidad de su juego, ese fue el Arsenal liderado por Henry. El equipo de Londres, literalmente, le quedó pequeño a la enorme ambición cultivada con disciplina y obcecación por su padre, mientras le enseñaba los principios del juego en las duras calles de los suburbios de París. El hambre de Henry es quizás su máxima virtud.
El desafío es para el técnico, Rijkaard. Él, igual que yo, perdió crédito la temporada pasada entre los suyos. Las encuestas lo señalan mayoritariamente como responsable de la debacle barcelonista del año anterior. Se dice que no sabe cómo gestionar los enormes egos que habitan el planeta Barsa. Él no se ha inmutado, como de costumbre, y de hecho se las ha arreglado para que no se cumplan –por ahora, al menos– los numerosos rumores que aseguraban que habría un éxodo de figuras. Antes del final de la temporada pasada se daba por hecho que o bien Dinho o bien Eto’o serían transferidos a otros equipos. “No pueden compartir un mismo vestuario”, se suponía. Sin embargo, ambos harán parte del plantel y, después de un verano salpicado de señales falsas, apenas existe una leve incertidumbre alrededor de la presencia de Deco. Es una buena señal, porque significa que el Barsa ha encajado el fracaso deportivo con sentido crítico, pero sin ponerse nerviosos.
Este año me voy a volver a mandar; mi equipo es el favorito. En alguna parte leí que comenzaba una temporada histórica para el Barsa. La temporada que pondrá a prueba los galones de general, ganados en campañas memorables, del mejor equipo de Europa. El mejor no siempre gana, pero siempre se sabe cual es. El mejor es el Barsa.
Palomo
Más de una vez me han echado en cara mi afición por el Barcelona, siendo yo nada más que un caleño del América. Empecé a enfundarme los colores azulgrana en los videojuegos, en torneos apasionantes y eternos que disputaba con mis amigos. Nunca antes le había parado demasiadas bolas al fútbol europeo, ni me había encariñado con ninguna escuadra de aquel continente. Fue a través del FIFA que conocí a fondo mis primeras alineaciones del Barsa. Aunque después aprendí que había siempre un par o más de jugadores por equipo que en realidad no se correspondían con sus clones electrónicos. Anderson, un delantero brasilero que al final de cuentas no hizo mella en la historia culé, rompía todas las redes en los partidos del play o del computador.
Ahora ya no juego más esas vainas, pero en cambio tengo una cita con la historia cada vez que rueda un balón en la liga, o en la vieja Copa de Europa. Alenté al Barsa cuando Rivaldo era la estrella y parecía que el club no se podía desembarazar de una reputación de perdedor compulsivo y talante esquizofrénico. Celebré, por allá a comienzos de este siglo, la primorosa chilena del crack brasilero ante el Valencia como si valiera un campeonato, cuando apenas aseguraba un cuarto puesto. Me quedé esperando que reventara un gran jugador como Kluivert, a quien tuve la dicha de ver jugar, y de quien fui hincha rotundo (¡!). Presencié la irrupción soberbia de Ronaldo en el panorama mundial, con esas arrancadas y ese instinto para definir que hacen parte ya del imaginario del fútbol moderno. Viví la partida de Figo, el capitán, como una traición, e incluso llegué a hermanarme con la escenita que le armaron en el Camp Nou, el día de su regreso vestido de blanco. Participé en discusiones pasadas por alcohol en infinidad de lugares, en varios idiomas, muchos de los cuales no sabía hablar, sobre la supremacía de uno, los defectos del otro, las trampas de aquel, la leche de este, el penal que no fue, el suplente que nunca metieron. Al cabo del tiempo, incluso, terminé por encontrar más de una similitud entre las cortezas constitutivas del espíritu culé y del espíritu escarlata, de la mecha.
Así que viví intensamente, lo más de cerca que pude, la transformación reciente del club catalán. Hace cuatro años llegaron, en orden cronológico, Laporta, Rijkaard y Ronaldinho. El presidente, técnico y figura del cambio. Metamorfosis. Una conjunción extraordinaria de condiciones se confabularon para que el equipo se tornara en una referencia inequívoca. Combinaba y equilibraba las dosis necesarias para hacer de su fútbol el más exquisito del planeta, y también el más ganador.
Más que eso, el FC Barcelona se convirtió en el mejor equipo de Europa. Lo ha venido siendo desde hace cuatro años. Suficientemente bueno como para revertir una tendencia histórica, instalarse en lo más alto de las competencias y emplazar los fundamentos de una nueva hegemonía europea, ignota desde los tiempos del Milán de Capelo, Gullit y Van Basten.
Me voy a volver a mandar, conforme, esta vez, con la posibilidad latente de perder. Puede llover, tronar, pueden caer sapos del cielo, pero nadie le quitará al Barsa lo que se ha ganado paseando sus formas y su calidad por los estadios de Europa. En el último año el acomodo, la suficiencia y algunas falencias en ciertas posiciones específicas, hicieron mella en el desempeño del equipo. Las deficiencias se han cubierto bien con los que han llegado. Toure para apuntalar el medio campo con un hombre grande, trabajador y criterioso (Edmislon y Motta fallaron en el intento); Abidal para darle más peso a la banda izquierda, en donde Silvinho no daba para más; Milito para mejorar el nivel de la defensa. Tres jugadores de primer nivel que llenan vacíos puntuales en el plantel, más un crack con doble filo. La llegada de Henry, un viejo sueño del presidente y la afición, podría servir para que ninguno considerara su posición en el equipo titular como fija, o, por el contrario, para terminar de desbarajustar un ambiente que se percibe similar al del galacticidio madridista. El tiempo, como siempre, dictaminará. Yo me inclino por lo primero. Difícilmente se puede conseguir en el mercado un mejor delantero que Henry, no lo hay más elegante y efectivo. Siempre se portó como un profesional y un cabecilla de grupos excepcionales. Si algún contendor tuvo el Barcelona en la calidad de su juego, ese fue el Arsenal liderado por Henry. El equipo de Londres, literalmente, le quedó pequeño a la enorme ambición cultivada con disciplina y obcecación por su padre, mientras le enseñaba los principios del juego en las duras calles de los suburbios de París. El hambre de Henry es quizás su máxima virtud.
El desafío es para el técnico, Rijkaard. Él, igual que yo, perdió crédito la temporada pasada entre los suyos. Las encuestas lo señalan mayoritariamente como responsable de la debacle barcelonista del año anterior. Se dice que no sabe cómo gestionar los enormes egos que habitan el planeta Barsa. Él no se ha inmutado, como de costumbre, y de hecho se las ha arreglado para que no se cumplan –por ahora, al menos– los numerosos rumores que aseguraban que habría un éxodo de figuras. Antes del final de la temporada pasada se daba por hecho que o bien Dinho o bien Eto’o serían transferidos a otros equipos. “No pueden compartir un mismo vestuario”, se suponía. Sin embargo, ambos harán parte del plantel y, después de un verano salpicado de señales falsas, apenas existe una leve incertidumbre alrededor de la presencia de Deco. Es una buena señal, porque significa que el Barsa ha encajado el fracaso deportivo con sentido crítico, pero sin ponerse nerviosos.
Este año me voy a volver a mandar; mi equipo es el favorito. En alguna parte leí que comenzaba una temporada histórica para el Barsa. La temporada que pondrá a prueba los galones de general, ganados en campañas memorables, del mejor equipo de Europa. El mejor no siempre gana, pero siempre se sabe cual es. El mejor es el Barsa.
Palomo
Tuesday, May 15, 2007
Satanás
“Veo al diablo en el nuevo escudo”, declaró en su momento Monseñor Óscar Uribe, obispo de Cúcuta. Hace casi un año los flamantes dueños del Cúcuta Deportivo llevaron hasta las últimas consecuencias el proceso de renovación total que les ha conseguido ya un título profesional de fútbol, al escoger una firma de publicidad bogotana para que rediseñara el uniforme y el escudo del equipo, con más de setenta años de existencia.
El resultado produjo una reacción vehemente de la hinchada motilona, que se manifestó contrariada en los espacios virtuales, reservada en las opiniones del técnico Jorge Luis Pinto y fatídica en la confesión del obispo. Yo pienso que el prelado tiene buen ojo, pero está confundido. El diablo no está en el escudo, sino detrás de los intereses que rigen el club desde el 2006.
El gestor de la monumental transformación del Cúcuta se llama Ramiro Suárez, alcalde de la ciudad fronteriza, cuyas virtudes ensalza hasta el asco la revista Semana en su última edición. Según la publicación, Suárez se hizo a las riendas del club cuando todavía militaba en segunda, mediante una transacción de 1.200 millones de pesos. “Con el apoyo de todos los cucuteños”, el mandatario consiguió no solo el título de la B, sino coronarse campeón de la categoría máxima y consolidar su equipo como uno de los más regulares del pobretón rentado nacional.
Está claro que nadie quiere saber de polémicas, porque esta sarta de éxitos ha sido recibida con alborozo no sólo por la fanaticada del club, sino por los medios de comunicación nacionales, que ejercen desde Bogotá. Llama la atención que entre tanto Catón que tiene nuestra patria, tanto moralista presto a reducir su vestimenta a andrajos ante el menor movimiento en falso de los demás, no haya habido uno que reaccione con sana sospecha ante la irrupción del Cúcuta entre los grandes.
Más aun cuando es de público conocimiento que el señor Suárez fue asegurado en junio de 2004, en uno de los primeros casos registrados del escándalo de la parapolítica en Colombia. El edil municipal fue acusado de amancebamiento con los paramilitares, como en efecto parecían indicar las grabaciones de sus conversaciones telefónicas con Carlos Enrique Rojas Mora, ‘El Gato’, comandante del Bloque Fronteras de las AUC, y el testimonio de su jefe de escoltas.
Para sorpresa de muchos, Suárez fue absuelto tras ocho meses de detención. Sin embargo, no fue el único caso en relación con las AUC que no prosperó en la seccional de la Fiscalía en el Norte de Santander. Su directora, Ana María Flórez, eventualmente se daría a la fuga, acusada de nexos con paras. En Marzo pasado fue condenada a 147 meses de prisión por la Corte Suprema de Justicia. El fallo mencionaba la existencia de un “convenio criminal con las AUC”.
En abril surgió otro testimonio en contra del burgomaestre. Jhon Mario Salazar, miembro del Bloque Catatumbo que se acogió a la ley de Justicia y Paz y ha confesado más de medio centenar de homicidios, declaró haber asesinado a un funcionario departamental por “un favor pendiente” entre ‘El Gato’ y Suárez.
A este último, sin embargo, se lo nota distendido, satisfecho. Al fin y al cabo el Cúcuta, al que piensa dedicarse de lleno después de finalizar su administración, está entre los mejores ocho del continente, y él se sabe arquitecto de la obra y absuelto por la justicia. Cabría objetarle que lo suyo no es verdaderamente original. Suárez no es el primero que se sirve del fútbol para alcanzar la gloria y apuntalar en el camino la legitimación social de una fortuna mal habida y una vida dedicada al crimen.
El resultado produjo una reacción vehemente de la hinchada motilona, que se manifestó contrariada en los espacios virtuales, reservada en las opiniones del técnico Jorge Luis Pinto y fatídica en la confesión del obispo. Yo pienso que el prelado tiene buen ojo, pero está confundido. El diablo no está en el escudo, sino detrás de los intereses que rigen el club desde el 2006.
El gestor de la monumental transformación del Cúcuta se llama Ramiro Suárez, alcalde de la ciudad fronteriza, cuyas virtudes ensalza hasta el asco la revista Semana en su última edición. Según la publicación, Suárez se hizo a las riendas del club cuando todavía militaba en segunda, mediante una transacción de 1.200 millones de pesos. “Con el apoyo de todos los cucuteños”, el mandatario consiguió no solo el título de la B, sino coronarse campeón de la categoría máxima y consolidar su equipo como uno de los más regulares del pobretón rentado nacional.
Está claro que nadie quiere saber de polémicas, porque esta sarta de éxitos ha sido recibida con alborozo no sólo por la fanaticada del club, sino por los medios de comunicación nacionales, que ejercen desde Bogotá. Llama la atención que entre tanto Catón que tiene nuestra patria, tanto moralista presto a reducir su vestimenta a andrajos ante el menor movimiento en falso de los demás, no haya habido uno que reaccione con sana sospecha ante la irrupción del Cúcuta entre los grandes.
Más aun cuando es de público conocimiento que el señor Suárez fue asegurado en junio de 2004, en uno de los primeros casos registrados del escándalo de la parapolítica en Colombia. El edil municipal fue acusado de amancebamiento con los paramilitares, como en efecto parecían indicar las grabaciones de sus conversaciones telefónicas con Carlos Enrique Rojas Mora, ‘El Gato’, comandante del Bloque Fronteras de las AUC, y el testimonio de su jefe de escoltas.
Para sorpresa de muchos, Suárez fue absuelto tras ocho meses de detención. Sin embargo, no fue el único caso en relación con las AUC que no prosperó en la seccional de la Fiscalía en el Norte de Santander. Su directora, Ana María Flórez, eventualmente se daría a la fuga, acusada de nexos con paras. En Marzo pasado fue condenada a 147 meses de prisión por la Corte Suprema de Justicia. El fallo mencionaba la existencia de un “convenio criminal con las AUC”.
En abril surgió otro testimonio en contra del burgomaestre. Jhon Mario Salazar, miembro del Bloque Catatumbo que se acogió a la ley de Justicia y Paz y ha confesado más de medio centenar de homicidios, declaró haber asesinado a un funcionario departamental por “un favor pendiente” entre ‘El Gato’ y Suárez.
A este último, sin embargo, se lo nota distendido, satisfecho. Al fin y al cabo el Cúcuta, al que piensa dedicarse de lleno después de finalizar su administración, está entre los mejores ocho del continente, y él se sabe arquitecto de la obra y absuelto por la justicia. Cabría objetarle que lo suyo no es verdaderamente original. Suárez no es el primero que se sirve del fútbol para alcanzar la gloria y apuntalar en el camino la legitimación social de una fortuna mal habida y una vida dedicada al crimen.
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Sunday, May 06, 2007
Bajamar
Ahora es así. Todos los fines de semana, lo mismo. Vas a Barranquilla, donde la cerveza águila se vende, pero en vaso de plástico, para prevenir incidentes. Unas a dios y otras al diablo. Vas a Barranquilla: te meten tres, te vas. Pasan los meses, estás en Bogotá, Santa Fe te pasa por encima. Toca clásico en Cali, más de lo mismo. Apague y vámonos. Te querés morir todo el tiempo, ahora es así.
Me parece que seguirá siendo. Que detrás de los piques y las gambetas tristes de este América se esconde un futuro sinuoso, una decadencia aun más menuda, más persistente. Mi club inmolándose por la memoria del cartel. Aquí hablan del civismo de los setenta. Quítate la mascara. Cali fue capital coquera desde antes de que yo naciera. Desde antes de que Miguel Rodríguez pusiera el ojo en los diablos rojos. Mientras se agrandan nuestras dudas, recordémoslo. Aquí yace la huella de Miguel. La bajamar de una noche de centellas. La ruinosa realidad que nos ha quedado.
Me parece que seguirá siendo. Que detrás de los piques y las gambetas tristes de este América se esconde un futuro sinuoso, una decadencia aun más menuda, más persistente. Mi club inmolándose por la memoria del cartel. Aquí hablan del civismo de los setenta. Quítate la mascara. Cali fue capital coquera desde antes de que yo naciera. Desde antes de que Miguel Rodríguez pusiera el ojo en los diablos rojos. Mientras se agrandan nuestras dudas, recordémoslo. Aquí yace la huella de Miguel. La bajamar de una noche de centellas. La ruinosa realidad que nos ha quedado.
Monday, August 28, 2006
Cruyff sobre el Chelsea
L.V. Ha tocado el Chelsea. Es un equipo que se ha reforzado y del que dicen que Abramovich, su presidente, exige que juegue como el Barça. Es muy difícil que el Chelsea juegue como el Barça.
J.C. Es una petición muy típica de un directivo. Primero hay que tener un técnico que tenga la mentalidad para jugar así, después hay que tener los jugadores para jugar así, y esto no es fácil. Como lo hace el Barça parece fácil, pero es como cuando ves a Tiger Woods jugar y crees que tú puedes hacer lo mismo, y no. El Chelsea tiene grandísimos jugadores, pero la debilidad que le veo es que juega mucho tiempo sin el balón, quiero decir que no marca el ritmo, y es un equipo que en su liga tiene muchos partidos y necesita del físico. Cuando ves al Barça da la sensación que se desgasta poco, pero esa es una calidad muy difícil en el fútbol: tener el balón y correr poco.
(Johan Cruyff en entrevista
con Jordi Juan y Dagoberto Escorcia
de La Vanguardia)
J.C. Es una petición muy típica de un directivo. Primero hay que tener un técnico que tenga la mentalidad para jugar así, después hay que tener los jugadores para jugar así, y esto no es fácil. Como lo hace el Barça parece fácil, pero es como cuando ves a Tiger Woods jugar y crees que tú puedes hacer lo mismo, y no. El Chelsea tiene grandísimos jugadores, pero la debilidad que le veo es que juega mucho tiempo sin el balón, quiero decir que no marca el ritmo, y es un equipo que en su liga tiene muchos partidos y necesita del físico. Cuando ves al Barça da la sensación que se desgasta poco, pero esa es una calidad muy difícil en el fútbol: tener el balón y correr poco.
(Johan Cruyff en entrevista
con Jordi Juan y Dagoberto Escorcia
de La Vanguardia)
Friday, August 25, 2006
Todos contra el ruso
El Chelsea es el América inglés, con algunas diferencias. Roman Abramovich no escogió un equipo popular sino al burgués de Londres para meter su mal habido billete. El taicún ruso, de trentinueve años, es el segundo hombre más rico del Reino Unido, y su fortuna, estimada en cerca de 18.000 millones de dólares, es la onceava más escandalosas del planeta, según el famoso conteo de la revista Forbes correspondiente al año en curso.
De origen judío, Abramovich quedó huérfano muy temprano y fue criado entre necesidades por sus abuelos maternos en la estepa rusa. Pasó por el instituto industrial de la ciudad de Ukhta y por las fuerzas armadas antes de interesarse en el petróleo, comerciando derivados desde la mayor refinería rusa, ubicada en Omsk, al extremo occidental de Siberia, hacia el resto del país.
El pequeño tiburón demostró desde muy temprano sus habilidades. En 1992 se convirtió en el protegido del magnate industrial Boris Berezovsky, quien lo incluyó dentro de la rosca del entonces presidente Boris Yeltsin. Eran los primeros años después de la irrupción del capitalismo y sus salvajadas en Rusia.
Los viejos monopolios estatales de la era del comunismo soviético fueron subastados al mejor postor, con las precarias garantías que podían ofrecer los gobiernos de turno, y la atenta supervisión de los chicos listos de la escuela de Chicago. Se suponía que la propiedad de las empresas se repartiría entre sus trabajadores y los ciudadanos rusos, con porcentajes controlados para los grandes capitales, aunque eventualmente las riquezas del país terminaron concentradas en los bolsillos de los allegados al régimen. Se calcula que el 60% de la economía es propiedad de los 23 empresarios mejor posicionados durante la repartición del pastel.
Las instituciones del estado fueron incapaces de garantizar la observancia de las reglas del juego y, en cambio, fueron utilizadas frecuentemente como herramientas de persecución política o económica. En 2001, Putin se hizo con la presidencia, y una de sus primeras iniciativas fue revisar al detalle las operaciones financieras de las grandes empresas del país, y liderar una arremetida judicial contra sus propietarios a nombre de la evasión, el fraude y demás delitos fiscales.
Berezovsky, a la postre el industrial más poderoso de Rusia, cayó en desgracia por cuenta de la cruzada moral de Putin, y huyó hacia Inglaterra dejando atrás varios cargos criminales pendientes. Abramovich, con 35 años, reconoció una oportunidad de oro, y consolidó su enorme fortuna en los despojos de la de su mentor. En su portafolio se destacaban el 80% de la petrolera rusa Sibneft, la quinta más grande del país; la mitad de Rusal, el monopolio de los aluminios y la segunda empresa del sector en el mundo; y un cuarto de Aeroflot, la aerolínea nacional.
Desde hace unos cuantos años el multimillonario ha trasladado su residencia, y al pequeño ejército que lo protege, a Londres. A él también lo acechan investigaciones y sospechas por los ardides de los que se valió para amasar su riqueza. Se rumora que Roman se ha alejado poco a poco de sus negocios, vendiendo grandes partes de sus paquetes accionarios, para enfocarse en una de sus últimas obsesiones: el fútbol.
En 2003, el ruso pagó algo más de 250 millones de dólares para mandar en el Chelsea, y desde entonces se ha gastado cerca del doble en contratos y transferencias. Las pérdidas del club en los últimos dos ejercicios (2004 y 2005) superan los 410 millones de dólares, el costo que hubo que pagar para que el equipo consiguiera el segundo título de liga de su historia, e inmediatamente después el tercero.
La irrupción de Abramovich en el fútbol inglés ha generado malestares de diversa índole. Desde los trabajadores que se parten el lomo en las heladas refinerías siberianas de Sibneft hace décadas, que de alguna forma sienten como suya la fortuna que Abramovich despilfarra en las islas británicas, hasta los hinchas de los demás equipos de la Premiership, que lo aborrecen por la manera arrogante y ostentosa en la que se ha hecho dueño de los máximos honores, pasando por los clubes grandes pero ‘responsables’ de Europa, indignados por la competencia desequilibrada que supone competir en los escenarios del continente contra un equipo para el cual no aplican las restricciones presupuestales de los demás.
Aunque Abramovich tiene intereses en otro equipos de fútbol, como el CSKA de Moscú o el Corinthians brasilero, con el que se lo asocia frecuentemente, su juguete favorito es el Chelsea. Sólo el club del barrio pupi de la capital inglesa lo puede conducir hasta las instancias finales de la histórica Copa de Europa, que desde hace más de una década se conoce como Liga de Campeones.
Los títulos de la Premier están bien, sobre todo teniendo en cuenta que Chelsea llevaba cincuenta años sin celebrar, pero la verdadera gloria se juega en los estadios de las capitales europeas. Roman quiere ganar una Orejona a como dé lugar. Este verano se involucró personalmente en la transferencia del delantero milanista Andriy Shevchenko, reuniéndose varias veces con el Balón de Oro a bordo de su espléndido yate. Michael Ballack, la estrella del Bayern de Munich, y Salomon Kalou, el joven delantero de Costa de Marfil, también se han sumado al plantel durante un agitado parate.
El bicampeón se perfila como candidato en las cuentas de los especialistas, pero al técnico José Mourinho no le bastará un eventual (e histórico) tercer título en seguidilla para asegurarse su propio paseo veraniego por el Mediterráneo con el magnate y su esposa al finalizar el curso. Abramovich ha puesto un par de cracks mediáticos en el plantel, apostando por que su calidad haga del Chelsea un equipo imbatible.
El círculo personal del ruso ha filtrado a los medios que Abramovich no se toma nada bien que Mourinho recurra a la fórmula, que Gabriel Ochoa Uribe aplicó en la final de la Libertadores de 1987, de poner a un back centro en el área rival y mandar bombazos a la olla para buscar el gol salvador. Se suponía que los fichajes de Ballack y Sheva iban a proporcionarle al portugués los recursos ofensivos como para no tener que recurrir a semejante ramplonería, pero el técnico volvió a intentarlo en el partido por la Charity Shield, el domingo 13 de agosto.
Aquel día ganó Liverpool, tiñendo por un instante el horizonte de su rival. Mourinho enfrenta un año en el que deberá superar sus estándares, desplegando en la cancha un fútbol eficiente y además gustador, y manejar un camerino en el que se conglomeran los grandes jugadores (y sus egos ídem), todo mientras su jefe le respira en la nuca.
The Special One, como ha dado en apodarlo la prensa británica, estrenó la temporada con un nuevo corte de pelo, que él definió como “de ir a la guerra”. Esta semana los cronistas recordaban que el entrenador, campeón de la Copa de Europa con el Porto, nunca ha estado más de cuatro años en un cargo, insinuando que la creciente intervención de su patrón podría conducir a un desenlace abrupto.
La derrota ante el Middlesbrough y el sorteo de la Champions han de tener alborotado el genio del técnico mejor pago de Inglaterra. Chelsea comparte el Grupo A con Barcelona, Werder Bremen y el Leksky Sofía de Bulgaria, y bastarían un par de distracciones para quedarse por fuera. Barsa irá a Stamford Bridge por tercera vez consecutiva, en lo que ya es un clásico de la Champions. En la última edición fueron los de Rijkaard quienes bajaron del bus al campeón inglés, apenas en octavos de final. Werder Bremen no está pintado en la pared –como si lo está el Leksky–, y es de esperarse que el club haya salido fortalecido con el espléndido Mundial del goleador Miroslav Klose y las nada despreciables rentas de su compañero en club y selección, Tim Borowski.
Mourinho tiene el equipo, el conocimiento y la habilidad como para sellar su cuarto año en Londres con una temporada con la que justifique un apodo todavía más rimbombante. Cuenta, además, con los recursos ilimitados de Roman Abramovich, el patrón del fútbol inglés. Si Roman aguanta, Chelsea, qué duda cabe, consolidará su naciente dinastía en la Liga Premier. Pero haría bien el ruso en echarle una ojeadita a la historia de una hegemonía como la suya. La del América en Colombia. Esta temporada sabremos qué moraleja tiene el fútbol para la fábula del Ruso y el Chelsea.
Palomo
De origen judío, Abramovich quedó huérfano muy temprano y fue criado entre necesidades por sus abuelos maternos en la estepa rusa. Pasó por el instituto industrial de la ciudad de Ukhta y por las fuerzas armadas antes de interesarse en el petróleo, comerciando derivados desde la mayor refinería rusa, ubicada en Omsk, al extremo occidental de Siberia, hacia el resto del país.
El pequeño tiburón demostró desde muy temprano sus habilidades. En 1992 se convirtió en el protegido del magnate industrial Boris Berezovsky, quien lo incluyó dentro de la rosca del entonces presidente Boris Yeltsin. Eran los primeros años después de la irrupción del capitalismo y sus salvajadas en Rusia.
Los viejos monopolios estatales de la era del comunismo soviético fueron subastados al mejor postor, con las precarias garantías que podían ofrecer los gobiernos de turno, y la atenta supervisión de los chicos listos de la escuela de Chicago. Se suponía que la propiedad de las empresas se repartiría entre sus trabajadores y los ciudadanos rusos, con porcentajes controlados para los grandes capitales, aunque eventualmente las riquezas del país terminaron concentradas en los bolsillos de los allegados al régimen. Se calcula que el 60% de la economía es propiedad de los 23 empresarios mejor posicionados durante la repartición del pastel.
Las instituciones del estado fueron incapaces de garantizar la observancia de las reglas del juego y, en cambio, fueron utilizadas frecuentemente como herramientas de persecución política o económica. En 2001, Putin se hizo con la presidencia, y una de sus primeras iniciativas fue revisar al detalle las operaciones financieras de las grandes empresas del país, y liderar una arremetida judicial contra sus propietarios a nombre de la evasión, el fraude y demás delitos fiscales.
Berezovsky, a la postre el industrial más poderoso de Rusia, cayó en desgracia por cuenta de la cruzada moral de Putin, y huyó hacia Inglaterra dejando atrás varios cargos criminales pendientes. Abramovich, con 35 años, reconoció una oportunidad de oro, y consolidó su enorme fortuna en los despojos de la de su mentor. En su portafolio se destacaban el 80% de la petrolera rusa Sibneft, la quinta más grande del país; la mitad de Rusal, el monopolio de los aluminios y la segunda empresa del sector en el mundo; y un cuarto de Aeroflot, la aerolínea nacional.
Desde hace unos cuantos años el multimillonario ha trasladado su residencia, y al pequeño ejército que lo protege, a Londres. A él también lo acechan investigaciones y sospechas por los ardides de los que se valió para amasar su riqueza. Se rumora que Roman se ha alejado poco a poco de sus negocios, vendiendo grandes partes de sus paquetes accionarios, para enfocarse en una de sus últimas obsesiones: el fútbol.
En 2003, el ruso pagó algo más de 250 millones de dólares para mandar en el Chelsea, y desde entonces se ha gastado cerca del doble en contratos y transferencias. Las pérdidas del club en los últimos dos ejercicios (2004 y 2005) superan los 410 millones de dólares, el costo que hubo que pagar para que el equipo consiguiera el segundo título de liga de su historia, e inmediatamente después el tercero.
La irrupción de Abramovich en el fútbol inglés ha generado malestares de diversa índole. Desde los trabajadores que se parten el lomo en las heladas refinerías siberianas de Sibneft hace décadas, que de alguna forma sienten como suya la fortuna que Abramovich despilfarra en las islas británicas, hasta los hinchas de los demás equipos de la Premiership, que lo aborrecen por la manera arrogante y ostentosa en la que se ha hecho dueño de los máximos honores, pasando por los clubes grandes pero ‘responsables’ de Europa, indignados por la competencia desequilibrada que supone competir en los escenarios del continente contra un equipo para el cual no aplican las restricciones presupuestales de los demás.
Aunque Abramovich tiene intereses en otro equipos de fútbol, como el CSKA de Moscú o el Corinthians brasilero, con el que se lo asocia frecuentemente, su juguete favorito es el Chelsea. Sólo el club del barrio pupi de la capital inglesa lo puede conducir hasta las instancias finales de la histórica Copa de Europa, que desde hace más de una década se conoce como Liga de Campeones.
Los títulos de la Premier están bien, sobre todo teniendo en cuenta que Chelsea llevaba cincuenta años sin celebrar, pero la verdadera gloria se juega en los estadios de las capitales europeas. Roman quiere ganar una Orejona a como dé lugar. Este verano se involucró personalmente en la transferencia del delantero milanista Andriy Shevchenko, reuniéndose varias veces con el Balón de Oro a bordo de su espléndido yate. Michael Ballack, la estrella del Bayern de Munich, y Salomon Kalou, el joven delantero de Costa de Marfil, también se han sumado al plantel durante un agitado parate.
El bicampeón se perfila como candidato en las cuentas de los especialistas, pero al técnico José Mourinho no le bastará un eventual (e histórico) tercer título en seguidilla para asegurarse su propio paseo veraniego por el Mediterráneo con el magnate y su esposa al finalizar el curso. Abramovich ha puesto un par de cracks mediáticos en el plantel, apostando por que su calidad haga del Chelsea un equipo imbatible.
El círculo personal del ruso ha filtrado a los medios que Abramovich no se toma nada bien que Mourinho recurra a la fórmula, que Gabriel Ochoa Uribe aplicó en la final de la Libertadores de 1987, de poner a un back centro en el área rival y mandar bombazos a la olla para buscar el gol salvador. Se suponía que los fichajes de Ballack y Sheva iban a proporcionarle al portugués los recursos ofensivos como para no tener que recurrir a semejante ramplonería, pero el técnico volvió a intentarlo en el partido por la Charity Shield, el domingo 13 de agosto.
Aquel día ganó Liverpool, tiñendo por un instante el horizonte de su rival. Mourinho enfrenta un año en el que deberá superar sus estándares, desplegando en la cancha un fútbol eficiente y además gustador, y manejar un camerino en el que se conglomeran los grandes jugadores (y sus egos ídem), todo mientras su jefe le respira en la nuca.
The Special One, como ha dado en apodarlo la prensa británica, estrenó la temporada con un nuevo corte de pelo, que él definió como “de ir a la guerra”. Esta semana los cronistas recordaban que el entrenador, campeón de la Copa de Europa con el Porto, nunca ha estado más de cuatro años en un cargo, insinuando que la creciente intervención de su patrón podría conducir a un desenlace abrupto.
La derrota ante el Middlesbrough y el sorteo de la Champions han de tener alborotado el genio del técnico mejor pago de Inglaterra. Chelsea comparte el Grupo A con Barcelona, Werder Bremen y el Leksky Sofía de Bulgaria, y bastarían un par de distracciones para quedarse por fuera. Barsa irá a Stamford Bridge por tercera vez consecutiva, en lo que ya es un clásico de la Champions. En la última edición fueron los de Rijkaard quienes bajaron del bus al campeón inglés, apenas en octavos de final. Werder Bremen no está pintado en la pared –como si lo está el Leksky–, y es de esperarse que el club haya salido fortalecido con el espléndido Mundial del goleador Miroslav Klose y las nada despreciables rentas de su compañero en club y selección, Tim Borowski.
Mourinho tiene el equipo, el conocimiento y la habilidad como para sellar su cuarto año en Londres con una temporada con la que justifique un apodo todavía más rimbombante. Cuenta, además, con los recursos ilimitados de Roman Abramovich, el patrón del fútbol inglés. Si Roman aguanta, Chelsea, qué duda cabe, consolidará su naciente dinastía en la Liga Premier. Pero haría bien el ruso en echarle una ojeadita a la historia de una hegemonía como la suya. La del América en Colombia. Esta temporada sabremos qué moraleja tiene el fútbol para la fábula del Ruso y el Chelsea.
Palomo
Monday, August 14, 2006
Lo que sienten los chicos
Fue un domingo frío, de rosados y naranjas sobre los cerros, y nubes alrededor del Campín. Un domingo de fútbol, hasta diría que de clásico. La entrañable Mechita traía a Bogotá su lamento, su triste saga, su tragedia, para enfrentarse con Millonarios, no menos aquejado por fantasmas de su propia cosecha. Dos tiranos seniles, muecas de los días en los que sus nombres inspiraban el temor de súbditos y rivales.
Estas son horas aciagas, aguas bajas para embajadores y americanos, pero cada vez que se encuentran en Bogotá, la fiesta es memorable. Las laterales no cesaron en su aliento, las demás tribunas casi llenas, los jugadores respondieron con la única moneda de cambio, su sudor. América es local en la capital. Varios miles de hinchas escarlatas pasamos a ver al peor equipo del Finalización, y nos encontramos con una Mechita batalladora, ambiciosa incluso. Una Mechita brava.
________________
Pachequito se movía por la izquierda, por el centro, por la derecha. La línea de tres en el medio, Valencia, Galdámez y Canchila, lo dejaba solo en la creación y el pequeño volante barranquillero lució bien. Se encontró durante algunos pasajes con Pepe, con Preciado o con Valencia, y remató al arco más que cualquier otro compañero. Francamente esperaba poco del veterano Pachequito, y me llevé una sorpresa.
Me gustó la ‘apuesta’ de Redín, llevando a Pablo Armero hasta la línea de volantes. Armero es encarador, veloz, desequilibrante, un talento que no se puede desperdiciar. Cuando jugaba en el lateral izquierdo, sus errores en la defensa se pagaban con goles en contra, pero esta vez el técnico lo puso unos metros delante del juvenil Brian Angulo, pegado a la banda, como carrilero. La cosa no salió bien, Armero fue el primer sustituído (minuto 57), pero valdría la pena volverlo a intentar.
Los otros tres del medio, los picapedreros, fueron lo mejor del equipo. Canchila retomó en donde había dejado el torneo anterior: derroche físico, bravura, sacrificio. Trabajó por la zona izquierda, cerca de Armero y Angulo. El chileno Galdámez aportó lo suyo, compensando con su buen posicionamiento y su sapiencia lo que los años y el físico le quitan. Pasó el balón con criterio, no arriesgó nunca, y se llevó aplausos cuando Redín lo sustituyó por Mauricio Romero (minuto 70). Edwin Valencia cumplió, tiene calidad, aunque estuvo tímido en el ataque, sobre todo en el 1t. El dominio escarlata en largos tramos del partido se gestó en la media, donde los volantes rojos consiguieron imponerse ante sus rivales azules.
Pepe Moreno luchó en la punta, estirando para presionar o para buscar los saques largos de Viáfara, demasiado solo y quizá mareado por tanta ida y regreso, tanto plan truncado que lo termina dejando, siempre, bajo los números dorados del uniforme americano. El nueve es un jugador honesto, batallador, aunque está lejos de su forma ideal.
En la defensa no esperaba encontrarme al inefable Juan Carlos Quiñónez, haciendo de cacique frente al pleado Carlos Valdés, el otro defensa central. Quiñónez cuajó un partido regular, casi bueno. Valdés pinta bien, tiene buena estatura y es fuerte, esperemos que se acostumbre rápido a llevar el peso que todavía tiene la casaca de los Diablos Rojos. El pelado Angulo jugó bien, resolvió buena parte de sus duelos por la banda izquierda, y se combinó con Armero y Canchila para darle salida al equipo. No se le notan los 17 años. Bustos tuvo un 2t mucho más presentable que el primero. Pero sus centros nunca encontraron receptor.
Una suma de errores individuales en la defensa dejaron a Orlando Ballesteros, fantasma cesante, cara a cara frente a Viáfara. El goleador azul definió de primera y la mandó guardar (minuto 35). El gol de Millos cayó luego de que América protagonizara varias llegadas sobre el arco del nervioso José Vicente Cuadrado. En el mejor momento escarlata, que dicen.
Viáfara se levantó del suelo, recogió la pelota dentro de su cabaña y se volvió para azuzar a sus compañeros. Aplaudió, gesticuló, gritó, trató como pudo de espantar los malos presagios, el presentimiento de iban a perder otra vez. El capitán, que apareció en la convocatoria de Reynaldo Rueda para el amistoso de la selección Colombia ante Chile (el 12 de agosto), demostró que se encuentra en uno de sus mejores momentos. Su influencia en el América es cada vez mayor, y sus saques de primera, con la mano o con el pie, recuerdan al Abbondanzieri de Boca Júniors.
En el 2t, Redín fue sumando hombres en el ataque con sus cambios, y el riesgo que implicaba. Preciado entró con el partido en contra, porque el equipo necesitaba un delantero más que un volante, y luego Romerito sustituyó a un cansado Galdámez, dizque para abrir el partido. Decepcionante lo que mostró el caleño, tal vez el único que desentonó dentro de un equipo, suplentes y titulares, que dio la impresión de tirar hacia un mismo lugar.
Luego, Millos perdonó. Gastón Sangoy perdió una clarísima ante un Viáfara muy atento, por culpa de los espacios que América dejaba atrás en sus arremetidas contra el área de Millos. El dominio del equipo de Redín no se antojaba peligroso, aunque esporádicamente un delantero alcanzaba la raya y metía un pase hacia atrás, o un volante remataba desde veinte metros, o un banderazo anulaba una buena combinación por la mitad.
Carlos Preciado protagonizó las escaramuzas finales, con sus enganches, un par de remates desviados, y una rabona fuera de concurso para habilitar en carrera a un compañero que se proyectaba por la izquierda. Hasta el último momento estuvimos esperando un gol que no habría de llegar.
___________
América vendió cara su cuarta derrota consecutiva. ¿Conforme con la derrota? Perder siempre es una posibilidad. Una entre tres, como diría el Viejo Willy. Le pregunté a mi pana si le había dolido. “Estaba preparado para perder”, me contestó. “Ya sé lo que sienten los hinchas de los equipos chicos”.
(Repaso de medios: Eltiempo, Enlajugada, Futbolred)
Palomo
Estas son horas aciagas, aguas bajas para embajadores y americanos, pero cada vez que se encuentran en Bogotá, la fiesta es memorable. Las laterales no cesaron en su aliento, las demás tribunas casi llenas, los jugadores respondieron con la única moneda de cambio, su sudor. América es local en la capital. Varios miles de hinchas escarlatas pasamos a ver al peor equipo del Finalización, y nos encontramos con una Mechita batalladora, ambiciosa incluso. Una Mechita brava.
________________
Pachequito se movía por la izquierda, por el centro, por la derecha. La línea de tres en el medio, Valencia, Galdámez y Canchila, lo dejaba solo en la creación y el pequeño volante barranquillero lució bien. Se encontró durante algunos pasajes con Pepe, con Preciado o con Valencia, y remató al arco más que cualquier otro compañero. Francamente esperaba poco del veterano Pachequito, y me llevé una sorpresa.
Me gustó la ‘apuesta’ de Redín, llevando a Pablo Armero hasta la línea de volantes. Armero es encarador, veloz, desequilibrante, un talento que no se puede desperdiciar. Cuando jugaba en el lateral izquierdo, sus errores en la defensa se pagaban con goles en contra, pero esta vez el técnico lo puso unos metros delante del juvenil Brian Angulo, pegado a la banda, como carrilero. La cosa no salió bien, Armero fue el primer sustituído (minuto 57), pero valdría la pena volverlo a intentar.
Los otros tres del medio, los picapedreros, fueron lo mejor del equipo. Canchila retomó en donde había dejado el torneo anterior: derroche físico, bravura, sacrificio. Trabajó por la zona izquierda, cerca de Armero y Angulo. El chileno Galdámez aportó lo suyo, compensando con su buen posicionamiento y su sapiencia lo que los años y el físico le quitan. Pasó el balón con criterio, no arriesgó nunca, y se llevó aplausos cuando Redín lo sustituyó por Mauricio Romero (minuto 70). Edwin Valencia cumplió, tiene calidad, aunque estuvo tímido en el ataque, sobre todo en el 1t. El dominio escarlata en largos tramos del partido se gestó en la media, donde los volantes rojos consiguieron imponerse ante sus rivales azules.
Pepe Moreno luchó en la punta, estirando para presionar o para buscar los saques largos de Viáfara, demasiado solo y quizá mareado por tanta ida y regreso, tanto plan truncado que lo termina dejando, siempre, bajo los números dorados del uniforme americano. El nueve es un jugador honesto, batallador, aunque está lejos de su forma ideal.
En la defensa no esperaba encontrarme al inefable Juan Carlos Quiñónez, haciendo de cacique frente al pleado Carlos Valdés, el otro defensa central. Quiñónez cuajó un partido regular, casi bueno. Valdés pinta bien, tiene buena estatura y es fuerte, esperemos que se acostumbre rápido a llevar el peso que todavía tiene la casaca de los Diablos Rojos. El pelado Angulo jugó bien, resolvió buena parte de sus duelos por la banda izquierda, y se combinó con Armero y Canchila para darle salida al equipo. No se le notan los 17 años. Bustos tuvo un 2t mucho más presentable que el primero. Pero sus centros nunca encontraron receptor.
Una suma de errores individuales en la defensa dejaron a Orlando Ballesteros, fantasma cesante, cara a cara frente a Viáfara. El goleador azul definió de primera y la mandó guardar (minuto 35). El gol de Millos cayó luego de que América protagonizara varias llegadas sobre el arco del nervioso José Vicente Cuadrado. En el mejor momento escarlata, que dicen.
Viáfara se levantó del suelo, recogió la pelota dentro de su cabaña y se volvió para azuzar a sus compañeros. Aplaudió, gesticuló, gritó, trató como pudo de espantar los malos presagios, el presentimiento de iban a perder otra vez. El capitán, que apareció en la convocatoria de Reynaldo Rueda para el amistoso de la selección Colombia ante Chile (el 12 de agosto), demostró que se encuentra en uno de sus mejores momentos. Su influencia en el América es cada vez mayor, y sus saques de primera, con la mano o con el pie, recuerdan al Abbondanzieri de Boca Júniors.
En el 2t, Redín fue sumando hombres en el ataque con sus cambios, y el riesgo que implicaba. Preciado entró con el partido en contra, porque el equipo necesitaba un delantero más que un volante, y luego Romerito sustituyó a un cansado Galdámez, dizque para abrir el partido. Decepcionante lo que mostró el caleño, tal vez el único que desentonó dentro de un equipo, suplentes y titulares, que dio la impresión de tirar hacia un mismo lugar.
Luego, Millos perdonó. Gastón Sangoy perdió una clarísima ante un Viáfara muy atento, por culpa de los espacios que América dejaba atrás en sus arremetidas contra el área de Millos. El dominio del equipo de Redín no se antojaba peligroso, aunque esporádicamente un delantero alcanzaba la raya y metía un pase hacia atrás, o un volante remataba desde veinte metros, o un banderazo anulaba una buena combinación por la mitad.
Carlos Preciado protagonizó las escaramuzas finales, con sus enganches, un par de remates desviados, y una rabona fuera de concurso para habilitar en carrera a un compañero que se proyectaba por la izquierda. Hasta el último momento estuvimos esperando un gol que no habría de llegar.
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América vendió cara su cuarta derrota consecutiva. ¿Conforme con la derrota? Perder siempre es una posibilidad. Una entre tres, como diría el Viejo Willy. Le pregunté a mi pana si le había dolido. “Estaba preparado para perder”, me contestó. “Ya sé lo que sienten los hinchas de los equipos chicos”.
(Repaso de medios: Eltiempo, Enlajugada, Futbolred)
Palomo
Sunday, August 13, 2006
millonarios
esta borrachera de muerte es el américa. mis cuentas me dicen que son tres derrotas, pero la verdad es otra. venimos perdiendo desde hace rato. hay algo de orgullo que no te permite reconocer esa verdad de a puño. algo que te hace resistir, persistir en una imagen caduca, superada incluso, en la que las ilusiones más audaces encontraban su cauce por medio de los dolaretes de los traquetos.
ya no son aquellos tiempos, buenos tiempos. yo me convertí al rojo de mi sangre el mismo día que el viejo Willy se vistió de diablo. Miguel era uno de los reyes magos, y las irresponsables fantasías de mi niñez se sucedieron al ritmo endemoniado de su creación. un paseo por las cornisas de la grandeza que nunca olvidaré, que me dejó marcado para siempre, y sobre el que me vuelvo ahora, en el momento final.
las corbatas pretenden disfrazar al fútbol con la camisa de fuerza de los locos sometidos, como lo han hecho con todo lo demás, pero la pelota no se mancha. siempre encuentra el camino hacia la verdad, siempre se revindica con desenlaces sorprendentes. todavía mandábamos, el sueño arrebatado del barrio obrero convertido en realidad. una estrella tras otra, se fue construyendo la leyenda de mi club, de los colores a los que me convertí. nadie nos quitará las piezas bailadas.
tuve una final con niche, la orquesta sonando los temas de nuestra gloria por derecha. la gloria del cartel y la gloria de cali. américa juega para ser campeón. la suerte estaba echada. antes de que los dados se detuvieran, intuíamos el desenlace favorable de la historia. nuestro poder no conocía límites.
todo tiene su final. el campeón mordió el polvo y fue devorado por el inclemente pasado. por las culpas. por debajo. redín no tiene nada que ver. redín es una pieza, un peón. el último que llegó, el que tiene que limpiar el baño y el culpable de que el hedor se ocupe de todo. estamos pagando por las culpas de miguel y por las nuestras. por todos los pecadores que en nombre de las coimas se dieron el lujo de pasar. de seguir. de doblar la esquina de alguna ley.
por una sociedad que se relamió en las mieles del crimen y luego se aterró con el resultado. los paganinis, papá. están los muertos, lo vivos, y los sospechosos de siempre. los de la película. en la línea, con la barba de meses de mala vida, contra la pared, encorvado sobre sus preocupaciones, está el diablo rojo del américa. esta borrachera de muerte es el américa. esta sed. los buenazos se pueden dedicar al golf y al cali, como si nada. como si esos prados impecables y esos árboles fueran el universo. caer en la estúpida trampa de comprar un tiquete hacia la inocencia.
américa es esta borrachera de muerte. lo que queda cuando el día está seco, cuando se ponen las sombras sobre los edificios, sobre los cañaduzales.
Palomo
ya no son aquellos tiempos, buenos tiempos. yo me convertí al rojo de mi sangre el mismo día que el viejo Willy se vistió de diablo. Miguel era uno de los reyes magos, y las irresponsables fantasías de mi niñez se sucedieron al ritmo endemoniado de su creación. un paseo por las cornisas de la grandeza que nunca olvidaré, que me dejó marcado para siempre, y sobre el que me vuelvo ahora, en el momento final.
las corbatas pretenden disfrazar al fútbol con la camisa de fuerza de los locos sometidos, como lo han hecho con todo lo demás, pero la pelota no se mancha. siempre encuentra el camino hacia la verdad, siempre se revindica con desenlaces sorprendentes. todavía mandábamos, el sueño arrebatado del barrio obrero convertido en realidad. una estrella tras otra, se fue construyendo la leyenda de mi club, de los colores a los que me convertí. nadie nos quitará las piezas bailadas.
tuve una final con niche, la orquesta sonando los temas de nuestra gloria por derecha. la gloria del cartel y la gloria de cali. américa juega para ser campeón. la suerte estaba echada. antes de que los dados se detuvieran, intuíamos el desenlace favorable de la historia. nuestro poder no conocía límites.
todo tiene su final. el campeón mordió el polvo y fue devorado por el inclemente pasado. por las culpas. por debajo. redín no tiene nada que ver. redín es una pieza, un peón. el último que llegó, el que tiene que limpiar el baño y el culpable de que el hedor se ocupe de todo. estamos pagando por las culpas de miguel y por las nuestras. por todos los pecadores que en nombre de las coimas se dieron el lujo de pasar. de seguir. de doblar la esquina de alguna ley.
por una sociedad que se relamió en las mieles del crimen y luego se aterró con el resultado. los paganinis, papá. están los muertos, lo vivos, y los sospechosos de siempre. los de la película. en la línea, con la barba de meses de mala vida, contra la pared, encorvado sobre sus preocupaciones, está el diablo rojo del américa. esta borrachera de muerte es el américa. esta sed. los buenazos se pueden dedicar al golf y al cali, como si nada. como si esos prados impecables y esos árboles fueran el universo. caer en la estúpida trampa de comprar un tiquete hacia la inocencia.
américa es esta borrachera de muerte. lo que queda cuando el día está seco, cuando se ponen las sombras sobre los edificios, sobre los cañaduzales.
Palomo
Monday, July 24, 2006
¿Colombia 2014?
Álvaro Uribe sorprendió a al país durante la inauguración de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, al anunciar oficialmente la aspiración de organizar la Copa del Mundo en el 2014.
“No se trata de un globo”, ha explicado Francisco Santos en los medios, cuestionado sobre la posibilidad de que la carga mediática del caudillo fuera un estratagema para divertir la atención pública del reciente bochorno diplomático; “el presidente tiene ideas y las lleva cabo”. Santos estaba advertido de que se venía el anuncio. Según el vicepresidente, Uribe lleva “dos o tres semanas” analizando la posibilidad de que Colombia emprenda la aventura de optar por la sede del Mundial. La cosa es seria, dice; falta enamorar a los colombianos, dice.
Si las cifras concuerdan, el amor está. ¿Qué presidente tuvo el arrastre de Uribe, cumplidos cuatro años de gobierno? Doy por hecho que la gente le copia, que los cacaos estarán dispuestos (cómo no) a financiar su parte del pastel, y que el país se dejará arrastrar por el sueño. Sería lindo creerle al vicepresidente, designado para la diligencia, cuando habla de un proyecto integral, a mediano plazo, en el que la sede del certamen sería la última etapa de una transformación de nuestro fútbol , desde las federaciones hasta las bases, incluyendo la propiedad de los clubes. Un objetivo nacional, que tuviera el beneficio adicional de movilizar a la patria y cambiarle la cara ante el mundo.
La idea tiene sentido. Un Mundial, además de un negocio redondo, es una oportunidad única para posicionar la marca país, como acaba de demostrar Alemania. Este año, por primera vez, se estimuló la presencia de turistas, independientemente de que tuvieran o no entradas a los estadios. En ediciones anteriores, la idea era que solo viajaran quienes tuvieran boletas, para prevenir las aglomeraciones de aficionados, potencialmente peligrosas. Era la manera en que la FIFA enfrentaban la amenaza de la violencia. Alemania cambió de enfoque. Los organizadores dispusieron decenas de ‘FanFest’ en las ciudades sede, pabellones para los hinchas en los que se proyectaban los partidos en pantallas gigantes, se presentaban grupos musicales y de danza de los países participantes y, por supuesto, se vendía alcohol como si no hubiera mañana.
Cerca de cinco millones de personas visitaron el país, una movilización sin precedentes en la historia de la Copa Mundo. El comportamiento de la gente fue casi irreprochable. El fútbol es una fiesta en cualquier parte del planeta, no solamente dentro de las canchas, sino en las tiendas, en los bares, en las casas, entre la gente. En lugar de sospechar del hincha, este torneo lo celebró.
El experimento fue un éxito absoluto, estadios y calles a reventar de consumidores ociosos, potenciando la convocatoria del Mundial. La otra vuelta de tuerca multiplica la audiencia cautiva y garantiza la continuidad de los millones, entre patrocinios corporativos, derechos de transmisión y el resto de la parafernalia mercadotécnica. Como guardianes del juego no pasa nada, pero como gerentes de la empresa los ejecutivos FIFA son unas fieras.
Una nueva Alemania. Entre los millones de visitantes y las decenas de miles de periodistas, el mundo entero reconfiguró su imaginario del presente teutón. El país puede contar con un considerable incremento del turismo, amén de las colosales inversiones en infraestructura (8.000 millones de dólares; más de 1.000 millones en estadios), y las adecuaciones en el sistema de transporte.
Por dentro, el país también se conmovió. La bandera alemana, un objeto tabú, secuela de una historia tormentosa, empezó a ondear en las casas y en los carros de los lugareños. Los alemanes descubrieron una manera de sentirse orgullosos que no resultara ofensiva para los demás, que no estuviera estigmatizada por el pasado. Muchos factores confluyeron para que el país saliera del cascarón y se mostrara completamente diferente ante los ojos del mundo.
Siempre hay un pero. “Se me hace agua la boca”, confesó Francisco Santos, visualizando una experiencia similar para Colombia. Vi a Santos participar en un programa de opinión televisivo, donde intentó explicar el alcance del mega proyecto. En un momento dado, le preguntó a Jorge Barraza, el periodista deportivo uruguayo, cómo era el asunto con la Confederación. “Usted que sabe del tema, ¿será que sí están abiertos a otras candidaturas?”. La candidez dejó en evidencia al vice. Si la propuesta fuera seria, su arquitecto no tendría por qué estar haciendo la tarea al aire en Hablando con la Prensa.
Eventualmente, un elemento vital dentro del equipo organizador sería Luis Bedoya, el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol. Sin embargo, el directivo ha declarado que “las posibilidades reales son mínimas”. Por una vez, habría que coincidir con Bedoya. Es cierto que en 2014, por arreglos de organización, la sede le corresponde a un país de la Conmebol pero, como se sabe, Brasil gestionó un acuerdo entre sus miembros para presentar su candidatura. Aunque fuera posible incluir a Colombia en la baraja, algo sobre lo que no existe certeza, habría que arrebatarle la sede a los pentacampeones del mundo, que sí se han preparado para conseguir su objetivo.
Aquí no, aquí pasamos directamente a los anuncios, a la fanfarria. ¿Los grandes cambios? Están por verse. Hasta ahora, solamente los titulares, las palabras en el aire. Nuestro fútbol sigue igual. Solo que ahora Uribe lo incluyó dentro de sus promesas vacuas. No importa que su pueblo esté en guerra, agobiado por las urgencias. El Ubérrimo sigue en campaña, su método personal de gobernar.
Palomo
“No se trata de un globo”, ha explicado Francisco Santos en los medios, cuestionado sobre la posibilidad de que la carga mediática del caudillo fuera un estratagema para divertir la atención pública del reciente bochorno diplomático; “el presidente tiene ideas y las lleva cabo”. Santos estaba advertido de que se venía el anuncio. Según el vicepresidente, Uribe lleva “dos o tres semanas” analizando la posibilidad de que Colombia emprenda la aventura de optar por la sede del Mundial. La cosa es seria, dice; falta enamorar a los colombianos, dice.
Si las cifras concuerdan, el amor está. ¿Qué presidente tuvo el arrastre de Uribe, cumplidos cuatro años de gobierno? Doy por hecho que la gente le copia, que los cacaos estarán dispuestos (cómo no) a financiar su parte del pastel, y que el país se dejará arrastrar por el sueño. Sería lindo creerle al vicepresidente, designado para la diligencia, cuando habla de un proyecto integral, a mediano plazo, en el que la sede del certamen sería la última etapa de una transformación de nuestro fútbol , desde las federaciones hasta las bases, incluyendo la propiedad de los clubes. Un objetivo nacional, que tuviera el beneficio adicional de movilizar a la patria y cambiarle la cara ante el mundo.
La idea tiene sentido. Un Mundial, además de un negocio redondo, es una oportunidad única para posicionar la marca país, como acaba de demostrar Alemania. Este año, por primera vez, se estimuló la presencia de turistas, independientemente de que tuvieran o no entradas a los estadios. En ediciones anteriores, la idea era que solo viajaran quienes tuvieran boletas, para prevenir las aglomeraciones de aficionados, potencialmente peligrosas. Era la manera en que la FIFA enfrentaban la amenaza de la violencia. Alemania cambió de enfoque. Los organizadores dispusieron decenas de ‘FanFest’ en las ciudades sede, pabellones para los hinchas en los que se proyectaban los partidos en pantallas gigantes, se presentaban grupos musicales y de danza de los países participantes y, por supuesto, se vendía alcohol como si no hubiera mañana.
Cerca de cinco millones de personas visitaron el país, una movilización sin precedentes en la historia de la Copa Mundo. El comportamiento de la gente fue casi irreprochable. El fútbol es una fiesta en cualquier parte del planeta, no solamente dentro de las canchas, sino en las tiendas, en los bares, en las casas, entre la gente. En lugar de sospechar del hincha, este torneo lo celebró.
El experimento fue un éxito absoluto, estadios y calles a reventar de consumidores ociosos, potenciando la convocatoria del Mundial. La otra vuelta de tuerca multiplica la audiencia cautiva y garantiza la continuidad de los millones, entre patrocinios corporativos, derechos de transmisión y el resto de la parafernalia mercadotécnica. Como guardianes del juego no pasa nada, pero como gerentes de la empresa los ejecutivos FIFA son unas fieras.
Una nueva Alemania. Entre los millones de visitantes y las decenas de miles de periodistas, el mundo entero reconfiguró su imaginario del presente teutón. El país puede contar con un considerable incremento del turismo, amén de las colosales inversiones en infraestructura (8.000 millones de dólares; más de 1.000 millones en estadios), y las adecuaciones en el sistema de transporte.
Por dentro, el país también se conmovió. La bandera alemana, un objeto tabú, secuela de una historia tormentosa, empezó a ondear en las casas y en los carros de los lugareños. Los alemanes descubrieron una manera de sentirse orgullosos que no resultara ofensiva para los demás, que no estuviera estigmatizada por el pasado. Muchos factores confluyeron para que el país saliera del cascarón y se mostrara completamente diferente ante los ojos del mundo.
Siempre hay un pero. “Se me hace agua la boca”, confesó Francisco Santos, visualizando una experiencia similar para Colombia. Vi a Santos participar en un programa de opinión televisivo, donde intentó explicar el alcance del mega proyecto. En un momento dado, le preguntó a Jorge Barraza, el periodista deportivo uruguayo, cómo era el asunto con la Confederación. “Usted que sabe del tema, ¿será que sí están abiertos a otras candidaturas?”. La candidez dejó en evidencia al vice. Si la propuesta fuera seria, su arquitecto no tendría por qué estar haciendo la tarea al aire en Hablando con la Prensa.
Eventualmente, un elemento vital dentro del equipo organizador sería Luis Bedoya, el presidente de la Federación Colombiana de Fútbol. Sin embargo, el directivo ha declarado que “las posibilidades reales son mínimas”. Por una vez, habría que coincidir con Bedoya. Es cierto que en 2014, por arreglos de organización, la sede le corresponde a un país de la Conmebol pero, como se sabe, Brasil gestionó un acuerdo entre sus miembros para presentar su candidatura. Aunque fuera posible incluir a Colombia en la baraja, algo sobre lo que no existe certeza, habría que arrebatarle la sede a los pentacampeones del mundo, que sí se han preparado para conseguir su objetivo.
Aquí no, aquí pasamos directamente a los anuncios, a la fanfarria. ¿Los grandes cambios? Están por verse. Hasta ahora, solamente los titulares, las palabras en el aire. Nuestro fútbol sigue igual. Solo que ahora Uribe lo incluyó dentro de sus promesas vacuas. No importa que su pueblo esté en guerra, agobiado por las urgencias. El Ubérrimo sigue en campaña, su método personal de gobernar.
Palomo
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