Monday, August 14, 2006

Lo que sienten los chicos

Fue un domingo frío, de rosados y naranjas sobre los cerros, y nubes alrededor del Campín. Un domingo de fútbol, hasta diría que de clásico. La entrañable Mechita traía a Bogotá su lamento, su triste saga, su tragedia, para enfrentarse con Millonarios, no menos aquejado por fantasmas de su propia cosecha. Dos tiranos seniles, muecas de los días en los que sus nombres inspiraban el temor de súbditos y rivales.

Estas son horas aciagas, aguas bajas para embajadores y americanos, pero cada vez que se encuentran en Bogotá, la fiesta es memorable. Las laterales no cesaron en su aliento, las demás tribunas casi llenas, los jugadores respondieron con la única moneda de cambio, su sudor. América es local en la capital. Varios miles de hinchas escarlatas pasamos a ver al peor equipo del Finalización, y nos encontramos con una Mechita batalladora, ambiciosa incluso. Una Mechita brava.

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Pachequito se movía por la izquierda, por el centro, por la derecha. La línea de tres en el medio, Valencia, Galdámez y Canchila, lo dejaba solo en la creación y el pequeño volante barranquillero lució bien. Se encontró durante algunos pasajes con Pepe, con Preciado o con Valencia, y remató al arco más que cualquier otro compañero. Francamente esperaba poco del veterano Pachequito, y me llevé una sorpresa.

Me gustó la ‘apuesta’ de Redín, llevando a Pablo Armero hasta la línea de volantes. Armero es encarador, veloz, desequilibrante, un talento que no se puede desperdiciar. Cuando jugaba en el lateral izquierdo, sus errores en la defensa se pagaban con goles en contra, pero esta vez el técnico lo puso unos metros delante del juvenil Brian Angulo, pegado a la banda, como carrilero. La cosa no salió bien, Armero fue el primer sustituído (minuto 57), pero valdría la pena volverlo a intentar.

Los otros tres del medio, los picapedreros, fueron lo mejor del equipo. Canchila retomó en donde había dejado el torneo anterior: derroche físico, bravura, sacrificio. Trabajó por la zona izquierda, cerca de Armero y Angulo. El chileno Galdámez aportó lo suyo, compensando con su buen posicionamiento y su sapiencia lo que los años y el físico le quitan. Pasó el balón con criterio, no arriesgó nunca, y se llevó aplausos cuando Redín lo sustituyó por Mauricio Romero (minuto 70). Edwin Valencia cumplió, tiene calidad, aunque estuvo tímido en el ataque, sobre todo en el 1t. El dominio escarlata en largos tramos del partido se gestó en la media, donde los volantes rojos consiguieron imponerse ante sus rivales azules.

Pepe Moreno luchó en la punta, estirando para presionar o para buscar los saques largos de Viáfara, demasiado solo y quizá mareado por tanta ida y regreso, tanto plan truncado que lo termina dejando, siempre, bajo los números dorados del uniforme americano. El nueve es un jugador honesto, batallador, aunque está lejos de su forma ideal.

En la defensa no esperaba encontrarme al inefable Juan Carlos Quiñónez, haciendo de cacique frente al pleado Carlos Valdés, el otro defensa central. Quiñónez cuajó un partido regular, casi bueno. Valdés pinta bien, tiene buena estatura y es fuerte, esperemos que se acostumbre rápido a llevar el peso que todavía tiene la casaca de los Diablos Rojos. El pelado Angulo jugó bien, resolvió buena parte de sus duelos por la banda izquierda, y se combinó con Armero y Canchila para darle salida al equipo. No se le notan los 17 años. Bustos tuvo un 2t mucho más presentable que el primero. Pero sus centros nunca encontraron receptor.

Una suma de errores individuales en la defensa dejaron a Orlando Ballesteros, fantasma cesante, cara a cara frente a Viáfara. El goleador azul definió de primera y la mandó guardar (minuto 35). El gol de Millos cayó luego de que América protagonizara varias llegadas sobre el arco del nervioso José Vicente Cuadrado. En el mejor momento escarlata, que dicen.

Viáfara se levantó del suelo, recogió la pelota dentro de su cabaña y se volvió para azuzar a sus compañeros. Aplaudió, gesticuló, gritó, trató como pudo de espantar los malos presagios, el presentimiento de iban a perder otra vez. El capitán, que apareció en la convocatoria de Reynaldo Rueda para el amistoso de la selección Colombia ante Chile (el 12 de agosto), demostró que se encuentra en uno de sus mejores momentos. Su influencia en el América es cada vez mayor, y sus saques de primera, con la mano o con el pie, recuerdan al Abbondanzieri de Boca Júniors.

En el 2t, Redín fue sumando hombres en el ataque con sus cambios, y el riesgo que implicaba. Preciado entró con el partido en contra, porque el equipo necesitaba un delantero más que un volante, y luego Romerito sustituyó a un cansado Galdámez, dizque para abrir el partido. Decepcionante lo que mostró el caleño, tal vez el único que desentonó dentro de un equipo, suplentes y titulares, que dio la impresión de tirar hacia un mismo lugar.

Luego, Millos perdonó. Gastón Sangoy perdió una clarísima ante un Viáfara muy atento, por culpa de los espacios que América dejaba atrás en sus arremetidas contra el área de Millos. El dominio del equipo de Redín no se antojaba peligroso, aunque esporádicamente un delantero alcanzaba la raya y metía un pase hacia atrás, o un volante remataba desde veinte metros, o un banderazo anulaba una buena combinación por la mitad.

Carlos Preciado protagonizó las escaramuzas finales, con sus enganches, un par de remates desviados, y una rabona fuera de concurso para habilitar en carrera a un compañero que se proyectaba por la izquierda. Hasta el último momento estuvimos esperando un gol que no habría de llegar.

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América vendió cara su cuarta derrota consecutiva. ¿Conforme con la derrota? Perder siempre es una posibilidad. Una entre tres, como diría el Viejo Willy. Le pregunté a mi pana si le había dolido. “Estaba preparado para perder”, me contestó. “Ya sé lo que sienten los hinchas de los equipos chicos”.

(Repaso de medios: Eltiempo, Enlajugada, Futbolred)

Palomo

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