Wednesday, July 12, 2006

Histórico Calcio

La semana pasada, un tribunal deportivo dictó sentencia en el caso de fraude deportivo en el fútbol italiano, al que ya nos hemos referido en la letra escarlata. La comisión independiente, encabezada por Cesare Ruperto, un ex presidente de la Corte Suprema de Justicia, solicitó la relegación de la Juventus, bicampeón en las últimas ligas, y una penalización de 30 puntos en su próxima temporada en la serie B. La Juve sería desprovista de los Scudettos (dos) obtenidos desde el verano de 2004.

De ratificarse el fallo, Lazio y Fiorentina acompañarían a los bianconeros en la segunda división, al tiempo que el AC Milán sería penalizado con 15 puntos en la temporada entrante. La sanción para el equipo de Silvio Berlusconi (antiguo primer ministro italiano) incluye su exclusión de la Liga de Campeones. El dueño del Internazionale, Massimo Moratti, ya pidió los Scudettos vacantes para su club, el mejor ubicado entre aquellos que no participaron en la trampa.

Se trata de un fallo sin antecedentes en la historia de Italia, sobre todo por la entidad de los clubes involucrados. Juventus es propiedad de la familia Agnelli, lo más parecido a la realeza que tiene el país. Dueños de la automotriz FIAT, insignia nacional, los Agnelli han mandado en el fútbol tano desde hace décadas, y no es la primera vez que se relaciona a su club con prácticas antideportivas.

Además de los crecientes rumores, exacerbados entre sus contrincantes, en el sentido de que los árbitro favorecían al equipo de Turín en caso de necesidad, la Juve estuvo involucrada en un escándalo de dopaje hace un poco más de cinco años. Ni los rumores ni las investigaciones trascendían, generalizando la sensación de que el club de los Agnelli gozaba de una patente de corso.

Todo cambió en mayo, cuando La Gazzeta dello Sport filtró el contenido de unas conversaciones telefónicas interceptadas por la policía, que hacían parte de una pesquisa en un caso diferente. Uno de los celulares intervenidos fue el del gerente general de la Juve, Luciano Moggi, el hombre más poderoso del fútbol italiano.

Los lectores de la Gazzeta aprendieron entonces que Moggi tenía acceso directo a los órganos de selección de árbitros, y que traficaba influencias para asignar jueces favorables a sus intereses en los partidos de la Juventus. En el medio local, el sistema del dirigente fue bautizado el Método Moggi, y su eficiencia a toda prueba terminó persuadiendo a otros clubes de que se le apuntaran a la franquicia.

El presidente de la Juve, Lucianno Cobolli, ha confirmado que su institución apelará, igual que Fiorentina y AC Milán, que se proclaman inocentes. La UEFA le ha dado plazo a la federación italiana de fútbol hasta el 24 de julio para que definas los clubes que la representaran en las competiciones continentales. Se especulaba con sanciones algo más laxas, en especial para el Milán, pero en esta oportunidad la justicia no se ha dejado torcer demasiado. “Los clubes y los dirigentes que cometieron errores y son culpables deben pagar, aunque seamos campeones del mundo”, ha dicho Romano Prodi, el primer ministro italiano.

Valiente y encomiable camino el que han tomado los italianos. Una de las raras ocasiones en las que se ha puesto al descubierto a un grupo de hombres muy poderosos y muy corruptos, y se les ha aplicado el peso de la ley. Cualquiera supondría que los amaños de partidos y las malas artes eran cosa de clubes sureños, como el Nápoles, asociados a la mafia italiana, y las evidencias terminaron implicando a gente de lo más selecta. En Turín, igual que en el resto del norte de Italia, se tiene en pésima consideración a la gente del sur. Se los toma por holgazanes, delincuentes y camorreros. Y mira tu por dónde, las cochinadas vienen de la parte cosmopolita e industrializada del país.

Del escándalo italiano me quedo con eso. El crimen no es exclusivo de los sospechosos de siempre. Sus franquicias también gozan de un éxito arrollador entre la gente autodenominada ‘de bien’.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo.com)

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