Saturday, July 15, 2006

Encuentro de opuestos

Grandes diferencias. A pesar de las declaraciones de técnico, jugadores y dirigentes escarlatas, América y Cali encaran el Finalización con objetivos muy diferentes. La crisis roja, la pauperización del fútbol colombiano en general, y la oprobiosa mediocridad del campeonato local, han conseguido lo que los dirigentes del Deportivo Cali buscaron sin fortuna durante décadas: hacer del club un contendor real para cada campeonato. Todavía se les atraviesan los equipos chicos, pero ahí van, sumando finales y estrellas.

Juzgar al América con los raseros del vecino no tiene sentido. La realidad de la Mecha es otra. El equipo no ha convencido desde que se fue Gareca, hace como diez meses, y la estrechez económica de la institución es cada vez más difícil de disimular. Durante la semana previa al clásico, de hecho, hubo conato de bronca entre los rojos por unas quincenas atrasadas. Víctor Bonilla alcanzó a ausentarse de la práctica del martes. Al final, hubo una reunión de emergencia en la que los dirigentes (llamativa la tranquilidad del gerente cuando se refirió al asunto la semana pasada) cancelaron una plata y todos tan contentos.

En el reciente informe de la Superintendencia de Sociedades, sin embargo, un dato llamaba la atención: las nóminas más costosas del país en el 2005 fueron las del Cali ($18.691 millones) y América ($17.951). Si bien es cierto que los Diablos Rojos conservan una base de juveniles envidiable —Armero, Otálvaro y Valencia, por ejemplo, integran el plantel de la selección que goleó a las Antillas en los Juegos Centroamericanos y del Calibre de Cartagena—, eso no basta para explicar por qué una institución que apenas conseguía mantenerse a flote registró contratos por valores similares a los de su rival de patio. Cali es un equipo sólido económica e institucionalmente y América es todo lo contrario.

En la cancha, no. En ese sentido, y no el de un hincha conforme o condescendiente con las miserias de su club, es que me atrevo a sostener que América respondió. Si nos referimos al antecedente inmediato, Hernán Darío Herrera se llevó tres goles y una pésima impresión en su debut ante el Cali. El América de Redín lució ordenado y, aunque resignó la posesión del balón, supo contener las escaramuzas del Cali.

En la alineación titular encontramos varias caras nuevas. El defensor argentino Santiago Rodríguez me gustó. Cometió algunos errores pero estuvo bien por arriba y relativamente confiable. David Yepes jugó a su lado en la extrema defensa, una posición que le sienta mejor que la de volante, donde juega habitualmente. Abusa, como Mario Alberto, de las barridas, que deberían ser un último recurso y no moneda de cambio. En el gol del empate caleño (minuto 45) perdió la marca, permitiendo el pase de cabeza de Trujillo, previo a la definición de Sergio Villareal.

Rubén Darío Bustos, ejerciendo de lateral derecho, fue la única presencia familiar en la defensa. Bryan Angulo debutó por la izquierda y, tanto él como Bustos, se proyectaron con frecuencia, generando alguna inquietud en la zaga contraria.

En el medio, Redín se la jugó, como ya lo había hecho Herrera, con tres volantes de marca, Marcos Canchila, Andres Felipe Arboleda y Julio César Rentería, y uno de creación, Víctor Bonilla. Mucha velocidad y mucha mordiente (América cometió 24 faltas) a la hora de recuperar el balón. El juez sacó las amarillas desde muy temprano y sólo una lesión impidió que el Polaco terminara expulsado. Andaba un poco pasado, y la propensión a tirarse de las figuritas del rival no ayudaba en nada.

Arboleda jugó un buen partido. Lo vimos por primera vez en el torneo anterior, y los partidos que acumuló se empiezan a notar. El juvenil tiene talento, una gran presencia, y ahora confía más en su juego. Ayer participó más que de costumbre en la transición ofensiva. Julio César Rentería también cumplió. Tiene mejor técnica que Arboleda o Canchila, y sus incursiones por la izquierda (perfil cambiado) fueron prometedoras. En una de ellas (minuto 38) estrelló el balón en el horizontal con un remate desde fuera del área.

Víctor Bonilla jugó demasiado lejos del área y no tiene ni los años ni el estado físico para correr tanto. Gesticuló permanentemente, más para lamentarse por los fallos de sus compañeros que para celebrarles la intención o alentarlos, aunque su propio nivel dejó qué desear. Erró la única clara que tuvo (minuto 90), cuando un error de Benítez lo dejó con el arco de frente y el arquero vencido. El zurdo remató con su pie menos bueno, demasiado abierto, y perdió la posibilidad de resarcirse con el empate final.

Sólo el gol marca la diferencia entre las presentaciones de Carlos Preciado y Yiovanni Arrechea. Preciado embocó la primera que tuvo (minuto 4), al recibir con el pecho un cobro de falta de Julían Viáfara, dejando atrás al inefable Benítez, y rematar al palo izquierdo de González. Ninguno de los dos delanteros aprovechó las ventajas que dio la zaga del Cali en el resto del primer tiempo. Los azucareros jugaron con las líneas muy adelantadas, pero nadie les hizo pagar. En lugar de eso, Arrechea cayó en el fuera de lugar una vez tras otra.

El déficit americano estuvo en el último cuarto de cancha. Entre la falta de coordinación, los desaciertos, el flojo nivel de sus delantero, y la ausencia de un volante de creación con la claridad y el despliegue necesarios, las elaboraciones del América se diluían ante la resistencia azucarera.

Redín quemó las tres sustituciones, comenzando por Luis Caldas en el PT, cuando se lesionó Canchila y América todavía ganaba. La presentación del volante se empañó por varias pérdidas de balón, que dejaron mal parado al equipo. Mauricio Romero, quien ingresó en el ST, no tuvo ninguna trascendencia, y el central Carlos Valdés (hermano de Diego Valdés, titular del Cali) apenas contó con unos pocos minutos. Los técnicos depositan grandes esperanzas en este defensor, que se lesionó de gravedad en enero y ha hecho parte de las convocatorias a las juveniles de Eduardo Lara.

El Cali se puso arriba casi en las postrimerías del encuentro (minuto 84), después de un contragolpe letal que Patiño definió impecablemente. Viáfara, quien tuvo tres intervenciones salvadoras, no lo supo aguantar y fue burlado por el remate del capitán verdiblanco.

Para el técnico rojo, la conclusión es que su equipo necesita un delantero “potente y de jerarquía”. Quién sabe si Martín García respondía a esas características, pero de cualquier forma la contratación del ex Millonarios se cayó a última hora, y América busca en el mercado una alternativa para la ‘inminente’ salida de Pepe Moreno (el plazo para la inscripción de jugadores vence el 7 de agosto). Uno de los periodistas de la transmisión televisiva mencionó la posibilidad de que Carlos Salazar firmara por los Diablos Rojos, pero no respondo ni por el periodista ni por el rumor.

Más allá del resultado, el América de Redín se merece un compás de espera. Es normal que los equipos comiencen duros el campeonato, y con el paso de los partidos encuentren el funcionamiento adecuado. Los Diablos Rojos todavía no han integrado sus refuerzos ni las ideas de su nuevo técnico.

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No convoca. La mayor parte de los doce mil aficionados que acudieron al Pascual eran hinchas escarlatas. El Cali era dueño de la taquilla, pero por lo visto a sus aficionados no les seduce el “proceso a largo plazo” del club. Omar Labruna, el líder del proyecto, era un ilustre desconocido en nuestro medio hasta que la actual junta directiva decidiera su nombramiento. En Argentina, Labruna se mueve con un perfil bajo, en clubes de vuelo ídem. Su cuarto de hora fue como asistente de Ramón Díaz, el icono de River Plate. Acaba de descender al Olimpo de Bahía Blanca a la segunda división gaucha, y se trajo un volante ofensivo del club, Martín Hugo Asencio, como flamante incorporación. Los hinchas del verde siempre quieren más, porque a eso están acostumbrados, y no los satisface del todo el asunto. Me imagino las protestas de la fanaticada más culta del país al ver que su técnico sustituía al centrodelantero del equipo con un defensor central para “bajarle la persiana” a un partido.

Nos pillamos,

Palomo

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