Saturday, July 08, 2006

Dos naciones, un destino

Alemania dejó historias dignas de contar, entre ellas las de sus imprevistos finalistas. Dos grandes equipos en campaña para demostrarle al mundo que estaba equivocado. Ni Francia ni Zidane son tan viejos como pensábamos, ni los escándalos del Calcio significan que la Azzurra vendió su alma.

“¡Vamos a jubilar a Zidane!”, fue el grito de batalla de Marca (el diario deportivo de mayor circulación en la península) el 27 de junio, con ocasión del enfrentamiento entre España y Francia por octavos de final. Una pifia monumental y una infamia sin par que no tardaron ni un día en pagar. Luego de una presentación memorable, rematada con el tercer gol para su equipo sobre el final del encuentro, el francés pasó cobrando por la zona mixta: “me jubilaré cuando yo decida, no cuando le apetezca a la gente de Marca”.

A pesar de lo que los cínicos puedan sostener, el fútbol todavía es un escenario en el que se libran las grandes batallas del hombre. Cierto que el Mundial es un negocio entre corporaciones animadas por el lucro, y que la FIFA es una organización que más de una vez ha defraudado al deporte, pero en este torneo se siguen encontrando los ingredientes que lo hacen extraordinario.

El mayor milagro que presenciamos en Alemania fue la resurrección de la fe de Zizou en la pelota, un convencimiento que había zozobrado a merced de la banalidad merengue. Con los Bleus, el francés mostró la determinación, la seguridad y la fuerza de un gran hombre recorriendo los pasos hacia su destino, una palabra utilizada con frecuencia por el crack, según los periodistas que han conseguido entrevistarlo durante el último mes.

Le agradezco de corazón a Zidane esta lección casi postrera. Vivimos tiempos en los que la juventud se celebra como nunca y en los que las cosas que recordamos y respetamos se esfuman con los días. Oí por ahí que Giselle Bundchen, la modelo brasilera que salía con Leonardo Di Caprio, declaró que, a los 25 años, se sentía vieja y acabada. Suena casi tan ridículo como debatir sobre el fin de Zizou, o la lentitud de Vieira, o lo inservible que es Thuram.

Otro fenómeno, Thierry Henry, intentará mandar a dormir la leyenda de que se achica a la hora del té. Tití ha marcado apenas un gol (ante Camerún, en la Confederaciones 2003) en las seis finales disputadas con club y selección, una estadística de la que se prenden sus contradictores para faltarle el respeto también a él.

En Alemania no se impuso ninguna moda que arrasara con el pasado, ni emergió un genio precoz reclamando un trono sólo para él. Volvieron los viejos sabios, en cambio, a enseñarnos el valor de la paciencia y la experiencia. Esta tarde estaré con ellos (Zidane, Makelele, Thuram), deseando que su último partido de azul sea una nueva cita con la historia.

Ni clichés ni moralismos
. En alguna de las previas de la final leí que, en los últimos tres años, el promedio de goles por partido del Calcio ha sido superior al de la liga española y al de la Premiership inglesa. Un dato como para revisar aquello del Catenaccio. Para los especialistas, la selección italiana, tal como la hemos visto en el Mundial, es la fase final de una revolución de estilo al interior del Calcio.

En las semifinales entre Alemania e Italia se suponía que la vocación por el ataque le pertenecía a los anfitriones, pero fue Marcelo Lippi quien se animó a meter a tres delanteros en los cambios del extratiempo. “¡No lo puedo creer! ¡No lo puedo creer!”, decía Diego Armando Maradona, comentarista del cotejo para una cadena televisiva, al presenciar el acontecimiento. 4 de julio: el fin del Catenaccio, y el día que Italia se le apuntó al Jogo Bonito.

La fluidez ofensiva de los Azzurri queda retratada en una estadística: 10 de los 11 goles del seleccionado han sido marcados por personas diferentes. A diferencia de Inglaterra, que apenas trajo cuatro delantero (uno de ellos sin haber debutado), Lippi convocó cinco para su escuadra: Toni, Del Piero, Gilardino, Inzaghi, e Iaquinta. Todos ellos han visto minutos y han marcado al menos un gol en este torneo.

La trayectoria de la selección ha sido, además, la reivindicación de un grupo de jugadores salpicados por un escándalo de proporciones mayúsculas. Juventus, precisamente el club en el ojo del huracán, es el equipo con más representantes (ocho) entre los finalistas. Siete de los once titulares de la selección de Lippi (todos menos Grosso, Materazzi, Perrotta y Totti) provienen de los equipos involucrados en el proceso por fraude: Juve, Milán, Lazio y Fiorentina.

Estos jugadores han demostrado que su capacidad para competir y para vencer en franca lid está fuera de discusión, más allá de los cuestionamientos hacia sus respectivos clubes. Los moralistas (quienes juzgan a otros en términos que considerarían inaceptables para ellos mismos) se apresuraron a tacharlos de traidores, tramposos y mercenarios. Sin embargo, integrantes de la selección como Gattuso, se han opuesto públicamente a una iniciativa que se abre camino en los pasillos del poder en Italia: aprovechar la euforia por un posible título mundial para tramitar una amnistía general para los personajes involucrados en los procesos judiciales. “Si cometieron un delito, que paguen por él”, ha dicho Gennaro.

Así que aquí estamos. Una final que pocos predijeron, con un fuerte sabor a revancha para cada uno de los equipos, y digna de los quilates de la Copa del Mundo. Ambas selecciones saben jugar con la pelota en sus pies, y ambas han demostrado por qué llegaron hasta el último partido. Más o menos goles, estoy contento con lo que vimos. No es posible imaginar un marco mejor para la fiesta del mundo. Fue lindo mientras duró, pero a partir de esta tarde el torneo es historia. Tendremos un campeón, y frescos en la memoria los últimos minutos en la cancha del mejor jugador de su generación. A la salud de Zidane.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo.com)

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