Monday, July 12, 2010

Iniesta de mi vida

El gran momento de este Mundial, de este gran Mundial que todavía refulge en la inmensidad, fue la celebración del gol de la final. Casi dos horas después de que comenzara a rodar la “jabonosa” pelota de Adidas (via @EduardoGaleano), Andrés Iniesta acudió a su cita con la eternidad. El hijo de Fuentealbilla, amigo fiel del segundo plano, diríase incluso persona aburridora, conecta un centro de Cesc Fábregas, compañero de escuela futbolística, ADN Barça, y convierte a España en campeona del mundo por primera vez. Acto seguido, se descubre la camisilla interior, en la que ha escrito un mensaje para Dani Jarque, amigo entrañable, fallecido un año atrás, en la habitación de un hotel turinés, durante el stage de pretemporada de su equipo, el Espanyol. Español y Barça son los clásicos rivales de patio, con el añadido de que su enfrentamiento se ha cargado con tintes políticos, síntomas del malestar social catalán. El último partido entre los dos, el último derby, celebrado en el nuevo estadio del Español, fue la puesta en escena de una animosidad exacerbada, que trascendía las esferas del deporte. Las crónicas deportivas transmitieron un ambiente caldeado, efervescente, inquietante.

Justo el sábado, un día antes de la final en Johannesburgo, se congregaron más de cuatrocientas mil personas en las calles de Barcelona para protestar los recortes al estatuto normativo de la entidad autonómica catalana. “La marcha deriva en un acto independentista”, reza el subtítulo de la nota @El_País.com. Mientras vibran enardecidas las heridas de tantos años, en Sudáfrica un jugador del Barcelona, el único que no es catalán de los canteranos culés que juegan en la selección, le daba a España una plaza en el olimpo futbolístico. Y al hacerlo, recordó a su amigo fallecido, capitán del equipo rival. Con este puente tendido entre trincheras sociales, se terminó un mundial que huyó de las estrellas, coqueteó con suramérica, amó a Uruguay y representó a Sudáfrica. Con una manera de ganar que hasta el final tuvo que ver con una manera de jugar, de vivir, la vida misma, la propia. “Iniesta de mi vida”, gritaba José Antonio Camacho, ex técnico nacional, mientras su colega en la transmisión radial narraba lo que acontecía. Andrés Iniesta, España. Los héroes perfectos de la historia.

“Yo pediría un aplauso fuerte para un equipo que no solo ha sabido ganar, sino que lo han hecho muy bien”, dijo Vicente del Bosque durante la ceremonia de bienvenida de los campeones a Madrid. “Y no sólo es ganar, sino también cómo se gana. Y ellos han sido un ejemplor para todos nosotros. Un aplauso para ellos.” Pues eso, don Vicente. Un aplauso. De pie.

Saturday, July 10, 2010

Del toque–toque al tiqui–taca

Ya se está acabando el mundial, ya se va acercando la hora en la que todos nos recibimos de técnicos infalibles: cuando la pelota deja de rodar.

En el camino, por supuesto, se quedaron tantas predicciones erróneas, tantos juicios baldíos, tantas descalificaciones apresuradas. Suficientes como para que reinara el silencio. Cuando el fútbol cuadra caja, somos todos unos cretinos. Pero también somos necios incorregibles, presumidos impenitentes. Pase lo que pase, siempre tendremos algo que decir, apuntándole a una verdad esquiva, quimérica, completamente ajena a nuestra naturaleza humana.

Hecha la advertencia de rigor, procedo.

Para mí, éste fue un Mundial marcado por las efemérides de la inolvidable participación de Colombia en Estados Unidos 94. Se cumplieron dieciséis años de aquello, una verdadera hecatombe a la colombiana: del absurdo favoritismo al que nos lanzamos con ansioso desespero al salvaje desenlace que terminó costándole la vida a Andrés Escobar. “Todo el mundo dice que a Andrés lo mató el fútbol”, se le oye decir a Francisco Maturana en el excelente documental sobre el tema, The Two Escobars, que transmitió hace poco ESPN. “Yo digo que no. Andrés era del fútbol, pero lo mató la sociedad”.

Comparto plenamente el análisis de Maturana. En su momento, participé tanto de la ridícula euforia como de la indignación homicida con la que asediamos a esa selección Colombia. No había lugar ni a lo primero ni muchísimo menos a lo segundo. Tuvieron que pasar dieciséis años y un documental de unos hermanos gringos –los Zimbalist– para que yo me enterara de esa puñetera verdad.

En lugar de disfrutar a pleno con una extraordinaria generación de jugadores, en lugar de valorar en su justa medida los inobjetables aportes de la inefable ‘rosca paisa’ que nos condujo hasta la gloria y que nosotros a cambio vilipendiamos hasta la náusea, nos pudo ese apetito insaciable, ese arribismo aniquilador que terminó convirtiéndose en nuestro sello de identidad nacional. Despreciamos el fútbol de toque, la lentitud del Pibe Valderrama, la fácil sabiduría de Maturana. Nadie nos había dado lo que ellos consiguieron, pero nosotros de inmediato quisimos más, siempre más.

“Que no nos confunda el pasado: el fútbol es muy cruel con los que se confunden”, advertía recientemente Vicente del Bosque, técnico del seleccionado español, a propósito del favoritismo que rondaba a su equipo. Obnubilados por el episodio irrepetible del Monumental, el 5 por 0 a Argentina que le hizo tragar sus palabras a Diego Armando Maradona, creímos que estaba todo hecho. Confundimos una hazaña con la normalidad, nos instalamos en la victoria, siendo una nación de perdedores. Esa tendencia esquizofrénica, lo tengo claro, hace parte de nuestra herencia española. No conocemos de puntos medios, solo nos apuntamos a la épica o a la tragedia, nunca a la novela.

Así era España también: lo demostró en muchas competencias internacionales. Llegaba haciendo ruido y se desinflaba en cuanto la presión aumentaba. Hasta este mundial, de hecho, no había alcanzado nunca una semifinal. Mientras se acercaba el verano, la pregunta que nos hacíamos todos en el planeta fútbol era si la selección española iba a refrendar su favoritismo o si se iba a dejar llevar por esa tendencia histórica, por su gen perdedor. Dos años atrás, de la mano de Luis Aragonés, había dado un paso de gigante para superar esa tara histórica al llevarse el título de la Eurocopa con un fútbol exquisito y categórico. En el siglo subsiguiente, bajo la conducción de Del Bosque, la selección apenas perdió un partido.

Como era de esperarse luego de semejantes antecedentes, los aficionados y periodistas españoles encararon el mundial de Sudáfrica absolutamente instalados en su papel de favoritos, haciendo cuentas alegres sobre cómo sería su paseo triunfal hasta la final, subestimando rivales 'menores' como Suiza o Chile. Repetían mansa, estúpidamente, los errores del pasado. Como era de esperarse, también, la derrota ante Suiza, en el primer partido del torneo, tuvo un fuerte sabor a dejà-vu: se dispararon todas las alarmas. Pero algo había cambiado en el ‘ethos’ español, especialmente al interior de ese grupo de jugadores. A pesar del ruidoso entorno, de alguna manera el núcleo de la selección supo mantener la calma y la confianza necesarias para no dejarse descentrar. Es un proceso que habrán de desmenuzar los sociólogos y eruditos de similares pelambres, pero del cual Vicente del Bosque tiene una muy definida intuición. De ahí su palabras: “que no nos confunda el pasado: el fútbol es muy cruel con los que se confunden”.

La nueva identidad del fútbol español, cosas de la vida, tiene mucho que ver con la señales distintivas de la selección de Maturana. Un estilo definido por las combinaciones al infinito, una cuidadosa e intrincada sucesión de pases en búsqueda del camino hacia el gol. Xavi Hernández en el papel del Pibe Valderrama. Su tiqui–taca viene a ser algo así como nuestro toque–toque remasterizado. En ese sentido, hay una estadística reveladora, que me encontré ayer en la cuenta de twitter de @optajean: el promedio de pases por partido de la selección española en Sudáfrica es 617. Un montón, por supuesto. Más que los demás equipos del Mundial. De hecho, en ese registro sólo la supera un equipo en la historia: la selección Colombia de Estados Unidos, con 653.

Tuesday, April 27, 2010

Remuntada

Que sí, que se percibe desde acá un tufillo raro en el ambiente que se ha generado con este asunto de la remuntada mañana ante el Inter. También se siente adentro, en el cuerpo del mundo culé. Más allá del resultado, uno desearía que no se reeditara un episodio similar al del regreso de Figo al Camp Nou con la camiseta del Real Madrid. Hasta se ha desestabilizado ese delicioso equilibrio con el que Guardiola ha dirigido el rumbo de su equipo y, cómo no, del club. Se sabe que Laporta está más interesado en su cuento independentista, en afianzar sus pretensiones políticas, algo para lo que la institución ha servido de coartada perfecta. Y ha sido el seny de Pep el mejor rompeolas contra los aluviones alimentados por el verbo irresponsable del presidente, por el inefable entorno, resguardando a sus jugadores de las marejadas. Allende lo futbolístico, quizá esa es su contribución más definitiva para que se haya instalado, incluso en la meseta, la percepción de que estamos ante un cambio de ciclo importante. De que llevamos seis años inmersos en lo que quizá termine siendo una de las grandes hegemonías futbolísticas de la historia, pero que además le ha cambiado el alma al club, acechado desde hace tiempos por una especie de esquizofrenia colectiva que condenaba al fracaso sus sucesivas remisiones. Un carácter rockero, si se quiere, pero puede uno terminar como Sid Vicious o como Bob Dylan (con perdón). Y se iba pareciendo el Barcelona a Bob Dylan, rebelde con causa, estética y eficiencia, ganador y sabio, equilibrio perfecto. Ni siquiera el Madrid le sacaba de casillas. Pero ha llegado Mourinho, el traductor, ‘the special one’, como él mismo se puso cuando desembarcó su calculada, descarada amargura en Inglaterra, y no reconozco al Barça. Pep haciendo demagogia, Piqué atizando el fuego enemigo, todos a una cayendo en la trampas del portugués. No vaya a ser que mañana, mañana, nos topemos de nuevo con esa furia mala, que también perdió a España hasta la llegada de Aragonés y el tiquitaca de sus jugones. El estado más puro de este Barcelona es el fútbol. El ruido lo manejan mejor otros equipos. Es como si hubieran vuelto a aparecerse unos fantasmas que se creían superados. Que no se vaya a dejar engatusar el equipo con sus cantinelas de ultratumba. Remuntada o no, que sea fiel a si mismo, a ese estado de nirvana futbolístico que ha alcanzado, que lo ha traído aquí. El lugar en la historia ya se lo ha ganado.

Wednesday, January 20, 2010

El equilibrio de Pep

Para entender mejor el concepto de equilibrio perfecto, las futuras generaciones de economistas deberían repasar los videos del Barcelona de Pep Guardiola. Pocas veces –acaso ninguna– la realidad hace eco de los modelos teóricos de una manera tan integral: lo impiden las flaquezas humanas: demasiadas sinuosidades, egoísmo, avaricia, todo al mismo tiempo. Cuando no impera el sistema, sacrificando libertades personales que son sagradas, las normas se relajan al punto que se desmadra el individuo. Para rematar, nuestra modernidad se caracteriza por una aversión al riesgo expansiva, que permite que la funcionalidad prevalezca siempre sobre la estética. Existen, por supuesto, caso más o menos exitosos, en los que los ideales deportivos: resultado y estilo, conviven con cierta armonía. Pero nunca en un equilibrio tan perfecto como este Barcelona.

Wednesday, September 16, 2009

América, o la letra escarlata

En diciembre se cumplirán 30 años de ‘Aquel 19’, la noche en la que la historia del América se partió en dos. Hasta ese momento había sido ‘La Mechita’, un club agobiado por las afugias económicas, que se limitaba a conmemorar las ocasiones (dos: 1960, 1969) en las que había alcanzado un subcampeonato, pero que tenía una fanaticada numerosa que lo seguía con fervor. “La pasión huracanada de un pueblo”, lo bautizó Alfonso Bonilla Aragón, uno de sus más connotados seguidores. Acostumbrado a vivir a la sombra del Deportivo Cali, plagado de ‘cracks’, próspero y ganador, el América terminaba 1979 en un papel desconocido: campeón del rentado nacional.

Eran los años dorados de la Sultana, aquellos de las añoranzas bucólicas de los caleños cando se ponen a pensar en los Juegos Panamericanos del 77 [corrección: fueron en el 71] . La gente hacía filas para montarse al bus, explican. La ciudad era ordenada, ejemplar en su apego a los valores y el civismo. Los Panamericanos, con sus obras civiles y mejoras de infraestructura, se quedaron para siempre en la memoria colectiva como el hito que representaba la transformación de Cali en una capital moderna y ambiciosa, plena de expectativas por los años venideros.

Claro que eran, también, los primeros años de bonanza sistemática de la familia Rodríguez Orejuela, Gilberto y Miguel. Los años en que Cali se enamoró de la cocaína. No se ha hecho una averiguación periodística propiamente dicha de la sucesión de los acontecimientos, pero fue en esa época cuando Miguel Rodríguez comenzó a ejercer de patrón en el América. A falta de hechos ciertos, abundan los rumores y las historias. Que Miguel era hincha del Cali, pero que la gente del club, que es divinamente, la más rancia aristocracia local, no le había recibido sus dólares. Que en el América hacían falta, y que el club escarlata, hay que reconocerlo, nunca tuvo la solidez institucional del ‘Superdépor’.

De repente, llegaban a Cali jugadores de cartel, como Aurelio José Pascuttini u Óscar ‘Pinino’ Más, y no para vestirse de verde. Para comienzos de 1979, Miguel Rodríguez consigue persuadir al médico Gabriel Ocha Uribe, el técnico que más títulos había ganado en Colombia, de que regresara al fútbol, y se hiciera cargo del América. Su equipo, comandado por jugadores como el goleador Ramón ‘La Fiera’ Cáceres y el arquero Carlos Alfredo Gay, peleó la punta durante todo el año y se impuso al cabo de un cuadrangular final contra Júnior, Magdalena y Santa Fe.

Según el libro publicado en conmemoración del septuagésimo aniversario (1997) de la institución, el domingo 17 de diciembre, al finalizar el penúltimo partido del cuadrangular, contra Santa Fe en el Campín, Ochoa Uribe sentenció: “ Seremos campeones”. El héroe de la final, ante el Unión en el Pascual, fue Alfonso Cañón, la apuesta personal del técnico. El ‘Maestro’, ídolo santafereño, pasaba de los treinta y ya había colgado los guayos, pero regresó a las canchas a pedido expreso de Ochoa, y demostró que conservaba su clase intacta.

Luego del pitazo final, dicen, una marea roja se adueñó de las calles caleñas. En los barrios populares, como El Obrero o Siloé, la celebración fue hasta el amanecer.

Durante buena parte de los treinta años siguientes, América ejercería un dominio casi absoluto sobre el fútbol profesional colombiano. La estrella que consiguió el equipo dirigido por Diego Édison Umaña en diciembre pasado fue la número trece, sumándose así a Millonarios como los clubes más ganadores del país. Se podría afirmar que los primeros cuarenta años del fútbol profesional (que comenzó en 1948) fueron de ‘Millos’, y los treinta siguientes del equipo de Miguel.

Como hincha, me he cuestionado insistentemente este asunto de que América fue de Miguel Rodríguez (por cierto, ahora es de ‘Comba’ o ‘Combatiente’). Es nuestra letra escarlata. También me ha tocado aguantarme las teorías de conspiración sobre sobornos a los árbitro y los jugadores del equipo contrario (la más popular apunta al ‘Gato’ Fernández, arquero y figura del Cali, como culpable de una derrota mortal a finales de los ochenta). Alguna verdad habrá escondida entre tanto rumor, pero este es otro asunto del que nuestro periodismo se ha desentendido por completo.

Y no es que no sea relevante o pertinente, porque todavía Cali sigue bajo el yugo del narco. Han pasado capos de todos los pelambres, seguidos de cerca por sus herederos. Desde Miguel Rodríguez, preso en Estados Unidos junto a su hermano y su hijo mayor, hasta el tal ‘Comba’, sindicado de haber asesinado a su patrón Wílber Varela, alias ‘Jabón’. Cambian los reyezuelos, pero el imperio permanece en pie.

Sin embargo, aunque considero que no se puede negar el influjo de Miguel Rodríguez en mi equipo del alma, y soy el primero en reclamarle a la ciudad donde nací que se mire al espejo, tampoco dejo de emocionarme con los recuerdos ‘pixelados’ de Willington Ortíz, el gol de Freddy Rincón al Cali en el clásico de la final del 92, la regia severidad de Ochoa Uribe, ganador de siete títulos con América y seis con Millonarios, y, cómo no, las cuatro finales de la Copa Libertadores que se perdieron (1985, 1986, 1987, 1996).

Tampoco me cuesta conmoverme, por ejemplo, con el reciente regreso de Ánthony de Ávila a las canchas. Con 174 goles en 485 partidos , el ‘Pitufo’ tiene un crédito ilimitado. Incluso para su explícito agradecimiento con Miguel Rodríguez por su apoyo durante una encrucijada personal.



La historia de Cali de los últimos treinta años es, de cierta manera, la historia del América. Ninguna otra institución simboliza tan claramente los pecados capitales de la sociedad vallecaucana, que permitió que los mafiosos se apoderaran de la ciudad y del departamento. De esa misma manera, para mi, los hinchas del Cali, representan la hipocresía del ‘establecimiento’ departamental, que está presta a rasgarse las vestiduras ante cualquier asomo de ‘inmoralidad’, mientras hace parte de ese concubinato que formó con los narcotraficantes a finales de los setenta y que hoy está más vigente que nunca.


(para Semana, edición del 20 al 26 de septiembre, 2009)

Saturday, August 08, 2009

Saudade

"Se echa de menos a Eto'o porque caló hondo en el vestuario"

Xavi, en El Mundo Deportivo.

Friday, July 24, 2009

El rey león

“Lo mejor para el Barça es que Eto’o se vaya”, dijo Pep. Brutales palabras, en las que el entrenador del Barça invierte buena parte de su crédito. Pep Sabrá. Al fin y al cabo este club estaba en la mala hace un año. Derrotado, hastiado de sí mismo, al borde de la crisis institucional. Y Guardiola nos ha regalado el equipo perfecto.

El verano pasado, tuve la oportunidad de seguir al Barcelona en su gira estadounidense, en plan ‘reportero’. Era más un hincha disfrazado de periodista que cualquier otra cosa. Vi cómo Guardiola se llevaba a Tití Henry a un costado, al final de los entrenamientos, para hablar de fútbol. Para mostrarle el camino de regreso a la gloria. Eto’o no musitó palabra, porque desde entonces se está dando lora con eso de que había que salir de él. Todo el mundo quería saber si se quedaba o se iba, y mientras tanto Samuel hacía lo de siempre: meter goles. Uno detrás del otro. Una fiera.


El momento más grande de Samuel, el tercer goleador histórico del Fútbol Club Barcelona, con 130 goles en poco más de 200 partidos (un promedio espectacular), fue a los diez minutos de la final de Roma, cuando liquidó al Manchester en la primera pelota que tocó. Se va el Rey León con tres Ligas y dos Copas de Europa, por “una cuestión de ‘feeling’, de nariz”, explica Pep, tan arbitrario como irreprochable. “No hay razones futbolísticas” prosigue, “porque Samuel es un jugador maravilloso. Cuando él ha estado bien el equipo ha ganado y cuando no, el equipo no ha llegado.”



Se supone que Guardiola cree que el vestuario necesita un revolcón para evitar la autocomplacencia y el divismo que se devoraron al equipo de Rijkaard y Ronaldinho tres años atrás, y el tratamiento sugerido comienza por encontrarle un nuevo equipo a Eto’o, cuyo contrato se vence en el 2010. A lo mejor tiene razón. Ibrahimovic era su primera opción para comandar el ataque del campeón en la próxima temporada, la segunda de ‘Pep’ en el banquillo ‘culé’. Johan Kruyff, su mentor como jugador y la conciencia crítica del Barcelona, suele decir que el segundo año es el más difícil, y probablemente eso es lo que Guardiola tiene presente de cara a la defensa de los títulos conseguidos (Liga, Copa, Champions).

En el camino, termina mal una historia de amor, y nos quedamos tristes los súbditos de Samuel. Todas las cosas que ya no serán. Solo espero que el Rey León no se deje arrastrar por esta despedida impropia de su estatura, ese desprecio tan típico del Barça con sus ídolos. Ojalá que Samuel Eto’o Fils se quede con sus cinco años en la capital de Cataluña. Para algunos, para siempre, será el más grande.

Thursday, July 23, 2009

Ramón Besa, 'Feeling'

(...)

A fin de cuentas, Eto'o y Laporta han compartido muchas cosas además de su gusto por la zamarra del 9. Ambos son valientes y populistas, y actúan con el egoísmo que se exige a los arietes. El éxito del club y del equipo se explica en buena parte por el carácter del ariete y la determinación del mandatario, cuya vinculación con el club acababa hasta ayer el mismo año 2010. Funcionan excelentemente como autónomos y no encajan fácilmente en cualquier equipo o directiva colectiva. Hiperactivos, les pueden las actitudes personales y generan situaciones de cansancio y tensión.

(...)

A Laporta le cuesta hacerse entender y no siempre merece comprensión, aunque sea porque lleva en el club desde junio de 2003. A Guardiola, en cambio, le ha sido relativamente fácil contar que no tiene feeling con Eto'o, por más que pueda parecer una frivolidad, porque es un entrenador creíble y su obra es transparente. El técnico ha gestionado excelentemente y en silencio el triplete ganado con la palabra y a Eto'o no le ha quedado otra que irse a jugar con su parchís al Inter. Eto'o no juega con las fichas azules, grana, amarillas o verdes, sino con las que llevan su propia cara. Juega sin truco ni posibilidad de hacer trampa.


En El País. Un crack.

Tuesday, April 28, 2009

Estimado señor director:

Lo que vimos ayer en el Camp Nou fue un espectáculo vergonzoso, que sólo se justifica cuando los equipos se enfrentan a rivales objetivamente superiores. ¿No se supone que los clubes ingleses son los mejores del mundo? El Chelsea, como el Madrid, como el Manchester, fue a Barcelona a emparapetarse, a pegar, a perder el tiempo, a especular. Justificar a grandes equipos que han pasado por el Camp Nou interesados más en darle caza a las estrellas del Barcelona que en el balón, en función únicamente de los resultados obtenidos, es una formulación tan engañosa como la de los neoconservadores que defienden las prácticas de los años Bush porque redundaron en la seguridad de la república. ¿Acaso los principios son un lujo que se debe abandonar en los momentos difíciles? ¿Para qué quieres la gloria, si obtenerla significa renunciar a tu grandeza?

Si el Barcelona cae (digo, es un decir), ¿cuál será la moraleja de la historia? ¿Qué lo más importante es ganar, o que vale la pena estar dispuesto a morir en tu ley, y la de nadie más?

Por lo pronto, y en lo que a mi respecta, no podría sentirme más orgulloso del Pep Team. Porque en un mundo en donde se vale todo, el Barcelona representa la integridad, incluso en las puertas de la gloria, incluso si el precio es caer.

Salud.

(al director de As, sin ningún éxito)

Saturday, April 25, 2009

Samuel Etoo, al pie de la letra

"Algunos jugadores del ataque del Barcelona pasarán a la historia del fútbol y a veces necesitas tomarte un minuto para pensar sobre lo especial que es este equipo"

(en el Mundo Deportivo)

Thursday, April 02, 2009

Añoramos a Miguel

Será fanatismo mío, pero me da la impresión de que la encrucijada del América representa perfectamente la precaria y urgente situación de Cali. El equipo, en manos de los Rodríguez desde finales de los setentas, ha caído en desgracia junto con ellos (junto con Cali). El patrón ya no se hace cargo, y de su delfín (Juan Miguel Rodríguez) no se sabe nada desde que se pisó, a mediados de febrero [¿?]. Las malas lenguas sugieren que le hicieron una propuesta imposible de rechazar: que se fuera a las buenas o lo sacaban a las malas.

¿Quién se tiene la fe como para amenazar a un Rodríguez? Luis Enrique Calle Serna, se llama la belleza. Alias ‘Combatiente’ o simplemente ‘Comba’. El prontuario del susodicho eriza. Una nota de El Tiempo del 3 de febrero del 2008 lo sindica de ser el cabecilla de la banda Los Rastrojos, antiguo jefe de finanzas de la organización de Wílber Varela, alias ‘Jabón’, y principal sospechoso de su muerte, ocurrida el año anterior en un centro vacacional de Mérida, Venezuela. Mejor dicho, el último ‘lavaperro’ que ha intentado ocupar el vacío de poder que dejó el desmantelamiento del Cartel de Cali.

Al parecer, uno de los esbirros del señor Calle Serna acompaña al plantel americano en todos sus desplazamientos, y tanto técnico como jugadores como directivos le prodigan un respeto considerable. Se supone que ‘Comba’ ha invertido unos recursos, presumiblemente en la forma de contratos de jugadores, que han redundado en su creciente poder al interior del club. Se sucedió una tensa puja por el control absoluto del América con Juan Miguel Rodríguez, quien seguía fungiendo de cabecilla escarlata hasta enero, cuando se reunió con el alcalde de Cali para discutir la situación institucional del club.

¿Es ‘Combatiente’ el nuevo patrón del América? La versión oficial es que no. De hecho, la semana pasada se reunieron el alcalde, el gobernador, el fiscal general, entre otras personalidades políticas, para avalar el proceso de democratización que se intenta llevar a cabo con el trece veces campeón. A la tal reunión no asistió, sin embargo, ningún representante de la actual administración escarlata. La revista Semana, en su nota del evento, hace una de las primeras menciones en prensa de lo que en radio bemba hace rato se sabe. Que sí, que sí es.

O pretende serlo, al menos. Se le opone, valientemente y con fortuna incierta aún, el alcalde de Cali Jorge Iván Ospina (el gobernador del Valle del Cauca, se sabe, es un recontra espía). El alcalde adivina que está en juego algo más que la suerte de un equipo de fútbol. Lo que hay es una oportunidad para mirar a nuestros fantasmas a los ojos, por una vez, sin excusas. De alguna manera, la Cali ‘viable’ se las ha arreglado para ignorar a la que no lo es. Pero la miseria se ha multiplicado, y hace un tiempo largo que la viabilidad de la ciudad entera, de la sociedad como tal, es la que está en cuestión.

Cualquier intento por resolver el entuerto debe incluir una sincerada muy brava sobre la verdadera dimensión del influjo narco. Coger la letra escarlata, colgárnosla al cuello. El problema no es Apolinar, ni los Rodríguez, ni siquiera el gobernador. No se resuelve matando, encarcelando o destituyendo a nadie en particular. No admite chivos expiatorios. El problema es más profundo, más complejo. Y ha crecido en medio de la distante indiferencia de un conjunto de personas que podríamos representar como los hinchas del Deportivo Cali. Por mucho que se esfuercen, pretender que el rey no está desnudo no significa que esté vestido. Resulta llamativo que los años que se recuerdan en Cali como ‘dorados’ son precisamente los que duró la paz mafiosa del Cartel. Es que, enfrentados a la realidad de ‘Comba’, añoramos a Miguel.

(en Soho.com)

Sunday, February 22, 2009

El socialismo según Xavi

Como ha ocurrido con casi todas las actividades humanas de trascendencia, hace rato que el mercadeo se ha apoderado del fútbol. Ya no basta con jugar bien, esforzarse, ser solidario, cumplir en los entrenamientos y en la cancha, ganar. Ahora es fundamental meterle glamour a la vaina, o resignarse a no valer. Puede decirse, incluso, que si uno viene bien empaquetado, si tiene cómo vender, no es tan importante tener calidad. El paradigma del nuevo modelo, por supuesto, sería David Beckham, cuyos atributos ‘marketineros’ están fuera de toda discusión (es el único ser humano que puede llenar un estadio de fútbol en Estados Unidos), pero cuya valía futbolística no genera unanimidad, por decir lo menos.

Tal es el mundo en el que Xavi Hernández (Terraza, 1980) ha venido a nacer. Ni la demagogia, ni el mercadeo, ni la vanidad del estrellato son cosas que vayan con él. “Es cierto que no vendo y que, a lo mejor, no he calado como otros, pero tampoco es lo que quiero”, declaró hace poco el jugador del Barcelona. “Nunca me he sentido cómodo con todo eso. Huyo de ello. En la gala del FIFA World Player estaba como un flan”.

Y es que, aunque el reconocimiento no sea algo por lo que se desviva, Xavi se ha convertido en una referencia obligada del ‘beautiful game’. A sus 29 años, es el segundo jugador que más partidos ha disputado en su club (453), y cuenta con un palmarés que incluye tres títulos de liga y una Copa de Europa, aunque quizás su consagración definitiva le llegó el verano pasado, cuando lideró a la selección española en la consecución de la Eurocopa, torneo en el cual fue considerado el jugador más valioso.

El pequeño jugador catalán es una de las joyas forjadas en La Massia, la escuela de formación del FC Barcelona, a donde llegó con escasos once años. Durante mucho tiempo se lo comparó con Josep ‘Pep’ Guardiola, quien todavía operaba la sala de máquinas del equipo cuando Xavi debutó en primera, el 18 de agosto de 1998. En su momento, el de Terraza apuró la jubilación de Pep, fue su relevo natural (“hay uno en las inferiores que nos va a retirar a los dos”, cuenta la leyenda que le advirtió Pep a Xavi, refiriéndose a Andrés Iniesta). Y es que ambos venían de la misma cantera, por lo que su interpretación del juego acusaba características similares, denominación de origen: posesión del balón, criterio para repartirlo, combinación exquisita de visión y técnica, aguzado sentido de la oportunidad.

Diez años después de su debut, Xavi es el estandarte futbolístico del Barcelona, uno de los capitanes del equipo, y Pep su director técnico. “Tengo pasión por él”, confiesa el crack, “ha sido mi referencia en todo. Siempre dice: ‘Si piensas en el club no te vas a equivocar’, y tiene toda la razón”. Juntos han obrado un milagro en el equipo, desahuciado tras caer en una versión ‘Culé’ de la galactización que dio al traste con el Madrid de Zidane y Ronaldo y Figo (y Beckham). Lo han liberado de la complacencia, han apagado la hoguera de las vanidades, han restituido el orden que antecede al arte.

Una vieja verdad que ha terminado sepultada bajo la parafernalia modernizante de nuestros tiempos. A estas alturas, quizás sea el secreto mejor guardado del fútbol. Independientemente de qué tan bueno seas, solo serás efectivo en la medida en que tus cualidades estén en función del colectivo. Huidizo equilibrio que solo han alcanzado pocos maestros, porque por lo general son los talentoso las primeras víctimas de sus propios encantos. Xavi no. “Soy una víctima del colectivo”, dice; “socio de todos”. Sin pretensiones, sin peinaditos o aretes, comiendo callado en la derrota y en la victoria, a puro fútbol, Xavi Hernández está en pie de lucha contra una modernidad apabullante. Si algo hemos aprendido de la historia, lo más probable es que termine sucumbiendo, pero eso sí, convertido en un héroe.

(para la revista Slided)

Saturday, January 10, 2009

Palestina


* AP

Manolo Jiménez, técnico del Sevilla, volvió a salir ayer en apoyo a su jugador. "En la polémica de Kanouté hay que respetar todos los puntos de vista. Hay que respetar todas las religiones y todos los sentimientos, siempre que el mensaje no sea para provocar violencia", opinó el técnico. Precisamente ahí, en las posibles consecuencias de la acción de Kanouté, es donde estriba la razón de que la multa haya sido de 3.000 euros, y no de una cantidad superior. "Hemos entendido mayoritariamente, no por unanimidad, que sólo la palabra Palestina no incita a la violencia", matizó Flórez; "por eso se ha aplicado el artículo 120.bis".

* El País, Deportes. El alto precio de una palabra, de Héctor Iglesias

Sunday, December 21, 2008

aspirantes legítimos

Del partido del campeonato, que me tocó en Cali y en el Pascual, me quedan algunas cosas. Primero que todo, el grito del gorila. Me impactó, porque no lo sabía, que las hinchadas colombianas (supe que pasó también en Medellín) anduvieran replicando los gritos racistas de las ligas europeas. En cuanto uno de los dos jugadores negros en la alineación del DIM tocaba un balón, la gente de Oriental empezaba a hacer el uh-uh-uh, mímica del simio. No sé si en Sur o Norte, si en Occidental, hicieran lo mismo. En donde yo estaba, en el primer piso de Oriental, la mayoría lo hacía. Cada vez fue igual. Desde el principio hasta el final. Digamos que se me amargó una fiesta redonda. No puede ser que en Cali, en las graderías del templo americano que es el Pascual Guerrero, donde los sacerdotes han sido de todos los colores, la hinchada de la Mechita se vuelva en contra de sus propias raíces. Si de alguna manera el espíritu de la ciudad se manifiesta en este tipo de actitudes, el diagnóstico es incluso más horripilante de lo que se supone. Dentro de poco empezarán a tirar cáscaras de banano, y habremos sucumbido por completo. Apague y vámonos.

Y es que estamos al borde. Como dijo el hijo de Hernán Peláez en los prolegómenos del cotejo decisivo, la final del Torneo Finalización enfrentaba al equipo de la Lista Clinton contra el equipo de los Paras –concretamente Don Berna, o el esbirro que haya aprovechado su ausencia para coronarse Patrón de Aburrá. Al lado del DIM, América parecía de buena familia, de traer a la casa. La cosa era tan paila que en El Tiempo se disfrazaron de americanos. Mereció ganar. Fue el mejor equipo. Se sobrepuso a las dificultades. Un equipo donde mandaba Rodríguez. Yo digo, ¿mandaba, tiempo pasado? ¿Quién manda en el América? Juan Miguel Rodríguez, el hijo de Miguel. Manda mucho peor que su padre, que lo utilizó como espejo de su gloria. Ahora son otros tiempos. El heredero se queda con los recursos que genera su equipo, de repente vencedor, asfixiándolo al tiempo que se alimenta de su cuerpo desfalleciente.

Nuestro gobernador, elegido el mejor de Colombia, o algo así, aguarda en la lejanía, dando vueltas alrededor del cadáver. En radio bemba se comenta que el presunto proceso de democratización del América no es más que un ardid de Abadía para hacerse con el control del equipo, y utilizarlo él como vehículo de influencia. El rumor tiene visos de legitimidad, a juzgar por el impresionante despliegue publicitario que se hizo el dirigente a costa de los últimos Juegos Nacionales, celebrados en el Valle del Cauca y San Andrés. En todo el país había vallas con la foto del imberbe funcionario, posando con pinta de maloso. Lo único bueno de haber perdido unas justas que nosotros mismos organizamos, es que Abadía se quedó con las ganas de facturar.

El gobernador, por supuesto, estuvo en el Pascual, el primero en montarse en el camión de los bomberos. Pero esta victoria no le pertenece, como tampoco al delfín de capo.

El título es, primero que todo, de Diego Édison Umaña. Los coros en el estadio fueron sobre todo para él, el gran artífice de este viaje epopéyico de La Mechita hacia su treceava estrella. Me da la impresión de que el técnico, y su asistente, Álex Escobar, se tomaron su trabajo con mística, algo infrecuente, y para lo que no existen estímulos, en el fútbol colombiano. Luego del partido en el Atanasio Girardot, Álex le dijo a la prensa que Umaña se había echado un discurso legendario en el entretiempo. El técnico le recordó a sus jugadores la final malograda del primer semestre, ante chico, la extraordinaria oportunidad ante la que se enfrentaban, las ilusiones del pueblo que representaban.

Lo de América este año ha sido milagroso, ya lo decía antes. Y creo que Umaña encendió una luz en el horizonte vallecaucano, algo de lo que han sido incapaces nuestros dirigentes, patricios, intelectuales, o como se quieran llamar. El técnico demostró que, incluso en las peores circunstancias, vale la pena empeñarse obsesivamente en esfuerzos colectivos, virtuosos y solidarios. Más aún, nos recordó que somos candidatos, aspirantes legítimos a la grandeza.

Thursday, December 18, 2008

Lorencito (dos)

en los dos últimos años aprendí a esperar, puede decirse, aunque todavía vivo con vértigo. te cuento que aproveché que se adelantó el viaje de regreso a Bogotá, para seguir derecho hacia Cali, detrás de la estrella trece. esas son las únicas que de verdad sigo, compradas y pisoteadas como están, de papel–moneda. nada es seguro todavía, aprendí eso durante la oscuridad de Ronaldinho. pero también se que América se juega el honor de la ciudad, lo que le queda de alegría, ambición y fortaleza. así estamos en el Valle del Cauca por estos días, que las épicas solo se dan el Pascual Guerrero, de la mano de la Mechita. nada me ha partido el alma como la decadencia de mi tierra, la de mi papá. aún así, nada me da vida como la Sultana.

se acaba otro año, monstro, con sus sinsabores. en junio estábamos comiéndonos el sapo más bravo de todos, perdiendo contra chico, pero también gozamos el camino a la final. ahora estamos repitiendo. aunque el fútbol colombiano es cualquier cosa menos la Liga o la Premier, todavía se cuentan historias épicas en sus canchas. a pesar de los pesares (de los capos, de los periodistas, de las corbatas, de las pirañas), hay cierta vigencia en nuestro devaluado torneo. sobre todo porque hemos podido asistir a la resurección del América, de la mano de Umaña (y Álex Escobar) y el plantel. la historia improbable (como decía Obama) de un grupo que se ha sobrepuesto al pillaje por parte de sus administradores, la quiebra económica, la muerte civil, la vida fantasma en una ciudad fantasma.

en sintonía con el espíritu navideño, valga la pena el reconocimiento al rival de patio, que tiene una organización modélica. ahora que se habla tanto en el Congreso de reformar el fútbol, ¿por qué no se inventan unos incentivos para privilegiar organizaciones así, sociales y deportivas, democráticas, ejemplares? ya está bueno de este fútbol pirata nuestro, en el que están representados solo los más viles ejemplares de la fauna nacional. infortunadamente, la inmensa ventaja estructural de los azucareros con respecto a los demás clubes colombianos, todos corsarios, de un pelambre o el otro, no se ha traducido en una hegemonía. hay un cáncer que se come al Super Depor, que no se cura con nuevos técnicos o limpiezas dentro del vestuario, ni siquiera con la nueva administración.

el espíritu navideño no me da para más, porque a los hinchas del Cali todavía no les perdono que se hayan ido a vivir a Miami cuando el rancho ardía, como tampoco me perdonaré haberme ido yo, también.

le endosamos la ciudad a personajes como Abadía, el gobernador–patrón. Valle perdió los juegos nacionales, que era la gran apuesta mediática del ilustre mandatario. regadas por toda Colombia están las vallas en las que posaba con cara de matón, robándose el prestigio de las medallas olímpicas de los deportivas vallecaucanos. para que no se nos olvide hasta donde hemos llegado. seguro que el estafeta del senador Martínez (malaya sea) se monta ahora en el bus de la victoria americana. ya lo ha hecho en el pasado. el rumor en Cali es que el gobernador tiene planeado hacerse con el control del club. solo un capo le puede recibir eso a los reyes depuestos, ya que el Estado, el candidato natural para intervenir la propiedad del club, arrebatársela a los Rodríguez, ha optado por la indiferencia absoluluta. lo que digan los gringos, como siempre. yo pensaba que estábamos en la mala, pero la realidad siempre te enseña que se puede empeorar. caer en las manos de Abadía . . . como para hacerse del Cali.

considerando este panorama desolador, el milagro de Umaña solo se engrandece. los americanos tenemos que gozar, como si fueran las últimas, estas tardes de gloria. nos persigue el aliento de la muerte, dead man walking. el futuro, lo que pase después de que se acabe el partido, es lo de menos. lo que importa, los tesoros, son estos momentos, el camino. importan las dos horas del partido, el grito de una ciudad que pide clemencia, que busca solaz. el encuentro de una hinchada con su equipo del alma, el pálpito del pueblo americano. dos horas. independientemente del desenlace, eso no nos lo podrán quitar jamás.

Friday, December 05, 2008

El regreso del Mimo

Este Barcelona no es otra cosa que la continuación del de Rijkaard y ô Crack Feliz, que se distrajo por el camino. Su mejor versión es un regreso al fútbol con el que los culés ganaron dos ligas y una Copa de Europa. Por eso no vale echarle basura al holandés. Sería como mear contra el viento. Pep Guardiola entendió que su papel era rescatar una dinastía que se quedó truncada por la complacencia propia del triunfo, no ponerse a inventar. La gran diferencia entre aquel equipo y este –además de que Dinho se fue–, debería ser Tití Henry, que no pasó de fantasma en su primer año en Cataluña. El ingrediente que le falta a la fiesta para devenir en carnaval es la magia del Mimo. Su entrenador se ha propuesto recuperarla, para bien del fútbol. Mañana ejercerá de delantero de referencia merced a la acumulación de amarillas de Eto’o. El camerunés estará (toco madera) ante el Madrid, en una semana, pero se pierde el partido ante el equipo de Villa y Mata (y Silva). Es una oportunidad de cuento para que Tití nos demuestre que no se ha ido, que puede darnos algo de lo que tantas veces le vimos hacer. Si la historia la contara yo, el francés marcaría dos goles y jugaría su primer partido de cuerpo completo desde que arribó a la ciudad condal. Esa es la tragedia, precisamente. Que el narrador casi nunca soy yo.


(cartas al director, As)

Wednesday, October 29, 2008

Dios ¿y parte?

La demagogia argentina no es algo reciente ni que sorprenda –personalmente vengo sosteniendo hace un rato que la Banana Republic más brava que hay en Suramérica es, con todo el respecto, claro, Argentina–, pero la última manifestación de esta tendencia nacional gaucha me ha dejado perplejo. Ante la ‘crisis’ en el seleccionado de fútbol albiceleste, el mandamás del fútbol local, Julio Grondona ha decidido nombrar a Diego Armando Maradona como su director técnico.

El nombramiento, ocurrido precisamente durante la ‘nochebuena’ de la Iglesia Maradoniana, es decir en el aniversario del natalicio del crack (feliz cumpleaños, Pelusa), es un acto tribunero si los hay, que viene a refrendar el olfato político de Grondona, quien no tuvo problema en pasar la página a los incontables altercados que ha tenido con El Diego a lo largo de los años. Maradona, por supuesto, está exultante; tan feliz, dice, como cuando nacieron sus dos hijas. Y yo me alegro con él, faltaba más, pero me puede el temor, el pánico por lo que será.

Y no solo es por lo que advirtió Jorge Valdano, su compañero de cuarto en la concentración de la selección en México 86. Eso de que “Diego no ha tenido experiencia como entrenador, salvo algo esporádico, y no es fácil ser entrenador de la selección; me parece arriesgado.” Aunque se trata de una opinión calificada, por lo general no le doy mucha bola a lo que diga Valdano, ex entrenador y director deportivo del Real Madrid, jugador de pensamientos progresistas convertido en esbirro de la causa franquista.

El miedo mío es que Maradona, que todavía piensa como futbolista, en realidad lo que quiere es protagonismo, sigue buscando el amor de la gente. Mucho me temo que ese instinto, ese reflejo, nublará su juicio permanentemente, y lo llevará a ponerse en plan de competir, por ejemplo, con Lionel Messi, señalado por muchos como su posible sucesor.

Nadie es más grande que El Diego, como bien sabe el propio Maradona, y me late que esa será una lección que el Diez querrá enseñarle a fuego al pibito Messi. Ya lo había cogido de payaso de las bofetadas, criticándolo públicamente en varias ocasiones. “No tiene carácter”, “juega para él solito”. Lo peor de todo es que Maradona tiene razón, pero sus palabras están teñidas de envidia. Si en realidad el Diego quisiera corregirle los defectos a Messi, lo último que haría sería ponerlo en evidencia con el público argentino y mundial, que recoge cada una de sus palabras como si fueran salmos bíblicos. El crack de México 86 sabe que hay cosas que se manejan en la intimidad de un vestuario.

Como buen hincha que soy de Maradona, espero estar equivocado. Pero mi consejo para el Diego es que se dedique a ser Dios, que para eso tiene su propia iglesia. Ese sí es un puesto que sólo él puede ocupar.

Sunday, October 05, 2008

Curado

El Barcelona de Ronaldinho se vino a pique hace cerca de dos años (en algún momento entre el glorioso verano y el invierno de 2006), y el desencanto subsiguiente llegó al punto de que incluso el Crack Feliz se tuvo que marchar del equipo por la puerta de atrás (me quede esperando que regresara, todavía alucino con las cosas que le vimos hacer). Estas desconcertantes temporadas transmitieron la impresión de que muchas de sus estrellas habían dejado sus mejores años tras de si.

No tengo la respuesta, pero algo se erosionó, se agrietó y se rompió al interior de ese vestuario. El equipo se desconfiguró, perdió su espíritu. Quizá se repite demasiado que el fútbol es un estado de ánimo, pero no por ellos es menos cierto. Es muy cierto.

En realidad, el problema del Barcelona nunca fue de calidad; con los jugadores que tiene, lo raro no es lo que vimos ayer, lo raro es que no suceda con más frecuencia. El problema es espiritual. Por eso, desde que perdimos a Dinho, desde que su tristeza se tragó al mejor equipo del siglo XXI, procuro seguirle la pista a ciertos detalles (palabras, gestos, actitudes), que me permitan adivinar el ambiente dentro del vestuario culé.

Ayer, por ejemplo. En medio de la paliza que el equipo dirigido por Josep ‘Pep’ Guardiola le propinó al flamante Atlético de Madrid (que se comió cinco goles en media hora), se dejaron caer señales que, a mi parecer, confirman que Barcelona se ha curado de sus males para bien.

Luego de la jugada en la que le cometieron penal, Lionel Messi se levantó del piso y tomó el balón, con la intención evidente de cobrar la falta. Sin embargo, antes de que la producción televisiva cortara a otra toma, se pudo ver a Carles Puyol acercándosele al crack argentino. Lo siguiente que supimos fue que Samuel Eto’o se disponía a disparar desde los doce metros. Con Guardiola, la regla en los penales es que los cobra “el que se sienta mejor”, ya sea el argentino, el camerunés o Thierry Henry. Seguro que Messi también convertía el gol, pero Eto’o lo necesitaba más, y Puyol lo sabía.

El capitán del Barsa carga con la enorme responsabilidad de hacer de Messi un jugador de equipo. Maradona tiene razón cuando advierte que al pibito le falta carácter, liderazgo, y que a veces juega solo para él. Lo bueno es que Lionel, a sus veinte años, todavía tiene un margen de crecimiento considerable en ambos aspectos. Lo mejor, en todo caso, es el fútbol que sale de su zurda.

El técnico catalán efectuó el primer cambio en el minuto 59. Sale Eto’o, entra Henry. Al delantero camerunés no le gustó para nada perderse el resto del partido. Pero el goleador, que recientemente traspasó la barrera de los 100 goles defendiendo los goles del Barcelona, se tragó el sapo e incluso tuvo amor para Tití (harto que lo necesita). En la banda lo recibió Guardiola, que le dedicó un palmoteo, como si fueran colegas, panas. A veces toca apretar.

Es que el que entra es Tití Henry, quizá uno de los mayores damnificados de la debacle culé. Su primer año coincidió con la implosión definitiva del equipo. En lugar de flipar en colores con los Cuatro Fantásticos (el eslogan que se inventó el equipo mediático del club, 'los puntocom’), el público terminó silbando a sus antiguos ídolos. Aunque metió 19 goles en todas las competiciones (Champions, Copa del Rey, Liga), el consenso general fue que Henry era una sombra. Apenas se supo que iba a ser el nuevo técnico, se supone que Guardiola habló con Tití. Como no contaba con Eto’o, le aseguró que sería el cendrodelantero titular del nuevo equipo. Al final Samuel se quedó, tuvo una pretemporada formidable –en la que estrenó una deliciosa discreción– y Pep no pudo cumplirle al crack Bleu. El puesto sería para el mejor.

Pero Tití es un grande. Durante la pretemporada se vio varias veces al técnico charlando con el astro, uno a uno. Por momentos, parece el mismo jugador del año pasado. Por momentos, no. Ayer, Guardiola le dio media hora. Tití respondió con un gol marca registrada de la casa, el sexto del Barcelona. Un fogonazo del pasado, remate quirúrgico, luego de una jugada que él mismo comenzó.

En medio de la celebración, Henry tuvo tiempo para acordadrse de Eto'o. Un exultante Henry se fundió en un abrazo fraterno con el León Indomable cerca del banquillo local. Fue el mejor momento de la noche.

“Quiero dar gracias a la gente porque con ellos somos más fuertes”, declaró Guardiola al final del “mejor partido desde que estoy aquí”. Alrededor de noventa mil personas se congregaron en el Camp Nou para ver al equipo del canterano. Nadie conoce al Barcelona mejor que Pep. Él sabe muy bien que el hincha culé es retrechero pero fundamental. Ayer, el estadio reverberó como en los tiempos de Dinho. Con lo que hay, escenas así deberían ser más frecuentes.