Wednesday, October 29, 2008

Dios ¿y parte?

La demagogia argentina no es algo reciente ni que sorprenda –personalmente vengo sosteniendo hace un rato que la Banana Republic más brava que hay en Suramérica es, con todo el respecto, claro, Argentina–, pero la última manifestación de esta tendencia nacional gaucha me ha dejado perplejo. Ante la ‘crisis’ en el seleccionado de fútbol albiceleste, el mandamás del fútbol local, Julio Grondona ha decidido nombrar a Diego Armando Maradona como su director técnico.

El nombramiento, ocurrido precisamente durante la ‘nochebuena’ de la Iglesia Maradoniana, es decir en el aniversario del natalicio del crack (feliz cumpleaños, Pelusa), es un acto tribunero si los hay, que viene a refrendar el olfato político de Grondona, quien no tuvo problema en pasar la página a los incontables altercados que ha tenido con El Diego a lo largo de los años. Maradona, por supuesto, está exultante; tan feliz, dice, como cuando nacieron sus dos hijas. Y yo me alegro con él, faltaba más, pero me puede el temor, el pánico por lo que será.

Y no solo es por lo que advirtió Jorge Valdano, su compañero de cuarto en la concentración de la selección en México 86. Eso de que “Diego no ha tenido experiencia como entrenador, salvo algo esporádico, y no es fácil ser entrenador de la selección; me parece arriesgado.” Aunque se trata de una opinión calificada, por lo general no le doy mucha bola a lo que diga Valdano, ex entrenador y director deportivo del Real Madrid, jugador de pensamientos progresistas convertido en esbirro de la causa franquista.

El miedo mío es que Maradona, que todavía piensa como futbolista, en realidad lo que quiere es protagonismo, sigue buscando el amor de la gente. Mucho me temo que ese instinto, ese reflejo, nublará su juicio permanentemente, y lo llevará a ponerse en plan de competir, por ejemplo, con Lionel Messi, señalado por muchos como su posible sucesor.

Nadie es más grande que El Diego, como bien sabe el propio Maradona, y me late que esa será una lección que el Diez querrá enseñarle a fuego al pibito Messi. Ya lo había cogido de payaso de las bofetadas, criticándolo públicamente en varias ocasiones. “No tiene carácter”, “juega para él solito”. Lo peor de todo es que Maradona tiene razón, pero sus palabras están teñidas de envidia. Si en realidad el Diego quisiera corregirle los defectos a Messi, lo último que haría sería ponerlo en evidencia con el público argentino y mundial, que recoge cada una de sus palabras como si fueran salmos bíblicos. El crack de México 86 sabe que hay cosas que se manejan en la intimidad de un vestuario.

Como buen hincha que soy de Maradona, espero estar equivocado. Pero mi consejo para el Diego es que se dedique a ser Dios, que para eso tiene su propia iglesia. Ese sí es un puesto que sólo él puede ocupar.

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