Saturday, October 22, 2005

“Miguel le dio la gloria, y ahora lo está matando”

Lo que no cupo en la primera entrega. Perfil del ‘genio’, como afectuosamente lo han llamado aquí. La lista Clinton. La solución al entuerto. Conversación con Héctor Fabio Báez, 2T.


Está amañado en Bogotá, le gusta el desafío que tiene enfrente. Confía en que Santa Fe estará entre los ocho, pero no tiene problema en reconocer que es americano. “Mi hijo también, hincha furibundo”, recalca, mientras me muestra una foto enmarcada del pequeño, con las tribunas de El Campín de fondo, enfundado en una camiseta de Santa Fe. “Estuvo hace poco visitándome (el niño y la madre aún viven en Cali). Le dije que podía venir conmigo al banco, pero que tenía que ponerse la camiseta del Santa Fe. Eso sí, apenas le tomaron la foto, se la quitó diciendo: listo papá, ya cumplí”.

No sabía que los gerentes deportivos fueran al banco de sus equipos. Héctor Fabio Báez ha recorrido medio continente y todo el país acompañando a los equipos para los que ha trabajado. Cuando estuvo en el América, alternó durante un año con el mismo cargo, pero en la Selección Colombia. Durante un año, hizo parte del ciclo de Reinaldo Rueda. A estas alturas, uno no sabe si eso da cachete o boletea. Pero una cosa es segura: ha pasado mucha agua por debajo del puente en la vida de este vallecaucano.

“Nací en Cartago, en un taxi, para más señas. Sietemesino.” Le duele la distancia con su tierra, adonde se quedó su familia, pero Báez salió a cambiar de aires, luego de un ciclo que considera cumplido en el América. No se fue de la mejor manera, ni por mutuo acuerdo. Más bien se quedó sin salidas. La institución vivió una transición. Tampoco siguió Amparo Rodríguez, la eterna administradora y hermana del capo, cuya impronta será difícil de borrar. “La gente de ahora no sabe de fútbol, es ajena al medio. El financiero no tiene ni idea del tema. Los jugadores no lo pueden ni ver”. Dejemos ahí, para no ser incendiarios.

Báez llegó al fútbol en 1991, de la mano de Juan José Bellini, cuando éste presidía la Federación Colombiana de Fútbol. “Al principio, cuidaba el edificio. En poco tiempo me convertí en el mensajero y en el noventa y tres me nombraron asistente del director administrativo de la Federación”. Desde la portería al último piso del edificio, Báez vivió las entrañas del órgano rector del fútbol nacional. No le pregunté por los ‘runrunes’ habituales sobre lo que se cuece ahí, porque no era el tema.

Un chisme sobre el que sí le pedí confirmación es uno recurrente, que yo atribuyo al saboteo histórico de los hinchas azucareros (igual pasa con Freddy Rincón, pero ahí sí les creo). Eso de que Miguel Rodríguez en realidad es hincha del Deporcali. “El que es hincha del Cali es Gilberto, pero Miguel es americano.” Saltamos al asunto ineludible. La Lista Clinton. La letra escarlata, colgada en el cuello del América. Apretando. Apretando. ¿Qué hacer?

“La propiedad del América debe democratizarse. Como están las cosas, el equipo va a desaparecer. Es imposible subsistir en estas circunstancias.” Hace poco, Carlos Puente (el presidente) declaró en una entrevista que mantener la Corporación Deportiva andando costaba cinco mil millones de pesos al año (las taquillas anuales merodean los doscientos millones). ¿Cómo hacer circular esa plata por fuera del sistema financiero? Es una invitación al lavado de activos, por una parte, y a la informalidad, por lo menos. Los mitos relatan que más de una vez hubo que ‘ponerse al día’ con fajos de billetes directamente salidos de bolsas de basura.

“El sacrificio de Puente es para quitarse el sombrero. Es un muerto civil”. Por esos caprichos del imperio, el señalamiento alcanza al presidente de la institución, pero no va más allá. Ni a la junta directiva, ni a los funcionarios de la Corporación, ni mucho menos a sus jugadores. La caprichosa letra menuda del diktat yanqui.

Báez pone el ejemplo de Drogas La Rebaja. En cuanto el Estado embargó la propiedad, la empresa salió de la Lista Clinton. Mientras su situación jurídica no se aclare, vivirá en zozobra por la mortal exclusión. Pero yo no ‘veo’ al Estado haciendo lo mismo en este caso. Digamos que el entramado legal lo supera. Estamos en manos del patrón.

La hinchada debe exigir que le devuelvan el club. Que los dueños le hagan una entrega simbólica de la propiedad.” Lejano, digo yo. Ni siquiera metemos cinco mil en el estadio, mucho menos vamos a ser capaces de organizar esa campaña. Además, conociéndonos, un enfrentamiento de ese tipo terminaría en calamidad. “Miguel le dio la gloria al América, pero ahora lo está matando”.

Le pregunto una obvia: las mejores divisiones inferiores de Colombia.“América y Cali”. ¿Todavía? “Todavía” ¿Santa Fe? Mira por la ventana, en un segundo piso de una casa en la calle 64 con carrera 38. Está lloviendo en el páramo. “Tenemos unas canchas aquí al lado, otras en el norte, otras más lejos. La infraestructura de Cascajal (el campo de entrenamiento escarlata): seis canchas para jugar al fútbol en un mismo espacio, no la tienen muchos equipos en Colombia. Estas limitaciones se notan porque, al final, no existe intercambio entre las diferentes divisiones, ni tampoco con el primer equipo. Algo fundamental para el proceso de desarrollo de los jóvenes: poder estar en contacto con los referentes del club.”

¿Los mejores prospectos de este América? “González, Otálvaro, ‘Pepe’, y Paulo César Arango. Paulo César marcó 20 goles en la C, pero jugando adelante. No sé por que les ha dado por meterlo en la mitad. Curiosamente, ni González ni Otálvaro son titulares. De cierta manera, América permite que sus promesas se devalúen. En el pasado vivimos también de las transferencias. ”

Salí de la oficina con el humor sombrío. La lluvia, el frío, el golpe de realidad que significa haberme encontrado con Héctor Fabio Báez. Una cosa más, a riesgo de redundar. Este plantel tiene una oportunidad, una ventana a la historia. Mientras amanece, y se acaba esta parranda escandalosa de veintiséis años, una descarga final de sabor de nuestros pelados, una descarga triunfal que acabe con la mentira embajadora de los trece títulos. Sería el pasado tendiéndole una mano al futuro, para que no venga tan brava. Para prolongar por un semestre la agonía, no sea que por ahí se cuele una luz y haya mañana en lugar de vacío, el peor de los guayabos.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo.com)

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