Wednesday, April 27, 2011

Teoremas, realidades

Son tan significativos estos encuentros Barcelona–Madrid que han bastado dos para que los especialistas identifiquen el final de una era (Barça) y la consolidación de una dinastía (Madrid). Conviene que no se crucen tan seguido las órbitas de estos dos enormes planetas, porque se desbarajusta el equilibrio sideral, y terminan agotándose en segundos las historias que estaban predestinadas a perdurar. Con esta seguidilla de clásicos estamos presenciando un experimento sin precedentes, en el que se pone a prueba de una vez por todas la teoría de los vasos comunicantes, muchas veces repetida pero nunca comprobada del todo, según la cual madridistas y catalanes están entrelazados en un juego de suma cero, en el que el éxito del uno es inversamente proporcional al fracaso del otro.

Así, aunque Barça y Madrid se han repartido el botín de sus dos primeros encuentros (la liga para el uno*, la Copa para el otro), y por lo tanto ambos tienen razones concretas para darse por bien servidos, la percepción es que el equipo de Mourinho llega a las puertas de las semifinales de la Champions League contra el FC Barcelona –el momento cumbre de la temporada– en estado de gracia, mientras que su contrincante lo hace diezmado, temeroso, inseguro.



Resultados aparte, la confianza que se tienen los merengues está relacionada con una de las mayores virtudes de José Mourinho, quizá la razón por la que se autodenominó ‘The Special One’. Y es que el portugués domina el arte de la sugestión. En menos de un año, ha logrado convencer a sus jugadores, a su otrora todopoderoso presidente y a la ‘masa social’ del Real Madrid, de que se encomienden a él sin hacer preguntas, incluso al costo de sacrificar sus principios.

“Hay que reconocerle un mérito a Mourinho y es que ha conseguido hacer jugar a un equipo grande como uno menor y que además lo haga convencido”, comentaba recientemente Miguel Ángel Lotina, entrenador del Deportivo de La Coruña, en una entrevista para El País. “Yo fui con el Celta al Bernabéu e hice lo mismo que el Madrid contra el Barça en Liga, empatamos y me cayeron palos por todos lados. ¡Y era el Celta!”

Lotina se refería al partido del liga del pasado 16 de abril, el primero del ‘Póker de Clásicos’, en el cual el Real Madrid renunció al balón y a la iniciativa en su propio estadio, ante su público, a pesar de tener la necesidad de ganar so pena de darse de baja en la pelea por el título liguero. La posesión del balón del equipo local fue del 23%, la más baja en las últimas cinco temporadas, y el partido terminó en un empate a un gol. “El Barça hace fútbol, el Madrid va y viene”, se lamentó Aldredo Di Stéfano, presidente honorario del club blanco. Para la Saeta Rubia, legendario ganador de cinco Copas de Europa enfundado en el uniforme blanco, “el Barça era el león y el Madrid el ratón”.

El público del Bernabéu, por su parte, despidió a su equipo al final del partido con un atronador aplauso, aunque el resultado dejaba casi sentenciado el título liguero del Barcelona. “Nunca he visto al Real Madrid jugar así con el consentimiento de su público”, comentó un aturdido Santiago Segurola. Para el periodista deportivo la única explicación era la convicción absoluta de la afición blanca en que Mourinho saldría victorioso de los siguientes lances contra el Barcelona en la final de la Copa y luego en las semifinales de la Champions League.

El estado de ánimo del madridismo también evidenciaba un sentimiento de inferioridad ante el gran enemigo, que con Pep Guardiola ha conocido sus mejores años, ganándolo todo. Este sentimiento se cristalizó en noviembre pasado, cuando el Madrid recibió una goleada por 5 a 0 en su visita al Camp Nou. Aquella fue la quinta derrota consecutiva del equipo ante su rival catalán. Paradójicamente, parte del trabajo de mentalización de Mourinho ha consistido en convencer a sus dirigidos, y a todos los que rodean al equipo, de la superioridad futbolística del Barcelona. Un duro ejercicio, teniendo en cuenta la leyenda triunfal de un club que se precia de haber sido el mejor del siglo XX, el más poderoso del mundo.

Así, la institución que en su momento despidió a Fabio Capello porque ganaba sin encandilar, ahora ha entronizado a José Mourinho, que gana a como dé lugar. El entrenador ha construido un equipo que se defiende en bloque, macizo, y que sabe explotar las virtudes de sus mejores jugadores para lanzar contragolpes mortales. Un equipo reactivo, que se encuentra incómodo cuando ha de llevar la iniciativa pero que no se compara con ninguno a la hora de desactivar a su rival, hurgar en sus puntos débiles, pillarlo con la guardia baja y noquearlo. Un equipo que también domina registros extradeportivos, desde el recurso del juego fuerte hasta el manejo mediático, pasando por la presión a los árbitros y los juegos psicológicos con el contrincante.

Y, sí, un equipo capaz de derrotar al Barça, como quedó demostrado el miércoles pasado en la final de la Copa del Rey, uno de los partidos más memorables de los últimos años. Tanto el Madrid como el Barcelona tuvieron la oportunidad de mostrar sus mejores argumentos en un empate a cero que desbordó los noventa minutos reglamentarios y se decidió con un gol ‘vintage’, pleno de potencia, estética y épica: desborde y centro templado desde la izquierda de Di María para que Cristiano Ronaldo definiera con un cabezazo perfecto.

La primera victoria del Madrid en los últimos seis clásicos, el primer título luego de tres años en blanco y, para muchos, el punto de inflexión que, según la ley de los vasos comunicantes, oficializaba el cambio de ciclo. Se cruzaban las trayectorias inversas del Barcelona y del Madrid, para comenzar a alejarse sin remedio.

Según esta visión casi determinista, la suerte está echada. Mourinho se confirma como el antídoto perfecto y las piezas empiezan a encajar en su lugar. Por mucho que se retuerza o pelee el rival, no hay nada que hacer. Algo parecido a lo que describió el periodista Martí Perarnau en su blog antes de que comenzara la serie de clásicos: “existe una situación en el ajedrez denominada 'zugzwang', en la que cualquier movimiento que realice el jugador significará empeorar su situación. Haga lo que haga, su siguiente movimiento equivaldrá a un paso atrás”.



El momento culminante del ‘Zugzwang’ del Madrid llega, por supuesto, con las semifinales que comienzan hoy. Sólo el Barcelona se interpone entre el equipo blanco y una nueva final de la Copa de Europa, que podría ser la anhelada ‘Décima’. La explosiva conferencia de prensa que dio ayer Pep Guardiola parecería confirmar las sospechas de la afición merengue: el pánico cunde en el campamento blaugrana. Por primera vez en tres años, Guardiola se ha quitado el corsé de prudencia y sensatez que se había autoimpuesto cuando asumió como técnico. Finalmente, el santo varón del barcelonismo se bajó de su pedestal para enfangarse y responder a las provocaciones del técnico del Madrid. “José, te regalo la Champions de la sala de prensa. Aquí eres el jefe, el puto amo. Nosotros, a las 20:45, saldremos a intentar ganar jugando al fútbol”.



En una cosa Guardiola tiene toda la razón: las teorías están muy bien, pero la que manda es la realidad. Y la realidad es que apenas estamos a mitad de camino. El fútbol todavía no se ha pronunciado.

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