Wednesday, April 26, 2006

Paso al Rey

Dinho pasa la pierna izquierda por encima del balón. Gatusso tiene sus ojos fijos en la redonda, trata de discernir entre la fantasía y la realidad. El brasilero gambetea a la fiera, da una vuelta sobre sí mismo, y deja caer un pase al ventrículo izquierdo del área, a través del único resquicio de la defensa milanista. El francés Ludovic Giuly está enseñado a jugar junto al Crack Feliz. Permanentemente busca los espacios con piques cruzados a la espalda de las zagas rivales. Lo acaba de hacer, la pelota le llega mansa, y el habilidoso extremo la recibe con un remate de zurda (su pierna menos hábil) al primer palo. Dida se lo come entero.

Hace una semana, el Barcelona FC presentó en Milán un nuevo examen, ante la mirada atenta de medio mundo. El emparejamiento, en semifinales de Champions, sirve para encontrarle la medida precisa al actual campeón español. En menos de tres años, Frank Rijkaard (43 años) ha moldeado un conjunto solvente en el juego y eficiente en los resultados. Una quimera, puesto que se les presume extremos, polos opuestos entre los que se debe escoger. El equipo del holandés se ha consolidado como el más firme candidato a reinar en Europa. ¿Llegará?

Rijkaard aterrizó en Barcelona en el verano de 2003, de la mano del recién electo presidente Joan Laporta. El joven abogado (sus áulicos le dicen el Kennedy catalán), duro opositor del régimen anterior, ganó las elecciones del club con más socios en el mundo gracias a una promesa electoral: traerse a David Beckham. Laporta tenía a un acuerdo con el Manchester United para la transferencia de su estrella mediática, aunque se le olvidó arreglar al futbolista. El Spice Boy (qué grande) se decidió por el Real Madrid, y Laporta hubo de apresurarse a firmar a Ronaldinho. Una carambola similar condujo al holandés Rijkaard al banquillo del Camp Nou. Los rumores señalan que Ronald Koeman, actualmente entrenador del Benfica portugués y en ese entonces del Ajax de Amsterdam, era el favorito de las directivas. Koeman declinó, porque tenía contrato con su club. Un par de negativas después, el Barça contactó a Rijkaard.

“Como jugador lo ganó todo, pero como entrenador no ha ganado nada”, recordaría oportunamente José Mourinho, técnico del Chelsea inglés, hace un año. En efecto, Rijkaard tuvo una trayectoria brillante en el Ajax, donde se formó, el Milán, y la selección de su país. Ganó tres Copas de Europa y dos ligas italianas en más de 200 partidos para el modélico Milán de Arrigo Sacchi; y formó parte, junto con Ruud Gullit y Marco Van Basten, de una generación privilegiada de holandeses que se consagró en la Eurocopa de 1988, bajo la conducción de Rinus Mitchell, el padre del Fútbol Total.

Centrocampista de dos áreas, Rijkaard gozaba de un físico privilegiado y su juego estuvo marcado por un derroche de energía avasallante. Un temperamento fuerte y en ocasiones explosivo dio paso, con la transformación en director técnico, a una personalidad equilibrada y serena, que sólo se permite el hábito de fumar. Sus jugadores reconocen unánimemente que el inmutable holandés sabe “entenderlos”, debido a su pasado como futbolista de alto rendimiento (se retiró en 1995). Ellos, a su turno, lo respetan porque se hicieron mayores admirándolo a través de la televisión.

Antes de llegar al Barcelona, Rijkaard había sido técnico del Sparta Rotterdam (2001–2002) y de su selección nacional (1998–2000), en ambas ocasiones sin fortuna. Se inició en las lides como asistente de Guus Hiddink en el mundial de 1998, para luego hacerse cargo él mismo de los Orange. Pocas credenciales para quien asumía un reto considerable frente a uno de los clubes nobles de Europa. El Barcelona FC no sabía lo que era ganar desde 1999, y la marcha de su capitán Luis Figo, un año después, lo había sumido en una depresión severa. El portugués cambió los colores Culés por los del enemigo del alma, el Real Madrid, y en Can Barça fueron incapaces de sobrellevar la tragedia, sintomática de un mal mayor. Una institución históricamente bipolar, insegura, vivió algunos de sus años más aciagos. En Cataluña están mirando siempre de reojo hacia la capital, y la mejor época del Madrid Galáctico de Florentino Pérez agravaba la situación. Las campañas mediocres se sucedían y parecían no tener fin.

Ni la contratación de Rijkaard, ni la de Ronaldhino (26 años), en el verano de 2003, despertaron demasiadas ilusiones en el entorno blaugrana. Cabe recordarlo ahora que ambos, en especial el brasilero, se han consagrado en Cataluña. Dinho venía precedido de su fulgurante aparición en el mundial de 2002, en el que la Canarinha consiguió el título, pero también de cierto escepticismo, teniendo en cuenta su desempeño en el Paris Saint-Germain. Ahí protagonizó varios enfrentamientos con su técnico, Luis Fernández, y se ganó fama de amante de la noche, no tanto de los entrenamientos. Un Ronaldo en potencia. Pocos imaginaban el desenlace de la historia. En ésta, su tercera temporada en el club, ha marcado 17 goles de liga, los mismos que convirtió en sus dos ejercicios con el PSG.

Tres años son un mundo, eso está claro. Primero que nada, Rijkaard se concentró en la motivación y en la defensa, cumpliendo con el sonsonete de que los equipos se arman desde atrás. Tuvo que recomponer una autoestima destrozada, y una zaga a la que le metían demasiados goles. Su serenidad, su absoluto control sobre las emociones en la derrota y en la victoria, y el segundo plano en el que decidió posicionarse, contrastaban con el estilo de técnicos anteriores como Louis Van Gaal, pero también con la psicología y naturaleza del Barça. Rijkaard, además, aplicó a rajatabla la ley no escrita de que primero se habla con los jugadores y luego con la prensa. No anticipa las alineaciones, sus conferencias de prensa por lo general (a veces se deja ir con alguna guasa) son para dormirse, pero su plantel se siente protegido, en un ambiente propicio, en el que lo importante es entrenarse y jugar.

“La confianza es la mejor arma del jugador”, declaraba Jorge Valdano en alguna entrevista. El entrenador del Barça ha sido una fuente de confianza para su plantel. A Víctor Valdés (24 años) le dio la titularidad rápidamente, por encima del turco Rustu Recber, la otra opción. El puesto del arquero era, quizá, donde más concentradas estaban las inseguridades históricas del Barcelona Fútbol Club. La sombra de Ándoni Zubizarreta es larga, y no ha habido ninguno que, como él, disipe las dudas en el arco. Incluso Pepe Reina, actual arquero del Liverpool, la segunda mejor defensa de la Premiership, tuvo que irse a Villarreal, porque se dejó contagiar del ambiente. A Reina no lo aguantaron, sus primeros errores le costaron alternar como suplente; Rijkaard no cometió el mismo error con Valdés. Lo sostuvo en la valla, y el catalán le terminó dando la razón.

La personalidad no es el fuerte del arquero del Barça, ascendido al primer equipo mediante el sistema de divisiones menores del club, una de las mejores canteras de España. Oliver Khan es su ídolo, como para ponernos en contexto. Igual que el alemán, Valdés ha conseguido imponer su calidad por encima de cualquier otra consideración. Con todo y su actitud, su mascado de chicle, su gesticulación y sus alaridos, su caminado de malandro, es uno de los mejores de la Liga (el año anterior ganó el Zamora, el premio al arquero menos vencido). Le recriminan ciertos gafes, que suelen costarle al Barça una buena cantidad de goles al año, aunque son abrumadora mayoría las ocasiones en las que salva a su equipo. Posiblemente sea el más rápido volando, lanzándose por un balón. El martes pasado lo demostró alcanzando un cabezazo de Maldini en el 2t, cuando el Barça ya ganaba, al estilo de los clásicos. Se hizo a la pelota en el aire y la encajonó para no dejarla ir más. Sin rebotes ni tiros de esquina, y con los más letales depredadores del mundo alrededor.

Durante el primer semestre de la liga española 2003–2004, el Barça dio la impresión de ser el mismo equipo inconstante y acobardado de antes. Al momento del receso decembrino, los Culés andaban a 15 puntos del puntero, Valencia, y 12 de su escolta, el Real Madrid. Hubo quienes se aventuraron a hacer las cuentas del descenso. Laporta mantuvo a Rijkaard en su puesto, entendiendo que un equipo no se construye de la noche a la mañana. La estabilidad es un valor escaso en el fútbol y, sin embargo, indispensable para el éxito. El presidente superó el primer desafío de su gestión, aun a pesar de que dentro del club sonaba fuerte el nombre de Luiz Felipe Scolari.

Para el Barça, aquel fue un año de transición, en el que el cambio de ciclo se auguraba, sin ser evidente. El equipo tuvo una segunda vuelta estupenda, y se situó segundo en la tabla, tras el rendidor Valencia de Rafael Benítez, a la postre campeón de Liga. Ronaldinho disputó 32 partidos en el campeonato, y marcó 15 goles. La alegría natural del de Porto Alegre contaminó el ánimo tradicional del equipo y la afición. Su juego azaroso, impredecible, fulgurante y espectacular, se constituyó en el principal atractivo del Barça.

Si Valdés fue una elección de Rijkaard, Carles Puyol (28 años) se ponía sólo mucho antes de la llegada del holandés. El capitán del Barcelona debutó en octubre de 1999, cuando el equipo estaba en manos de Louis Van Gaal. Puyol nació en un pueblo al norte de Cataluña, la Pobla del Segur, y llegó a La Masia (el lugar de entrenamientos y formación de jugadores del club) con 17 años. Van Gaal lo utilizaba como marcador derecho, pero desde hace por lo menos cuatro temporadas, Puyol viene desempeñándose a un altísimo nivel en la posición de defensa central. Completa más de doscientas apariciones en Primera con la camiseta azulgrana y es uno de los estandartes del equipo. Valga decir que el catalán es un hincha furibundo del Barça.

Muchos aficionados consideran a Puyol un jugador torpe, quizás porque su intensidad lo hace ver así. Recuerdo un día que, parado bajo los tres palos como último hombre, se lanzó de cabeza para detener un taponazo de un delantero rival. Pocos meses antes había tenido que jugar con una máscara de protección, porque en un encontronazo se había fracturado la nariz. Puyol se lanzó igual, alargando nuevamente las fronteras de lo que arriesgaría con tal de salvar a su equipo. No es muy alto (178 centímetros), pero sí veloz. En la liga inglesa sería un ídolo absoluto, aunque es sabido que el único club donde jugaría, además del Barça, es el Milán. Los italianos lo quieren, pero por ahora planea retirarse en su club.

Puyol, el mejicano Rafael Márquez (27 años) y Oleguer Presas (26 años) constituyen el núcleo de la defensa catalana, que todavía requiere un par de refacciones en los laterales. Márquez tuvo que desempeñarse en la medular en sus primeras temporadas en Barcelona, y Oleguer fue titular en la defensa que consiguió el título de liga en 2005, pero el barcelonés ha tenido que reinventarse como lateral derecho, ante el retorno de Márquez a su posición original. Sobre el de Michoacán ya dijimos un tanto en el análisis de su equipo para el Mundial y sobre Oleguer baste decir que es un marcador recio, terco, y un personaje singular (lo tildan de separatista y antisistema, y es escritor). Es una pena, pero en el futuro se tendrá que conformar con ser su suplente. Para la derecha viene, si no se presenta ninguna sorpresa, el brasilero Daniel Alves, actualmente en el Sevilla. Figura en las selecciones juveniles de su país, este talentoso marcador de punta se perfila como una de las revelaciones para la siguiente temporada.

Barcelona juega, cómo no, al estilo holandés, 4–3–3. La superioridad numérica en el ataque se debe compensar con un trabajo arduo en el centro del campo. Actualmente, Andrés Iniesta (21 años), Deco (28 años) y Edmilson (29 años) son quienes más frecuentemente ocupan esas posiciones. Iniesta, nacido en Fuentealbilla, es el único español no catalán del primer equipo, y ha sido reconducido a unas posiciones de sacrificio con Rijkaard. En las inferiores del Barça jugaba más volcado hacia el ataque, mientras que ahora lo hace con las funciones multiplicadas por la responsabilidad en la marca. Ha sustituido a la perfección a Xavi Hernández (26 años), quien sufrió una fuerte lesión de rodilla en diciembre y está a punto de reaparecer, constituyéndose en el metrónomo de su equipo. Encuentra los mejores pases, la velocidad adecuada, y rara vez pierde la posesión de la pelota. Tiene, igual que Xavi, un talento especial para los pase–gol, y una humildad que su entrenador aprecia y recompensa. Cabe mencionar que Cesc Fábregas tuvo que irse al Ársenal para poder jugar, porque en la línea de mando le precedían estos dos cracks.

Deco regresará a la titular hoy, en el partido de vuelta de las semifinales de Champions. El Camp Nou estará lleno a reventar, ansioso porque el sueño de otra final europea se haga realidad. Entre los locales, el brasilero nacionalizado portugués es el único que ya ha ganado el título continental en el pasado. Lo consiguió con el Porto de Mourinho en 2004, antes de llegar al Barça, lo que significa que tiene los mismos títulos que el club, de 107 años.

El centrocampista fue fundamental en la conquista del título liguero (35 partidos, 8 goles) en 2005, y resume a la perfección las virtudes de su equipo en el campo. Sabe quitar, sabe sudar, sabe correr, sabe amansarla, sabe tocar, sabe ponerla. Cumple su segunda temporada en el Barça y es como si llevara toda la vida en la ciudad condal. Deco escogió irse a Cataluña, a pesar de que contaba con mejores ofertas económicas. Quería vestir la camiseta blaugrana y hacer historia en el club. Está a punto de conseguirlo. Luego de haberse acostumbrado a perder, los Culés aprendieron a ganar y a sobreponerse al favoritismo, a convivir con la victoria.

El Barcelona FC ha revalidado su título local, y sus figuras acaparan los premios deportivos individuales. Samuel Eto’o (25 años) comandará el ataque de su equipo ante el AC Milán, en un estadio con cien mil espectadores coreando su nombre. Un momento mágico del fútbol, probablemente lo que soñaba de niño, pateando pelotas hechizas en Nkono, Camerún. Él cumple su sueño, y también el de su club, que anduvo buscando durante años un goleador como él.

Florentino Pérez no le quiso en el Madrid, y terminó traspasándolo parcialmente al Mallorca, y luego al Barça, a finales del verano de 2005. Quizás el peor error en su mandato. Haberle quitado un jugón de esos al club de la capital curó definitivamente las heridas ocasionadas por la ida de Figo. El camerunés ronda los cincuenta goles en la liga en sus dos temporadas en el club, y este año ha marcado 29 goles en 39 partidos. Hace una semana no la embocó en Milán, pero según las estadísticas no tardará. Si Ronaldinho se dosifica, Eto’o es una fiera que no sabe sino entregarlo todo. El hambre del africano era lo que le faltaba al equipo. Quiere ser el mejor del mundo y no se detendrá hasta conseguirlo.

“Nadie se acuerda de los segundos”, declaraba Riquelme en la previa del Villarreal–Ársenal. Nada quedará de tanto esfuerzo, si el Barcelona no consigue eliminar esta tarde al Milán, y superar al trabajado y brillante equipo de Arsene Wenger en París. El presidente Laporta ambiciona consolidar una hegemonía local, sobre la que se asiente la primera dinastía europea del Barça. En tres años, su técnico ha confeccionado un equipo a esas medidas. Rijkaard tiene en sus manos el plantel que mejor ha jugado en Europa en los últimos dos años. Más que Ronaldinho, mucho más que la suma de sus estrellas individuales, el Barcelona representa el paradigma del fútbol esteta. Se puede disfrutar, jugar del alma, y ganar.

Suerte para los campeones.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo.com)

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