Wednesday, April 12, 2006

Henao, vetado

Juan Carlos Henao, figura excluyente de la gesta histórica del Once Caldas en la Copa Libertadores de 2004, cobraba mal y sus patrones se negaban a mejorarle el sueldo. El arquero se les avispó, esperó a que su contrato venciera, y arrancó con sus derechos deportivos en la mano al Santos. No le fue bien en Brasil y está de regreso. Pero en Colombia no puede trabajar porque los clubes profesionales acostumbran vetar a los miserables que evadan el cerco. Los dejan sin comer.

El fútbol colombiano reconoce la figura de los ‘derechos deportivos’ y la venta de la fuerza de trabajo de los menores de edad. Clubes aficionados tranzan diariamente derechos deportivos de pelados de trece años, infringiendo las leyes, la constitución y tratados internacionales. Igual hacen los clubes profesionales, cuando apelan a los ‘derechos deportivos’ para obligar a sus jugadores a someterse a condiciones laborales premodernas. ¿Qué pasó con el libre mercado?

Mercado de esclavos, más bien. Existe un fallo de la Corte Constitucional, de 1998, que prohíbe este tipo de prácticas, y sin embargo Colfutbol se tomó siete años en reformar los estatutos que firmó Juan José Bellini en 1994. El 9 de diciembre pasado, Óscar Astudillo se puso al día con la justicia, presionado en gran medida por el conflicto laboral que enfrentaba con la Asociación de Fubtolista Profesionales. Lo hizo únicamente de forma, claro, al estilo nuestro; el nuevo régimen se repite en los defectos del anterior.

La FIFA, que no es ninguna pera en dulce, promulgó desde 2001 el estatuto del jugador, en donde se establecen las prerrogativas por las cuales debe regirse el deporte a nivel mundial. El organismo abolió los contratos a término indefinido, los ¿derechos deportivos¿, la cesación unilateral de contratos (la figura del ¿bajo rendimiento¿), y la comercialización de la fuerza laboral de menores de edad. Puso tope máximo a contratos de trabajo (tres años), y estipuló ¿derechos de formación¿ para las transferencias entre clubes de juveniles aficionados (el Arsenal se los pagó al Barcelona cuando se llevó al volante Cesc Fábregas).

En Colombia todo eso (el estatuto FIFA, la ley, la constitución) es letra muerta. Este año, de nuevo, la Dimayor instruyó por escrito a los clubes abstenerse de contratar jugadores que recurrieron a la justicia ordinaria para obtener su libertad de trabajo. De hecho, la consigna proviene de la mismísima Confederación Suramericana de Fútbol, con sede en Paraguay. Una conspiración internacional.

El Deportivo Cali, entre otros, prefiere arriesgarse con David González que fijarse en Henao. Tienen vetado a un campeón de Colombia y de América, elegido en su momento mejor arquero del continente. El paisa se entrena desde hace meses con sus excompañeros del Once, en espera de que salga algo afuera, porque en esta tierra la ley no basta para protegerlo. Sus colegas, los jugadores profesionales, deberían declararse en huelga para que le restituyan el derecho al trabajo. Los aficionados en general, y en particular los que se precian de ser ‘gente de bien’, deberían manifestar su repudio a estas prácticas, y forzar a Colfutbol, a sus clubes, a que consideren con seriedad las peticiones de Acolfutpro.

En octubre del año pasado, los futbolistas agremiados convocaron a una huelga para obligar a su contraparte a negociar el estatuto del jugador, junto con una serie de reformas. Los clubes respondieron en bloque, declarando la huelga ilegal. Infracción abierta de un derecho fundamental consagrado en todas las constituciones del mundo que llaman libre. Nadie dijo esta boca es mía. Nadie se rasgó las vestiduras, ni siquiera los proclives. Aquí es así. Algunas ilegalidades se celebran, y otras se pagan con la vida, como bien lo expresa la consigna presidencial ‘linchen a los corruptos’.

Palomo

(casi como en el blog de Eltiempo.com)

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