Thursday, May 18, 2006

El día de la gloria

Barcelona se asomó al abismo de la gloria y sintió vértigo. La primera señal vino desde el banquillo, el lugar menos pensado. El inmutable Frank Rijkaard modificó su alineación tipo, en la que brilló el juego criterioso de Andrés Iniesta (participó en 11 de los 12 partidos de Champions, 5 veces titular), para darle entrada al aparatoso y no siempre efectivo Mark Van Bommel (6 partidos, 5 titular). El holandés tuvo una temporada excelente en el PSV Eindhoven el año anterior, algo que no se puede decir de la que termina en el Barca.
Si Rijkaard hizó una declaración de intenciones en Madrid, en el partido de la liga que finaliza, al incluir a Lionel Messi cuando las predicciones anunciaban al francés Ludovic Giuly, en París desandó, y le cerró las puertas al jugador más claro del Barcelona en la temporada, Iniesta, pensando en la lucha física más que en las ideas.

Los azulgrana suplieron la temprana baja de Xavi Hernández,, el mejor enlace entre la defensa y la delantera, gracias a la aportación del Cerebro ocupando su puesto, cumpliendo su función. Lo de Iniesta ha sido tan bueno, tan notable, que el Barcelona pierde profundidad, velocidad, ritmo, sin su presencia. El técnico pensó que su equipo se las arreglaría, cuando en realidad lo echó de menos desde el principio.

La titularidad de Oleguer Presas (11 partidos, 11 titular) en la banda derecha fue menos sorprendente, aunque igual de sugestiva. El catalán ha sido el favorito de Rijkaard cuando llega la hora de los partidos clave, mientras que Belleti (11 partidos, 7 titular) ofició en los encuentros más asequibles, y con menos exigencias en la marca. Thierry Henry juega mucho por ese costado, y el holandés necesitaba controlarlo, e imaginó que Oleguer le hacía el trabajo mejor que el ex lateral del Villarreal.

El técnico del Barca se equivocó en estas dos decisiones, sobre todo porque suponían que su equipo jugaba condicionado, diferente, por tratarse de una final. Las frases de cajón sugieren que hay que jugar como siempre, confiando en el modelo que te ha llevado hasta la última instancia, y no renunciando a él por miedo al rival o respeto a la ocasión. Rijkaard demostró que estaba perfectamente conciente del calibre histórico de la final de París, y prefirió tomar precauciones que lamentar audacias. Tanto Iniesta como Belleti salieron desde la banca para corregir el error.

Arsenal apostó por la épica y la especulación. Jugó igual que Milán y Chelsea, cuando se esperaba un equipo más propositivo, más estético. Decidió aferrarse a sus contras eléctricas, al ‘espíritu de Estambul’ (por la remontada heroica del Liverpool frente al Milán en la final anterior) y, por supuesto, a Henry. La iniciativa se la dejó completa a su rival. Y la receta estaba funcionando. En el minuto 37, el árbitro Terge Hauer compró un estricto piscinazo de Emanuel Eboué entre el lateral derecho y el área grande Culé, que el francés cobró con su tradicional rosca a la candela. Sol Campbell la contactó en el aire con un salto magnífico, y la mandó guardar.

El ingrediente dramático del libreto del Arsenal lo ponía el defensor internacional inglés, quien unos meses atrás se había marchado en el entretiempo del partido de liga frente al West Ham United, luego de un 1t de pesadilla. Su equipo perdía 3 por 2 y Campbell, de 31 años, había cometido un par de errores que costaron goles. Se supone que el jugador atravesaba un mal momento personal, agudizado por un par de lesiones que habían debilitado su descomunal complexión física, lo que igual no explica suficientemente su insólita decisión de abandonar Highbury con un partido a medias.

El central estuvo ausente durante diez semanas, en las que la prensa de su país especuló infinitas veces sobre su estado mental, sin que el nativo de Newham pronunciara una palabra. El estado de forma de Campbell es una preocupación nacional puesto que el inglés ha sido un bastión de la selección desde hace años, y se avecina el Mundial, en el que sus compatriotas tienen puestas tantas esperanzas. Era duda en la defensa, donde Philippe Senderos había jugado la mayor parte del torneo, pero su entrenador se inclinó por la experiencia de Campbell. El poder aéreo del defensor de 188 centímetros se hizo sentir a pleno en el gol del Arsenal. Oleguer lo perdió en medio de los forcejeos y movimientos previos al cobro de la falta, y Campbell marcó un gol que podía simbolizar su revancha personal luego de la vorágine. Así lo celebró, con toda la rabia, con toda la convicción de que habrá más días para él, de que no está acabado, como dicen por ahí.

Los Cañoneros jugaban con diez desde el minuto 18, el momento decisivo del encuentro, cuando el central noruego expulsó a Jens Lehmann por sujetar el tobillo de Samuel Eto’o en la frontal del área. El camerunés recibió una habilitación sublime de Ronaldinho y se deshizo del arquero con un toque hacia la derecha y una sobredosis de su potencia. Lehman, vencido, intentó detenerlo, el delantero cayó, y el juez se apresuró a pitar. “Debí esperar unos segundos”, reconoció luego Hauer a un periódico danés. En ese lapso, la pelota le llegó franca a Ludovic Giuly, el extremo remató a discreción, y embocó.

Los jugadores del Arsenal le pidieron al noruego, que no fue escogido por su federación para representar a su país en el Mundial, que decretara el gol, aun a pesar de haberse producido después de pitar, y que sancionara la falta con amarilla. La popular ley de la ventaja. Una determinación que beneficiaba el espectáculo y al equipo víctima de la falta. En lugar de eso, el equipo de Wenger se quedaba con diez, obligado por las circunstancias a refugiarse todavía más en la mejor defensa del torneo. Y el Barca sin su golito.

Wenger pecador. El entrenador francés también cayó en la tentación de acomodarse para la final, y renunció al fútbol que caracterizó a su Arsenal en Inglaterra y en el continente. Unos primeros minutos muy bien jugados, en el que el ritmo frenético de las combinaciones entre Henry, Ljunberg, Fabregas, Gilberto o Eboué tenía desdibujado al rival, dieron paso rápidamente a lo que sería el tono del partido.

La lluvia, el dominio del balón azulgrana, el entramado de pases con el que buscan atravesar las zagas rivales, terminaron reventando a los ingleses, cansados de correr tras la pelota. Estuvieron a punto de quedarse con el partido, y llegó un momento en que el Barcelona parecía rebotar contra una pared, y en el que los ingleses tenían el control psicológico del juego. Hasta que cayó el empate. De ahí en adelante, la derrota era inevitable. Ya no tenían arrestos para nada más. 


Barcelona es un equipo. A pesar de que dejó muestras de su calidad, Ronaldinho no fue el jugador determinante de las grandes ocasiones. Lució más concentrado en su figuración personal que en el resto del equipo. El Arsenal hizo un trabajo muy bueno sobre el brasileño, sacrificando al bielorruso Alexander Hleb para acosar al crack con dobles marcas sobre la izquierda. El veloz Emanuel Eboué también cumplió una excelente labor en la marca.

Contenido por la izquierda, el Barca empezó a desbordarse por la derecha, Liderado por los movimientos incesantes de Ludovic Giuly, quizás el mejor jugador del 1t junto a Samuel Eto’o. Además de la jugada de la expulsión de Lehmann, sustituido por el español Manuel Almunia, el delantero tuvo una el palo. Recibió el balón de espaldas al arco, dio media vuelta a la derecha, y remató al primer poste. Almunia alcanzó a desviar el disparo, que se estrelló contra el vertical y salió.

Andrés Iniesta ingresó desde el inicio del 2t, y más tarde hicieron lo propio Juliano Belleti y Henrick Larson. Sólo con los tres en la cancha consiguió el Barca llegar al empate. El equipo necesitaba un juego vertical y una velocidad más en el ataque, y eso precisamente fue lo que tuvo en el minuto 76. Un pase largo al área de Iniesta encontró al sueco, quien la tocó de primera para Eto’o, abierto en la izquierda. El camerunés la acomodó para su perfil y definió con un remate preciso, entre el pie del arquero español y su palo derecho. Una definición milimétrica del atacante para su sexto gol en el torneo, sin duda el más importante de todos. “Esta victoria es del Barca”, declaró el siempre directo Eto’o. “El equipo es más que Ronaldinho, o Belleti, o Eto’o. Hacemos parte de un gran club que merece este trofeo”.

¿Qué hace Belleti en la lista? El fútbol quiso que su primer gol con la camiseta blaugrana fuera el de la victoria en París. Catorce años después del primer título conquistado por el club, otra noche de gloria en Wembley. El lateral brasilero incrustó su nombre en la memoria del club catalán, y en los anales del torneo más glamoroso del orbe.

La Liga de Campeones cumplía ayer cincuenta ediciones, desde que el Madrid de Alfredo Di Stéfano y Ferenç Puschkas conquistara el primer título ahí mismo, en París, en el Parque de los Príncipes, el 13 de junio de 1956. Un sueño surgido en la redacción de L’Equipe y que se ha vuelto el escenario de las noches más formidables del deporte rey en el Viejo Mundo. Hasta ayer, el certamen había repartido títulos por igual (10) para clubes españoles, ingleses e italianos. Los británicos habían disputado doce finales. El Barcelona enfrentaba la cuarta definición de su historia. Una sola victoria. Hasta ayer.

“Cuando tienes grandes jugadores en la banca, entonces tienes un gran equipo”, decía Larsson tras el encuentro. El sueco jugó su último partido con el uniforme del Barca, cumpliendo un papel de ‘revulsivo’ al que se ha acostumbrado en Cataluña. Ayer fue la final de los actores secundarios, de aquellos jugadores que no alcanzan a deleitar a los aficionados ni a la prensa, como para que les dediquen muchos momentos o palabras, pero sin los cuales no existirían los equipos ganadores.

Larsson sirvió su segundo pasegol del partido en el minuto 81, cuatro después del primero, esta vez desde la zona derecha del área rival. Juliano Belleti recibió la habilitación y encaró hacia el portero. El brasilero ha tenido varias oportunidades similares, en las que por centímetros, puntería o fortuna, falló en la finalización de sus proyecciones e internadas en el área. Su remate rasante se coló por entre las piernas de Almunia y sentenció la final.

Ganó el favorito, un desenlace previsible oculta un desarrollo dramático. Arsenal tuvo la victoria en los pies de su estrella, Thierry Henry, pero cada vez Víctor Valdés se interpuso entre el delantero y el gol. Tres o cuatro intervenciones del catalán mantuvieron a su equipo dentro del partido. Otro actor de reparto colado en la primera plana. Para él tuvo palabras Rijkaard ayer.

El técnico se equivocó, o juzgó mal, pero luego acertó pleno con las sustituciones. Las finales hay que ganarlas, sea como sea. Todos esperábamos la gran noche de Ronaldinho, cuando era el día de su equipo. Ya lo saben, es oficial, ambos son los mejores del mundo.

Nos pillamos,

Palomo

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