Wednesday, July 02, 2008

Y nosotros, ¿cuándo?

Esta final es un regalo para todos los caleños que se quedaron afuera, para los que sobraron cuando los patricios del departamento se repartieron el pastel, para los que han sido ignorados por décadas y décadas de gobernantes corruptos, ladrones y mentirosos. Los condenados a vivir en una ciudad en ruinas, donde reinan los delincuentes, donde si no andás espabilado te hacen la cama en cualquier esquina. No es la ciudad que me tocó vivir, porque yo también soy un privilegiado, pero es la ciudad que conozco, que recorrí a diario, que aprendí a descubrir y querer, muy a pesar de la triste situación en la que está sumida.

Esta final es para el Valle del Cauca, olvidado de todos, en manos de un macarra, herido de muerte bajo la vigilia de la rosca paisa que quiere eternizarse en el poder nacional. Para Buenaventura, para la gente del barrio Lleras, del Alfonso López, que ve cómo entran y salen las riquezas de su país sin que les dejen ni siquiera las migajas. Tan solo el narcotráfico reparte sus riquezas en el puerto, aunque también, claro, sus muertos, su violencia intolerable.

Quizá lo más triste es que este triunfo del América, esta final ganada con el sudor y el esfuerzo de un plantel sin paga y un técnico que ha sabido sobresalir en la miseria, va a servir para que los políticos, los dirigentes, incluso esos que se hacen llamar vallecaucanos ‘de bien’, se den un baño de popularidad, se sumen a la caravana, se roben también esta gloria que no les pertenece.

Que no se nos olvide, por ejemplo, que el señor Carlos Puente no permite que los jugadores del club se asocien para hacerse respetar, un derecho que les garantiza la constitución. Que las directivas del América no pagan lo que deben, que le hacen el quite a la seguridad social de sus empleados, que se comprometen y luego si te vi no me acuerdo.

Esta final no es un éxito del presidente, ni del patrón, ni del gobernador del Valle del Cauca, tampoco del alcalde. En la foto, solamente, deben estar los jugadores, los empleados, el técnico, su equipo de colaboradores. Gracias a ellos, América se levanta de su ruinosa realidad, conforta el corazón de una hinchada, de un pueblo que sufre. A veces se puede, aún en contra de las más abrumadoras vicisitudes, a veces se puede. La fuerza está siempre adentro, siempre ahí.

Así que disfrutemos, sí, celebremos, pero que no se nos olvide, que nunca se nos olvide que esto es la excepción y no la norma. Que mañana, cuando la pelota haya dejado de rodar, Cali será igual, el Valle del Cauca será el mismo, que los macarras, los ladrones y los cañeros seguirán ahí, exprimiendo las últimas gotas de riqueza de nuestra tierra querida, sin resolver ninguno de sus problemas. Que este es un triunfo de unos pocos, porque para que todos ganemos nos hace falta jugar, a todos, como lo hace este América.

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